LA “NARANJA MECANICA”: FUTBOL CON ESTILO HOLANDES

Esta semana, debía convertir siete goles para aspirar al repechaje (o repesca, como suelen decir los españoles) y clasificar al Mundial 2018 en Rusia, un país con el que ellos tienen una larga amistad a lo largo de siglos desde los viajes del Zar Pedro El Grande a Amsterdam, para copiar, disfrazado como un civil mundano, los barcos de la poderosa flota mercante de la bandera de la familia real Orange. Enfrente estaba Suecia, ya sin los Larsson, los Svensson, los Edstrom, los Limpar, los Ravelli de otras épocas pero tampoco sin Zlatan Ibrahimovic, retirado de las canchas y las redes. Pudo hacer sólo dos y eso marcó el fin de un sueño que en realidad, nunca a lo largo de una floja eliminatoria, había merecido. Pero juro que, de inmediato cuando me enteré del requisito de una goleada así, pensé en aquél equipo de los setenta, que sí era capaz de las tres “g”: gustar, ganar y golear.

Es que aquella Holanda de 1974, la famosa “Naranja Mecánica”, en honor a la película, pero sobre todo, porque era un equipo de toda la cancha, una especie de “caos organizado”, sin posiciones fijas para jugadores relajados pero dinámicos, era imbatible e hipergoleadora. Una orquesta de claridad, potencia, velocidad y manejo técnico: la pura perfección. Cuando hoy uno ve e investiga el fenómeno de Islandia, también podría volver hacia atrás e indagar cómo un país tan pequeño, ex colonia española, pero con idioma flamenco, con tierras ganadas al mar, pudo haber hecho historia con ése y otros equipos posteriores, haber llegado tan lejos en el fútbol y a pesar de ello, no haber ganado nunca un Mundial, máxime cuando fue subcampeón en un par de ocasiones y campeón europeo, en una ocasión. Esa Holanda de 1974, tenía la friolera de 800.000 jugadores federados sobre un total de 13 millones de habitantes, o sea, 22 jugadores por kilómetro cuadrado.

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JUNIO: UN MES SIEMPRE ESPECIAL PARA LOS ARGENTINOS

El sexto mes del año tiene un significado particular para los argentinos. no porque sea el de su independencia, que es en cada julio o el de su tan especial “revolución” que no lo fue, en cada mayo. En cambio, junio es el mes de su Bandera celeste y blanca, la misma del color del cielo, aunque no porque haya sido izada en algún  junio del siglo XIX, si no, en honor a su creador, Manuel Belgrano. Este fue un versátil político, abogado y militar, quien murió un día 20, de este mes, pero del año 1820, en una jornada muy especial, donde llegaron a coexistir tres gobernadores en la región más importante del país, que se acababa de independizar de España pero que ya empezaba a mostrar un desorden crónico.

No obstante, junio también es un mes de Mundiales de fútbol, cada cuatro años, y desde 1974, ininterrumpidamente, casi como si fuera una liturgia más importante que la católica, los argentinos se ubican en las pantallas de sus televisores y ven los partidos de su Selección clasificada a los 11 que han habido en diferentes países del mundo desde aquél año. También cientos de miles, los que pueden, por sus ingresos económicos, suelen viajar a las diferentes sedes de cada Mundial, en cualquiera de los continentes donde se haya jugado. Es que en 4 (cuatro) de esos 11 (once) torneos ecuménicos, Argentina fue protagonista especial: ganó en 2 (1978 en su casa y 1986 en México) y fue subcampeona en otros 2 (1990 en Italia y 2014 en Brasil).

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