LOCURA EN MONZA

El domingo 11 de setiembre de 1978, estando yo con mis padres en un barrio porteño donde vivía una familia amiga, fui testigo por TV, del mortal accidente que se llevara la vida del veloz piloto sueco Ronnie Peterson, a bordo de un Lotus, acabando con una riquísima historia de la marca británica de Colin Chapman, plagada de triunfos que sólo retornaría años después de la mano de Ayrton Senna y Kimi Raikkonen. Ese drama se vivió sobre la pista italiana de Monza, en el parque del mismo nombre, cerca de la majestuosa Villa Reale, sobre la salida de la recta principal, allí donde yo mismo pisaría el pasado domingo 2 de setiembre casi por casualidad, sin haberlo jamás previsto y hasta posaría al lado de una bandera de los pocos hinchas suecos que quedan, recordando aquel brillante pero desafortunado corredor.

Pero además de tal recordatorio triste, Monza, cuyo Grand Prix siempre se corre a inicios de cada setiembre, es sinónimo de otras circunstancias más excitantes. Por ejemplo, allí los autos remontan casi vuelo, a una velocidad promedio superior a los 300 km/h. Se trata además de la carrera más emocionante de la F1, dado que año tras años, cuando termina, cientos de miles de aficionados de todo el mundo, se lanzan junto a los tifosi italianos, mayoritariamente ferraristas, a su recta, para festejar el podio de los tres triunfadores. Por eso, cuando este año, me hice presente allí, sin pagar un euro, rodeado de otro medio millón de fanáticos, a los que vimos abuchear a Lewis Hamilton, el ganador más odiado de la historia y ovacionar a mi ídolo, Kimi Raikkonen, por su entrega y sacrificio para Ferrari y su compañero Vettel, siendo ésta su última carrera con el equipo del Cavallino Rampante, en tierras italianas, para terminar su carrera en el suizo Sauber, el mismo team que lo vio debutar hace 17 años.

Me acordé de mi padre Tito -quien me incubó el amor por el automovilismo- y mi hijo Tomás, a quienes seguramente les hubiera encantado estar allí. Por eso lloré de la emoción y me sentí privilegiado por tener al lado, a mi novia y compañera aventurera Katy, excitada por el fenomenal ruido de los motores. Fui testigo de cómo alemanes e ingleses subían colados a los buses interurbanos de retorno a Milano pero también cómo los más jóvenes con las remeras de Ferrari, se llevaban los neumáticos Pirelli ya gastados de los boxes del equipo italiano, caminando o en buses, a sus casas.

Monza depara toda esa locura: cómo no disfrutarla a pleno. Sin dudas, éste fue el año de la F1 más humana que haya visto en las últimas dos décadas. Empecé este texto con la muerte en Monza pero termino con lo que es realmente: vida plena (emoción, alegría, pasión).

La carrera de este año, donde Vettel equivocó una vez más el camino y Raikkonen, tras una épica pole position, hizo lo que pudo para detener a Hamilton. El resumen aquí.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
Marcar como favorito enlace permanente.

12 comentarios

  1. Tras la temporada europea, el nocturno Gran Premio de Singapur. https://www.youtube.com/watch?v=hm-AmaCaSOs

  2. Un nuevo Campeonato de Constructores para Mercedes Benz en Brasil 2018. https://www.youtube.com/watch?v=o5pdLO9irzY

Deja una respuesta