SEMANA DE SORPRESAS (DESAGRADABLES) EN ARGENTINA

Hace menos de una semana, no esperábamos el desenlace de ésta. Tampoco preveíamos el resultado tan abultado en contra del kirchnerismo, ni siquiera su derrota en Provincia de Buenos Aires. Todo lo cual demuestra una vez más que en Argentina resulta imposible aburrirse porque la vertiginosidad de las sorpresas es enorme, no obstante que luego del paseo por la montaña rusa que supone,  volvemos al mismo lugar. Cada momento a la manera de un ciclo perverso, parece reproducir las condiciones previas, acelerando el proceso de autodestrucción, aunque ésta nunca llegue.

En efecto, el gobierno de Alberto Fernández, estaba al borde de la hiperinflación de 1989, pero podía ganar pírricamente como en 2007, terminó siendo derrotado como en 2009, 2013, 2015 y 2017 y aún así, cree ahora que puede recuperarse una vez más, como en 2011 y 2019, por eso recrea insólitamente, un gabinete que se parece a 2014. La respuesta es siempre la misma: a la manera de un suicida, redoblar la apuesta, incrementando la radicalidad del fenómeno. La sociedad misma ha malcriado a la elite kirchnerista: le ha dado una y otra vez, oportunidades.

Primero, cabe un minianálisis de la derrota y su magnitud. El gobierno sufrió una “paliza” similar a la que sufriera #Macri en agosto de 2019. #Populismo sin dólares y cuarentena irracional fueron el combo para que perdieran hasta los propios: los pobres y los jóvenes, clientela especial k desde siempre, huyeron a filas renovadas, como por ejemplo, las de Javier Milei en CABA. El encierro feroz de la cuarentena, el daño a la economía privada y la indignidad de la ayuda estatal, hicieron el resto, para que por ejemplo, medio millón de matanceros no concurran siquiera a votar. La oposición no ofreció nada novedoso, incluso en regiones enteras, como en Córdoba, el esfuerzo que hizo para ganar, fue mínimo: sólo ofreció listas competitivas en todo el país y triunfó, sobre la base de la pérdida de casi 4 millones de votos respecto a dos años antes.

Tras el shock, el dilema que enfrentaba el gobierno el pasado lunes, pasaba por cómo asimilar la derrota, interpretarla y luego actuar en función de ella, considerando que quedaban dos meses para la elección parlamentaria de noviembre y dos años para terminar el mandato, con una elección intermedia con efectos destructivos. “Dilema” porque racionalmente, no se soluciona cortando algunas cabezas y radicalizando más pero tampoco devaluando o arreglando con el #FMI. El primer camino conduce a un desastre general -como bien advierte uno de los “delegados” del Papa Francisco -el Arzobispo de La Plata, “Tucho” Fernández- y el segundo trayecto, lleva a una derrota peor que la del domingo. “Están en el horno”, se regodeaban en la oposición, nada motivada para ayudarlos en tal trance ante una instancia potencial de dialoguismo y sólo el disfraz de CFK como “corderito”, al estilo del “efecto viudez” de 2010, podría salvarlos. Pero tampoco sonaba creíble esa jugada.

Les reconozco que pusieron la cara -para la foto- pero la pusieron

Quedaba por verse la actitud del #peronismo -o los #gobernadores– que no pusieron todo lo que había que poner, oliendo derrota, los acompañarían sólo hasta la puerta del cementerio. Pero al mismo tiempo, todos, sin excepción saben que #divididos, no tendrán rumbo alguno, excepto al abismo.Hoy, en la cumbre de La Rioja, estarán los gobernadores “fondos nacionales-dependientes”, es decir la llamada “Liga del Norte”, pero no así los de las Provincias más ricas, como Santa Fe y Córdoba, a quienes no convence un gobierno de clara raíz capitalina-bonaerense.

En la vereda de enfrente, ni siquiera el #larretismo que tiene el poder al alcance de sus manos, tras triunfar sobre el oficialismo K, pero también en la interna del PRO, sobre #Macri y #Bullrich, la tiene fácil de cara al 2023. Javier Milei ha sido con su casi 14 %, que sorprendió hasta los propios libertarios, que esperaban entre un 9 como mínimo y un 12 como máximo, ha sido y es “una piedra en el zapato” del Jefe de Gobierno porteño. Más allá de la recuperación de la lidea liberal, en gran medida, producto también del encierro atroz por la pandemia, ha sabido canalizar el descontento y la frustración, con un grito de bronca, contra “la casta política”.

Pero la semana iría culminando como no podía ser de otra manera, con inesperadas novedades. Los reproches intragobierno escalaron el miércoles, en forma de furiosos ataques -preparados- divulgados desde audios del Whatsapp de una diputada ultraK (Fernanda Vallejos) contra la investidura presidencial y parte de su gabinete, del cual ya había renunciado mediáticamente, un día antes, la mitad alineada con Cristina Fernández. Cuando todos esperábamos una reacción del Presidente, al menos por orgullo personal, el jueves por la noche, la Vicepresidenta volvió a encender la interna, con una carta personal historiando sobre la tensa relación de poder, acorralándolo aún más. Ayer, por la mañana, nuevamente nos quedamos esperando una respuesta firme del “elegido” -pero no “electo”- Alberto, contraatacando en un rol algo así análogo al de una víctima asediada y hasta nos ilusionamos con un “giro a la derecha”, tras expulsarla: a lo Carlos Menem, con Zulema Yoma, salvando las distancias.

Pero por la tarde, ocurrió más bien todo lo contrario. En pocas horas, Fernández terminó capitulando ante Cristina, sin siquiera atinar a una mínima declaración, aceptando varias de sus demandas, entregando incluso a su mejor amigo -el vocero al que jamás escuchamos su voz-, Juan Pablo Biondi y su Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Ninguno de los renunciantes mediáticos habían dejado sus cargos. Así, el kristinismo, versión “superadora” del kirchnerismo, tras una apariencia inicial de golpe institucional que derivó en una interna vulgarmente palaciega, había conseguido una vez más, sus objetivos, aprestándose a relanzar un gobierno a todas luces maltrecho y agonizante, para intentar revertir la elección de noviembre.

Ahora bien, algunas preguntas de cierre, seguramente sin respuesta. Qué papel jugamos los argentinos ante este otro show o puesta en escena al que ya nos tiene habituados el kirchnerismo? se puede caer en tal sufrimiento psíquico, diría el psiquiatra José Eduardo Abadi, para adoptar un papel pasivo, frente a nuestra TV y también redes, observando impávidos, atónitos, estupefactos, este espectáculo de manipulación psicopática, sadomasoquismo y hasta perversión humillante para quien acepta compartir el rol de victimario, conduciendo los destinos del país? Cómo imaginar la levedad en la coyuntura diaria, con los interminables soliloquios del inefable Aníbal Fernández, como si 2021 reprodujera el contexto de siete años antes? Cómo sobrevivir a un país cuyo gobierno ofrece tal obra teatral decadente, mientras se enfrenta a otra “tormenta perfecta”, de hiperinflación, estancamiento y default. Una especie de Titanic, donde todos bailan, aunque se dirija inexorablemente, hacia un iceberg.

Todas inquietudes que se irán resolviendo a medida que sube la adrenalina de vivir en ese lugar del rincón del mundo, por cierto, nada aburrido, que se llama Argentina.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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