LA UNION EUROPEA ACORRALADA POR EL ISLAM: EL CASO AUSTRIACO

El mundo occidental-cristiano y el islámico siempre estuvieron en estrecho contacto, quizás más que respecto a otras civilizaciones religiosas. La “guerra contra el terrorismo”, en especial la que detonara a partir del 11S en 2001, hizo que tales contactos sean percibidos como inevitable tensión o conflicto aunque no siempre en la historia, fue así. También aquel hecho pareció significar para muchos, “el regreso de la religión” como  fuerza irracional al ámbito de las RRII, pero tampoco ello tiene asidero: la religión siempre estuvo presente en la política internacional pero el relato histórico sólo visibilizó a los Estados modernos y cristianos secularizados, excluyendo adrede a actores estatales o imperiales no cristianos, como el Imperio Turco-Otomano, creado en 1299.

Tanto la “guerra contra el terrorismo” generando expectativas de conflicto inexorable como el supuesto “regreso de la religión” que plantea un choque inevitable entre la racionalidad occidental y la “barbarie” oriental, crean un marco discursivo propicio para una relación exclusiva amigo-enemigo, en clave agonística.

Esas distancias no son novedosas. Viena fue atacada y asediada por los turcos en tres oportunidades sucesivas en los siglos XVI y XVII. El primer sitio ocurrió en setiembre-octubre de 1529, cuando un ejército de 17.000 a 24.000 soldados y oficiales cristianos, enfrentó el brutal ataque de 120.000 turcos enviados al efecto, por el Gran Solimán el Magnífico.

Los primeros, mayoritariamente españoles y alemanes, comandados por el Conde belga Nicolás de Salm, cuyo corazón está enterrado en la Iglesia Votiva de la actual capital austríaca, en reconocimiento por su labor abnegada y valiente al frente de las tropas antiislamistas.

En 1532, se produjo el segundo ataque turco, que ya involucró mayor cantidad de tropas musulmanas pero también implicó el propio involucramiento personal-militar del joven Emperador Carlos V – I de Habsburgo o Austria-.

La tercera participación turca ocurrió en 1683, con la batalla de Kahlenberg, decisiva y definida en favor una vez más, de los cristianos. Esta vez, éstos conformaban una fuerza de 84.000 soldados y  oficiales versus 170.000 turcos.

En la actual Viena, no obstante que ya no existe ningún amurallamiento que recuerde aquellas batallas, sobreviven apenas vestigios particularmente en lo que hace a los restos físicos de dichos héroes pero sobre todo, cierto capital simbólico de tal divisoria.

En ese sentido, desde el ámbito teórico, Samuel P. Huntington a inicios de los noventa, ha explicado cómo por Viena, cruza exactamente una suerte de línea de fractura civilizatoria, que divide ambos mundos, el cristiano, hacia el oeste y el musulmán, hacia el este.

Esa línea de fractura no obra en la actualidad, como bisagra conflictiva. De hecho, en el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial y el derrumbe del Imperio Turco-Otomano, que había coexistido pacíficamente con su similar, el Austro-Húngaro hasta aquel hecho sangriento, en los años sesenta, fue importante la emigración turca,fomentada adrede por los Estados alemán occidental y austríaco, respectivamente, para reequilibrar el drenaje masculino, ocasionado por la II Guerra Mundial.

En los noventa, se repetiría el fenómeno, producto de la guerra de los Balcanes. Cientos de miles de balcánicos, sobre todo, croatas, serbios y bosnios, huyeron del conflicto, eligiendo Viena como lugar de destino final, máxime considerando las bondades del Estado Benefactor. La improvisación con la que se manejó el desenlace de la Guerra Fría, también contribuyó a esta migración silenciosa, en parte también favorecida por las mejores condiciones de vida que ofrecía “Occidente”, al que ahora se podía acceder sin necesidad de atravesar muro alguno. El reflorecimiento religioso al acabarse el  viejo Imperio soviético ateísta, completó el resto de la película.

Sin embargo, el escenario cambió dramáticamente con los efectos lejanos de la “Primavera Arabe”. En 2015, el drama humanitario ocasionado por cientos de miles de refugiados derivados del recrudecimiento de la guerra siria, repercutió de manera indirecta sobre los países balcánicos y también, sobre Austria: pretendían atravesar los primeros aún a riesgos de maltrato y represión policial para llegar al “paraíso vienés”. Como no podía ser de otro modo, semejante marea humana, trajo aparejada, debates en la política doméstica austríaca que no se veían desde hacía tiempo, a lo largo de la historia. La islamofobia creció a niveles exorbitantes, las burkas de las vecinas incomodaron como nunca antes y la lógica de antagonismo interreligioso, pareció impregnar de modo inédito, el panorama socio-político austríaco.

Entre 2017 y 2018, con el advenimiento del ÖVP (partido conservador católico) al poder, bajo el mandato del Canciller Sebastian Kurz, aumentaron las regulaciones y prohibiciones legales sobre el funcionamiento de la religión islámica: cierre de mezquitas, deportación de imanes, etc. La grieta entre aquella Austria liberal y tolerante y ésta más conservadora y populista pero excluyente con los extranjeros, ya se hacía presente. Las nuevas normas incluso generaron rispideces entre el propio Canciller y el propio Presidente austríaco, el Verde, Alexander Van der Bellen. La paradoja popperiana reaparecía en suelo vienés: era posible ser tolerante con los potencialmente intolerantes?

Para matizar con números la cuestión, estadísticamente, la población islámica en Austria, en 1971, era el 0,3 % de la población total. En 2016, ya había trepado al 8 %, estando el país en la segunda franja con mayor participación islamista, en el seno de la Unión Europea (UE), compartiendo ese lugar junto a Bulgaria, Francia, Suecia y Bélgica.

En Viena, habitan 220.000 musulmanes pero lo preocupante es que de ellos, según fundaciones  como Bertelsmann, un 42 % se declara “elevadamente religiosos”. Asimismo, un 40 % deja la escuela antes de los 17 años. Esto significa que las segundas o terceras generaciones a pesar de que se  socializan y crecen con mayor holgura que sus ancestros, con gran facilidad para acceder a ciudadanía, escolaridad y seguros sociales, muestran una mayor disconformidad.

Estos indicadores preocupantes, muy contrastantes con el pasado austríaco de la década del sesenta, se tornan más aún graves, en virtud del ataque terrorista perpetrado por un joven macedonio del norte en diciembre pasado, en pleno centro vienés, dejando muertos y heridos. Fuera de la secuencia de los atentados musulmanes en Europa, fue el primer, único y último atentado islamista suscitado en Austria, en toda su historia.

el lugar del atentado

En agosto pasado, el fantasma del asedio musulmán regresó con fuerza, producto de la huida masiva de afganos, a propósito del retiro de las tropas americanas ante el avance talibán. Nuevamente, la división en el seno de la gran familia austríaca: los socialistas y los Verdes aprobando enviar aviones y soldados para traerlos del infierno versus los conservadores y nacionalistas, gritando que debían enviarse aviones pero para llevarlos de regreso y de paso, usar a la ONU, para ayudar económicamente a la reconstrucción afgana para evitar nuevos flujos migratorios.

Esto genera dilemas de notoria envergadura a futuro para la sociedad austríaca. El éxito o fracaso del multiculturalismo como filosofía política conviviendo con el bienestarismo, pero también el proceso de descristianización que ha vivido Europa desde hace más de 3 décadas, como bien apunta Olivier Roy. De inmediato, uno no deja de pensar en la necesidad demográfica de financiar los quebrados sistemas previsionales europeos, con la juventud islámica. Que los musulmanes se sientan integrados a la vida austríaca, no significa que sean aceptados por esa misma población, aún habiendo nacido allí. Todo este cúmulo de factores favorece la tendencia hacia la tensión y el conflicto.

Pero esta vez, los turcos no atacan militarmente como en el siglo XVI y sí, conforman un partido túrquico que compite en elecciones parlamentarias, dentro del sistema político. La pregunta es: esta vez, está perdido Occidente o, aún, al menos, caben atisbos de reacción? Seguramente, la respuesta no tardará en aparecer, apenas los dilemas planteados vayan resolviéndose colectivamente y esperemos, en armonía y paz.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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