HAMBURGO, EL NUCLEO HANSEATICO

En numerosas ocasiones de la historia mundial, la existencia de verdaderos “agujeros negros”, espacios terrestres o marítimos ilegales, que escapan al control estatal, permiten la creación de otros vecinos, que buscan defenderse de los daños colaterales de aquéllos.

Por ejemplo, las expediciones comerciales y la piratería eran ya frecuentes en el Mar Báltico desde el advenimiento de los vikingos. El descenso económico de Novgórod en Rusia por tal motivo, permitiría poco después, el auge de otra zona en Europa, al norte, pero en la franja occidental.

En efecto, en la segunda mitad del siglo XII y el comienzo del XIII, se fundaron numerosas ciudades alemanas en la costa báltica: Lübeck (1158), Rostock, Elbing, Danzig (hoy Gdansk), etc. En estas ciudades, los mercaderes se instalaron rápidamente en el poder y en poco tiempo, Lübeck fue el nodo central de todo el comercio marítimo que unía las zonas del Mar del Norte y el Báltico.

Fuentes de madera, cera, resinas, ámbar, pieles, trigo y centeno, comenzaron a comerciarse fuertemente entre los puertos alemanes, donde empezó a destacarse Hamburgo, con Flandes e Inglaterra. Hasta fines del siglo XV, duró el esplendor de esa Liga Hanseática, con una organización flexible, descentralizada, configurada en torno a 70 a 170 ciudades del norte de Europa, incluyendo las capitales de los hoy Estados Bálticos. A la Hansa, la terminaría de socavar el Estado-Nación y el surgimiento de las monarquías absolutistas en casi toda Europa.

Lübeck, Bremen y Hamburgo sobrevivieron en la Liga hacia 1630 y luego, como ciudades-Estado libres, hasta el advenimiento del nazismo en el primer tramo del siglo XX.

Fundada en el 808 d.C., fue Federico I Barbarroja, quien le otorgó a Hamburgo, el status de “Ciudad Imperial Libre”. En 1529, se convirtió al luteranismo y empezó a recibir oleadas de inmigrantes judíos, procedentes de Países Bajos, Francia y hasta Portugal. Napoleón ocuparía Hamburgo y luego, en 1814, los rusos la liberarían. Ya en el siglo XX, fue sede del partido nazi y sería bombardeada y destruida en un 70 %, por la RAF británica, durante la II Guerra Mundial. Formaría parte de Alemania Occidental, luego de la gran conflagración.

Hoy, Hamburgo está organizado en 7 distritos: Altona (el más occidental, sobre la margen derecha del Río Elba); Bergedorf; Eimsbüttel, que incluye a Rotherbaum, donde se juega el ATP de tenis cada año; Hamburg-Mitte, el centro urbano, que incluye a HafenCity y Sankt Pauli; Hamburg-Nord; Harburgo, en la orilla meridional del Elba y, Wandsbeck. Casi el 15 % de la población es extranjero y el 20 % de ellos, son turcos, con una buena parte de polacos y anglosajones.

Llegando a Hamburgo, desde Berlín. Puede apreciarse el verde de la pradera boscosa alemana, además de las placas de energía solar, tal cual Angela Merkel predica en favor de las “energías limpias”.

Aquí podemos ver parte de la bella ciudad.

Hamburgo también cuenta con bellos parques. El Planten un Blomen es famoso.

El resto de la ciudad.

Un alemán un tanto anárquico: también los hay.

Argentina siempre está.

El alcohol en estos lugares del norte de Europa, por el frío invierno o la depresión, también, aunque no sabía que fuera “espirituoso”, ja ja

Este es un barrio de clase alta, aristocrático, llegando a Rotherbaum. Paradójicamente aquí hubo desaparecidos, secuestrados y asesinados en campos de concentración nazis, seguramente habán sido judíos o por qué no, alemanes arios. Hay recordatorios de sus antiguos inquilinos o propietarios en las veredas o cerca de las puertas.

La despedida no podía ser sin degustar una buena cerveza alemana en el centro hamburgués, aunque el mozo fuera un inmigrante asiático.

TENIS DE PROMESAS: ATP DE HAMBURGO 2019

Como en Montecarlo, hacía 3 años o en Monza, 10 meses antes, casi de casualidad -o no-, llegamos al Abierto de tenis de Hamburgo y pudimos presenciarlo en vivo y en directo. Lo que era inimaginable días previos, ni siquiera lo habíamos planificado en la desordenada agenda de viaje, terminó siendo realidad, aquel miércoles 25 de julio, sobre todo, cuando merced a nuestra perseverancia, con apenas 10 euros, algo más de lo que costaría hoy ir a una popular de un mediocre partido de fútbol profesional en Argentina, gozando de la gratuidad para el varón, pudimos acceder a las instalaciones del club germánico donde se jugaba uno de los ATP más importantes del circuito anual del tenis de elite mundial, sobre polvo de ladrillo, lo cual le otorga un significado especial.

Minutos antes de entrar, sin saber lo que nos depararía el destino, yo mismo especulaba con subir al último piso del shopping que está enfrente del club para poder divisar algún partido. Una cabal demostración más de que a la realidad se la construye desde la propia intencionalidad, ayudada por la constancia personal, pero sobre todo, el deseo.

Cabe subrayar que el club se halla en el barrio acomodado de Rotherbaum, donde se destacan las casas tradicionales de dos pisos y balcones, con amplios jardines, donde se lucen autos Mercedes Benz, BMW y Porsche en sus cocheras. Ya en el interior del recinto deportivo, el público también lucía diferente al del puerto: gente de clase alta, blancos, con vestimenta sport o formal, caminando displicentemente, gozando de todo el merchandising y la comida rápida de bares y restaurantes del lugar. Es una de las pocas partes de Europa, que vimos, sin inmigrante alguno. Allí, donde todo es placer, lujo, relax, otra demostración que si uno quiere pasarla bien en este mundo, hay espacio y lugar para ello -y a un muy bajo costo-.

Yendo estrictamente al plano deportivo, pudimos ver dos partidos de dobles donde los hermanos Alexander “Sasha” (5to. del ranking mundial) y Michael “Misha” Zverev que eran favoritos y son originarios de Hamburgo mismo pero son hijos de ex tenistas rusos, perdieron ante otra pareja novata local, que tenía el favor del público. En la cancha aledaña, duelo de latinoamericanos, vi perder a los argentinos Leonardo “Yacaré” Mayer (correntino, ex campeón del torneo en 2014 y 2017, que había perdido en singles, en primera ronda contra el joven teutónico Rudolf Mollecker) y Horacio Zeballos (marplatense), contra el uruguayo Pablo Cuevas y el chileno (en franco ascenso) Nicolás Jarry. A continuación, vimos el comienzo del dobles entre los austríacos Jurgen Melzer (veterano de 38 años pero zurdo supertalentoso, que llegó a 8 del mundo en 2011) y Oliver Marach, a la postre campeones del torneo, contra el galo Benoit Paire -de gran altura- y el italiano Marco Cecchinato.

Por fin y casi de manera inesperada, pudimos entrar al court central, una cancha formidable techable, donde el austríaco Dominic Thiem (cuarto en el ranking y otrora ganador en Buenos Aires), jugaba un reñido partido que luego ganaría, contra el húngaro Martos Fucsovics. También jugaban el torneo el italiano Fabio Fognini (décimo), los argentinos Delbonis y Juan Ignacio Londero, el francés Richard Gasquet y el ruso Andrey Rublev, pero quien sería campeón, precisamente sobre el último nombrado, fue el georgiano Nikoloz Basilashvili (17 rankeado), defensor del título 2018.

Pudimos disfrutar así a pleno, la jornada tenística, viendo a quienes seguramente en los próximos años, reemplazarán a la actual guardia de campeones, Federer, Djokovic y Nadal.

Allí en Hamburgo, donde supieron ganar tantos tenistas argentinos como Guillermo Vilas en 1978, Guillermo Coria en 2003, Juan “Pico” Mónaco en 2012 y el ya citado Mayer, también pude darme cita y gozar en “modo Primer Mundo”.