Tanto CFK como Milei, ambos líderes innegables, se han creído y creen portadores de esos atributos positivos. La primera, con un carácter fuerte y discursos encendidos pretenciosamente racionales, envuelve a masas no necesariamente calificadas para sus gustos personales: ella se autopercibe una aristócrata a pesar de ser hija de un colectivero platense. El segundo, con un estilo contrastante con la anterior, basado en gritos desaforados, una retórica plagada de insultos y poses típicas de un rockstar -y no de un político europeo-, atrae jóvenes con carencias de todo tipo desde la cuna, identificados con su propia biografía de vacíos o dramas existenciales.
Son nuestros pretendidamente “reyes filósofos”. Una, fue y sigue siendo, el otro pretende serlo. La pregunta es si realmente, están en condiciones de liderar y hacia buen puerto, este barco llamado Argentina. Nadie niega que a base de simulación y hasta mentira, ambos logran sus objetivos. Por una o otra razón, la sociedad enferma los sigue. Ahora bien, cabe interrogarse, si la terapia elegida por ellos, en un caso, un populismo heterodoxo y en el otro, una derecha trumpiana y hasta reaccionaria, al no ser genuinas, por provenir de una impostación, tiene posibilidades de eficacia. O la gente seguirá confiando en ellos a pesar de las repetidas advertencias acerca del egoísmo acendrado de ambos? porque finalmente, recordemos que son humanos y falibles como todos nosotros, a quienes pretenden “curar”.
Los reyes filósofos estaban -y debieran estar- investidos de amor a la patria, más que a sí mismos, además de honor y entrega desinteresada. En este caso, los vernáculos parecieran estra preocupándose más por sus propios egos, antes que en cualquier otro fin colectivo. La sociedad argentina, poco proclive a seguir reglas impersonales y duraderas, con igualdad ante la ley, alguna vez reaccionará a estos pretendidos “médicos”, que se sienten tan mesiánicos? o será demasiado tarde? el oportunismo de subirse al carro de estos líderes prevalece por encima de cualquier otra dimensión?
Recuerdo que en uno de mis tantos viajes (laborales) entre 1998 y 2001 a Rosario, cuando decidí emigrar a Villa María, por motivos personales, una noche del primer semestre de 1999, me tocó ver a orillas de la vieja Ruta 9 -en aquel momento, en impecable gracias a los peajes e inversiones privadas de la Presidencia Menem-, una serie de tractores y pancartas de productores lácteos. Era el famoso “tractorazo”, movimiento cuasi piquetero que nucleó a numerosos productores tamberos de la zona aledaña a Villa María, que reclamaban en plena Convertibilidad, un “precio justo” para el litro de leche, que en caso de no tener respuesta oficial, por parte de la Administración menemista, derivaría en crisis de abastecimiento en las góndolas de los supermercados.
La crisis de 2001 encontró al campo en plena expansión, en parte, producto de aquella reconversión, a contramano del resto de la economía argentina. Los precios de las commodities subieron exponencialmente y eso permitió que el nuevo milenio encuentre al país recuperándose de la fenomenal reconversión de precios producto de la ruptura de contratos que duraron una década. Ese aumento generó una gran entrada de divisas para el país, la que sería récord en la historia argentina y la misma de alguna forma, satisfizo dos roles: una, “acolchonar” los efectos de la crisis inicial y otra, financiar el creciente gasto público en áreas urbanas, destinado a sectores vulnerables, pero también empleos formales de clase media.
Las tensiones extremas y el “voto no positivo” de Cobos obligaron al gobierno a retroceder, la oposición supo explotar ese momento político en las parlamentarias del 2009 pero con el transcurso del tiempo todo se fue diluyendo y el statu quo se impuso. El campo disfrutó de algunos años más de precios elevados, pero el Estado acrecentó su voracidad fiscal de modo sutil. La reaparición de una inflación que llegó para quedarse, con un nivel elevado respecto al plano mundial, obligó al kirchnerismo a incurrir una vez más en el error histórico de prohibiciones de exportar cortes cárnicos, “para garantizar el precio interno” y otros absurdos que lo único que lograr, fue favorecer a la ganadería de países vecinos y las exportaciones de terceros a mercados no tradicionales.
Las semanas venideras, en las que pueden vislumbrarse momentos difíciles, en función de la gran sequía que afecta a nuestra región y la concreción de nuevas asambleas en un centenar de puntos estratégicos del país, amenazando por ejemplo, no realizar cultivos de invierno, algo que sería gravísimo, nos permitirán ser testigos de nuevos conflictos.
Hace menos de una semana, no esperábamos el desenlace de ésta. Tampoco preveíamos el resultado tan abultado en contra del kirchnerismo, ni siquiera su derrota en Provincia de Buenos Aires. Todo lo cual demuestra una vez más que en Argentina resulta imposible aburrirse porque la vertiginosidad de las sorpresas es enorme, no obstante que luego del paseo por la montaña rusa que supone, volvemos al mismo lugar. Cada momento a la manera de un ciclo perverso, parece reproducir las condiciones previas, acelerando el proceso de autodestrucción, aunque ésta nunca llegue.
En efecto, el gobierno de Alberto Fernández, estaba al borde de la hiperinflación de 1989, pero podía ganar pírricamente como en 2007, terminó siendo derrotado como en 2009, 2013, 2015 y 2017 y aún así, cree ahora que puede recuperarse una vez más, como en 2011 y 2019, por eso recrea insólitamente, un gabinete que se parece a 2014. La respuesta es siempre la misma: a la manera de un suicida, redoblar la apuesta, incrementando la radicalidad del fenómeno. La sociedad misma ha malcriado a la elite kirchnerista: le ha dado una y otra vez, oportunidades.
Tras el shock, el dilema que enfrentaba el gobierno el pasado lunes, pasaba por cómo asimilar la derrota, interpretarla y luego actuar en función de ella, considerando que quedaban dos meses para la elección parlamentaria de noviembre y dos años para terminar el mandato, con una elección intermedia con efectos destructivos. “Dilema” porque racionalmente, no se soluciona cortando algunas cabezas y radicalizando más pero tampoco devaluando o arreglando con el #FMI. El primer camino conduce a un desastre general -como bien advierte uno de los “delegados” del Papa Francisco -el Arzobispo de La Plata, “Tucho” Fernández- y el segundo trayecto, lleva a una derrota peor que la del domingo. “Están en el horno”, se regodeaban en la oposición, nada motivada para ayudarlos en tal trance ante una instancia potencial de dialoguismo y sólo el disfraz de CFK como “corderito”, al estilo del “efecto viudez” de 2010, podría salvarlos. Pero tampoco sonaba creíble esa jugada.
Les reconozco que pusieron la cara -para la foto- pero la pusieron
Quedaba por verse la actitud del #peronismo -o los #gobernadores– que no pusieron todo lo que había que poner, oliendo derrota, los acompañarían sólo hasta la puerta del cementerio. Pero al mismo tiempo, todos, sin excepción saben que #divididos, no tendrán rumbo alguno, excepto al abismo.Hoy, en la cumbre de La Rioja, estarán los gobernadores “fondos nacionales-dependientes”, es decir la llamada “Liga del Norte”, pero no así los de las Provincias más ricas, como Santa Fe y Córdoba, a quienes no convence un gobierno de clara raíz capitalina-bonaerense.
“Depende del prisma con el que se lo mire”. Se trata del juego de las interpretaciones y no tanto de los balances que se precian de racionales, que hacen los terceros, cercanos o no, cuando uno muere.
Hace algo más de 17 años, cuando falleció mi “viejo”, un hombre que supo vivir y disfrutar de la vida, pero que engañó a mi madre durante 15, ante su ceguera y la nuestra como hijos, descubrí que todos sus amigos., incluyendo los que no conocía yo, sabían perfectamente hasta lujos de detalles de mi vida. Allí me di cuenta no sólo que “no hay peor ciego que quien no quiere ver” sino que, haciendo una interpretación más que idiosincrática de la Argentina, la mentira está incorporada en nuestro ADN. Nos mienten y nos encanta que nos mientan. Eso conduce a una conducta rayana a la esquizofrenia, tal vez cercana a la de muchos países de Europa Oriental, la propia Rusia y sus vecinos cercanos, donde imperó el “socialismo real”: durante décadas, imperó la mentira oficial del “hacemos que trabajamos y ellos hacen que nos pagan”. Aquí no hubo ejercicio de falsedad oficial y sistemático -tal vez el más cercano a ello, fue la cobertura de la guerra de Malvinas o la negación de las violaciones de los DDHH, bajo una dictadura- pero nos habituamos, incluyendo bajo la democracia, tal vez, a modo de elusión de una realidad decadente -codearnos con las grandes potencias y luego descender al infierno-, a vivir hipócritamente.
El mismo cinismo que vemos en estas horas en ocasión de otro entierro, el de Carlos Menem. Otro hombre que supo disfrutar del poder, de los buenos y malos momentos, de la farándula, de las mujeres, en fin, del mundo. Como mi padre. No en vano, Menem murió un día como el de ayer, en pleno carnaval, porque su vida era así, simpática, atractiva, prácticamente una fiesta, incluyendo peripecias graves como su prisión en Las Lomitas o la muerte de su hijo Carlos Junior -que lo shockeó, sin dudas-.
Un personaje que hoy, es reconocido como “un buen adversario” o todo “un caballero”, por Jorge Lanata, el periodista otrora progresista, por no decir marxista, ahora republicano y social-liberal, que fundó un Diario -Página 12-, financiado con el secuestro de los hermanos Born, desde el cual destrozaba la política económica pro-mercado de Menem -la única transformadora aunque parcial, en décadas- y la manchaba de toda denuncia de corrupción que se le ocurriera, algo que hasta en estas horas, defiende por su “razonabilidad”. Subrayo que en el menemismo, excepto en su ocaso (caso Yabrán y crimen de Cabezas), absoluta libertad de prensa, por lo que los Lanata, los Castro, los Verbitsky, pudieron criticar abiertamente a quien estaba intentando transformar a la Argentina, con un gran apoyo en votos, por primera vez en tantas décadas.
O que, Duhalde y muchos radicales, que contribuyeron al derrumbe de la Convertibilidad por venganza y orgullo perdido, respectivamente, ahora “se pavonean” en los canales de TV y radios, llenando de loas y alabanzas al supuesto “gran estadista” de las últimas décadas. Como si hoy viviéramos en el “Primer Mundo” que prometió.
O que, para no cuestionar sólo a los peronistas y los K, mi propio partido -la UCEDE- rinda un tributo póstumo a quien, mintiéndole a su propio electorado justicialista, nos sobornó a los liberales y robó nuestras banderas, algo de lo que tardamos en levantarnos, otras dos décadas. Por cierto, como creo en el sitio de control interno y la voluntad como su expresión, mi crítica es mayor a mis propios correligionarios y su actitud en aquel momento -más que al presente- y que al mismo agente incentivador.
Podríamos seguir infinitamente con el repertorio de conductas cínicas. Pero claro, por razones de espacio, prefiero no hacerlo. Considero que es mejor, sin entrar en el análisis de la política pública en general o la evaluación de la gestión del menemato, al que se lo juzga peor por lo que hizo en el primer mandato que por el segundo cuando tal vez habría que hacerlo exactamente al revés, observar de qué manera ese cinismo puede proyectarse en el tiempo y hacer metástasis en el tejido moral, de la misma manera que lo hecho en el postsocialismo europeo oriental y ruso. Podemos ver más claramente cómo Menem es el padre reconocido de Duhalde quien a su vez, cegado por su ira por la promesa incumplida de aquél de permitirle la Presidencia en ese aciago año 1995, lo fue de los Kirchner y tras éstos, los hermanastros de Macri, a pesar de la grieta artificial, en la que nos han embarcado desde 2008.
Como yo el día del velorio y entierro de mi padre, tal vez -y ojalá-, espero que esta muerte sirva a los argentinos para asumir por fin nuestras verdades por más dolorosas que sean, dar vuelta atrás páginas que ya no nos conducen a nada positivo y finalmente, sobre la base de tal aprendizaje, dedicarnos “a las cosas” como reclamaba Ortega y Gasset.
Mientras tanto, Menem y Maradona seguirán vivos en nuestro recuerdo, dividiendo o alegrándonos.
De este peronismo dividido por el propio “fuego amigo”, que gobierna o simula gobernar sobre este Titanic a la deriva que es la Argentina, al borde de una hiperinflación y un caos en materia de gobernabilidad, pasamos al radicalismo que quiere reconstruir un polo alternativo, a la manera de lo que fue “Juntos por el Cambio” y antes “Cambiemos”, que no cambió nada y en todo caso, nos retrotrajo al pasado reciente más oscuro (2003-2105). El problema es que tanto ésta como la del oficialismo, parecen querer recrear adentro, una alternativa socialdemócrata con Rodríguez Larreta, Vidal, Carrió y Lousteau, pero con el republicano liberal López Murphy adentro, como si intentaran recrear (sic) los infelices años ochenta, dado el enorme desencanto que produjeron. Todo un síntoma de un tiempo que se niega a desaparecer como fueron los setenta para buena parte de la elite kirchnerista, que usó y abusó de esa iconografía falsa de la rebeldía de aquellos “jóvenes idealistas”.
La izquierda parece resucitar y vuelve a salir a las calles y hasta propone huelgas en el seno de las Universidades, donde estaba durmiendo el sueño de los débiles o aletargados, algo que avergonzaría hasta el mismísimo “Che Guevara”.
171 días de cuarentena en Argentina. La popularidad de Alberto Fernández bajó aunque no tan abruptamente, desde 80 o 90 % de popularidad cuando la decretó el lejano viernes 20 de marzo pasado, a 50 % Los infectólogos ya no aparecen tan habitualmente en los medios, porque no pueden ocultar que el número de contagiados han conducido a la Argentina al top ten mundial y por ende, no hallan argumentación valedera para explicarlo en función del proceso de aislamiento obligatorio tan duro, que ellos sugirieron y militaron. Ya no aparecen las conferencias de prensa con el trío Fernández-Rodríguez Larreta-Kicillof cada 15 días -apenas discursos grabados y por separado-, tampoco quedan vestigios de la moderación política inicial ni los aplausos nocturnos para los médicos y enfermeras.
Todo ello, sin dejar de recordar que todo el sistema educativo argentino sigue sin funcionar excepto online con los alumnos, maestros y profesores que puedan conectarse -presumo que la mitad-, sin vislumbrar regreso físico alguno, por presión opuesta de los gremios docentes y no docentes; el transporte urbano e interburbano, que sobrevivía en la “vieja normalidad” gracias al subsidio del gasoil, no funciona; los contactos entre Provincias e incluso entre localidades de una misma Provincia, están prohibidos o regulados por la autoridad central o distrital, por temor a la exportación o importación de contagios; los vuelos de cabotaje no existen y la reapertura de los internacionales, programada para el 1 de setiembre, postergada para inicios de octubre aunque no es segura esa fecha; el fútbol, deporta nacional por excelencia, ha regresado a los entrenamientos, pero los contagios en el club más popular del país (Boca Juniors) amenazan con dilatar aún más el regreso de las competencias oficiales, mientras que por ejemplo, en la vecina orilla del Río de la Plata, Uruguay, que ha hecho todo bien en materia en lucha contra la pandemia, sin cuarentenizar todo el tiempo, a toda la población, ya se han disputado varias fechas del torneo local.
Ante este panorama, el gobierno nacional y los 24 provinciales, incluyendo CABA, insistirán en volver a fase 1 o 2 según distritos, seguirán atemorizando por doquier o culpando a las reaperturas o salidas de amigos, etc. por el crecimiento de los contagios. Los periodistas subsidiados continuarán practicando el terrorismo mediático a pesar de que el Presidente, con su típico autismo, insista que el ametrellamiento es en sentido contrario. Cuando no, como son tramposos y espurios en su accionar habitual, organizarán marchas con actores y actrices afines, como las de ayer en el Obelisco, quemando barbijos, para exhibir que las protestas pacíficas son “anticuarentena”, irresponsables y egoístas.No hay otra salida para ellos, porque carecen de plan alguno y sólo quieren más poder e impunidad para la Vicepresidenta.
Por eso, me gustaría rescatar el papel de esa anciana de 84 años, viviendo en Avenida Libertador en CABA, con un matrimonio de 32 años a cuestas, quien el 22 de abril pasado, bajó de su edificio, sacó su reposera, cruzó con firmeza, llegó al Rosedal y se sentó allí, a tomar sol, motivando enseguida la llegada de 7 policías de CABA, gobernada por un tal Rodríguez Larreta al que ella había votado. No se quiso mover a pesar de las advertencias reiteradas de los hombres de seguridad y sólo cuando ella lo decidió, se retiró, ya con todos los medios de comunicación transmitiendo en vivo y en directo.”Tengo derecho a tomar sol”, les espetó a quienes quisieran escucharla.
Sara Oyuela, enferma de cáncer, mostró el camino de la rebeldía, que no tiene por qué ser irresponsable o inconciente, como quiere manipular el gobierno. Una lástima que recién ahora la sociedad argentina parece pelear por no morir. Ojalá no sea tarde para que “el derecho a tomar sol” o “el derecho a respirar”, no se pierdan, en nombre de la salud, en un contexto de genocidio mental, económico y por qué no, sanitario.
Luego de una serie de protestas de productores lácteos al borde de las rutas nacionales en el invierno de 1999, cuando solía viajar ida y vuelta entre Villa María (Córdoba) y Rosario (Santa Fe), para cumplir con obligaciones profesionales de aquella época, casi nueve años después, volvería a ver dicho espectáculo pero multiplicado por varias ciudades y pueblos más, incluyendo soja, trigo y hasta ganadería. Producto de la decisión del Presidente Néstor Kirchner de primero, fijar cupos a la exportación de carne vacuna para asegurar stocks ganaderos y precios mínimos al consumo de carne doméstica y segundo, vía, la polémica Resolución 125, en un esquema de retenciones móviles, aumentar estos impuestos a la exportación a la soja y derivados, en un contexto de boom de precios internacionales -el mayor en 150 años de historia argentina-, los productores volvieron a salir a las rutas, incluso con un nivel de acatamiento a sus paros y cortes, más exposición mediática, como nunca antes habíamos visto, los argentinos, nacidos y criados en ciudades. Estamos hablando de Argentina, un país donde se da la triste paradoja del sector más productivo y competitivo incluso a nivel internacional, conviviendo con uno de los rangos más altos en materia de urbanización.
Los niveles de violencia verbal y actoral más el desabastecimiento puntual de leche y derivados, en aquellos aciagos días de marzo de 2008, impactaron fuertemente en las clases medias urbanas del país, lo cual llevó a un grado de polarización nunca visto, entre la ciudad que se dividió entre los favorables al gobierno nacional kirchnerista y aquellos que defendimos la causa del campo, que también tuvo la habilidad comunicacional de identificarse tal vez, tardíamente, con la nación y la familia, valores algo perdidos a lo largo de las décadas. El resultado de tales jornadas de enfrentamiento político, realmente estériles, fue el voto del Vicepresidente Julio Cobos, que terminó desempatando en contra de su propio gobierno y a favor de la oposición política del campo como sector, en una pulseada que determinó que no se aplicara la suba de la retención hasta el 35 % sino que por supuesto, implicó la primera gran derrota política del kirchnerismo, a poco más de cinco años de haber asumido, incluyendo la caída de un tal Alberto Fernández como Jefe de Gabinete de Néstor Kirchner, por haber propiciado supuestamente, el diálogo y no la confrontación. Esa victoria alentó la conformación de un bloque político que aglutinaría a radicales, con peronistas moderados como Felipe Solá (actual Canciller de Fernández, hoy Presidente) y el empresario colombiano De Narváez y proístas como Macri y Rodríguez Larreta, que ganaría las elecciones parlamentarias de medio término de 2009 dejándolos con expectativas inmejorables para 2011. La muerte de Néstor pero sobre todo, el quiebre de esa coalición opositora en 2010 y el insólito voto del campo a CFK más la deserción de Macri en 2011, contarían el resto de la película de la supervivencia del kirchnerismo hasta 2015. De todos modos, como el país, nunca la hegemonía de unos y otros, pudo permanecer o imponerse.
Aquel fue un empate técnico, con una leve inclinación hacia un lado o hacia el otro de la grieta, pero sin finalmente, como también suele repetir el economista de la UTDT, Pablo Gerchunoff, cambiar la estructura social agropecuaria del país, que necesita divisas frescas por un lado para pagar sus compromisos externos como deudor serial que es, pero al mismo tiempo resolver su déficit alimentario (en calorías) en clases bajas y su pésima dieta en ese rubro, incluso en los hijos de la clase media urbana (obesidad) y problemas ecológicos (degradación de los suelos, producto del extractivismo sojero).
Claro, el gobierno de Macri, sí, el hijo de un empresario industrialista y desarrollista, por ende, supuestamente antagónico con el campo, producto de la vieja, superada y hasta falsa antinomia campo-industria, prometió y cumplió con la rebaja de retenciones, incluso favoreciendo algunas explotaciones como las del maíz, en detrimento de la soja. Ni hablar del boom ganadero que provocó, eliminando las distorsiones y trabas que había pergeñado el cavernícola de Guillermo Moreno como Secretario de Comercio, para exportar carne vacuna a mercados tradicionales pero también alternativos, demostrando que es absolutamente falso el dilema de exportar y traer dólares y garantizar el “asadito” para los argentinos a precios razonables. Porque en realidad, todo se trata de incentivos. Con unos pocos incentivos institucionales, impositivos, burocráticos, el campo argentino y particularmente, la ganadería, reacciona favorablemente, de manera rápida y eficiente, a pesar de que hay que esperar a un proceso lento de cría y engorde de las especies. Imaginemos el shock que se produciría si hubiera una verdadera, única, integral y duradera política de Estado para el sector.
Es que es este distanciamiento absurdo entre el campo y la ciudad en Argentina, es en el fondo, epistemológico, de desconocimiento mutuo. El kirchnerismo y buena parte de la clase política argentina, jamás entendió ese proceso, que demanda trabajo, esfuerzo diario, paciencia, mucha vulnerabilidad, porque está sometido a cambios climáticos de largo plazo pero sobre todo, de corto -una lluvia, un granizo, una nieve, una sequía larga, como la que vivimos ahora mismo en Córdoba y buena parte de la llamada “Pampa Gringa”-. Porque excepto el mencionado Solá, ingeniero agrónomo de profesión, hoy improvisado como Canciller o De Angeli o Buryaile o Etchevehere, se trata de una gran mayoría de adultos criados como jóvenes en las ciudades, lejos del campo, beneficiándose de los productos de éste, pero sin jamás entender ni estudiar el verdadero aporte del campo a esa ciudad y la Nación entera.
Mucho menos, jamás entendí a mi ex esposa, arquitecta egresada de la UNC pero criada en un pueblo de 5.000 habitantes que vive del campo, despotricando contra los “gringos” (productores agropecuarios), por comprarse una “chata” o pickup o camioneta Ford u hoy, Toyota Hilux o invertir en departamentos en Córdoba. Así sucesivamente, tampoco entendí a ex alumnos universitarios, leyendo libros de Economía o Sociología Rural, formados en la diatriba contra la “oligarquía” agropecuaria y mucho menos, admirar a antropólogas e historiadoras de este corazón de la “Pampa Gringa” que atacan al proyecto agroexportador de la “Generación del Ochenta” y por el contrario, reivindican al gaucho o al indio asesinado o marginado por ese “macabro plan exterminador”, siempre en términos de una antinomia absurda, que atrasa el debate, porque impide ver todos los grises que hay en el medio.
Porque claro, la realidad es la que trajo a colación Matías Longoni hoy en un fenomenal webinar, por cómo “nos abrió las cabezas” y éste es tal vez, uno de los únicos efectos positivos de esta pandemia, la posibilidad de contar con analistas o periodistas de lujo, que conocen el sector, mejor que los propios políticos y dirigentes ruralistas. A Longoni, lo conocí en el mismo 2008, en medio de la crisis del campo, y desde ese momento me sorprendió por la lucidez y claridad con la que describía el fenómeno rural en Argentina, destruyendo uno por uno, los mitos, con los que, primero, en los años ochenta, radicales alfonsinistas, los de la Franja Morada y la Junta Coordinadora Nacional -sí, los Jesús Rodríguez, los Marcelo Stubrin, los Jaroslavsky, los Suárez Lastra, los Laferriere, los Raimundi, los Leopoldo Moreau -muchos de ellos hoy en Juntos por el Cambio con Macri, excepto los dos últimos en el kirchnerismo- y en los dos mil, los kirchneristas, edificaron sus proyectos de reforma agraria, impuesto a la tierra “libre de mejoras” y aumento de las retenciones, entre otras “locuras”. Longoni fue el gran artífice de las investigaciones y denuncias contra las irregularidades de la ONCCA (Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario), el organismo regulador del kirchnerismo, bajo la jefatura del polémico abogado Ricardo Echegaray, luego detenido por asociación ilícita y enriquecimiento ilícito (en su gestión de la AFIP) -recientemente sobreseído-.
Irracionalidades, al igual que la reciente expropiación de Vicentín o la proyectada YPF Agro como “empresa testigo” o, la misma Ley de Humedales, que no lo son tanto, si se discutieran en el marco de una política agropecuaria integral, con incentivos a la producción, con retenciones móviles y diferenciadas según esa misma producción, para evitar el extractivismo, con subsidios puntuales, no indiscriminados, para evitar tensiones inútiles y calmar a las organizaciones ecologistas de la ciudad, por ejemplo, para realizar las inversiones necesarias para no degradar los suelos o evitar las quemas o favorecer las granjas agroecológicas o retener a las miles de familias frutihortícolas en el Alto Valle del Río Negro, evitando los excesos megainmobiliarios. Porque en todo ello hay razonabilidad siempre y cuando se piense en favorecer a productores que luchan por sobrevivir, en un proceso de urbanización que no se detuvo nunca en siete décadas, primero en el marco del insensato y desmedido proceso de sustitución de importaciones que terminó favoreciendo la megalomanía del conurbano bonaerense, más el hacinamiento invivible de sus ciudades, algo que la clase política ignorante del campo, alentó y aprovechó, además y en segundo término, tuvo que soportar la “demonización” académica, como si el productor, fuera el victimario de este proceso, cuando en realidad, es la víctima, de otros eslabones de una cadena rentística (grandes exportadoras, pooles de siembra, feedloteros, arbitrajistas, supermercados, etc.). Para colmo, de nuevo, todo ello, con la diatriba de los profesores de la UBA, como suele repetir Longoni, en la que se suele estigmatizar al productor agropecuario, como si fuera el viejo “oligarca” terrateniente, con la ignorante de CFK resonando en mis oídos, acerca de “los piquetes de abundancia”, para referirse peyorativamente a los ruralistas asentados en carpas y fogones, a la vera de los caminos, en aquel frío invierno de 2008.
Realmente, Longoni, hoy, nos dio en un par de horas amenas, una clase condensada de Sociología Rural, de Economía Agraria, de Historia Política, de Medio Ambiente, hasta de Comercio Internacional, cuando se refirió al proyecto de inversión millonaria de los chinos para cría de chanchos y exportación de carne porcina, un mercado que irresponsablemente, por falta de políticas de Estado, los argentinos, a pesar de nuestra retórica nacionalista, terminamos cediendo a extranjeros. Son nuestras absurdas contradicciones, por el erratismo crónico, por nuestros ideologismos estúpidos, por las pésimas y torpes ejecuciones de medidas por parte de los kirchneristas. Los que hicieron que por tanto hablar de los pooles de siembra, ya éstos dejaran de ser rentables y Grobocopatel, el otrora zar de la soja, hoy se dedique a tener todo concentrado en una empresa de agroquímicos. O que la improvisada jugada de Fernández de expropiar Vicentín, terminada ayer en un fiasco, en nombre de “la soberanía alimentaria”, que no estaba en juego realmente, derive en la venta a Glencore, una multinacional extranjera. Porque, a fuerza de ser sinceros, toda la clase política sabía hacía largo rato, del “descalce” de los osados del Grupo exportador de Avellaneda y que habían dejado a Bancos y muchísimos productores, sin cobrar sus acreencias. Tanto Macri como Fernández, fueron cómplices de esa estafa, negociaron una transición de cuatro meses, en medio de ese desfalco y jamás ordenaron a sus equipos respectivos, para que anticiparan una solución viable para evitar llegar a esta situación indeseable -aclaramos, en el marco de una ley que permitió tal estafa, que data de la época de la dictadura del General Videla-. Aquí, según parece, tampoco hubo grieta alguna.
Como tampoco y con ello, voy terminando, la dirigencia ruralista estuvo a la altura de las circunstancias. La llamada “Mesa de Enlace”‘, “salvó la ropa” gracias a Eduardo Buzzi (Federación Agraria), un líder de gran exposición en la crisis de 2008 pero que luego, gracias a sus oscilaciones políticas y demás factores, hoy quedó relegado a ser dirigente de un club de fútbol del interior, de tercera división.Jamás, en los años de Macri, con toda a favor, con dos Ministros de Agricultura, oriundos del sector, se pudo motorizar y concretar un recambio dirigencial y mucho menos, algo fundamental, una ley que le asegure al lobby gremial rural, una unificación de las cuatro entidades (FAA, CRA, Sociedad Rural y Coninagro), con el mismo o mayor peso institucional que la UIA, proporcional a su gravitación económica. La Argentina se da esos lujos insólitos, de quemar liderazgos políticos y arriesga seguir perdiendo capital social, con los productores ya abuelos, sin descendencia, con sus hijos y nietos emigrados a la gran ciudad, a estudiar Sociología o Ciencia Política.
Por todo ello, no queda otra, termina Longoni, que optar por un minimalismo realista: bajar la cabeza, evitar la confrontación y relegando a “las damas”, por ejemplo, tanto la “Gran Dama” CFK, que necesita descomprimir, si quiere asegurar sus proyecto político, como del otro, la Mesa de Enlace y de la mano de la gran necesidad económica de urgencia financiera, con el marco de la negociación resuelta con los bonistas, teniendo la excusa ecológica enfrente (sequía, Ley de Humedales), acordar con el gobierno y el Congreso, una gran política de Estado que gire en torno a una agenda innovadora de grandes temas: impositivo (retenciones), medio ambiente, banco de tierras, despoblamiento, una nueva Ley de Arrendamientos, subsidios de pequeños productores, etc.El primer paso ya se dio y hay una foto elocuente de ello: la reunión de la pragmática CFK con los directivos del Consejo Agroindustrial Argentino (CEA). Para Longoni, es la única manera de dar un salto rápido y hacia delante, si es que se viene otro viento favorable de cola, otra vez, gracias a China y post pandemia.
Porque el campo argentino una y otra vez, a lo largo de la historia, fue leal a su país. En toda la cuarentena, gracias a él, junto a los transportistas, como lo vimos en el Canal Rural y lo escuchamos en el programa radial de Longoni, “Bichos de Campo” en AM Rivadavia, desde el 20 de marzo, nunca dejó de trabajar y operar, nunca dejó de abastecernos, nunca dejó de alimentarnos. Quizás, en un contexto de destrucción empresaria, con la mitad de los argentinos en situación de pobreza, que arrastró esta “cuarentena china” de Alberto Fernández, no es hora de que la ciudad y la clase política le devuelva algo por esa lealtad incondicional? No es hora de demostrar que la oportunidad histórica del 2008 no fue en vano?
Siempre me pregunté qué sería de la Argentina si volviera a gobernar CFK, aún encubierta o abiertamente como ahora, y voy respondiéndome esa pregunta día a día, a medida que se aproxima la tormenta perfecta, del default, del impacto del emisionismo monetario sin igual de estos meses de cuarentena, del sinceramiento de precios y tarifas, de la devaluación, cuando se achique la brecha con el dólar paralelo, en fin, cuando quede al desnudo, el gobierno de los “no científicos”. Ni la épica del triunfo sobre el virus, ni la apelación al esfuerzo colectivo ni la solución semiautoritaria vía la renuncia de Alberto y la asunción de CFK o la de Berni ganando la parlamentaria en Buenos Aires, podrán salvar al gobiermo y tampoco a la oposición, cómplice de este desaguisado. Como se ha visto con las iniciativas más proclives al “paladar negro K”, como la expropiación de Vicentín o ahora, la reforma judicial, enfrentarán crecientes rechazos sociales que terminan acorralando los intentos de frágil moderación de unos y otros.
Entonces, una crisis institucional y por qué no, de gobernabilidad, está a la vuelta de la esquina en Argentina, no creo que esperemos al 2021 para verla y nadie quiere asumirlo, porque se mezclan tabúes de golpismo histórico y autismo más miedo generalizados. Una vez más, la pandemia desnudó y agudizó los graves déficits institucionales allí donde los había y en 37 años de democracia, nunca resolvimos. El gobierno por más que “saque de la galera”, 60 medidas, no cree en los planes, no tenía ninguno desde que asumió, por eso se aferró a la cuarentena y tampoco podrá elaborar uno, por más que el FMI, en caso de evitar el default, le exija uno.
Pero qué antecedentes hallamos en la historia para llegar a tan terrible pronóstico. Desde luego, hay factores multicausales, para arribar a esta conclusión, como la anomia social, el pésimo resultado macroeconómico, la inseguridad, el Estado fallido, pero sobre todo, la ausencia de plan u horizonte integral por parte de la clase política, que terminó por hartar a la sociedad. Un consenso para hacer reformas de fondo, como las que necesita Argentina, no puede avizorarse en un plazo corto. Por lo que la situación se asemeja a 1974-1975, cuando murió Perón, gobernó Isabel, con la sombra de López Rega y fracasó el plan de sinceramiento de precios de Celestino Rodrigo, depositándonos en la hiper de 1975. Si a ello le sumamos que el mismo gobierno constitucional había elegido la opción legal de la guerra antisubversiva con todo el aparato represivo estatal, acabó de “cavarse la propia tumba”, cuando el líder de la oposición, Ricardo Balbín, de la UCR, dijo ya no tener soluciones para salvar al gobierno. Tampoco olvidemos que aquel regreso de Perón, fue precedido por el gobierno “comodín” del “Tío” Alberto J. Cámpora, cuya principal medida fue la liberación masiva de presos políticos, no por corrupción o delincuencia, como en abril pasado, sino ex guerrilleros urbanos y terroristas. En marzo de 1976, tras aquel caos, sin rumbo alguno, con violencia política – y no tanta delincuencial, como la actual-, todos esperábamos a la dictadura militar aunque nos agradara el eufemismo de “Proceso de Reorganización Nacional”. Todos sabemos también lo mal que terminó -y terminamos- al cabo de 7 largos años.
2001 fue una catarata de errores no forzados. El nombramiento y falta de apoyo suficiente a López Murphy, para enmendar los errores fiscales de los noventa, en un momento sin apoyo financiero externo, la asunción de Cavallo para salvar a su criatura, la Convertibilidad, el intento de bancarización de los informales y el primer “corralito”, terminaron con el gobierno de De la Rúa. Este ya venía golpeado desde la renuncia del Vicepresidente Alvarez por lo que con una alianza entre el propio radicalismo conspirando con Alfonsín a la cabeza, seguido por Leopoldo Moreau, sobre todo contra la figura de Cavallo y el peronismo, el bonaerense de Duhalde, luchando desde 1997, sostenido por una poderosa coalición antimercado y pro salvataje de deudas en dólares (Grupo Clarín, UIA y CAME), no pudo sostenerse y pronto fue derribado. En octubre, había ganado el “voto bronca”, con el muñeco “Clemente” a la cabeza, por lo que existía un notorio vacío de poder. Algunos de los sindicalistas tradicionales que conspiraron contra De la Rúa, ahora le dan un ultimátum al gobierno de los Fernández.
Tanto en 1976 como en el 2001, la situación de deterioro macroeconómico pero sobre todo, político, desembocó en sendas crisis institucionales, incluso de gobernabilidad. Se trataba de gobiernos que no gobiernan: pueden gritar como lo hacía “Isabelita” pero sin comunicar nada; pueden sobreactuar o contradecirse, dar alguna muestra de gestión mínima, como comunicar el número de contagiados y fallecidos por Covid-19 día a día, pero la gente espera de ellos, otra faceta. Cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia.
Hoy, ya sin el recuerdo generacional de 1976, los “Millennials” ni siquiera imaginan una circunstancia tan dramática como aquélla. Pero está a la vuelta del camino porque el actual gobierno e insisto, la oposición, con “fuego amigo” en ambos bandos, se han “anotado todos los números”. Al incubamiento previo, le han “echado más nafta al fuego” y dudo que un sinceramiento de precios pueda ser resuelto pacíficamente, con medios de comunicación comprados, sindicatos apenas murmurando y una sociedad anestesiada y con miedo producto del terrorismo mediático. Tarde o temprano, esa olla a presión estallará. Un mix de 1975, 1989 (la segunda hiperinflación) y 2001, se avecina. Un arreglo de la deuda, el esperado rebote del “gato muerto” o la suba de la Bolsa y acciones, no alcanzan para disimular la caída. La regresión semiautoritaria de los últimos años en la región con rebrotes en tal sentido en la Brasil de Dilma y la Bolivia de Morales, más la supervivencia de Cuba y Venezuela, favorece la resiliencia autocrática de la Argentina.
Ojalá me equivoque. Por ahora, una vez más, es “la tragedia que deviene en farsa”.
-Choque de civilizaciones
-Diario de una pasión
-Doctor Zhivago
-El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas)
-El Señor de Ballantrae (Robert Louis Stevenson)
-La sociedad abierta y sus enemigos (Karl Popper)
-Motín a bordo
-Reflexiones sobre la Revolución Francesa (Edmund Burke)
-Robinson Crusoe (Daniel Defoe)
-Shakespeare enamorado
-The Last of The Mohicans (Fenimore Cooper)
-The silence of the lambs
-The peacemaker
-Facundo: civilización y barbarie (Domingo Faustino Sarmiento)
FRASES PARA RECORDAR
– “The only thing necessary for the triumph of evil is for good men to do nothing” (EDMUND BURKE)
-“Once we accept our limits, we go beyond them” (ALBERT EINSTEIN)
– “Rien n´est plus puissant qu´une idée dont l`heure est venue” (VICTOR HUGO)
– “No hay edad para vivir un amor intenso, así como creo que el amor es lo único que importa. Todo lo demás son plumas del pavo real, modas para seducir, como cuando un tipo se compra un auto fabuloso. Y el drama es que muchas veces el asiento de al lado va vacío, o con una mujer que no le gusta. No se necesita un Porsche para que una mujer te quiera. Hasta Adam Smith tenía esto claro: la razón por la cual la gente busca la riqueza es para salir del anonimato de la masa y ser querida” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “Our patience will achieve more than our force” (EDMUND BURKE)
– “Ahora la vida es mucho más riesgosa e incierta, aunque, al mismo tiempo, mucho más entretenida. No tengo ninguna nostalgia por el mundo de nuestras abuelas, donde las mujeres se casaban y tenían siete u ocho hijos y quedaban bastante encajonadas en una vida donde había muy poca posibilidad de cambiar De vida, porque no trabajaban” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “To read without reflecting is like eat without digesting” (EDMUND BURKE)
– “Your time is limited, so don’t waste it living someone else’s life” (STEVE JOBS)
– “Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Have the courage to follow your heart ad intuition” (STEVE JOBS)
– “Al final, lo que cuenta no son los años de tu vida, sino la vida de tus años” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Si eres neutral en situaciones de injusticia, es porque estás del lado opresor” (ARZOBISPO DESMOND TUTU)
– “Casi todas las personas son tan felices como preparan sus mentes para serlo” (ABRAHAM LINCOLN)
-“In Italy, for 30 years under the Borgias, they had warfare, terror, murder and bloodshed, but they produced Michelangelo, Leonardo da Vinci and the Renaissance. In Switzerland they had brotherly love, they had 500 years of democracy and peace – and what did that produce? The cuckoo clock” (GRAHAM GREENE)
“Sólo el que ha conocido el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es necesario haber querido morir, para saber cuan dulce es la vida” (EL CONDE DE MONTECRISTO)