CRONICA DE UN FINAL ANUNCIADO

Un Presidente, que se había preparado toda su vida para serlo,  miente por el escándalo “Watergate” y finalmente, renuncia, acuciado por la crecientemente poderosa prensa escrita -dos periodistas que lograrían una enorme fama posterior-. El mismo Presidente, un feroz pero incoherente anticomunista, que asesorado por su maquiavélico Secretario de Estado, viajaría a China para lograr desnivelar a favor, la adversa ecuación de poder internacional con la entonces desafiante Unión Soviética.

Logrado el pírrico triunfo por la cumbre global en 1991, no sin antes exhibir cómo otro Presidente optimista, carismático y brillante comunicador, también mintiera sobre el “Irangate”, el país alardeó esta vez, ante el mundo, de su poder de manera innecesaria y hasta injustificada. Hasta se dio el gusto de intervenir en la elección del Presidente de su ex archirrival, para impedir el triunfo comunista. Inmoralizó la Casa Blanca con un joven Presidente, ex gobernador de un Estado irrelevante y luego, la ocupó con otro de pasado alcohólico, que venía a saldar deudas con su padre otrora poderoso. Ese Presidente llegó al poder por un sólo voto, en una reñida y ya discutida elección.

Luego, la reivindicación social, como resulta obvio, tardía. Un Presidente negro, pero del establishment, prometió mucho e hizo poco (o nada). Hace cuatro años, un Presidente antiestablishmente, aunque haya crecido gracias a él. Allí se encendieron todas las luces de riesgo. Levitsky y Ziblatt advirtieron sobre cómo mueren las democracias pero no pudieron evitar que el descenso acentuara su trayectoria.

Todo ello describe elocuentemente cómo Estados Unidos hace tiempo ya, venía en caída libre. Un cúmulo de factores que aquí no comentaremos, por razones de espacio, lo hicieron posible, pero sobre todo, la propia sociedad americana y en gran medida, su elite, eligieron recorrer tal camino decadente.

Hoy, con las imágenes de un Presidente perdidoso -aún con fraude no demostrado- incitando a la violencia en la propia Casa Blanca; un Vicepresidente, en nombre del establishment que en noviembre se cobró revancha, aunque también pírricamente, dispuesto a certificar la entrega del poder a Joe Biden y, finalmente, una banda de fascinerosos y violentos, el gran temor lejano de los Founding Fathers, que irrumpieron haciendo todo tipo de tropelías en el propio templo legislativo americano, el Capitolio, en Washington DC, no me voy a burlar de tal patético espectáculo de la #democracia liberal norteamericana, porque me entristece.

Pero sí elijo mofarme de los muchos argentinos, académicos y no académicos, que alardeaban de la supuesta superioridad moral, racional e institucional de #EEUU, por ser #anglosajones, civilizados, hasta superiores moralmente, a los latinoamericanos, musulmanes, rusos y chinos, entre otros, sin releer siquiera a Huntington. Más allá, de que jamás descarté que vivan hasta asalariados de la democracia americana (vía fundaciones, “think-tanks“, etc.). Permítanme “disfrutar”, obviamente, con algún dejo de nostalgia.

Hace rato que #EEUU ya no es lo que era y cada vez se asemeja más a #Latinoamérica, lo cual tampoco es un mérito: al contrario. Pero demasiada gente aquí, se negó a verlo.

Independientemente de cómo termine la historia, si Pence se impone sobre Trump o éste sobre el sistema, violando todo, nada bueno se avizora sobre el horizonte. Elija: autogolpe consumado, castigo para un ex Presidente, asunción de otro cuasi senil, por qué no disgregación nacional y hasta guerra civil.

ESTADOS UNIDOS DEL 4 DE JULIO: DESILUSION Y ENCANTO

Siento una profunda decepción por el presente de Estados Unidos. Se remonta al final de la era Clinton e inicios de Bush (hijo), cuando el debate pasaba por si estuvo “el demonio” en el interior de la Casa Blanca producto del affaire Lewinsky lo cual obligó al segundo a imponer las lecturas obligatorias de la Biblia por parte de sus funcionarios. Se agravó todo con la farsa de las operaciones políticamente ineficaces en Irak y Afghanistán y mucho más, con el advenimiento de Obama, un pseudoprogresista que “vendió” al mundo, algo que no era, amén del espionaje sobre sus aliados. Como si todo ello fuera poco, Donald Trump se alzó con la presidencia, arrasando con todas las expectativas de un sistema inmune a estos populismos.

Es que los Estados Unidos de la actualidad poco tienen que ver con la que conocí en 1990 y admiraba, aunque aquél ya había sufrido un Presidente mentiroso como Nixon y el “síndrome Vietnam”. Hoy, el avance latino es notorio, tal como anticipó y temió Huntington antes de morir y eso no implica un juicio racista, sino el miedo a que nuestra cultura política impregne de caudillismo y déficit de civismo a la norteamericana. Ni hablar el recelo de los negros ante tal avance demográfico de una raza que prueba ser más eficaz. Idem, el exceso de la fuerza policial, ya acorralada e ignorante de qué hacer y cómo obrar ajustada a la ley, ante tales fenómenos. Para qué abundar del aumento en el consumo de drogas en los más cada vez más jóvenes, la creciente obesidad en los adultos blancos o la locura de las armas de fuego en los campuses. Hasta el desastre dejado por el huracán Katrina en Nueva Orléans anticipó la decadencia en infraestructura. Ahora, la pandemia mostró lo que era realmente la New York quebrada de los Cuomo. Todo es un despropósito y cuando hay confusión, la culpa la tiene un tercero: China, Xi Jinping, Rusia, Putin o quien sea. Cabe recordar que a China la trajeron Nixon y Kissinger y todos sus pecados fueron perdonados por todos los Presidentes sucesivos, sin excepción.

Yo, en cambio, prefiero recordar a los Estados Unidos que ignoro si retornarán. Los de la conquista del Oeste, los del empuje de Ford, Morgan y Rockefeller, los del idealismo de Wilson, los del desembarco de Normandía, los del apoyo a Alemania y Japón, sin abandonar nunca a los aliados tradicionales, los que recibían con los brazos abiertos a inmigrantes y científicos emigrados de Europa, los de la carrera espacial y la llegada a la Luna, los del cine hollywoodense en su época de oro por su autocrítica social, los de Reagan, los de la desregulación aérea, los del apoyo a los disidentes de la ex URSS, los del apoyo a la democracia en América Latina, los del apoyo al libre mercado a nivel continental y mundial, los de Steve Jobs y tantos entrepreneurs que hacen que el capitalismo mantenga su vitalidad, los que presionaron a Gorbachov para que deje caer el Muro de Berlín.

Entre la decepción presente que ignoro dónde desembocará y la admiración pasada, que al menos, me deparó un momento, prefiero quedarme con ésta y recordar cada 4 de julio, a los Padres Fundadores, cuan sabios eran cuando advertían con desconfianza sobre el carácter no angelical de los gobernantes, razón más que suficiente para controlarlos.