ARGENTINOS DEVORADOS DESDE….MADRID

La vergüenza de la ineficiencia organizativa del Estado argentino y la especulación mezquina de la dirigencia de los dos más grande clubes de fútbol en nuestro país, condujeron a que el superclásico vernáculo se juegue en otras tierras ajenas. Paradójicamente y deshonrando la memoria de nuestros Libertadores sudamericanos, la Copa que lleva su nombre, se definirá en la capital del ex Imperio español, que nos sometió durante siglos: Madrid. Ciudad donde efectivamente vive la mayor comunidad de argentinos (100.000 censados) en el exterior, pero que seguramente fue elegida en función del negocio multimillonario que arrastra el deporte del balompié y no precisamente priorizando la pasión identitaria.

Porque hay que decirlo: Argentina, que este fin de semana, albergará a 19 Jefes de Estado importantes del mundo bajo la Cumbre del G20, acaba de abdicar la responsabilidad de organizar un simple partido de fútbol, sin participación de los hinchas visitantes. Ahora Madrid, recibirá a miles de hinchas de ambos clubes, residentes en la ciudad pero también a turistas visitantes y será una incógnita cuántos simpatizantes auténticos y cuántos barrabravas -los mismos que protagonizan la violencia con la complicidad de policías, dirigentes y políticos-, concurrirán al magno evento. Dependerá de la organización compleja que demandará este segundo partido, pero como lo afirmara el Presidente de la CONMEBOL, el paraguayo Alejandro Domínguez, en gran medida, la afluencia o no de los insociables y violentos, será responsabilidad de los dirigentes de ambos clubes y sus allegados.

Amargado porque el Estadio Bernabéu reemplazará al Monumental de Núñez, como escenario y si persistimos en el vicio, “El Chiringuito de Jugones”, un programa deportivo de la TV española, pronto reemplazará cualquier programa deportivo de nuestro país, van aquí las fotos de esa ciudad europea hermosa, que seguramente nos mostrará todo lo ordenados y respetuosos que debiéramos ser y que, en definitiva, no podemos lograrlo por nuestra propia impericia, aunque los argentinos nos creamos “los mejores del mundo”. Pasamos a convertirnos una vez más, en el hazmerreír global, porque ni siquiera sabemos disfrutar de un sencillo espectáculo deportivo.

Pero el objetivo de este post no es discurrir sobre la situación delicada y vergonzosa que condujo el Boca-River o River-Boca a la capital española, sino mostrarles precisamente a Madrid, la que tuve la fortuna de conocer en junio de 2010.

Aclaro que la Madrid que vi, era veraniega, pero la sede de la superfinal será invernal.

Como es un país verticalista, monárquico y ultracatólico, empecemos a recorrer Madrid desde el Palacio Real y la Plaza de la Armería, junto a la Catedral de Santa María la Real de la Almudena. Atrás de ellos, corre el Río Manzanares.

La misma zona pero un día de Corpus Christi, porque realmente, Madrid te hace sentir en todo momento que fue la capital del Imperio español de la Inquisición y la Contrarreforma. Seguramente, el único lugar del mundo donde había pancartas y fotos del ultramontano Papa Benedicto XVI (Cardenal Ratzinger), con flores ornamentando el paso de la interminable procesión, la enésima del año calendario. Uno de los pocos, si no, el único país de Europa, donde los chicos y las chicas siguen comulgando, munidos de rigurosa vestimenta formal alusiva. Porque así como entiendo que España haya por fin, dado luz a una agrupación como PODEMOS, que parece de centroderecha al lado de lo existente en América Latina, también es muy comprensible que haya surgido VOX, un partido filofranquista y nacionalista recalcitrante, que hará sonrojar a los pro-Bolsonaro vernáculos.

Una de las Avenidas emblemáticas de Madrid: la Gran Vía.

Alrededores, siempre con presencia turística.

El hermoso Parque del Retiro, donde también se destaca la presencia de visitantes latinoamericanos y musulmanes.

Caminando por los barrios céntricos y sus callejuelas, añorando a Joaquín Sabina. De los bares tradicionales, ni hablar, ideales para “tapeos” vespertinos.

La alusión al único intento extranjerizante por dominar desde la Europa revolucionaria a España y al personaje que eligió Napoleón para hacerlo de manera humillante, en el inicio del siglo XIX, permanece en el recuerdo español con sorna: José Bonaparte, un alcohólico empedernido, al que le llamaban “Pepe Botella”.

La famosa Plaza Mayor de Madrid, a pocos metros de la Plaza de la Puerta del Sol, lugar emblemático de encuentros.

Madrid también tiene lugar para lo moderno, aunque en su justa proporción.

La tristemente célebre Estación Ferroviaria de Atocha. Recordemos allí, el atentado terrorista del 11 de marzo de 2004.

Estación subterránea de buses Méndez Alvaro. Un espléndido diseño urbano.

La gran movida cultural de la que goza Madrid, en parte, pasa por el Museo del Prado y por supuesto, la figura de Francisco de Goya está omnipresente allí, junto a tantos otros pintores españoles de la “Edad de Oro”.

Messi y los “galácticos” del Real Madrid no podían estar ausentes de los souvenirs, ya hace 8 años atrás.

Algunas fotos más de la bella Madrid, pero de mi viaje de setiembre de 2011.

No sólo hay gaiteros escoceces sino hasta una parrilla argentina?

Lo único que espero que los hooligans vernáculos no la estropeen a esta especie de “Buenos Aires europea”, ordenada, limpia, nada ruidosa y sin vagabundos o mendigos durmiendo en las calles.

Madrid, España. De allí muchos vinieron. Hacia allá volvemos.

Una lástima que el “Martín Fierro” de José Hernández haya tenido razón con su famosa frase, reflejando su llamada “ley primera”:  “cuando los hermanos se pelean, los devoran desde afuera”.

SUECIA: UN INFIERNO DISFRAZADO DE PARAISO

Siempre supe que detrás de las cándidas y pegadizas canciones de ABBA y Roxette, había historias personales demaiado pesadas. Como ésta que relatamos a continuación.

Una nena de 12 años, testigo pasivo de los abusos de su padre sobre su madre,  culmina hastiada, arrojándole un bidón de gasolina y prendiéndole así, fuego en su auto. Por intento de homicidio agravado, es encerrada en un manicomio, bajo el “resguardo” del Estado, el mismo Estado que hace “desaparecer” a su padre y condena a la soledad y desamparo a su madre, que ve consumir sus últimos años de vida, perdida en un geriátrico. Para permitir su “rehabilitación social”, un médico psiquiatra inescrupuloso la “domesticará”, teniéndola más de un año, acostada atada con cadenas a la cama.

La nena, “semiliberada”, al crecer en edad, pronto tendrá un tutor, un abogado, que a la postre, al sufrir un accidente cerebrovascular, algo común en ese país hegemonizado por ancianos huraños y solitarios, será reemplazado por otro, extorsionador y abusador de menores, que así también someterá, con la impunidad oficial, a la ahora mujer.  Ella no tendrá a quién recurrir: se rebelará en silencio con una fisonomía punk y sólo podrá defenderse, como una hacker sin igual, gracias a las nuevas tecnologías.

Podrá vengarse de sus “protectores” y hasta poner al desnudo sus vejaciones pero para ello necesitará de la ayuda tan imprevista como incondicional de un periodista y su medio comprometido como, cuando se vaya desenrrollando la compleja trama siniestra que ocultó su ultraje oficial, donde convergían abogados, fiscales, policías y sobre todo, el servicio de inteligencia, preocupada por proteger al perverso padre de la chica, un empleado ex camarada soviético -cuándo no los rusos, nunca un polaco, un checo ni un húngaro-, allí recién aparecería otra oficina gubernamental, dentro del mismo cuerpo de seguridad, pero la de protección constitucional que por fin entendió que se trataba de un fenomenal caso de violación estatal contra lo derechos de una ciudadana, en un país que se precia de salvaguardar como nadie, precisamente, los derechos individuales. Como si todo ello fuera poco, en contra de la víctima, la persigue un hermanastro superasesino, con analgesia congénita, o sea, insensibilidad al dolor. Parece mentira pero la saga se iniciade modo distante con este guión central, al referirse a un caso de neonazismo encubierto, violación y crímenes al interior de una familia empresaria poderosa, cuyos hermanos mantenían oculta la siniestra historia.

El país del que se trata, no es Estados Unidos, tampoco es Gran Bretaña, la que se acaba de ir de la UE, ni siquiera Alemania. Me refiero a Suecia, un país que se jactó siempre de tener un Estado Benefactor, sin cárceles porque no hay presos, con un feminismo acendrado, mostrando su orgullo de ser pacífico y neutral durante guerras mundiales, incluso en la Guerra Fría, el mismo que exporta cultura y hasta financia actividades de organizaciones de ayuda humanitaria y promoción de derechos humanos en el Tercer Mundo. Pero claro, hasta la inocencia que vende for export, tiene su contracara hacia dentro.

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DE REO SPEEDWAGON A “COBRA KAI”

Se trata de una de mis bandas favoritas de rock pop norteamericano de los años ochenta, junto a Heart, Bon Jovi, Cock Robin, solistas como Bruce Springsteen, Richard Marx y tantas otros. No es muy conocia excepto entre los de mi generación.

Gracias a la saga de “Karate Kid” y ya sin el “Señor Miyagi”, llamada “Cobra Kai”, promocionada en You Tube Red, puede difundirse entre las generaciones más jóvenes.

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EL REGRESO DE HOLANDA Y ESCOCIA

A los primeros planos del fútbol europeo. Mis dos Selecciones favoritas, por diferentes historias pero con un denominador común: el buen trato del fútbol.

Holanda, por sus exitosos Mundiales, su gran Euro de 1988 y su fútbol total, con la que se ganó el fenomenal apodo de “la Naranja Mecánica”, además de ser la escuela del Barcelona. Lo logró de la mano del ex gran shoteador y defensor del gran club catalán, Ronald Koeman, que a diferencia de viejos antecedentes, prefiere sostener al equipo de atrás hacia adelante. Ayer, logró clasificar a la instancia de los “Final Four” de la UEFA Nations League, superando el karma alemán: ir perdiendo 2 a 0 y lograr empatar a la heroica, en los últimos minutos, jugando de visitante. Una Selección habituada a aflojar anímicamente en las instancias decisivas como finales, ayer demostró que puede también afrontar y enfrentar la adversidad y hasta superarla. Ya no están los Cruyff, los Sneijder, los Robben, los Gullit, los Van Basten. Pero está Frenkie De Jong, una suerte de especialista quirúrgico de los pases al gol (asistencias), un chico de 21 años que juega con un estilo y un dinamismo diferentes, está Virgil Van Dijk, el defensor negro pura potencia, está Memphis Depay, un enganche o mediapunta que bien puede competir con el belga Hazard por la elite del balompié del Viejo Continente. Por qué omitir a Matthijs De Ligt?, preguntarán algunos.

Escocia es diferente. En las Islas Británicas, en mi opinión, los escoceses son los que mejor juegan con la cabeza pero sobre todo los pies. Mejores que sus odiados primos, los ingleses y mucho más habilidosos que los galeses e irlandeses (del norte y del sur). Sin embargo, por indisciplina o desorden táctico, jamás pudieron plamar a nivel de elección, ese talento natural. Hace tiempo que no logra buenos resultados ni a nivel europeo (2003) ni en clasificaciones a un Mundial (1998), perdiendo esas posibilidades en lo últimos minutos de sus partidos definitorios. Esta noche, en el mítico Estadio Hampden Park, escenario de triunfos sobre la archirrival Inglaterra en el pasado, pudo quebrar a un clásico de la mitad de tabla europea, Israel, con quien había perdido en la ida en octubre en suelo hebreo. Lo hizo con su nueva estrella, James Forrest, un chico (grande) del Celtic Glasgow, habilidoso y atrevido, como aquellos Archie Gemmill, el “Colorado” Gordon Strachan o Gary Mc Allister de los setenta, ochenta y noventa, con algún gen latinoamericano perdido.  Pero al talento le agregó gol y se convirtió en el hat trick de la jornada. Tiene companía en otros jóvenes, como Ryan Fraser y Ryan Christie.

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EZEQUIEL GALLO, ADAM FERGUSON Y EL DEBATE ALBERDI-SARMIENTO

Subís a un taxista y se queja en la ciudad argentina en la que estés, que los habitantes locales manejan de manera pésima, ignorando la prioridad de paso por la mano derecha. Para qué abundar de ejemplos de padres o madres que circulan llevando a sus hijitos en moto, con el casco en la mano, para -eventualmente- colocárselo apenas divisen la figura de un agente de tránsito. Se ha generalizado la toma de calles y rutas, por parte de grupos minúsculos, que protestan por las más variadas razones, violando los derechos de terceros, con total impunidad, sin tener en cuenta que existe un orden social, donde es legítimo peticionar a las autoridades pero a través de las instituciones que ellos mismos votan. Desde hace tiempo, son comunes los ataques de padres a los maestros y profesores por retar o evaluar negativamente a sus hijos, alumnos mediocres, cada vez más desinteresados en estudiar o prestar atención en clase. En las encuestas de opinión pública, esta sociedad anómica exhibe y legitima un total desapego al esfuerzo, la ética del trabajo como válido para alcanzar el progreso individual y colectivo, creyendo que existe el atajo -cualquiera sea-, para tener éxito en la vida.

Llama la atención que Argentina plantee este escenario cuando a principios del siglo XX, se erigía en una país de enorme futuro, con una autoestima muy elevada y siendo por demás de atractivo para los muchos inmigrantes que la poblaron, proviniendo de los más lejanos lugares del mundo. Educativamente, asegurando una cierta igualdad de derechos,  la elite que la gobernó, con una lógica muy clara de proyecto de país, permitió que masas enteras de italianos, españoles, judíos, musulmanes, croatas, alemanes, rusos, etc. se formaran y al mismo tiempo, progresaran individualmente. La pregunta que surge al instante por qué ese proyecto fracasó, autocuestionado por los hijos de la propia elite, que con culpa, empezó a criticar los mismos cimientos de aquel orden, su mayor o menor justicia, su legitimidad, su grado de cobertura. Como alguna vez mencionara Mariano Grondona, aquella aristocracia se fue al campo y “cerró la tranquera”, recluyéndose en su vida privada y absteniéndose ya de participar en los asuntos públicos del país. Siguiendo la lógica advertencia burkiana, tal abdicación dejó el país en manos de los conservadores más mediocres, los radicales ya no tan éticos, Perón y los militares y así, el daño, fue enorme. Pero no era cuestión de intérpretes o ejecutores: sí lo era de ideas. Las ideas condujeron al país al resultado de decadencia que hoy vemos.

Hablando de ideas, quien mejor me explicitó en esta vida, el recorrido histórico de esta decadencia, dónde empezó y cómo se gestó, fue el gran historiador argentino Ezequiel Gallo, quien falleciera hace algunos meses atrás. Aunque de familia radical antipersonalista y antiperonista, Gallo, en clave muy diferente, por ejemplo, de un Fernando Iglesias,  no hacía hincapié en Perón, el peronismo o los golpes militares, como el o los gérmenes del ciclo autodestructivo argentino, sino en la propia elite que la condujo a su rotundo pero breve éxito y para ello, indagó en el mismísimo epicentro de aquel ciclo largo de bonanza y progreso, el mismo donde vivimos hoy: la “Pampa Gringa”. En términos de ideas, este gran pensador forjado en la tradición ilustrada escocesa, de Adam Ferguson y otros, en el siglo XVIII, ubicaba el debate -muchas veces ignorado- por los gigantescos ideólogos del modelo agroexportador y “generación del ochenta”: el tucumano Juan Bautista Alberdi y el sanjuanino Domingo Faustino Sarmiento.

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FUTBOL “CHAMPAGNE” PERO CON SABOR ARGENTINO

En vísperas de la finalísima inédita de Boca Juniors versus River Plate para ganar la Copa Libertadores Edición 2018 y disputar la cumbre del fútbol mundial con Real Madrid en diciembre próximo, me parece apropiado rendirle homenaje al balompié argentino, sobre todo a equipos de un pasado tan victorioso como vistoso.

Fútbol exquisito, atildado, bien jugado, concierto de gambeta, atrevemiento, viveza, punzante. Es cierto, sin demasiada preocupación por la marca y hasta sin velocidad física. El axioma era llegar al arco rival pero jugando, tocando, hasta con paredes dobles. El estilo jamás se traicionaba. No era tan importante defender como atacar, pero aún así, se trataba de equipos con excelentes arquero y defensores. Tal vez, César Luis Menotti, quien acaba de cumplir los 80 años, haya inaugurado esa era, que lograría su cumbre con el campeonato mundial logrado por la Selección Argentina en 1978 y el Mundial Juvenil en 1979. Fueron años gloriosos, que llevaron al país, aún con su caos económico y político, al sitial donde lo terminaran disfrutando Maradona, Kempes y Ramón Díaz, entre otros -hoy, Messi-.

Pero era otro el contexto, muy diferente del actual. Los conocíamos a través de la radio y bastante poco a través de la TV o yendo a sus partidos, pero uno memorizaba los equipos, los titulares eran siempre los mismos y los jugadores tenían un elevado sentido de pertenencia: nacían y se retiraban en sus clubes. Esto permite que muchos de aquellos ídolos históricos sean recordados en vida, inaugurando peñas en el interior del país, siendo reconocidos en los estadios o en las banderas de los hinchas. Es el otro costado del hincha argentino, tan vilipendiado en los medios y hasta la Sociología. Es exigente porque mamó de este fútbol champagne, mucho antes de que llegaran los Platini, Giresse, Zidane, Baggio, Hagi, Laudrup, CR7, Del Piero, Pirlo y tantas otras figuras europeas, para no hablar del rico Brasil.

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LA HISTORIA DE ASHRAF MARWAN O “EL PASTORCILLO MENTIROSO”

Desde niño, mi madre me enseñó que hay mentiras y mentiras. Las hay graves, por supuesto, como ser infiel a tu esposo o esposa o ser desmesurado, para evitar castigos que te mereces o provocar polémicas donde no hubieran existido. Por el contrario, las hay veniales o pequeñas, para evitar males mayores o discusiones estériles, con el efecto de congraciarse con el otro para no “avivar la llama” que puede generar un incendio funesto. Entre estas últimas, existe la mentira porque nos aburre cierto estado de ánimo, a la manera de una broma de mal gusto. Sólo que en este caso, también hay consecuencias no queridas. Quien recuerda la fábula de Esopo, llamada “El pastorcillo mentiroso”, puede concluir que el problema del mentiroso, aún venial, es que “carga con una cruz”: nadie le cree cuando dice la verdad -más habitualmente que quien se dice sincero-.

Algo parecido ocurre con ese bien tan supremo que es la paz. Hay muchos caminos a ella, no un único. Nadie asegura que una buena conducta, individual o colectiva, pueda garantizarla. A veces, el sendero más insólito nos conduce a ella. A veces, la sóla amenaza puede disuadirnos de procurarla para evitar mayor sangría de la esperada. Si tuviera que escoger entre la paz que predican los pacifistas a ultranza y los realistas, conocedores de la imperfecta naturaleza humana, me quedo con la de estos últimos. La paz no se alcanza con discursos rimbombantes cada final de setiembre en la Asamblea de la ONU ni ofreciéndose como escudo protector de las fuerzas del organismo. Quedó demostrado hasta el hartazgo que aún entre los grupos de Médicos sin Fronteras, Cruz Roja Internacional o los mismos pacificadores -recordar la negligencia holandesa en Srbenica-, existen almas pecadoras, que escapan de sus propios demonio internos y por eso, eligen estar allí, en esas circunstancias tan peligrosas, tratando de alcanzar vaya a saber uno qué redención, lavando sus culpas individuales del pasado.

El caso del egipcio Ashraf Marwan, doble agente del Egipto de Anwar El Sadat y la Israel de Golda Meir, Moshe Dayan y Menahem Begin en los años setenta, me hizo reflexionar sobre la mentira y la paz. Ese yerno de Gamal Nasser, el “Padre de la Patria” egipcia, era sobre todo, humano: lo cegaba la ambición de poder. De bajo perfil y acomodaticio, se había casado con Mona, tal vez hasta por interés, no por amor. Cuando las intrigas palaciegas y la escasa valoración de su suegro amenazaron con desplazarlo, no dudó en pasar sus servicios a Israel y la temible Mossad. La muerte de Nasser y el nuevo favoritismo de Sadat para con él, cambiaron diametralmente las circunstancias, pro él quedó preso de las mismas. Giró hacia un idealismo de conveniencia, para manipular a egipcios e israelíes, casi por igual. Tras dos intentos errados, “Angel” -ése era su seudónimo como espía projudío-, se ganó la confianza definitiva de los últimos, tras advertirles a tiempo de la Guerra del Yom Kippur, que sólo ocasionó 17.000 muertos, evitando la de millones. Ni a su propia mujer pudo convencer que jamás tuvo amantes: su verdadero amor estaba dirigido al poder y el dinero. Con esos valores criticables y aún con la sóla confianza de otro agente israelí (“Alex”), logró más que nadie y es el único héroe egipcio e israelí al mismo tiempo: la paz por más de 40 años ya entre ambos países.

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