UN LEON CONFUNDIDO

Dos o tres golpes de efecto de una persona sanguínea y carismática sobre una sociedad anestesiada, perdida, sin rumbo pero sobre frustrada, desencantada, pueden servir para que ésta quede deslumbrada y lo siga sin cuestionamiento alguno.

Inaugurando su gira nacional como diputado, con clases de Economía, que apenas lo son, apelando a shows que se parecen más a los de un rockero que a los de un político, mediados por influencers de opacos y hasta nulos pergaminos académicos, Javier Milei vive ese momento de fama. Las encuestas le dan excelentes números en vistas al 2023 y en cada Provincia que estará, seguramente, llenará plazas o parques.

Se disimularán así, errores no forzados de la campaña electoral como la derrota del debate legislativo de CABA, los ataques de furia en una charla en Montevideo o el desborde del supuesto agente de seguridad en el festejo del Luna Park. Incluso la rara percepción popular del sorteo de su dieta, a todas luces, un acto demagógico de baja estofa pero que para los Millennials ingenuos, jóvenes aturdidos y adultos buscadores de salvación material inmediata, pudo ser una bisagra en la política argentina, más allá de que como investigó el especialista en informática Javier Smaldone, puede ocultar una vil operatoria de venta ilegal de datos personales. Es que “todo vale” en un momento así, de euforia, de exaltación, hasta de clímax: la gente se enceguece con esta figura y eso le dará una cierta impunidad que se agrega al endiosamiento que ya hacen de su personalidad.

Lo que sería una buena noticia para el liberalismo argentino, en realidad, tal vez, no lo sea. Un entorno que lo rodea, bastante mediocre y pletórico en obsecuencia y adulación al nuevo “Mesías”; un misticismo que se difunde incluso en Twitter -su red preferida para satisfacer su irrefrenable vocación egocéntrica, narcisista y nada sensible-, que tal vez, encubre la red de negocios de sus adláteres, el siniestro dirigente sionista Maslatón y el financista  Marra -hoy legislador porteño-; un armado político que no tiene nada como tal, porque se nutre de mucho personalismo, influencers y sellos partidarios de oscura procedencia (UNITE, el partido de un kiosquero rosarino de diarios y ex concejal, PAC, la agrupación de ex policías y un Partido Libertario que es un “cóctel” de personajes ignotos, aunque todos peleados entre sí).

Es que además de mantener dudas sobre la falta de equilibrio emocional de Milei, que lo convierte en poco apto para desempeñar un rol ejecutivo, de un país anómico como Argentina, hay también mucho por advertir, en materia ideológica. El aspirante a león de la jauría, tiene confusiones ideológicas estridentes, de envergadura, no menores para alguien que se precia venir del mundo académico -apenas de paso, si lo sabrá su padrino Eurnekian-.

Dice que el impuesto es un robo sin entender que es la única forma de financiamiento de un Estado, que él, como anarcocapitalista -como el hijo de Milton Friedman– aborrece pero que es preferible a emitir moneda o pedir crédito interno o externo. Ignorando defensas tales como las de Adam Smith, Tocqueville y Sarmiento, entre tantos, defenestra a la educación pública lo cual puede ser comprensible considerando el estado de deterioro de la misma y la situación social general de Argentina, pero no toma conciencia que este país encontró la senda del progreso una vez, de la mano de dicha escuela sarmientina. Además, el esquema de vouchers (subsidio a la demanda) que él mismo propone -aunque muchos lo hicieran ya mientras él se dedicaba al fútbol profesional hace 3 décadas-, es un mecanismo de financiación pública, medida por alumno/a, sin privilegiar a la escuela privada, que allí perdería su razón de ser. Finalmente, la eliminación del Banco Central puede ser popularmente contrastante con el pasado y presente de destrucción de la moneda en el país, pero no es nada realista si se cree que la inflación desaparecerá producto de ello. Mientras continúe un nivel de gasto público infinanciable, la fórmula mileirista, aplicada en otros contextos históricos y geográficos, mucho más fáciles que el nacional, es absurda y hasta podría generar carcajadas en un café imaginario con economistas de la Escuela Austríaca, monetaristas-Public Choice a lo Buchanan y fiscalistas a lo Musgrave.

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ESTADOS UNIDOS: AL BORDE DE UN ATAQUE DE VIRUS

Difícilmente Estados Unidos vuelva a ser lo que fue, la gloria de 1945 tras la victoria sobre el nazismo o el símbolo del “triunfo” -que no fue tal- sobre la URSS en 1991. Dicho esto, sobre todo pensando en términos domésticos, porque la legitimación de sus -aún así- discutibles políticas exteriores, se sustentaban en el carácter democrático y estable del que gozaba su presidencialismo y sus “checks and balances” que habían diseñado sus “Padres Fundadores” para el orden interno. Tras casi cinco días de conteo de votos y con amenazas de violencia callejera por doquier, esa legitimidad herida de muerte ya hace dos décadas con el escrutinio de Florida que le daría el triunfo al ex alcohólico Bush (hijo), se terminó de derrumbar.

Otro párrafo merece la derrota de Donald Trump y por ende, el triunfo de Joe Biden. El primero al perder, más allá de que tenga o no éxito con la judicialización del reclamo, rompe con la tradición de los Presidentes reelectos, vigente desde 1993, con la derrota de Bush (padre). Pero lo más relevante a subrayar, es que representa la revancha del establishment, que claramente, agonizaba pero no desapareció en noviembre de 2016. Una conjunción de medios de comunicación abrumadoramente en contra del ex magnate inmobiliario, artistas de Hollywood, movimientos sociales de los más variados, como el reciente “BlackLivesMatter”, la intelectualidad, las mujeres, no pocos gobernadores, con sus enfoques tan antagónicos como el neoyorquino Andrew Cuomo,  y hasta alguna fracción de su propio Partido Republicano (GOP), abrumado por su avance como líder transgresor en contra de las instituciones, fueron demasiado para Trump. Como si esto fuera poco, y aún pensando en la agresividad de su retórica en momentos tan singulares como los vividos en la pandemia, la forma en cómo enfrentó el virus del Covid19, también pudo haber mellado la confianza sobre todo de la población más adulta que le retiró su apoyo.

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