TIEMPO Y RAZONES PARA SOÑAR

Cae la noche del sábado 26 de noviembre de 2022 en Argentina y seguramente, una sensación de alivio trasunta los hogares donde esta tarde toda la atención estaba fijada en el partido Argentina-México, en el Mundial de Qatar, ya que un resultado adverso a la Albiceleste, la hubiera dejado prácticamente al borde de su eliminación en primera ronda, como ocurriera hace exactamente 20 años en el certamen global de Japón-Corea del Sur.

Una actuación no muy convincente pero a la que le bastaron dos jugadas aisladas definitorias en favor del elenco de Messi, pudo darle vida extra a un equipo que había generado enormes expectativas para campeonar pero cuyo debut fatídico contra Arabia Saudita (1-2) el martes pasado, las había derrumbado como un castillo de naipes.

Habrá habido analogías circunstanciales entre aquel éxito de 1986 para ilusionar a muchos pero también hay quienes remitían al gran fracaso de 2002 y su cadena de eventos previos, similares a los de estas semanas anteriores a la inauguración del domingo 20. En cualquier caso, el de hoy pudo ser -o no- el partido bisagra para que la Selección halle su propio camino, reconstruya su mística y a partir de allí, encuentre el equipo para sustentar sobre bases sólidas, las expectativas desbordantes que genera. Quedan 5 finales si quiere alzar la Copa.

Hay algo muy importante que este grupo ha contagiado: unidad y sentido de pertenencia. En las lágrimas del DT Scaloni y su ayudante Aimar, quienes conocen de cerca las vivencias del fracaso, podemos vislumbrar el gran amor que le tienen a la Albiceleste. Harán lo imposible para tomar las decisiones más acordes a la consagración.

Eso espero en esta noche especial, en la que por primera vez, en 48 años, podré acostarme en mi cama, sin preocuparme por sacarme las lentes de contacto o siquiera las gafas. Puedo ver ahora sí, con mis ojos, al natural. Miren si no hay razones para tener fe en que podremos campeonar como en 1986. Todo es posible.

En el “Fan Fest” del Anfiteatro de la Ciudad de Villa María (Córdoba)

Ah, gran detalle: tanto Ayala, como Samuel y Aimar estuvieron en aquella Selección de 2002. Scaloni fue citado en la de 2006. Ellos quieren su revancha, ahora estando sentados en la banca.

“CRY MACHO”

En estas cuatro últimas décadas, he aprendido a admirar a Clint Eastwood por su posicionamiento político y hasta moral, que excede las bases y propuestas del propio Partido Republicano norteamericano, esté quien esté al frente, desde Reagan hasta Trump, pasando por George W. Bush (hijo). Sus ácidos cuestionamientos a “la generación de cristal”, la actual juventud, educada en una hipersensibilidad ante los más mínimos obstáculos y hasta criticas, son dignos de mi suprema aprobación. Incluso debo destacar su experiencia política en la gestión pública, como alcalde de Carmel, un pueblo distante a 180 kilómetros de San Francisco, entre 1986 y 1988, donde pasaría a la posteridad por sus obras eficaces que le cambiarían la cara a tal localidad californiana.

Pero el costado artístico de Eastwood también merece halagos y no por ello, de menor jerarquía. Por el contrario, en su labor como actor en más de 70 películas, desde aquellas hoy lejanas, como matón a sueldo en “Harry el Sucio” (1971) y “Magnum 44” (1973), como pistolero implacable en “Por un puñado de dólares” (1964), For a Few Dollars More”(1965), “The Good, the Bad and the Ugly” (1966) y “Los imperdonables” (1992) y ya del lado de la ley y la defensa del Estado, en “Firefox” (1982), Heartbreak Ridge (1986), “Un mundo perfecto” (1993) y “En la línea de fuego” (1993), Eastwood siempre sobresalió por su estilo de protagonista frío, pero con un estilo propio, de mucha sobriedad y hasta delicadeza. Ni hablar como director, destacándose con filmes como “Los puentes de Madison”(1996), Million Dollar Baby (2004), “Gran Torino” (2008), “La mula” (2018), “Richard Jewell” (2019) y su último estreno “Cry Macho” (este año), cautivando como pocos, la emocionalidad del espectador.

Porque si hay alguna gran virtud de Eastwood es la de reflejar con crudo realismo, las vicisitudes de la vida, los dilemas morales que plantea para cada uno de nosotros, nuestra opción de dudar y resolver, la posibilidad de afrontar con un temple especial los momentos aciagos, la actitud si se quiere estoica pero abnegada para uno mismo y los demás. No deja de estar presente en las últimas películas, incluyendo la comentada aquí, la especial simbiosis cultural que se da en Estados Unidos de hoy, entre latinos y anglosajones, ya sea por la cuestión drogas, la inmigración ilegal o sencillamente, los problemas de convivencia familiar que se reproducen particularmente en las regiones fronterizas con México.

“Cry Macho” no sólo aborda esa cuestión cultural, sino que además, plantea una relación intergeneracional especial, la que se da entre una ex estrella de rodeo y criador de caballos y un niño casi adolescente, sobre quien, el primero, en un viaje singular, le enseñará todo lo que sus propios padres desastrosos, uno y otro a cada lado de la frontera, no le supieron, pudieron ni quisieron transmitir: cómo ser un buen hombre.

En estos tiempos de tanta anomia y crisis de la autoridad paternal, pero también maternal, no es poco, pensando en cómo las personas adultas podemos todavía seguir siendo útiles para los jóvenes tan habituados a una especie de orfandad singular, cuasi autista, por lo que optan refugiándose en los videojuegos o cualquier otro escapismo virtual, ante la ausencia moral de sus padres, dada la crisis familiar que afrontamos hace décadas.

El valor significativo de las películas de Eastwood es ése: nos ejemplifica con su conservadorismo moral no trasnochado pero sutil, la necesidad de reivindicar esas enseñanzas que son válidas para todas las generaciones y también cualquier tipo de cultura.

LA DEMOCRACIA EN EL SIGLO XXI

Anoche, participé en un webinar de Ideas & Exchange, una organización global que promueve debates online sobre temáticas de interés. Fue muy interesante y entre otras cuestiones, el 70 % de los panelistas, estuvimos de acuerdo en que la democracia sobrevivirá en este siglo , a pesar de que la pandemia del Covid-19, el éxito del modelo chino, el Brexit y el populismo a lo Trump, parecen estar acosando y cuestionándola.

EL MORBO DE NETFLIX: AHORA LUIS MIGUEL

Primero fue Colombia, luego México. Los dos “infiernos disfrazados de paraísos” de nuestro continente evangelizado que habla español. Antes fue Pablo Escobar Gaviria. Ahora, Luis Miguel. Pareciera que el “Sr. Netflix”, devenido por consumo de masas postmodernas, en el reemplazante de Hollywood, se empecinara en mostrarnos todas las miserias humanas que hubo o hay detrás de íconos del “realismo mágico” latinoamericano, ya sea en su versión política como artística.

Le toca al “Rey Sol de México”, que ni siquiera lo es, pues en la propia serie se reconoce que es puertorriqueño. La explotación de su padre “Luisito” Rey, la misteriosa desaparición de su madre italiana que vivió en Argentina, su vida descarriada con mujeres, sus hijos naturales, su carrera plagada de ascensos pero también descensos al infierno.

Por qué el Sr. Netflix se ocupa de desnudar tales circunstancias que ponen al desnudo a personalidades que arrasaron multitudes? Simplemente, por el amoral mercado. Detrás de la lógica del entretenimiento online, los precios accesibles y la globalización de sus suscriptores que sustentan a Netflix como negocio, ya no hay guionistas talentosos disponibles para Hollywood, han surgido otros en países de mano de obra barata como India y es más incentivador escribir series interminables que un público cada vez más ignorante consume sin cesar, que películas de una hora y media o dos. Incluso las series son las plataformas para sus actores en posteriores películas. Pero tales éxitos no podrían existir jamás, si del otro lado de la pantalla no existieran millones de personas que se regodean con descubrir las obvias miserias de los mismos ídolos que ellos catapultan. El costo de la fama es elevado y Netflix lo sabe, por ello, ahora lo blanquea y lo usa. Lo novedoso es el regodeo de la gente por saber qué pasó con la madre de “Luismi” o cuán maltratador era su padre con él y sus hermanos o cuál fue el récord de mujeres con las que se acostó.

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EL VALOR DEL EQUIPO: CAMPEONES DEL ´78 Y EL ´86

Se despide junio y en este sábado 30, día que será recordado por la eliminación de las selecciones donde juegan el argentino Lionel Messi y el portugués Cristiano Ronaldo (CR7), las dos megaestrellas individuales del fútbol mundial, cada uno con 4 participaciones mundialistas, no me puedo olvidar de darle mi reconocimiento a las dos grandes Argentina campeonas del mundo de 1978 y 1986, en nuestro país y México, respectivamente. Precisamente, porque Argentina no obtiene ningún título a nivel continental o mundial desde la Copa América de 1993, hace ya un cuarto de siglo y porque en virtud de ello, se valoran mucho más aquellos dos grandes equipos. Subrayo lo de “equipos”, porque a pesar de contar con dos grandes jugadores como el bellvillense Mario Alberto Kempes y Diego Armando Maradona, respectivamente, eran verdaderas organizaciones colectivas, enmarcadas en procesos, con continuidad en juveniles y con dos técnicos, que aún enfrentados en sus estilos, apostaron a reordenar el fútbol después del desastroso Mundial de Alemania de 1974.

En efecto, la Argentina, país especialista en generar grietas inútiles, se enfrascó durante años en un largo debate acerca de estilos futbolísticos que encarnaron los dos entrenadores técnicos, campeones del mundo. César Luis Menotti en 1978, tras haber conducido un proceso que empezaría empatando 2 a 2 con una entonces poco poderosa España en Madrid en octubre de 1974 hasta su culminación en forma de fracaso, en el Mundial de ese país en 1982. Carlos Salvador Bilardo, campeonando en 1986 y saliendo subcampeón mundial en 1990, tras su inicio al frente del combinado nacional en 1983. Mientras Menotti pregonaba un estilo más bien lírico, de buen juego, atildado, sin demasiada defensa, a lo Huracán de 1973, Bilardo favorecía un juego mucho más defensivo, de alta marca y presión y hasta contragolpe, más bien de manera similar al Estudiantes de La Plata de los años sesenta y setenta.

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INCREIBLE: ALEMANIA DERROTADA EN RUSIA 2018

Si “el fútbol es la dinámica de lo impensado” como solía repetir el DT de la Selección Argentina campeona del mundo en 1978, César Luis Menotti, nunca pensaba ya ver en vida, así como hoy, en el Estadio Luzhniki de Moscú, a la otrora invencible Alemania: desorientada, nerviosa, perdida. Con Jerome Boateng -un defensor lento y torpe que ni siquiera sabe sacar un lateral-, empujando al equipo desde atrás, con Mesut Özil, Julian Draxler y Thomas Müller fastidiosos con todo, con la totalidad de sus centrodelanteros en cancha (Julian Brandt, Mario Gomes, Timo Werner) yendo desesperados a buscar cada “centro a la olla”, con su técnico Joachim Löw, sentado al lado de su ayudante, cada vez más confundido, buscando respuestas al desorden de su equipo.

Es que la Alemania de hoy se parecía a la Alemania de la final de 1986, precisamente en el Estadio Azteca del DF, cuando el planteo de la Argentina de Bilardo-Maradona, le planteó un esquema similar para derrotar a aquella que conducía el “Kaiser” Franz Beckenbauer. Como en aquella oportunidad, Alemania no pudo jugar, se sintió los 94 minutos incómoda y ése fue el gran mérito de México, que al contrario, de lo que le indicaba la lógica, le jugó de igual a igual, aunque sin ingenuidad, sino con un esquema previamente preparado y sintonizado a la perfección por sus once jugadores.

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JUNIO: UN MES SIEMPRE ESPECIAL PARA LOS ARGENTINOS

El sexto mes del año tiene un significado particular para los argentinos. no porque sea el de su independencia, que es en cada julio o el de su tan especial “revolución” que no lo fue, en cada mayo. En cambio, junio es el mes de su Bandera celeste y blanca, la misma del color del cielo, aunque no porque haya sido izada en algún  junio del siglo XIX, si no, en honor a su creador, Manuel Belgrano. Este fue un versátil político, abogado y militar, quien murió un día 20, de este mes, pero del año 1820, en una jornada muy especial, donde llegaron a coexistir tres gobernadores en la región más importante del país, que se acababa de independizar de España pero que ya empezaba a mostrar un desorden crónico.

No obstante, junio también es un mes de Mundiales de fútbol, cada cuatro años, y desde 1974, ininterrumpidamente, casi como si fuera una liturgia más importante que la católica, los argentinos se ubican en las pantallas de sus televisores y ven los partidos de su Selección clasificada a los 11 que han habido en diferentes países del mundo desde aquél año. También cientos de miles, los que pueden, por sus ingresos económicos, suelen viajar a las diferentes sedes de cada Mundial, en cualquiera de los continentes donde se haya jugado. Es que en 4 (cuatro) de esos 11 (once) torneos ecuménicos, Argentina fue protagonista especial: ganó en 2 (1978 en su casa y 1986 en México) y fue subcampeona en otros 2 (1990 en Italia y 2014 en Brasil).

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