TURQUIA: ORIGINAL Y EXOTICA

Turquía es noticia en estos días de guerra en Ucrania, a propósito de su decisión de rechazar el ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN, a la cual también pertenece desde los tiempos de la Guerra Fría pero también por ciertas tensiones con Grecia a propósito de la cuestión chipriota.

Como es una de las dos únicas puertas abiertas a Rusia, hice escala allí en abril pasado, en ocasión de mi viaje a Moscú. Es interesante detenerse por un momento, para efectuar una semblanza acerca de la república turca de Erdogan y su actual momento.

Recorriendo la historia por ejemplo, como base para analizar el presente, hay que recordar que Turquía fue por siglos un Imperio, hasta el final de la I Guerra Mundial, que decretó el final del Imperio Turco-Otomano. Aunque con varios mitos por desterrar, podría afirmarse que los llamados “Jóvenes Turcos” primero (1908-1918) y el líder Mustafá Kemal Atatürk a partir de 1923, establecieron los pilares de una “república secular” -ya no imperial- y ese experimento está próximo a cumplir una centuria.

A la participación histórica de Turquía en la OTAN, hay que agregarle su permanente intención de formar parte de la Unión Europea (UE), sobre todo, desde los años noventa. Aunque por supuesto, tanto el prontuario que tiene Turquía en materia de DDHH como la cuestión greco-chipriota ya mencionada, bloquean la posibilidad del ingreso turco, lo cual, de lograrse algún día, convertiría al país, en el segundo en importancia detrás de su aliada histórica, Alemania, en términos de población, aunque mayoritariamente islámica.

A su posición geoestratégica relevante, como “bisagra” entre Europa y el Oriente, habiendo intentado tres veces, por ejemplo, invadir la capital austríaca (Viena), Turquía le agrega el plus de su modernización económica tan especial hacia el capitalismo, iniciada en los años ochenta por el tecnócrata de origen kurdo, Turgut Özal, Primer Ministro emergido del golpe militar de 1980 y luego Presidente electo. 

En efecto, el empresariado especialmente de la región de Anatolia, luce con un comportamiento especial, proactivo e innovador, destinado a brindar servicios y productos de calidad. Muchos de esos productos son nacionales y hasta típicos, tradicionales, fuertemente ligados a la cultura turca.Los turcos ya no son simples vendedores de alfombras. Kayseri es la ciudad modelo en cuanto a industrias del mueble y textil, exportando a cerca de un centenar de países: holdings poderosos fabrican cientos de miles de sillas y sofás-cama además de centenares de prototipos de lana vaquera, insumo para las marcas líderes a nivel mundial

Cuando uno asoma a esa infinita cantidad de negocios de especias y sabores de los más variados, incluyendo algunas hierbas para la potencia sexual masculina, se puede advertir que en Turquía, es perfectamente posible hacer converger la globalización con la identidad nacional. Es la misma sensación que tenemos cuando vemos las banderas turcas por doquier en las calles de Estambul, la proximidad de una mezquita con un rascacielos o un banco, la increíble modernidad del Aeropuerto Internacional Atatürk (en turco,  Istanbul Atatürk Havalimanı) y por qué no, el fenómeno de Turkish Airlines, omnipresente en poco tiempo, en los cielos del mundo, promocionada por nada más ni nada menos que Morgan Freeman.

Recep Tayyip Erdogan llegaría al poder en 2002, de la mano de un islamismo moderado pero pronto iniciaría un proceso orientado a desmontar la maquinaria de vigilancia institucional instaurado por los militares desde 1980. Ganaría sucesivas elecciones, incluso sufriría un golpe de Estado en 2016 pero lograría superarlo. Es un liderazgo nacionalista e islamista de indudable vigor político, comunicacional y electoral, que puede ser discutido en determinados círculos intelectuales y mediáticos de “Occidente”, pero que al igual que ocurre con el caso ruso (y Putin), no ofrece disidencia alguna en el ejemplo turco (y Erdogan).

Finalmente, el turismo es otra de las fuentes de ingreso más relevantes para la economía turca. Tanto las playas como las regiones montañosas, así como el encanto especial de Estambul y otras ciudades, le ofrecen al visitante extranjero, tanto occidental como latinoamericano, una gran diversidad, precios relativamente accesibles y una disposición especial de los habitantes locales, siempre tan adaptables al gusto e idioma de los turistas.

Entonces, si querés conocer y recorrer este destino aconsejable por su diversidad cultural y riqueza histórica, te aconsejo un bueno vuelo de Turkish Airlines con rumbo a la ex Constantinopla y adelante!!!

UN LEON CONFUNDIDO

Dos o tres golpes de efecto de una persona sanguínea y carismática sobre una sociedad anestesiada, perdida, sin rumbo pero sobre frustrada, desencantada, pueden servir para que ésta quede deslumbrada y lo siga sin cuestionamiento alguno.

Inaugurando su gira nacional como diputado, con clases de Economía, que apenas lo son, apelando a shows que se parecen más a los de un rockero que a los de un político, mediados por influencers de opacos y hasta nulos pergaminos académicos, Javier Milei vive ese momento de fama. Las encuestas le dan excelentes números en vistas al 2023 y en cada Provincia que estará, seguramente, llenará plazas o parques.

Se disimularán así, errores no forzados de la campaña electoral como la derrota del debate legislativo de CABA, los ataques de furia en una charla en Montevideo o el desborde del supuesto agente de seguridad en el festejo del Luna Park. Incluso la rara percepción popular del sorteo de su dieta, a todas luces, un acto demagógico de baja estofa pero que para los Millennials ingenuos, jóvenes aturdidos y adultos buscadores de salvación material inmediata, pudo ser una bisagra en la política argentina, más allá de que como investigó el especialista en informática Javier Smaldone, puede ocultar una vil operatoria de venta ilegal de datos personales. Es que “todo vale” en un momento así, de euforia, de exaltación, hasta de clímax: la gente se enceguece con esta figura y eso le dará una cierta impunidad que se agrega al endiosamiento que ya hacen de su personalidad.

Lo que sería una buena noticia para el liberalismo argentino, en realidad, tal vez, no lo sea. Un entorno que lo rodea, bastante mediocre y pletórico en obsecuencia y adulación al nuevo “Mesías”; un misticismo que se difunde incluso en Twitter -su red preferida para satisfacer su irrefrenable vocación egocéntrica, narcisista y nada sensible-, que tal vez, encubre la red de negocios de sus adláteres, el siniestro dirigente sionista Maslatón y el financista  Marra -hoy legislador porteño-; un armado político que no tiene nada como tal, porque se nutre de mucho personalismo, influencers y sellos partidarios de oscura procedencia (UNITE, el partido de un kiosquero rosarino de diarios y ex concejal, PAC, la agrupación de ex policías y un Partido Libertario que es un “cóctel” de personajes ignotos, aunque todos peleados entre sí).

Es que además de mantener dudas sobre la falta de equilibrio emocional de Milei, que lo convierte en poco apto para desempeñar un rol ejecutivo, de un país anómico como Argentina, hay también mucho por advertir, en materia ideológica. El aspirante a león de la jauría, tiene confusiones ideológicas estridentes, de envergadura, no menores para alguien que se precia venir del mundo académico -apenas de paso, si lo sabrá su padrino Eurnekian-.

Dice que el impuesto es un robo sin entender que es la única forma de financiamiento de un Estado, que él, como anarcocapitalista -como el hijo de Milton Friedman– aborrece pero que es preferible a emitir moneda o pedir crédito interno o externo. Ignorando defensas tales como las de Adam Smith, Tocqueville y Sarmiento, entre tantos, defenestra a la educación pública lo cual puede ser comprensible considerando el estado de deterioro de la misma y la situación social general de Argentina, pero no toma conciencia que este país encontró la senda del progreso una vez, de la mano de dicha escuela sarmientina. Además, el esquema de vouchers (subsidio a la demanda) que él mismo propone -aunque muchos lo hicieran ya mientras él se dedicaba al fútbol profesional hace 3 décadas-, es un mecanismo de financiación pública, medida por alumno/a, sin privilegiar a la escuela privada, que allí perdería su razón de ser. Finalmente, la eliminación del Banco Central puede ser popularmente contrastante con el pasado y presente de destrucción de la moneda en el país, pero no es nada realista si se cree que la inflación desaparecerá producto de ello. Mientras continúe un nivel de gasto público infinanciable, la fórmula mileirista, aplicada en otros contextos históricos y geográficos, mucho más fáciles que el nacional, es absurda y hasta podría generar carcajadas en un café imaginario con economistas de la Escuela Austríaca, monetaristas-Public Choice a lo Buchanan y fiscalistas a lo Musgrave.

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EL CHUPETE DE LOS ARGENTINOS

El chupete cumple una función para los recién nacidos: la de succión. Sólo ellos saben cómo los calma, cómo los relaja, cómo les genera cierta dosis de placer. Pero es un mero paliativo, incluso para padres ansiosos o presionados ante el nuevo hijo. Ese calmante transitorio no es solución de los problemas de gases, cólicos o dentadura, que sí intranquilizan al niño. En todo caso, forma parte de los nuevos problemas que arrastra la vida en su fase inicial. El chupete en exceso, puede ocasionar problemas de dentadura a futuro, pero lo más grave, puede agradar su dependencia y hasta generar retraso en el habla, cuando no, otras dificultades.

Incapaces de lidiar con sus problemas estructurales, así como las personas, inmaduras o no, las sociedades también pueden emplear paliativos para sus dramas existenciales, a modo de “chupetes”. Argentina parece no estar exenta de obrar o imitar semejantes conductas.

Nadie parece ya recordar el triunfo de la oposición parlamentaria del setiembre y noviembre pasados. Se han licuado sus efectos por virtudes ajenas (mediáticas, del oficialismo kirchnerista) pero sobre todo por errores propios. Primero, lejos de las promesas de campaña, ayudaron a reelegir como Presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, a Sergio Massa. Luego, votaron nuevos impuestos, perdiendo votaciones por ausencia de diputados propios y finalmente, aprobaron reelecciones de intendentes bonaerenses y hasta la legalización de juegos online en Provincias. Es decir, se comportaron como integrantes de una verdadera “casta política”. Sí, idénticamente al relato del flamante diputado nacional Javier Milei.

la genial caricatura de mi amigo, el sociólogo Dr. Matías Giletta

Pero claro, éste, ya que le gustan tanto las citas bíblicas, tampoco puede “arrojar la primera piedra”. A poco de andar en el ruedo legislativo, desbarrancó. Se vacunó fallándole a los muchos “antivacunas” seducidos por su discurso. Cobró su dieta en lugar de donarla, tal cual lo también prometido. Nombró como secretaria del minibloque parlamentario, a una joven sin antecedentes, más que mostrar su cuerpo en Instagram. Se ausentó en la primera reunión de Comisión de Presupuesto, aduciendo no haber sido invitado mientras realizaba un acto político -disfrazado de “clase de Economía”- en Rosario. Mientras muchos en el interior esperaban una institucionalización seria de su armado partidario nacional, sorprendió ungiendo “gatos”  al frente de esos actos en las Provincias, por encima de dirigentes que habían estado esperándolo ilusionados con su llegada novedosa a la política.

Como si todo ello fuera poco, para completar esta secuencia de errores no forzados, de un advenedizo de la política que se precia de ser presidenciable, mal asesorado por su entorno de oportunistas, “amigas de la cama” e influencers, cuya lealtad está por verse, rompió lazos con José Luis Espert, el otro gran dirigente liberal que lo invitó hace un año y pico a ingresar a la arena política.

Todo lo que el economista apadrinado por el legendario empresario Eurnekian ha denostado en los demás, lo está promoviendo en su propio círculo de amigos y acciones.

Lo expresado me lleva a concluir que Milei puede estar convirtiéndose en un nuevo “chupete” colectivo de los argentinos. Sin relativizar el peso de las ideas liberal-libertarias, cuando uno piensa en ese cúmulo de decisiones mal ejecutadas, de manera improvisada y sin lógica alguna, que aún él hoy puede defender, porque no estamos habituados a ver combatir a esa “casta”, queda claro que es difícil que Milei asome como algo demasiado novedoso en un país tan conservador. Lo más probable es que sea una muestra más de un producto con contenido viejo en un frasco inédito. Cabe preguntarse por ejemplo, dónde estaba Milei en las últimas dos décadas. No es un joven de 20 o 30 años, tiene 51 ya. Qué le impidió actuar antes en política?

Miremos por ejemplo, sus seguidores. Ellos, jóvenes, provenientes de familias deshechas o ensambladas, con padres ausentes o madres omnipresentes, lo apoyan porque se identifican con él, quien también sufriera violencia doméstica, como ellos. No es que han logrado escapar a un supuesto “adoctrinamiento” educativo o tienen acceso a las NTICs y por eso saben quién es Mises o Hayek, sin leer siquiera un libro físico de ellos, como suele repetir el propio Milei. La causa de tal apoyo es más profunda y por ende, más compleja. Milei es para ellos, un guía espiritual, hasta una proyección, de sus propias penurias personales. Pobremente educados en todo caso, incluso en reglas mínimas de urbanidad, en nada se parece esta juventud a la liberal de los ochenta, proveniente de familias consolidadas y de aceptable nivel económico y educativo. Son chicos de bajísima autoestima, para quienes los gritos de Milei, son sus propios gritos de “libertad” contra sus padres que no tuvieron, contra su entorno conurbanizado, rodeados de drogas, fracaso, destrucción, muerte. Para ellos, la palabra “libertad” es un atajo, para salir de ese horrible mundo, no una elección racional.

Milei no deja de ser un consolador, un calmante. Es sorprendente pero su propio grito sacía la sed de bronca de los enardecidos, como él mismo contra su pasado infantil. Hace las veces de un “chupete societal”. Dependerá de él y nada más que él, transformarse en alguien que ayude a reconstruir la Argentina, bajo otros parámetros de mayor sustancia.

Claro, tal vez, le estemos pidiendo demasiado en función del drama que él mismo vivió y del cual no parece querer salir, con ayuda profesional, sino con misticismo, mala contención familiar y entorno donde sobran “los amigos del campeón”. Tal vez, vamos camino, a pesar de que llene plazas en todo el país, durante el 2022, a ver otra decepción, como lo fueron Alfonsín, De La Rúa y Macri. A veces, es mejor criarse sin chupete y dejar que gobiernen los sátrapas que nos gobiernan antes que persistir en las decepciones. La terapia puede ser peor que la enfermedad: la frustración puede conducir a la violencia.

Mientras tanto, sigamos como sociedad jugando como bebés que ya no lo somos. O como “corderos”, como le gusta repetir a Milei, supuesto gran León. Algún día -o no-, como enseñaban los estoicos, asumiremos que la escalera se termina escalón por escalón, con la virtud de la paciencia, incluso golpeándonos, sin siquiera paliativos que nos distraigan del objetivo.

LECCIONES DE DOMINGO CAVALLO PARA LA ECONOMIA ARGENTINA

Como pocos hombres de Estado o políticos en Argentina, Domingo Felipe Cavallo sufrió un verdadero ostracismo, sin haber estado nunca condenado ni detenido por razón alguna. Su pecado fue pergeñar el mayor y más exitoso -mientras duró- plan de estabilización antiinflacionaria de la Argentina (Plan de Convertibilidad), del que pronto se cumplirán 3 décadas -mañana 1 de febrero se celebra su asunción como Ministro de Economía- así como también intentar salvarlo de manera no traumática, lo cual arrastró a una enorme crisis de la que se salió errática y sólo parcialmente merced al “boom de las commodities” (2002-2011).

Se trata del penúltimo gran estadista vivo tras su gran apoyo -y “sepulturero político” (Carlos Menem)- dado que tuvo una mirada general y estratégica de lo que había qué hacer con el Estado argentino: como reducirlo, reasignarlo, reformarlo, eficientizarlo, en sus tres niveles, no sólo el nacional. De hecho, cuenta con ex funcionarios que le respondían, en algunos gobiernos actuales, por ejemplo, Osvaldo Giordano en Córdoba.

Hasta hace poco, era una especie de cadáver político para muchos medios de comunicación y no pocos políticos: recuérdese cómo “Cambiemos” mientras estuvo en el poder, lo despreció -como a todos los liberales, aún sin él serlo ni asumirlo nunca- y hasta trató de diferenciarse de su gran experiencia positiva, para evitar pagar costo político alguno. Sin embargo, es tal el “pozo” en el que estamos, recreando una y vez los males crónicos de la macroeconomía argentina, agravados por la “cuarentena cavernícola” de Alberto Fernández, que la “estabilidad monetaria” de 1991-1994, es recordada con mucha nostalgia por gran parte de la población -la que no emigró en los últimos meses- y así, su arquitecto, cordobés, oriundo de San Francisco, pudo recuperar parte de su prestigio.

Podrá criticarse su papel en el gobierno de De la Rúa (2001) pero su obsesiva vocación de servicio a la Patria, de la que nunca se fugó ni quiso emigrar, está fuera de duda. Se peleó con muchos políticos (Alfonsín, Duhalde, Alvarez, Terragno, Storani, María Julia Alsogaray, hasta el propio Menem después de 1996, etc.) pero también estuvo en desacuerdo con no pocos colegas (Erman González, Javier González Fraga, Rodolfo Rossi, Enrique Folcini, los monetaristas y los austríacos vernáculos, etc.), que hasta el día de hoy, lo envidian, por no haber exhibido ellos la valentía ni la cuota de poder que él tuvo para ejecutar los cambios de fondo que eran tan necesarios en 1989 como ahora.

Contrariamente a lo que se monologa en las Universidades y medios de comunicación, el camino a la reforma económica no fue nada lineal ni mucho menos, sencillo. Cuando asumió Economía, Cavallo en febrero de 1991, Menem estaba en un piso de popularidad del 20 % y casi todo el arsenal de medidas ortodoxas y también heterodoxas, con el apoyo de grupos empresarios nacionales como Bunge & Born y tantos otros, como extranjeros, en un contexto global muy favorable, se había usado con resultados aún insatisfactorios. 

Es que a Cavallo en su tándem con Menem, se les puede reprochar NO LO QUE HICIERON, sino tal vez, cómo lo hicieron o, lo más importante, LO QUE NO PUDIERON HACER. El “cómo lo hicieron” guarda directa relación con los gremialistas y algunos “empresaurios” -diría hoy Javier Milei– que lograron direccionar las reformas hacia sus propios intereses (algunas privatizaciones, programas de desempleo, subsidios, etc.), no acordes a la ejecución técnica estricta o el plan general que Cavallo tenía originalmente en mente, combinando lo monetario, con lo fiscal pero sobre todo, integrándolo a lo económico.

LO QUE NO PUDIERON HACER, habiendo hecho demasiado (reforma monetaria, del Estado, descentralizaciones, baja de impuestos, desregulaciones, AFJPs, ARTs, etc.), tiene vinculación con sobre todo, la NO reforma laboral y la NO reforma del sistema de Obras Sociales, además de la ausencia de reforma educativa y el carácter procíclico del régimen perverso de federalismo fiscal (coparticipación nacional y provincial). Poco o nada de ello se logró, por la fuerte oposición de los gremios peronistas, amparados por el propio menemismo (en parte), que frustraron el diseño inicial del brillante ex Ministro.

Sin tales reformas, el despegue definitivo de la economía argentina, con una baja de costos, vis a vis el “torniquete” monetario y cambiario, no era posible en el largo plazo, como ya quedó demostrado en 2001, no por “el fracaso del modelo” como se repitió insistente y erróneamente, sino por todo lo que faltó ejecutar. La mayor productividad de una economía totalmente desorganizada en 1990 y con un nuevo training en abril de 1991, quedó como una tarea pendiente.

No quiero dejar de subrayar que institucionalmente, diciembre de 2001 se explica como un verdadero golpe de Estado contra De la Rúa pero sobre todo contra Cavallo, por parte de la coalición bonaerense bipartidaria de Duhalde (peronista) y Alfonsín (radical) más la UIA y el Grupo Clarín, entre otros, unidos por la venganza contra Menem y la pesificación de sus deudas originales (en dólares).

Ojalá algún día esta mente brillante que tenemos los argentinos, pueda tener su merecido reconocimiento, el mismo que sí le dan en países tan diferentes como Ecuador y Rusia. Hoy, se dedica como un joven quinceañero entusiasta a bajar sus entrevistas por doquier, en su propio sitio web, ayudado por su hija economista, publicar notas y hasta libros de historia económica argentina.  Sigue siendo incansable, inquieto, curioso, polémico, pero tremendamente lúcido: insisto, con una visión global de lo que debe hacerse con el Estado pero también con el país, remarcando que es necesario una organización económica (con incentivos institucionales correctos) y un liderazgo carismático y audaz que la promueva, resucitando así, las fuerzas económicas del mercado.

No pierdo la esperanza de que sea escuchado y que en el 2023, cuando este pésimo gobierno termine -si no lo hace antes-, pueda volcar sus conocimientos y experiencia nuevamente en la función pública, para el gobierno que asuma ante la que será seguramente, la mayor crisis de nuestra historia como país.

Si bien recomiendo por lo medular y detallada nota que le hiciera Hernán Iglesias Illia en la Revista Seúl, les sumo estos dos videos recientes, uno, con Julio Nieto (Fundación Vanguardia de Villa María) y otro, un jugoso diálogo con Carlos Maslatón.

MAURICIO MACRI ROMPE EL SILENCIO

ACASO NO ERA PRIORITARIA LA SALUD?

Argentina acaba de superar 40 días de la cuarentena -aunque suene redundante-, cumplida con una sorprendente mansedumbre, por la casi totalidad de sus habitantes, a quienes aplicando el papel del tutelaje platónico, en términos de Robert Dahl, supuestamente “cuida” el Presidente Alberto Fernández (AF). Pero claro, en un país, al menos formalmente federal como el nuestro, los ruidos perturbadores pueden llegar de los rincones menos esperados y afectar hasta el narcisismo del tutor.

Mientras tanto, la justicia provincial bonaerense, ligada al zaffaronismo abolicionista, acaba de dictar prisión domiciliaria, para 2.300 presos (mayores de 65 años), condenados por homicidios, violaciones y femicidios. Lo hizo tras una semana y media de motines en las cárceles, con reclamos de los ahora liberados, por temor al contagio masivo al Covid-19, luego de que funcionarios de segundo nivel del gobierno Fernández-Fernández (FF), con la orden de la Vicepresidenta Cristina Fernández (CFK), sumados a fiscales del Poder Judicial, auspiciaran la liberación de presos VIP ligados al kirchnerismo, acusados y condenados por causas de corrupción. La impunidad también enferma y mucho más en un país con tasas de delito crecientes a lo largo de las últimas dos décadas. Así lo están difundiendo las asociaciones de familiares de víctimas y el colectivo feminista, que han reaccionado de manera virulenta a las medidas de los magistrados judiciales, insólitamente en un contexto de feria del tercer Poder de la República.

A la manera de una “tormenta perfecta” que se avecina, por estos días, también crecen los casos de contagio en “villas miseria”, algo muy temido por intendentes bonaerenses ligados al gobierno y opositores. En esos ámbitos estructuralmente insalubres, por condiciones de hacinamiento, al igual que en las favelas brasileñas y tantos otros lugares paupérrimos de América Latina, resulta de imposible cumplimiento, un aislamiento social obligatorio. La pobreza, aumentando a un ritmo del 20 % por el paro signado por la cuarentena, puede ser más letal que el propio Covid-19.

Para colmo de males, la semana pasada, una orden absurda del gobierno capitalino de Rodríguez Larreta, otrora alineado con el ex Presidente Macri, pretendió exigirle a los adultos mayores de 65 años, una autorización especial de las autoridades. El pretexto, era la necesidad de cuidar a los ancianos de manera especial porque se trata de un grupo poblacional de altísimo riesgo. La medida quedó en la nada por el fuerte rechazo social pero cada semana estamos viendo un aumento de los contagios entre los más viejos, sobre todo, los residentes de los miles de geriátricos privados -muchísimos ilegales o “truchos”, que subcontratan incluso organismos estatales como el PAMI, desde hace décadas. Es más que elocuente el daño sobre todo psicológico que puede acarrear la soledad al extremo del “abandono de persona”, sobre la tercera edad.

Las tres problemáticas ilustran la precariedad e improvisación con la que Argentina enfrentó esta pandemia global, bajo términos exclusivamente sanitaristas. A este trío de grupos poblacionales, el Estado podría haber “cuidado” mejor tempranamente, ya a fines de enero, cuando el propio Ministro de Salud minimizaba la llegada del Covid-19 a estas tierras, aislándolos selectivamente con contención especial, en vez de obligar a toda la población sin distinción a meses enteros de confinamiento, sin considerar varados dentro y fuera del país y no sólo por turismo.

Lo cierto es que este cóctel explosivo más un crudo invierno y la “desescalada” de España e Italia de sus respectivos “lockdown”, los “espejos” donde suele mirarse el frustrado socialdemócrata AF, pueden minar la precaria eficacia del “quedate en casa”, con la que gobernantes y comunicadores que hacen de voceros del poder, le han hecho creer, de modo malvinizado, a una sociedad temerosa, pusilánime y cada vez menos exigente, es la única “vacuna” contra el Covid-19.

Todo ello, sin sumar la fragilidad institucional con la que se está moviendo la Argentina por la excusa de la emergencia o excepcionalidad que impone la batalla contra la pandemia, con el récord de 35 Decretos de AF, más que ningún otro Presidente en democracia, sin que funcione el Congreso -con una oposición complaciente y confundida-, ni siquiera online. Cuando analizamos el plano federal, la situación empeora: a diferencia de Estados Unidos o Brasil, los gobernadores argentinos se pliegan aún más a las decisiones unitarias del porteño AF, temerosos de que les explote la pandemia en sus rostros. Com si todo esto fuera poco, no puede ya ocultarse la verdadera razón por la cual AF se aferra a la cuarentena, junto con su grupo de expertos virólogos: la económica. La falta de ideas claras de su gobierno en tal campo, para afrontar un combo terrible de inflación alta, recesión y default virtual, ya tempranamente demostrada en enero, sólo pudo ser disimulada apenas irrumpió la noticia del “virus chino”.

Puede tejerse “otra realidad” durante un tiempo pero al cabo de algunas semanas, más o menos, como en el cuento de Andersen, el niño descubre al “rey desnudo”. El mismo que dice “gobernar con evidencia” -pero ha evitado testeos masivos; imitar y mejorar a naciones europeas -con sistemas sanitarios endebles pero PBIs muy superiores al nuestro- y que le importa más evitar la enfermedad de trabajadores de una fábrica que el cierre de la misma por razones económicas, como si economía y salud fueran opciones contrapuestas. Dependerá de alguna reacción de la sociedad hoy “protegida” que el tutor asuma su incapacidad para manipularla.

SALUD Y ECONOMIA

Pocos conocen que hace exactamente 27 años empecé a transitar el camino del estudio y análisis de la Economía y Gestión de la Salud, una subdisciplina de la Economía que indaga sistemáticamente sobre las interrelaciones entre el status de salud de una población determinada y la actividad económica, sin dejar de observar la organización institucional que influye sobre la conducta de los actores de un subsistema sanitario. Esto demuestra que, a diferencia de lo que afirma a menudo el Presidente Alberto Fernández por estas horas en el sentido de que “entre la economía y la salud” elige la segunda, justificando así su decisión de “sugerir” -al borde de imponer- la cuarentena nacional durante 3 semanas – o más- ante la inminencia de un contagio masivo por coronavirus que haría colapsar el sistema asistencial argentino, la economía y la salud no tienen por qué ser analizadas en términos de oposición binaria, sino que bien pueden complementarse.

Hay que destacar que la Economía y las Ciencias de la Salud tienen mucho más en común de lo que muchos detractores de ambos bandos, se encargan de socavar. Ambas son disciplinas positivistas, con claros objetos de estudio, con métodos rigurosos, que suelen apegarse a las estadísticas y favorecen la precisión de sus estimaciones, de utilidad para la toma de decisiones. Tal vez, la única gran diferencia es que en la Economía rige, como en ninguna otra, el principio de la escasez mientras que para la Medicina, hay una mayor inclinación a preocuparse por las necesidades ilimitadas de los humanos sin tener la misma actitud frente a los recursos.

A propósito de ello, será ilustrativo qué conclusiones pude haber extraído, tras un breve paso por la Fundación Libertad de Rosario (1989-1993), de aquella lejana experiencia profesional que duró desde aquel año hasta mi desvinculación de la Asociación de Clínicas, Sanatorios y Hospitales Privados de la Ciudad de Rosario en 2001, incluyendo una formación anual en gestión de recursos humanos en la Universidad Diego Portales, en 1995, en Chile, donde me tocó estudiar, financiado por el Grupo Villavicencio, el innovador pero polémico sistema Isapre. Mucho de lo que aquí comentaré, tiene una estrecha relación y por ende, vigencia, respecto al actual momento que vivimos, en torno a la “guerra” declarada contra el COVID19.

Fundación Libertad de Rosario, Foro de Salud, 2013.

La principal motivación que me guió para trabajar durante 8 años en un sector laboral hegemonizado por médicos, con todo lo que ello supone, tenía relación con mi presunción de que “la salud pública” no necesariamente mejora por el crecimiento de recursos y que muchos de sus resultados estaban vinculados con comportamientos individuales y reglas de juego que sí direccionaban positiva o negativamente a los actores.

Claramente, mi visión debía inscribirse a un debate histórico abierto entre sanitaristas y economistas. En el primer grupo, entre otros, lucía el actual Ministro de Salud de Fernández, Ginés González García (GGG), con su naciente Instituto Isalud -hoy Universidad privada-, con el apoyo de médicos públicos -casi todos, con doble empleo en el sector público-, profesores de las carreras de Medicina del país y por supuesto, paramédicos. En el segundo grupo, se alineaban economistas ajenos al sector salud, ocupados en think tanks como FIEL, Fundación Mediterránea-IERAL e IDESA, totalmente incomprendidos por el “mainstream” y quienes manejaban históricamente la organización institucional de la salud argentina. Mónica Panadeiros, Jorge Colina, Roberto Tafani, Osvaldo Giordano -hoy Ministro de Finanzas de la Provincia de Córdoba, entre otros, fueron algunos de los exponentes de ese importante conjunto de académicos que realizaron investigaciones pioneras en aquel campo.

Cabe destacar que aliados o rivales de los sanitaristas, aparecían los sindicalistas. Hay 4 modelos de organización de salud en el mundo: estatal y gratuita como el National Health Service británico, Canadá y media Europa, entre otros Italia y España, con gasto público per cápita inferior al promedio mundial, nula libre elección y resultados de health status mediocres; como opuesto, el privado, basado en seguros privados y actuariales de salud, vigente en Estados Unidos como país federal, con tecnología de punta y profesionalismo de primer nivel y el subsistema Isapre en Chile; una gran variedad de países en el medio, con sectores estatales y corporativos (ONGs), en desmedro de la medicina privada y, Argentina, el único país en el mundo donde hay una enorme fragmentación institucional: hospitales públicos, medicina privada diferente a la norteamericana y chilena pero sobre todo y ésa es su originalidad, un subsector financiado por los trabajadores formales y dirigido por sindicatos -y sindicalistas multimillonarios-, sin ningún control estatal válido.

Cuando el gobierno de Carlos Menem (1989-1999), sobre todo en su segundo mandato, bajo el liderazgo de Domingo Cavallo, su Ministro de Economía, pretendió encarar una reforma integral del sector salud, a los fines de rediseñar su organización, para hacerla más compatible con el modelo general que se intentaba aplicar, al estilo del ejecutado en Chile antes, aunque conservando algunas características de nuestro esquema autóctono, prácticamente no tuvo aliados y por lo tanto, su intento quedó condenado al fracaso. Apenas algunos técnicos e intelectuales se pusieron al frente de la formulación y ejecución de las políticas propuestas, con Cavallo como ariete, en un gobierno como el de Menem, al que también apoyaban los sindicalistas, pero incómodos y solapadamente enemigos de las primeras.

Es que la reforma de salud, la tercera en discordia, tras el éxito de la previsional (AFJP) y la de accidentes de trabajo (ART), apuntaba al corazón de la “caja” que financiaba a los gremialistas desde el “onganiato” militar (1966-1970): de allí su férrea oposición, a la que se sumaron médicos empleadores de prestadores privados, insuficientemente convencidos de las bondades del nuevo modelo y muy recelosos de la entrada de bancos y compañías de seguros al mercado de la salud. Todo el esquema propuesto por Cavallo, lejos de suponer un adelgazamiento del sistema, implicaba una eficientización, una transparencia inédita e incluso mayor cobertura, más auténtica que la histórica, además de direccionar fondos públicos a la demanda y no a la oferta, pero todo ello obligaba a una fuerte y poco deseable reacomodamiento de todos los actores, sobre todo en términos de gestión, calidad y evaluación ex post.

En esa instancia, entonces, quedó demostrado que uno de los sectores laborales más refractarios a toda reforma institucional, es el de salud, junto con el educativo. Tal conservadorismo no tiene relación con un buen desempeño, ni siquiera la solidaridad que decía y dice ofrecer el sistema. Por el contrario, insume muchísimos recursos y los resultados son muy mediocres, con tendencia a empeorar: enfermedades infectocontagiosas que reaparecen como el sarampión, otras nuevas como el dengue, que ilustran sobre lo mal que se trabaja en términos epidemiológicos; corrupción en todos los niveles -el seguro de jubilados (PAMI) es el ejemplo más demostrativo-; desigualdad notoria en el consumo médico y acceso a recursos -sobran galenos y aparatología en algunas regiones y escasean en otras-; el sistema no fomenta conductas saludables en la población: ha crecido la mal nutrición y la obesidad, más allá del hambre puntual que puede aquejar a alguna franja de la población en algunos conurbanos (Buenos Aires, Chaco, Formosa).

No obstante ello, de manera autista, GGG solía remarcar -como hoy- que el argentino es “un modelo en el mundo” -lo cual puede ser cierto en términos temporales y parciales -geográfica y tecnológicamente- y dependiendo de qué y dónde hablemos- y que todos sus problemas se remitían a un indeseado protagonismo médico y un exceso de consumo de fármacos, por parte de nuestra población, en función de la naturaleza oligopólica de la industria farmacéutica, donde compiten la nacional -afín a GGG- y la extranjera (norteamericana y británica). Ese fue su gran “caballito de batalla” -sin que nada científicamente lo corroborase- que lo prestigió ante sus pares y políticos (peronistas y radicales) para mantenerse en el candelero durante 3 décadas.

Estos antecedentes y su actitud soberbia explican en gran medida, la subestimación con que el propio Ministro tomó el caso del coronavirus: a fines de enero pasado, negó que la enfermedad llegaría a Argentina y ahora, influye sobre Fernández como nadie en el gabinete para que prorrogue la cuarentena obligatoria, porque teme que el número de contagios tarde o temprano haga explotar el sistema de salud que él siempre se negó a reformar en serio. Lo hace sin medir las consecuencias económicas pero también las sanitarias de semejante paro productivo y comercial: depresión por el encierro y eventual desempleo, fobias varias, violencia doméstica, trastornos por convivencia con niños y pareja, sedentarismo, etc. En una población psicoanalizada en exceso como la argentina, en condiciones “normales”, las sugerencias de GGG suponen un agravamiento de toda la situación y una enorme regresión en el “health status” de la ciudadanía.

Claro, por el contrario, debiera razonar que esta batalla puede empatarse al menos si se hace lo que nunca se intentó siquiera: que ese “elefante” sanitario que funcionó siempre fragmentadamente, sin coordinación institucional alguna, empiece a actuar con una racionalidad planificatoria de la gran cantidad de recursos -no insuficientes- con los que cuenta, que lo ponga al servicio de la salud pública. Así Fernández se dará cuenta que economía y salud van de la mano, no enfrentadas.

Máxime al gobernar un país donde el 40 % del mercado laboral se halla en la informalidad y la mitad de la población, sobre todo, niños, vive en situación de pobreza e indigencia. Para ellos, la economía no puede esperar y su propia salud depende de ella. Acaso sólo una propuesta sistémica que apuntale un proyecto de largo plazo orientado a maximizar este valioso capital humano, hoy marginado y excluido y donde la libertad de opciones, con un marco institucional estatal que las regule sin asfixiarlas, garantizando equidad, pueda devolverles la dignidad y oportunidades que ninguna cuarentena obligatoria les facilita.

EL ENORME DEFICIT DE LIDERAZGO EN ARGENTINA

Tres escenarios ilustran como nunca antes, la acefalía en la que se halla la Argentina, un país pletórico de creatividad individual pero que en términos sistémicos, fracasa como proyecto colectivo, crónicamente seducido por un carrusel que lo deposita en el mismo lugar cada tantas décadas, lo cual demuestra el grado de adolescencia societal que afronta. Por ejemplo, algo semejante a lo que vivimos hoy, fue 1974, apenas murió Juan Domingo Perón, sí, hace exactamente 44 años.

En aquel terrible julio, cuando yo tenía 10 años de edad, ya tuve que afrontar el ocaso de un régimen por la pérdida física de su líder omnipresente, que dejó en su impresentable viuda “Isabelita” Martínez (una ex cabaretera del Caribe, todavía “becada” en Madrid), la responsabilidad de conducir el país, rodeada de obsecuentes, “brujos” como el ex cabo policial “Josesito” López Rega y bandas parapoliciales como la “Triple A”. En el Mundial de Alemania, la Selección era un caos por la improvisación con la que se preparó y las irregularidades con el nombramiento de su cuerpo técnico (Sívori-Cap). Pasamos la primera ronda gracias a un milagroso partido contra Haití y merced a la derrota de Italia a manos de Polonia, pero luego perdimos con Brasil y fuimos humillados por una Holanda, que llegaría a la final. Por último, en la materia, donde eclosionan todos nuestros problemas como sociedad, la economía, por vivir siempre más allá de nuestras posibilidades, emitiendo moneda, endeudándonos (afuera o adentro) y despojando al campo, vía retenciones, ya incubábamos el “rodrigazo”, un sinceramiento abrupto de todas las variables (tarifas y salarios), que por fin, explotaban, tras la irresponsable represión inflacionaria de años anteriores (con los militares y el propio Perón). Como los procesos anárquicos no pueden sobrevivir, aunque deriven  en guerra civil, 1976 fue el corolario triste de semejante bienio de estupidez colectiva: el advenimiento de una dictadura militar, que “reinstauró el orden”.

Como decía Marx en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, “cuando la historia se repite, primero lo hace en forma de tragedia y luego, deriva en farsa”. Unos 35 años de democracia, a la que volvimos -y nunca debemos olvidar-, producto de una guerra perdida en Malvinas -y no por la lucidez dirigencial-, donde no encontramos líderes estadistas, sino políticos con ambiciones vulgares que priorizaron su perpetuidad personal (Menem y Kirchner -incluso éste falló en su cálculo-) o fracasados como Alfonsín y De la Rúa, por errores propios y conspiraciones ajenas. Respecto a 1930, sólo aprendimos que haya cierta alternancia en el poder y que el peronismo haya aceptado en paz, sus tres derrotas electorales (1983, 1999 y 2015) aunque como opositor, le haya plagado el camino de espinas a sus rivales triunfantes.

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FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK

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Gracias a este filósofo, jurista, politólogo y economista austríaco (1899-1992), conocí las diferencias entre libertad negativa y positiva, conceptos como el “orden espontáneo” (en griego, “kosmos”) versus el orden creado, planificado y controlado (“taxis”), la fábula de las abejas del francés Mandeville y la Ilustración Escocesa, la relevancia del “Common Law” , las diferencias entre los conceptos de “ley” y “legislación”, sus agudas observaciones sobre la democracia mayoritaria y sobre todo, cómo se puede perder un orden liberal, entre otros grandes aportes. Fue Premio Nobel de Economía, compartido con el sueco Gunnar Myrdal en 1974.

Ex socialista fabiano en su juventud, fue el padre de la llamada “Escuela Austríaca” y, mantuvo interesantes debates no sólo con John Maynard Keynes -el keynesianismo es el archirrival de los austríacos- sino también con su propio colega de su misma Escuela, el economista alemán Ludwig Von Mises.

Altamente recomendable, su libro “Los fundamentos de la libertad”(1960), aunque “Camino de Servidumbre” (1944) fue su obra consagratoria.