JEFF LYNNE Y QUE VIVA LA MUSICA PARA SIEMPRE

Cuando los veo a Mick Jagger, Paul Mc Cartney, Debbie Harry y tantos otros, con sus más de 7 décadas (muy bien vividas) a cuestas, todavía arriba de un escenario, no pierdo la esperanza de llegar a alcanzarlos aún sin el desgaste que implica viajes, conciertos y tours, como han hecho -y siguen haciendo- ellos. Uno de mis admirados en ese plano y en muchos otros que dedicaré en esta columna, es el inglés Jeff Lynne, próximo a cumplir 71 años, un día antes de que expire el 2018.

Creador de la Electric Light Orchestra (ELO), lo cual ya guarda un enorme mérito en un género especial como el del rock sinfónico, por la gran cantidad de discos y singles exitosos a lo largo de cinco largas décadas, pero también como hacedor y compositor, con letras impactantes, tan simples y a la vez penetrantes de  la intimidad del ser humano, repasando su propia historia personal, como “When I was a boy” y otras tan futuristas como “Twenty first century man” , dedicada hace 30 años, a esta humanidad colmada materialmente y vacía en el aspecto moral, sobre todo en el mundo desarrollado. Acompañado por Roy Wood, Bev Bevan, Richard Tandy, entre tantos otros, más tecladistas, bateristas, violinistas, violoncellistas y coros, Lynne también tiene canciones dedicadas al orden temporal (pasado, presente y futuro) como el gran álbum “Time”, de rock tradicional más al estilo de los ´70, incluso algunas dedicadas a globalización dominada por Estados Unidos como “Calling America” y “All over the world”.

Como si todo esto fuera poco, este supercreativo de Lynne, sin ningún egoísmo,  contribuyó a formar un supergrupo como “The Traveling Wilburys”, junto a gigantes de la música, como Bob Dylan y los ya desaparecidos George Harrison (ex Beattle), Roy Orbison y Tom Petty. En ese breve período, estos genios se divirtieron mucho y sacaron una serie de exitosos singles, que permitieron revelar cómo tal vez, Lynne, oriundo de Birmingham, era un gran discípulo inequívocamente influido por la gran banda de Liverpool. Hay incluso, quienes lo llaman “el quinto Beattle”.

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FEMINISMO RADICAL: EL FINAL DE LA INOCENCIA

La causa feminista goza hoy de muy buena salud, al menos en una parte del mundo, a pesar de una trayectoria con no pocos vaivenes. Tras un comienzo algo fulgurante en los tumultuosos años sesenta y setenta, donde mujeres pero también hombres, tras el revolucionario “baby-boom” de los cincuenta, filosofaron y predicaron la necesidad de una revisión de la historia humana en función de la manifiesta desigualdad sexual, aquel movimiento que no tardó en traspasar a la arena política fue perdiendo el vigor inicial. Mientras en el mundo occidental, se consolidó en Europa en los ochenta y noventa, provocando una fenomenal crisis de los matrimonios y la monogamia, tuvo altibajos en Estados Unidos donde la revolución conservadora reaganiana le puso cierto coto, de la mano de las iglesias protestantes electrónicas. Tardó bastante en llegar a América Latina, recién ahora y muy selectivamente. En el resto del globo, no existe: en Africa, donde el reino tribal vulnera hasta el clítoris de las mujeres, como si viviéramos aún en la Antigüedad y Asia, sobre todo en el Islam, nadie se pregunta por los derechos del sexo femenino.

Sin embargo, el movimiento “Me Too”, que se engendró en el particular mundillo cinematográfico de Hollywood, parece haber resucitado a las banderas feministas. Precisamente, en el “paraíso” erigido de la manipulación sexual, Actrices ya maduras, denunciando “pecados” ocultos de juventud (o adolescencia), persiguiendo abusadores y violadores, entre sus productores y compañeros de actuación, no sólo le dieron visibilidad a sus dramas particulares sino que sobre todo, recuperaron algunas dosis de fama. Porque claro, no se puede omitir que el momento actual, de la mano de la revolución tecnológica, es particularmente estimulante para la rápida y generalizada mediatización del fenómeno, lo cual acarrea daños colaterales, no deseados sobre los victimarios pero también sobre las mismas víctimas, aunque crean ellas y sus abogados, que los esperan más dólares y fama a la vuelta de la esquina.

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UN G20 CON ALGUN ALIVIO ARGENTINO

Pasó el G20 por Argentina, más precisamente por Buenos Aires y está claro, que cobra una dimensión especial, ver juntos a los 20 Jefes de Estado que representan a dos tercios de la población mundial y el 85 % del PBI global. Tanta presencia internacional masiva no se veía en el país desde el Centenario (1910), cuando Argentina era digna de elogio en todo el mundo, recibiendo millones de inmigrantes y convirtiéndose en tierra de oportunidades y progreso.

Claro, muy diferente a ésta Argentina, que venía precedida de la incapacidad para organizar con éxito y en paz, un simple partido de fútbol y a pocas horas del inicio de la Cumbre, el asalto a plena luz del día, a John Kirton, un economista e investigador canadiense, experto en temas como el G20. El “anillo de seguridad” en torno a los lugares, edificios y hoteles, donde se moverían los primeros mandatarios, en la exclusiva zona del Barrio de Recoleta, el más bonito de Buenos Aires; el fuerte operativo con aporte militar extranjero; la interna policial resuelta entre la Nación y la CABA; más el pacto de no agresividad en las protestas anticumbre, con las organizaciones sociales vernáculas, finalmente, revertirían los malos pronósticos y todo se ejecutaría con un cierto orden y tranquilidad, ofreciendo una “cara lavada y hasta maquillada” de una, últimamente, muy degradada, Buenos Aires.

El evento revistió mucho de social y algo de político. El glamour lo aportó la gala del Teatro Colón -aunque descartando otras acciones culturales más clásicas-, más los paseos de la Primera Dama Awada con las esposas de los colegas de su esposo Macri y hubo hasta posibilidades de escapar del protocolo de algunos líderes. Dos ejemplos: el paseo de Macron comprando libros en la librería Yenny-El Ateneo y recibiendo las ovaciones de gente de a pie, que en Francia, extrañará seguramente cuando enfrente nuevamente a los “chalecos amarillos” y la salida nocturna del sábado de Angela Merkel, cenando en la Parrilla Don Julio, como si fuera una ciudadana más, disfrutando de la libertad civil que los alemanes del este, sus coterráneos, no conocían en la vieja RDA.

En este G20 -un lugar al que entró de casualidad-, la gran preocupación de Argentina, un país sin debate ni rumbo estratégico desde hace décadas, era la redacción consensuada del documento final. Aprovechando al máximo, la capacidad de nuestra nación -por hallarse en una situación geopolítica ideal, dada una serie de ventajas naturales-, para construir consensos globales, Macri ofició de facilitador y ése es el rol que le cabe oportunamente: un buen Jefe de Public Relations –no se le puede exigir otro papel-. Lo logró aunque no puede desdeñarse el arduo desempeño de una vasta gama de diplomáticos y funcionarios que trabajaron con aquel objetivo durante largos meses.

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EL AMOR ETERNO EXISTE

Se acaba de morir George H.W. Bush (GHWB) a los 94 años de edad y mientras la mayoría lo recuerde, mal por su actuación en la Guerra del Golfo, la invasión de Panamá, su labor en la CIA, el escándalo Irangate o bien, por la caída de la URSS y la “liberación” de Europa Oriental o el TLC con México, yo prefiero dejar por un momento su labor en la política internacional y analizarlo desde su plano privado. Es que 8 meses antes, en abril, falleció su esposa Bárbara a los 92 años, un dato que me llama la atención pero más me atrapa el hecho de que vivieron juntos en pareja 73 años, lo cual “suena a extraterrestre” en un mundo como el de hoy, tan dominado por la postmodernidad, el feminismo, el terror de los más jóvenes a enamorarse y mucho menos a comprometerse, entre otras situaciones.

Estas tres fotos ilustran diferentes momentos de esa larga vida juntos, donde claramente se notan las muestras de cariño mutuo pero sobre todo las miradas de Bárbara, siempre cuidando a su esposo. Independientemente de los hijos (6, entre ellos, otro ex Presidente -George W.- y un gobernador de Florida -Jeb-) y nietos (14) que disfrutaron, ambos además de ser longevos, padecían la misma enfermedad (de Graves), tenían muy pocos días de diferencia (aunque dos años) en sus nacimientos y pudieron convivir tanto tiempo, equilibrando sus vidas pública y privada. Se terminaron asemejando a la cinematográfica pareja de “Diario de una pasión” (“The notebook”, en su versión en inglés). Continúe leyendo