RUSIA Y “OCCIDENTE” EN TIEMPOS DE BIDEN Y DEL FIN DE LA ERA MERKEL

ENTREVISTA CON FEDERICO GYURKOVITS (SPUTNIK) SOBRE LA RELACION CONFLICTIVA ENTRE LA UNION EUROPEA Y RUSIA, POR EL CASO NAVALNY

CRONICA DE UN FINAL ANUNCIADO

Un Presidente, que se había preparado toda su vida para serlo,  miente por el escándalo “Watergate” y finalmente, renuncia, acuciado por la crecientemente poderosa prensa escrita -dos periodistas que lograrían una enorme fama posterior-. El mismo Presidente, un feroz pero incoherente anticomunista, que asesorado por su maquiavélico Secretario de Estado, viajaría a China para lograr desnivelar a favor, la adversa ecuación de poder internacional con la entonces desafiante Unión Soviética.

Logrado el pírrico triunfo por la cumbre global en 1991, no sin antes exhibir cómo otro Presidente optimista, carismático y brillante comunicador, también mintiera sobre el “Irangate”, el país alardeó esta vez, ante el mundo, de su poder de manera innecesaria y hasta injustificada. Hasta se dio el gusto de intervenir en la elección del Presidente de su ex archirrival, para impedir el triunfo comunista. Inmoralizó la Casa Blanca con un joven Presidente, ex gobernador de un Estado irrelevante y luego, la ocupó con otro de pasado alcohólico, que venía a saldar deudas con su padre otrora poderoso. Ese Presidente llegó al poder por un sólo voto, en una reñida y ya discutida elección.

Luego, la reivindicación social, como resulta obvio, tardía. Un Presidente negro, pero del establishment, prometió mucho e hizo poco (o nada). Hace cuatro años, un Presidente antiestablishmente, aunque haya crecido gracias a él. Allí se encendieron todas las luces de riesgo. Levitsky y Ziblatt advirtieron sobre cómo mueren las democracias pero no pudieron evitar que el descenso acentuara su trayectoria.

Todo ello describe elocuentemente cómo Estados Unidos hace tiempo ya, venía en caída libre. Un cúmulo de factores que aquí no comentaremos, por razones de espacio, lo hicieron posible, pero sobre todo, la propia sociedad americana y en gran medida, su elite, eligieron recorrer tal camino decadente.

Hoy, con las imágenes de un Presidente perdidoso -aún con fraude no demostrado- incitando a la violencia en la propia Casa Blanca; un Vicepresidente, en nombre del establishment que en noviembre se cobró revancha, aunque también pírricamente, dispuesto a certificar la entrega del poder a Joe Biden y, finalmente, una banda de fascinerosos y violentos, el gran temor lejano de los Founding Fathers, que irrumpieron haciendo todo tipo de tropelías en el propio templo legislativo americano, el Capitolio, en Washington DC, no me voy a burlar de tal patético espectáculo de la #democracia liberal norteamericana, porque me entristece.

Pero sí elijo mofarme de los muchos argentinos, académicos y no académicos, que alardeaban de la supuesta superioridad moral, racional e institucional de #EEUU, por ser #anglosajones, civilizados, hasta superiores moralmente, a los latinoamericanos, musulmanes, rusos y chinos, entre otros, sin releer siquiera a Huntington. Más allá, de que jamás descarté que vivan hasta asalariados de la democracia americana (vía fundaciones, “think-tanks“, etc.). Permítanme “disfrutar”, obviamente, con algún dejo de nostalgia.

Hace rato que #EEUU ya no es lo que era y cada vez se asemeja más a #Latinoamérica, lo cual tampoco es un mérito: al contrario. Pero demasiada gente aquí, se negó a verlo.

Independientemente de cómo termine la historia, si Pence se impone sobre Trump o éste sobre el sistema, violando todo, nada bueno se avizora sobre el horizonte. Elija: autogolpe consumado, castigo para un ex Presidente, asunción de otro cuasi senil, por qué no disgregación nacional y hasta guerra civil.

ESTADOS UNIDOS: AL BORDE DE UN ATAQUE DE VIRUS

Difícilmente Estados Unidos vuelva a ser lo que fue, la gloria de 1945 tras la victoria sobre el nazismo o el símbolo del “triunfo” -que no fue tal- sobre la URSS en 1991. Dicho esto, sobre todo pensando en términos domésticos, porque la legitimación de sus -aún así- discutibles políticas exteriores, se sustentaban en el carácter democrático y estable del que gozaba su presidencialismo y sus “checks and balances” que habían diseñado sus “Padres Fundadores” para el orden interno. Tras casi cinco días de conteo de votos y con amenazas de violencia callejera por doquier, esa legitimidad herida de muerte ya hace dos décadas con el escrutinio de Florida que le daría el triunfo al ex alcohólico Bush (hijo), se terminó de derrumbar.

Otro párrafo merece la derrota de Donald Trump y por ende, el triunfo de Joe Biden. El primero al perder, más allá de que tenga o no éxito con la judicialización del reclamo, rompe con la tradición de los Presidentes reelectos, vigente desde 1993, con la derrota de Bush (padre). Pero lo más relevante a subrayar, es que representa la revancha del establishment, que claramente, agonizaba pero no desapareció en noviembre de 2016. Una conjunción de medios de comunicación abrumadoramente en contra del ex magnate inmobiliario, artistas de Hollywood, movimientos sociales de los más variados, como el reciente “BlackLivesMatter”, la intelectualidad, las mujeres, no pocos gobernadores, con sus enfoques tan antagónicos como el neoyorquino Andrew Cuomo,  y hasta alguna fracción de su propio Partido Republicano (GOP), abrumado por su avance como líder transgresor en contra de las instituciones, fueron demasiado para Trump. Como si esto fuera poco, y aún pensando en la agresividad de su retórica en momentos tan singulares como los vividos en la pandemia, la forma en cómo enfrentó el virus del Covid19, también pudo haber mellado la confianza sobre todo de la población más adulta que le retiró su apoyo.

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LA DEMOCRACIA EN EL SIGLO XXI

Anoche, participé en un webinar de Ideas & Exchange, una organización global que promueve debates online sobre temáticas de interés. Fue muy interesante y entre otras cuestiones, el 70 % de los panelistas, estuvimos de acuerdo en que la democracia sobrevivirá en este siglo , a pesar de que la pandemia del Covid-19, el éxito del modelo chino, el Brexit y el populismo a lo Trump, parecen estar acosando y cuestionándola.

ESTADOS UNIDOS DEL 4 DE JULIO: DESILUSION Y ENCANTO

Siento una profunda decepción por el presente de Estados Unidos. Se remonta al final de la era Clinton e inicios de Bush (hijo), cuando el debate pasaba por si estuvo “el demonio” en el interior de la Casa Blanca producto del affaire Lewinsky lo cual obligó al segundo a imponer las lecturas obligatorias de la Biblia por parte de sus funcionarios. Se agravó todo con la farsa de las operaciones políticamente ineficaces en Irak y Afghanistán y mucho más, con el advenimiento de Obama, un pseudoprogresista que “vendió” al mundo, algo que no era, amén del espionaje sobre sus aliados. Como si todo ello fuera poco, Donald Trump se alzó con la presidencia, arrasando con todas las expectativas de un sistema inmune a estos populismos.

Es que los Estados Unidos de la actualidad poco tienen que ver con la que conocí en 1990 y admiraba, aunque aquél ya había sufrido un Presidente mentiroso como Nixon y el “síndrome Vietnam”. Hoy, el avance latino es notorio, tal como anticipó y temió Huntington antes de morir y eso no implica un juicio racista, sino el miedo a que nuestra cultura política impregne de caudillismo y déficit de civismo a la norteamericana. Ni hablar el recelo de los negros ante tal avance demográfico de una raza que prueba ser más eficaz. Idem, el exceso de la fuerza policial, ya acorralada e ignorante de qué hacer y cómo obrar ajustada a la ley, ante tales fenómenos. Para qué abundar del aumento en el consumo de drogas en los más cada vez más jóvenes, la creciente obesidad en los adultos blancos o la locura de las armas de fuego en los campuses. Hasta el desastre dejado por el huracán Katrina en Nueva Orléans anticipó la decadencia en infraestructura. Ahora, la pandemia mostró lo que era realmente la New York quebrada de los Cuomo. Todo es un despropósito y cuando hay confusión, la culpa la tiene un tercero: China, Xi Jinping, Rusia, Putin o quien sea. Cabe recordar que a China la trajeron Nixon y Kissinger y todos sus pecados fueron perdonados por todos los Presidentes sucesivos, sin excepción.

Yo, en cambio, prefiero recordar a los Estados Unidos que ignoro si retornarán. Los de la conquista del Oeste, los del empuje de Ford, Morgan y Rockefeller, los del idealismo de Wilson, los del desembarco de Normandía, los del apoyo a Alemania y Japón, sin abandonar nunca a los aliados tradicionales, los que recibían con los brazos abiertos a inmigrantes y científicos emigrados de Europa, los de la carrera espacial y la llegada a la Luna, los del cine hollywoodense en su época de oro por su autocrítica social, los de Reagan, los de la desregulación aérea, los del apoyo a los disidentes de la ex URSS, los del apoyo a la democracia en América Latina, los del apoyo al libre mercado a nivel continental y mundial, los de Steve Jobs y tantos entrepreneurs que hacen que el capitalismo mantenga su vitalidad, los que presionaron a Gorbachov para que deje caer el Muro de Berlín.

Entre la decepción presente que ignoro dónde desembocará y la admiración pasada, que al menos, me deparó un momento, prefiero quedarme con ésta y recordar cada 4 de julio, a los Padres Fundadores, cuan sabios eran cuando advertían con desconfianza sobre el carácter no angelical de los gobernantes, razón más que suficiente para controlarlos.

 

 

 

PARIS: LA BUENOS AIRES EUROPEA

Norteamericanos y franceses tienen una larga historia en común, aún considerando la “juventud” de Estados Unidos (243 años). Al apoyo de Francia a la guerra de independencia americana, puesto de manifiesto en héroes como el Marqués de Lafayette (1757-1834) y el general, mariscal y Conde Jean Baptiste de Rochambeau (1725-1807), que pelearon para el ejército de Washington contra los británicos, se le suma la reciprocidad de la liberación norteamericana del territorio francés del yugo nazi en la II Guerra Mundial. Más allá de la cierta animosidad del Mariscal De Gaulle, héroe de la Resistencia francesa (“les maquis”) al poder imperial norteamericano, expuesto en el debate sobre la OTAN en 1966 u hoy, entre el modelo proglobalización de Macron enfrentado al “America First” de Trump, han habido más coincidencias que diferencias entre franceses, representantes de una cultura que se precia de ser singular y los americanos, que se creen “gendarmes del mundo”, desde 1945. Justamente, un año antes, las tropas aliadas desfilaron por este lugar, el Arco del Triunfo, el mismo por el que se paseó Hitler en 1940, aunque sin multitudes desbordantes.

El cine de Hollywood ha sido testigo directo de esas reciprocidades culturales. Muchas películas se han filmado en París, como epicentro o la han homenjeado. Woody Allen como director le ha dedicado uno de sus filmes (“Medianoche en París” -2011-) y actores como John Travolta en 2010, Kevin Costner en 2014 y Tom Cruise en 2018, han trabajado en los sets a orillas del Río Sena. Al servicio de la causa de la “libertad, igualdad y fraternidad”, el director de cine francés Luc Besson, además de filmar películas de resonante éxito, ha firmado declaraciones en contra del lepenismo, nacionalista, antiamericano y xenofóbico.

Pero también los propios anglosajones han rendido homenaje a Francia y París. Russell Crowe (neozelandés) en 2006, Michael Caine en 2013, pero
sobre todo, Kristin Scott Thomas, Kevin Kline y la nonagenaria Maggie Smith, estos tres últimos con “Mi vieja y querida dama” (2014), han expuesto como nadie, el sufrimiento discreto de los franceses, siempre sutil, -a menudo exageradamente sutil-, por ejemplo, a través de una situación que hoy se ha hecho común pero que hace décadas no lo era tanto: la infidelidad de dos parejas y la desolación de sus hijos que sufrieron tales amoríos sin saberlo o en silencio. De paso, a través de dicha película, los que no somos franceses, conocimos el viager, esa institución milenaria gala, por la cual se alquila con opción a compra hasta que la persona muera, o, como en la misma película se cita sarcásticamente: “si la persona muere pronto, es el destino reemplazarla y si no, pagarle para que pueda vivir”.

Un paréntesis: es increíblemente bello, ver cantar a una cantante de ópera, la joven francesa Sophie Touitou al borde del Río Sena.

También Argentina tiene vínculos con Francia. Desde la Revolución de Mayo, nacida bajo el influjo de la invasión napoleónica a España, pasando por Carlos Gardel, el comercio mutuo y la enseñanza del idioma francés a generaciones enteras a través de la Alianza Francesa. Pero el mayor shock lo tuvimos avec Ekaterine cuando al caminar por las calles parisinas, nos pareció estar haciéndolo por algunas aceras de Buenos Aires, como los barrios de Recoleta y Palermo. Resulta algo trillado esto de la semejanza entre París y Buenos Aires, porque además se ha escrito bastante acerca de ello, en materia arquitectónica pero el impacto me resultó llamativo considerando la lejanía o enorme distancia física e histórica entre ambas urbes.

Claro, hoy, también hay que relativizar lo francés y lo parisino, en un mundo con tanta globalización y por ende, inmigración-. Ver la Torre Eiffel blindada contra atentados terroristas y con una enorme fila de turistas chinos pretendiendo subir a ella por ascensor gigantesco como “ganado” -la misma sensación que tuve en el ascenso al Empire State en New York en 1990, también es shockeante. Máxime cuando en la gran fuente que mira a la Torre, un mediodía de pleno verano, era significativa la cantidad de africanos e iraníes con sus burkas, los que se bañaban con sus niños, con la sola excepción de una par de danesas y nosotros dos.

Como si esto fuera poco, tuvimos la oportunidad de ver el cierre del Tour de France, la competencia ciclística más importante de Europa -y por qué no, del mundo- y nos sorprendieron la gran cantidad de latinoamericanos que había, especialmente colombianos, ya que la competencia precisamente la ganaría por primera vez, un compatriota de ellos: Egan Bernal (22 años).

Así como en cada lugar del mundo, hay un rinconcito argentino, también los hay rusos. Ellos llegaron por primera vez a la capital parisina de la mano del ejército victorioso del Zar Alejandro I sobre Napoleón y mientras algunos de sus oficiales regresaron y protagonizaron -sin éxito- la única revolución liberal en el viejo Imperio, la “decembrista”, otros se quedaron y aprendieron a respirar la libertad individual, discutiendo en los bares sobre asuntos públicos, como nunca antes lo habían hecho. Tuvieron descendientes y éstos, como buenos rusos, se dedicaron a la alta gastronomía, en lugares coquetos de París.

Idem la música rusa, con Rachmaninoff a la cabeza, también presente en París.

Otros lugares bellos de la capital francesa, dignos de fotografiar.

La despedida es con un video alusivo a la romántica grand chanson de Pierre Bachelet, “Emmanuelle” (1974).

Como refleja el video en clara consonancia con la canción, llena de amor, belleza, deseo, corazón pero también decepción, o sea, vida humana plena, ésta en París asoma por completo placentera, una sensación parecida a la experimentada en Viena. Quizás se trate de ciudades bendecidas por la “buena vida”, que es claramente, la guiada por la pasión.

“DIA D”, 75 AÑOS DESPUES: DONDE ESTA RUSIA?

A un lado y otro del Canal de la Mancha, se celebró hoy el 75 aniversario del desembarco aliado en las playas de Normandía. En efecto, tanto veteranos de guerra supervivientes, ya ancianos, como políticos de las naciones victoriosas pero también las derrotadas (Alemania y Japón), se hicieron presentes en los festejos. Tanto Donald Trump, que se dio el lujo de humillar en estas horas a los británicos de variadas formas, como Emmanuel Macron, Angela Merkel y la Reina Isabel, entre otros, se dieron cita en Portsmouth y Colleville-sur-mer, para recordar esta epopeya occidental?

Bueno, he allí la duda. Porque a poco de memorizar correcta e íntegramente los hechos, hubo una marcada participación soviética, legitimada por Roosevelt y Churchill en diferentes Cumbres, decisiva a la luz de lo ocurrido, a lo fines de quebrar el frente alemán. Esa invisibilización, para nada ya sorprendente, explica tal vez, la ausencia de Rusia de este tipo de eventos, lo cual le permite por un lado, habilitar su propio festejo cada 9 de mayo en la Plaza Roja y por el otro, ignorar la fiesta occidental, al recordar Putin con su colega chino Xi-Jinping, los 70 años de relaciones entre Moscú y Pekín.

Otra sutil manera que demuestra la propensión rusa de sentir y exhibir fastidio ante cada omisión adrede de un “Occidente” venido a menos y la apuesta a futuro al próximo hegemón mundial.


CUMPLEAÑOS 130 DE “EL”: “HA VUELTO”?

Ayer domingo, Pascua de Resurrección (para los católicos) y Domingo de Ramos (para los ortodoxos), cumplió 93 años, la Reina Isabel II de Inglaterra.

Pero también un 20 de abril de 1889, nacía alguien tan notorio como ella, en el seno de una familia numerosa austríaca católica, siendo el cuarto de seis hijos. Sí, él, Adolfo Hitler, el hombre que cambiaría la historia del siglo XX. Quien instauraría una feroz maquinaria militar de horror y terror, el mismo, que al igual que Aníbal y Napoleón antes, conquistando Europa, provocando la II Guerra Mundial y produciendo una salvaje matanza de judíos (el llamado “Holocausto”).

El cine lo recuerda un vez más. La película germánica “Ha vuelto” (2015), imagina un hipotético regreso en vida del “Führer” a la Alemania actual y todas sus sensaciones personales al verla moderna, desarrollada, globalizada, diversa, multicultural y en paz.

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