UN COLON ENDULZADO?

Así amaneció un negocio esta mañana en la ciudad de Santa Fe, como nunca, en pleno goce.

Fue habitual concebir el triunfo durante décadas, como un producto del sufrimiento, del drama, de la incomodidad, pasajera, pero siempre existente. A lo largo de 114 años, generaciones enteras no pudieron disfrutar más que de triunfos importantes, casi apoteóticos, rachas como invicto, tres ascensos, dos subcampeonatos y varias participaciones en Copas internacionales, donde fue normal tropezar en el penúltimo tramo. Ello explica que los sobrevivientes, por ejemplo, un abuelo de 78 años que viajó sólo 42 horas en ómnibus a Belo Horizonte (Minas Gerais, Brasil), no sean tantos pero disfruten al máximo, este histórico acceso de un club del interior de Argentina, como Colón de Santa Fe, a la final de la Copa Sudamericana 2019, el próximo 9 de noviembre en Asunción del Paraguay, contra otro club que tampoco nunca conquistó nada en su más corta trayectoria: Independiente del Valle, de Ecuador, aunque en tiempo reciente (desde 2014), haya sido verdugo de compatriotas como River, Boca, Independiente de Avellaneda, San Lorenzo y Unión.

Ello explica las lágrimas, los rezos, las promesas de los más jóvenes, incluyendo los jugadores, de los miles de hinchas que imitando largos periplos anteriores a Sao Paulo, Lima, Santiago, Montevideo, Barinas y Zulia, en las 2 últimas décadas, mayoritariamente en este último bienio, dijeron “presente” anoche en el mítico Estadio del Mineirao. La emoción pronto llegó al desborde en las calles santafesinas y hasta en las redes sociales, por un instante, Colón y su intento concreto y cercano de romper el maleficio, encontró una solidaridad global e inusitada, por parte de hinchas de diferentes clubes argentinos y hasta de Latinoamérica, considerando la presencia de colombianos, uruguayos y paraguayos en su plantel.

Un equipo con un técnico que vivieron su propio “Vía Crucis”, hasta hace apenas un mes y medio. Jugadores que fueron tildados de miedosos en público o de no haber ganado nada en la historia, por depender de un club de poca monta; un entrenador joven aunque desde marzo, cuestionado hasta el hartazgo por un prensa muy exigente pero parroquiana; una dirigencia a la que empezaba a criticarse su supuesta longevidad y falta de rotación.

Hasta los periodistas que cubrieron el partido, tanto relatores, como comentaristas y movileros, estuvieron al límite de perder la compostura profesional y emocionados hasta las lágrimas, con las voces entrecortadas, pudiendo apenas gritar los goles, narrar la crónica y reportear a los protagonistas en conferencia de prensa o “zona limpia”. También ellos recordaron a los que ya no están en su gremio, no pudiendo vivir estas horas de gloria.

Me interrogaba si a través de mi propia experiencia no tenía también derecho a sentirme de igual forma. Pude disfrutar de la clasificación en la Terminal de Rosario, rodeado de rosarinos otrora triunfantes y hoy con ambos clubes peleando el descenso, quizás indiferentes ante semejante expectativa popular a escasos 160 km., en la capital de la provincia, que a ellos aún los contiene. En el mismo escenario al que maldije más de una vez, cuando volvía derrotado tras algún partido, como por ejemplo, aquella fatídica tarde-noche de julio de 1989, cuando el clásico rival, nos amargó un ascenso en una final de ida. Podía recordar triunfos pero sobre todo, peripecias, viajes de ilusión a confines del país, para volver amargado, con el sueño destruido, con el dolor de la impotencia, por no poder torcer la historia.

Compartí ese dolor, con mi padre, compañero habitual de aquella épica, mi abuelo que lo seguía y sufría con su radio, sentado encorvado en la mesa de la cocina, tomando mate, como si fuera una liturgia cada fin de semana, en parte explicable porque el fútbol adquiere ribetes religiosos en Argentina. Mi madre me consolaba cuando me encerraba en la habitación amargado y mis amigos, ya cuando tuve mayoría de edad, en algún momento, también me acompañaron ya en los duros años del ascenso (1981-1995). Mis hijos pero sobre todo, mi novia Ekaterina conocen mi historia más reciente, donde el sol empezó a salir por fin, aunque siempre aparecía un nubarrón en última instancia.

Mi propia historia con Colón coincidía, sin saberlo, con la de cientos de miles, por qué no, millones: a la hora de alcanzar lo tan soñado, tal vez, pude descubrirlo. Quien lo sabe, quizás también, haya llegado la hora de dejar atrás el infortunio. No está escrito que haya que sufrir para lograr algo. Puede disfrutarse el doble sí, pero conjeturo que los calvarios no son la única forma de ganar y disfrutar. Podemos aprender de ellos, claramente esta aventura que citamos y describimos, lo demuestra, pero lo mejor es atravesar un proceso que nos deleite, que nos haga sonreír para luego sí disfrutar al máximo, el logro que anhelamos. Ojalá Asunción sea el punto de partida y no de llegada, para los hinchas de Colón y que las futuras generaciones hayan enterrado para siempre, el infortunio, como mecanismo de ascenso, acostumbrándose sin más escala, a ganar y campeonar. Hambre y mística le sobran a este equipo.

Hubo siempre una primera vez para los Grandes y quizás Colón, lo sea, aunque lo haya ignorado a lo largo de décadas. Esa es la historia que el 9 de noviembre, empiece a reescribirse. Los que se fueron este año, grandes glorias, como “Motoneta” López, “Ploto” Gómez, “Poroto” Saldaño, “Huevo” Toresani y “Gato” Andrada, como antes, el “Pampa” Gambier, la “Chiva” Di Meola, “Cototo” Balbuena como el “Enano” Bontemps, desde algún lugar, seguirán apoyando. El padre del “Pulga” Rodríguez como el hermano del formidable guardavallas uruguayo Leonardo Burián, también.


HAMBURGO, EL NUCLEO HANSEATICO

En numerosas ocasiones de la historia mundial, la existencia de verdaderos “agujeros negros”, espacios terrestres o marítimos ilegales, que escapan al control estatal, permiten la creación de otros vecinos, que buscan defenderse de los daños colaterales de aquéllos.

Por ejemplo, las expediciones comerciales y la piratería eran ya frecuentes en el Mar Báltico desde el advenimiento de los vikingos. El descenso económico de Novgórod en Rusia por tal motivo, permitiría poco después, el auge de otra zona en Europa, al norte, pero en la franja occidental.

En efecto, en la segunda mitad del siglo XII y el comienzo del XIII, se fundaron numerosas ciudades alemanas en la costa báltica: Lübeck (1158), Rostock, Elbing, Danzig (hoy Gdansk), etc. En estas ciudades, los mercaderes se instalaron rápidamente en el poder y en poco tiempo, Lübeck fue el nodo central de todo el comercio marítimo que unía las zonas del Mar del Norte y el Báltico.

Fuentes de madera, cera, resinas, ámbar, pieles, trigo y centeno, comenzaron a comerciarse fuertemente entre los puertos alemanes, donde empezó a destacarse Hamburgo, con Flandes e Inglaterra. Hasta fines del siglo XV, duró el esplendor de esa Liga Hanseática, con una organización flexible, descentralizada, configurada en torno a 70 a 170 ciudades del norte de Europa, incluyendo las capitales de los hoy Estados Bálticos. A la Hansa, la terminaría de socavar el Estado-Nación y el surgimiento de las monarquías absolutistas en casi toda Europa.

Lübeck, Bremen y Hamburgo sobrevivieron en la Liga hacia 1630 y luego, como ciudades-Estado libres, hasta el advenimiento del nazismo en el primer tramo del siglo XX.

Fundada en el 808 d.C., fue Federico I Barbarroja, quien le otorgó a Hamburgo, el status de “Ciudad Imperial Libre”. En 1529, se convirtió al luteranismo y empezó a recibir oleadas de inmigrantes judíos, procedentes de Países Bajos, Francia y hasta Portugal. Napoleón ocuparía Hamburgo y luego, en 1814, los rusos la liberarían. Ya en el siglo XX, fue sede del partido nazi y sería bombardeada y destruida en un 70 %, por la RAF británica, durante la II Guerra Mundial. Formaría parte de Alemania Occidental, luego de la gran conflagración.

Hoy, Hamburgo está organizado en 7 distritos: Altona (el más occidental, sobre la margen derecha del Río Elba); Bergedorf; Eimsbüttel, que incluye a Rotherbaum, donde se juega el ATP de tenis cada año; Hamburg-Mitte, el centro urbano, que incluye a HafenCity y Sankt Pauli; Hamburg-Nord; Harburgo, en la orilla meridional del Elba y, Wandsbeck. Casi el 15 % de la población es extranjero y el 20 % de ellos, son turcos, con una buena parte de polacos y anglosajones.

Llegando a Hamburgo, desde Berlín. Puede apreciarse el verde de la pradera boscosa alemana, además de las placas de energía solar, tal cual Angela Merkel predica en favor de las “energías limpias”.

Aquí podemos ver parte de la bella ciudad.

Hamburgo también cuenta con bellos parques. El Planten un Blomen es famoso.

El resto de la ciudad.

Un alemán un tanto anárquico: también los hay.

Argentina siempre está.

El alcohol en estos lugares del norte de Europa, por el frío invierno o la depresión, también, aunque no sabía que fuera “espirituoso”, ja ja

Este es un barrio de clase alta, aristocrático, llegando a Rotherbaum. Paradójicamente aquí hubo desaparecidos, secuestrados y asesinados en campos de concentración nazis, seguramente habán sido judíos o por qué no, alemanes arios. Hay recordatorios de sus antiguos inquilinos o propietarios en las veredas o cerca de las puertas.

La despedida no podía ser sin degustar una buena cerveza alemana en el centro hamburgués, aunque el mozo fuera un inmigrante asiático.

HAMBURGO, EL OTRO GRAN PUERTO DE EUROPA

Rotterdam en Holanda, es el primer puerto más relevante del continente europeo pero luego se halla en orden de importancia, Hamburgo, la gran ciudad alemana del norte, sobre el Mar del Norte. El puerto hamburgués, noveno en el ranking mundial, se halla a orillas del Río Elba.

Concretamente, la Ciudad-Estado Libre y Hanseática de Hamburgo, con 1,8 millones de habitantes (más de 5,3 millones en su zona metropolitana), es la segunda más poblada de Alemania, la tercera de Europa Central y la séptima de la Unión Europea, pero posee el primer PBI de Alemania, con 50.000 euros per cápita.

También existe el espacio para los excéntricos, en la cochera al aire libre, reservada para las caravans y traffics que surcan Europa, viniendo del norte, junto a los ferries que traen a suecos, noruegos y finlandeses.

Los monopatines eléctricos están omnipresentes, igual que la cerveza, claro.

Continuemos con el puerto (HafenCity). Vamos hacia donde bajan los turistas escandinavos.

Me fascina el aprovechamiento integral de los medios de transporte a un precio accesible, surcando los ríos como si fueran calles. Los taxis fluviales son funcionales pero también algo atractivos. Los veríamos también por doquier en Rotterdam.

Allá lejos ya se percibe la majestuosa y moderna Filarmónica del Elba popularmente, “Elphi”), inaugurada el 11 de enero de 2017, unos tres años después de lo previsto. Esta construcción, sobre la base de un viejo lmacén portuario reciclado, a la vera del río, fue tremendamente criticada, por su elevado costo presupuestario.

Regresando a nuestro querido y particular “Barrio Rojo”, donde sobresale la calle principal llamada Reeperbahn, en el distrito multicultural de Sankt Pauli.


FRANKFURT, LA ALEMANIA GLOBALIZADA

Alemania cuenta con dos Frankfurt. Una es Frankfurt -o Fráncfort, en español- del Meno, en el Estado de Hesse y la otra es Frankfurt del Oder, en el Estado de Brandenburgo. La primera, a la cual visitamos, esla quinta ciudad más importante de Alemania, con más de 730.000 habitantes, detrás de Berlín, Hamburgo, Münich y Colonia. La segunda, fue prácticamente destruida en un 90 % durante la II Guerra Mundial, cuando tenía 67.000 habitantes, unos 9.000 más de los que cuenta hoy mismo, en un elocuente ejemplo de declinación demográfica.

Desde el siglo VIII d.C., a orillas del Río Meno (o Maln, en alemán), Frankfurt es una ciudad muy relevante, superando a Wiesbaden, que es la capital de Hesse. Primero, fue ciudad imperial libre, luego aquella que elegía y coronaba al Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El propio Carlomagno habitó allí gran parte de su vida.

También fue capital de la Confederación del Rin (1806) y la Germánica (1815) en el Siglo XIX.

Hoy, es un centro económico y financiero europeo, alojando al Banco Central Europeo (BCE), a la Bolsa de Frankfurt y también a la Frankfurt Messe, centro de convenciones internacionales como el Salón del Automóvil y la Feria del Libro.

La Eurotower, sede del BCE

Dada su gran cantidad de rascacielos, se la compara con Manhattan.

Así llegábamos a Frankfurt, desde Rotterdam (Holanda), en una jornada lluviosa.

Ahora sí, vamos a ver y disfrutar esta fantástica ciudad de Frankfurt del Meno, que también fuera semidestruida por los aliados pero luego levantada por el esfuerzo alemán.


La gente disfruta al borde del Río Meno.


EL BASQUET ARGENTINO Y UN BAÑO DE REALISMO

El excelente resultado que acaba de lograr el seleccionado argentino de básquet, nada más ni nada menos que un subcampeonato, el segundo en 17 años, en el Mundial de China, no sólo ha devuelto relevancia a dicho deporte, uno más en las preferencias colectivas de los argentinos, sino sobre todo, ha inaugurado un nuevo debate acerca de la ejemplaridad de aquel equipo sobre la actual hora de decadencia y grieta, contexto natural de la política en estas tierras. Un artículo del productor televisivo y ex actor Adrián Suar en el Diario Clarín, detonó tal discusión que ya se venía perfilando días antes a medida que el equipo argentino volteaba rivales con una personalidad y eficiencia que asombraba a propios y extraños.

Claro que la comparación inmediata con el fútbol, otro gran deporte, privilegiado por las juventudes argentinas a lo largo de las generaciones, compañero inseparable de la política (dirigentes partidarios, sindicales, empresarios procedentes de allí, subsidios estatales en cuantía a clubes, financiamiento de barrabravas o “hooligans” criollos), posibilita que ahora el básquet emerja con sus virtudes, como la gran contracara para explicar el gran fracaso como país.

Ciertamente, razones sobran. Mientras en el básquet argentino, hay continuidad, hay proyecto de largo plazo, en el fútbol y la política, sobra la improvisación y el cortoplacismo. Los equipos surgen de clubes de barrio o ciudades, pero juegan en un torneo auténticamente federal, como es la Liga Nacional ya desde hace décadas, una obra gestada por el “Ruso” León Najnudel (1941-1998), el visionario dirigente judío de Ferro Carril Oeste, un club que también lo es de fútbol, en el barrio de clase media, llamado Caballito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En el deporte de los Messi y Maradona, en cambio, los torneos se arman y desarman cada cierto tiempo, según los caprichos de los dirigentes alineados con el gobierno de turno.

Mientras la Liga Nacional permitió el acceso de jugadores extranjeros de buen porte y calidad, como los norteamericanos ya hace largos años, para enseñarles a los nativos, cómo jugar a nivel competitivo y foguearlos para grandes lides, el fútbol argentino, se nutre sólo de vecinos paraguayos, uruguayos, colombianos, algún chileno o peruano exportando a temprana edad a nuestros juveniles a Europa.

La dirigencia basquetbolística es semiamateur pero ha logrado un esponsoreo diverso e importante y lo administra de manera inteligente; los “caciques” del fútbol son impresentables, con raras excepciones y siempre el dilema -falso-, es profesionalismo con clubes privatizados o amateurismo sin fines de lucro.

Hasta el periodismo que rodea a ambos deportes es sustancialmente diferente. Hay muy pocos periodistas formados y que entienden y transmiten el básquet. Abundan los futboleros y así son sus ingresos y poder de influencia, sobre jugadores, técnicos, árbitros y fans. Comparar la actitud de unos y otros a través del Mundial de Rusia del año pasado y éste de China, ya es elocuente. Negativa y sectaria en el caso del fútbol, de bajo perfil y desinteresada, mostrando amor auténtico por el deporte, en el del básquet. José Montesano es un verdadero ejemplo, una “isla” en su empresa TyC, el canal privado de deportes, que acaba de cumplir 25 años.

Pero esas diferencias se trasladan al campo de juego. Técnicos que son exitosos, que juegan roles de maestros potenciadores de talentos, queridos como si fueran padres, como Sergio”Oveja” Hernández, Rubén Magnano o Julio Lamas, jugadores que también demuestran talento, humildad y compromiso, como el cordobés Facundo Campazzo (número 3 de la Liga española) o el bahiense Emanuel Ginóbili (número 1 retirado de la famosa NBA), otros que no se quieren retirar como el porteño Luis Fabián Scola, ya bordeando los 40. En el fútbol, las individualidades brillantes que hemos tenido y seguimos fabricando no alcanzan para construir equipos hiperganadores: en los últimos 26 años, apenas una Copa América lograda, dos subcampeonatos también en tal plano y otro a nivel mundial. El básquet venía muy desde atrás, desde 1950 y en estas dos últimas décadas, ha nivelado al fútbol en éxitos significativos.

Ahora bien, aún reconociendo que el básquet es un deporte reivindicable para las generaciones presentes y futuras, como deporte y allí hay mucho aún por mejorar, por ejemplo, vis a vis con quien hoy nos ganara -España y su promoción pública del deporte, al igual que lo logrado por el fútbol y el tenis de la Península Ibérica-, donde me resisto a ponerlo en un sitial de ejemplaridad que le excede, es en la política.

Claro que el deporte es una actividad que ojalá despierte interés y pasión de los más chicos, les quite espacio a las drogas, el celular o el sedentarismo, pero de allí a afincarlo en un lugar modelo para nuestra castigada clase política, me parece no sólo exagerado sino inapropiado. Por razones de tamaño, jerarquía social, responsabilidad y hasta liderazgo colectivo, la política amerita encontrar nuevos formatos y dirigentes capaces de sacarnos del marasmo y la decadencia, en su propio campo y no afuera. El básquet tiene su propia esfera y está muy bien que haya mejorado y siga haciéndolo en ella. No es bueno, exigirle roles, funciones ni tiempos para los cuales no está preparado. La mochila sería demasiado pesada y lo distraería de su misión primordial y específica. La ficción o el atajo mágico a los que somos tan propensos los argentinos, volverían a imponerse sobre la cruel realidad.

Párrafo final para una inquietud alejada del tema de debate pero que me acechó a medida que pasaban los partidos de una selección compacta, solidaria e invicta, hasta hoy. Cómo explicar que mientras el país vivió muy pocas luces y muchas sombras a nivel macro, estos chicos que nacieron, se socializaron, se educaron y jugaron a su deporte preferido en estas dos décadas y media, excepto el ya nombrado veterano Scola, pudieron mantenerse al margen de dichos avatares -o no- pudiendo construir sus destinos venturosos que hoy muchos disfrutamos, incluso aquellos que los ven triunfar a nivel individual en otras latitudes. Puede tenerse éxito cuando la infraestructura y el progreso macro ayudan como el caso español pero también a pesar de ello o, sin tenerlo tan en cuenta, como quizás explica este triunfo argentino, porque aún recalcando lo que ya dijimos, de cómo la buena organización del básquet local ayudó a él, el aporte decisivo lo brinda la voluntad individual. Fueron ellos, desde Córdoba, Bahía Blanca, Mar del Plata, Concordia, La Banda, Gálvez, Sunchales, Cañada de Gómez, Marcos Juárez, Junín, General Roca y tantas otras ciudades de Argentina, los que llegaron hasta allí, tan lejos como sólo ellos se lo propusieron.




LA PLAYA ITALIANA LLENA DE RUSOS: RIMINI

No son nada tontos los rusos para aprovechar las bondades de este mundo. No lo son para mantener a salvo sus capitales de la propia voracidad del Kremlin y entonces los refugiaban en Chipre, sí, en Chipre: hasta el 2013. Tampoco lo son para buscar negocios y entonces se van a Alemania, donde viven bien pero además emprenden todo lo que no pueden en su propio país. Ni siquiera se les escapa profesar su propia religión aún en un país católico: los vimos en Francia, más precisamente en Niza, donde llegó a morir uno de sus príncipes a fines del siglo XIX y entonces allí levantaron su iglesia ortodoxa en honor a él. Finalmente, no pierden su astucia para elegir playas. Van adonde hay mucho sol, mar y les hablan en su idioma: los egipcios, los turcos, los españoles en menor medida pero sobre todo los italianos -o inmigrantes que viven en Italia- los atienden a las mil maravillas y así, ellos se los retribuyen. Por ende, también los vimos por doquier en Rímini, la playa del Mar Adriático, cercana a Ancona y también a los circuitos de Imola –donde se mató Ayrton Senna– y Misano, donde s corría F2 en los ochenta.

Las fotos les interesan más.

Claro, cómo mencionar a Rímini y no recordar al gran cineasta italiano Federico Fellini, hijo dilecto de la ciudad. Allí filmó “Amarcord” en el Grand Hotel y hoy, hay innumerable cantidad de recordatorios de su figura en la villa turística. Inteligente, al igual que los rusos, para elegir y habitar esta bellísima ciudad marítima.

Puerto y playa.

Claro, Rímini también tiene un casco antiguo, que data del Imperio Romano y período posterior (Medioevo y Renacimiento).

Por la noche, en una Europa ya decadente, mucho alcohol y baile, por lo que ellos también están: brasileños y argentinos. Como no podía ser de otra manera.

Mientras tanto lejos del bullicio nocturno, nosotros con Ekaterina V. Zvekova elegíamos tranquilos la cena aunque la carne vacuna no tuviera la consistencia ni el sabor de estas pampas.

El pescado con ensalada sí era una delicia.

Rímini,  sol, playa, mar y tranquilidad. Era lo necesario, luego del ajetreado periplo balcánico.

ITALIA HACE BIEN AL CORAZON: BOLONIA

Luego de vivir días difíciles en la atmósfera siempre compleja de los Balcanes, el regreso a Italia siempre es bienvenido y máxime, si como en 2016, antes de conocer Maranello, el punto de encuentro era la medieval y universitaria ciudad de Bolonia, en el centro de la Península Itálica.

Aquí, las fotos de esa formidable ciudad, con famosa stazione centrale de trenes, tristemente célebre por el terrible atentado del grupo neofacista Ordine Nuovo, el 2 de agosto de 1980.

Es paradójico que tras haber salido de un lugar de guerras de hace dos décadas, llegásemos a un estación donde había un recordatorio de otro hecho de violencia de hace 3 decenios pero lo contrastante es la vitalidad actual de la estación: desde las 4 de la madrugada y como pocas ciudades europeas, se ve a gente levantada trabajando.

El mundo del tren.

En el bar, antes de partir, suena la música de Eros Ramazzotti pero también la de la interminable dupla musical de Al Bano Carrisi y su ex esposa, la norteamericana, nunca aceptada por los italianos, Romina Power, la hija del mítico actor hollywoodense Tyrone Power. Como si en Italia, sí fuera posible, alternar la violencia con el arte o la misma magia.