ORIGEN, AUGE Y CAIDA DE UN “MONJE NEGRO”

Martin Gill es un político poco conocido a nivel nacional, apenas ahora, porque es Secretario de Obras Públicas de la Nación, en el gobierno de Alberto Fernández pero lo es mucho más, a nivel local, en su propia Ciudad, donde ha sido Rector de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM) y desde 2015, Intendente reelegido en 2019, aunque hoy esté de licencia desde que asumió en aquel cargo citado en primer lugar. Acaba de ser imputado judicialmente junto a un grupo de allegados y familiares – por la Fiscal Julia Companys, en la justicia provincial cordobesa-, por haber arribado a la ciudad, contagiado de Covid19. Las redes sociales de la ciudad han estallado, divididas, entre los opositores a su figura, juzgándolo por su responsabilidad -o irresponsabilidad doble como funcionario y ciudadano ante la pandemia- y sus simpatizantes -los que le quedan-, quienes le dan ánimo y consideran que se trata de un show mediático para medrar contra su figura pública.

Todo ello en un contexto de una cuarentena que en el interior de Córdoba en general y Villa María, en particular, una ciudad asentada en el corazón del campo -que vive de los servicios-, cuenta con pocos casos de contagiados e ínfima cantidad de muertos por Covid19, aunque la dureza de la cuarentena, de todos modos, vivida más relajadamente que en el AMBA (Area Metropolitana de Buenos Aires) o la misma Córdoba Capital, ha dejado un tendal de comercios con carteles de “alquila o vende” o cerrados definitivamente. En una ciudad que ha crecido enormemente en las dos últimas décadas, producto de la instalación de la Universidad Nacional pero -sobre todo-, del “boom” del campo entre los años 2002 a 2011, Gill está asociado a semejante fenómeno positivo, al menos estéticamente, porque la gente ignora cómo él mismo pudo trepar hasta el máximo poder, independientemente de su lealtad hecha añicos para con Eduardo Accastello, el político justicialista que arribó a la Municipalidad en 1998, tras un largo período de hegemonía política radical, en una ciudad emblemática para los “boinas blancas”, dado que allí nació, vivió y gobernó Don Amadeo Sabattini, uno de los líderes más conspicuos de la UCR, que pudo haber sido Vicepresidente del mismísimo Perón.

Gill pidió disculpas públicamente, seguramente culposo por el alboroto que causó su “visita contagiosa”, en una sociedad altamente sensibilizada y atemorizada adrede por su propio gobierno nacional y su aliado, el provincial, pero, sobre todo, considerando la expulsión de dos periodistas de un medio local online –que anticiparon la noticia de su imputación-, algunas jornadas previas. Villa María no es Formosa, La Rioja, San Luis, Salta, Neuquén, Santa Cruz, Chaco ni Tucumán, donde gobiernan verdaderos monarcas electos y no existe el mínimo republicanismo, porque la oposición legislativa está menguada o es funcional al poder y la justicia más los medios de comunicación están cooptados por amigos del poder o financiados por el mismo.

Pero en una ciudad con el perfil social como el descrito, sin prácticamente pobreza urbana ni demasiada aglomeración, con un IDH relativamente alto, con parámetros cuasi europeos, sin industria contaminante, tras heredar el poder gracias a su supuesta lealtad a Accastello, Gill desmontó toda la estructura anterior y la reemplazó por su propia maquinaria de obsecuentes y mediocres funcionarios, reteniendo el poder hasta de la Universidad Nacional, a cargo de un amigo (el abogado Luis Negretti) y hasta copó la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) -de donde extrajo a su ex Rector, el Ingeniero Pablo Rosso, para primero, sentarlo en el Concejo Deliberante y luego, ungirlo como su “regente”a cargo del Municipio-. Una situación, a todas luces, anómala, irregular, incompatible con un régimen republicano. Comparativamente, igual o peor, que cualquiera de las Provincias antes nombradas.

Esa particular construcción política, sutil, silenciosa, urdida tras bambalinas, se consolidó con un vasto despliegue sobre organizaciones sociales, sindicatos, colegios privados -obviamente públicos-, centros vecinales, cámaras empresarias, colegios profesionales, centros de estudiantes secundarios y por supuesto, en el pináculo de esa fenomenal red clientelar, las dos Universidades, acompañadas por los medios silenciados y un Legislativo comunal que tardó en reacomodarse como verdadera oposición, hasta hace apenas un par de meses tras décadas de refugiarse en “zona de confort”.

Pero claro, semejante construcción no fue rápida y éste precisamente, es el propósito de este artículo, vivencial, experiencial, para describirles -de cerca, a la manera de una genealogía de ese poder-, cómo Gill lo edificó, con paciencia, con inescrupulosidad, a lo largo de más de dos décadas. Como buen descendiente de irlandeses, era católico militante, no provenía de una familia adinerada sino por el contrario, utilizó la red cooperativa de la Iglesia Católica, para financiar sus estudios de Abogacía en la UCC (privada y jesuita)  en Córdoba Capital y luego, en pleno menemato, se incorporó al accastellismo, una de las líneas internas “renovadoras” del peronismo local, aunque tal vez, dada su visión ideológica hubiera ameritado militar en el oficialismo de entonces. Porque Gill siempre fue un político de derecha, coherentemente de derecha, conservador, repito ello a propósito de su particular transmutación actual, en la que seduce a estudiantes supuestamente progresistas y hasta dirigencias transexuales. Tal vez ello tenga que ver con cierta transmutación personal de Gill y no con su verdadero posicionamiento ideológico.

Es que la vida política de Gill no empieza en un gremio, ni en la unidad básica, donde era un “‘ángel rubio”, un oscuro abogado que generaba desconfianza y nada de empatía en el “paladar negro” peronista, ni mucho menos en los barrios pobres, a los que no caminó ni siquiera en campaña. Comenzó colaborando con Accastello en la UNVM naciente -donde yo trabajo como docente concursado desde hace 21 años-. Allí fue su “ladero”, su hombre de máxima confianza y a través de él, pudo enmendar su error inicial de confiar ingenuamente en docentes de Córdoba, para construir una Universidad -y carreras-, con recursos humanos de procedencia local, subordinando a los “extranjeros”, sin reparar quizás que esas miradas externas le darían riqueza y diversidad a la ciudad y región, algo que lamentaríamos y mucho a lo largo de estas dos décadas. Si las Universidades nacionales -en Argentina-, son endogámicas en su gran mayoría, por la estructura legal laboral docente y administrativa, la UNVM es doblemente endogámica: hoy, gracias a Gill, es una Universidad que ha quedado en manos de cierta elite local (abogados, contadores, ingenieros) que responden a una mirada singularmente villamariense, sin feedback con el exterior, con cordobeses y riocuartenses, ahora disciplinados. Resulta todo un contrasentido, en una ciudad que vive de un campo competitivo y globalizado.

Gill ganó primero el poder en 1999, gracias a una elección rectoral emblemática, volvió a hacerlo en 2003 -ya prácticamente sin oposición excepto en Consejos Directivos y Superior- y recién en 2007, tras haber empleado “peones” en el tablero de ajedrez, aquí y allá, mostrándose “leal” al accastellismo, por fin, se candidateó como Rector y también triunfó. A partir de ese momento, inauguró una prolongada fase larga de 8 años, hasta 2011, primero -donde lo apoyé y fui funcionario subalterno de él, en un cargo menor- y hasta 2015, después. Yo había hecho campaña con él, incluso viajé a Buenos Aires acompañándolo en un periplo que incluyó el pago de estudiantes a una visita cultural a la Corte Suprema de Justicia y al Congreso Nacional. Antes, entre 2005 y 2006, cuando yo me erigía, por obra y gracia de las circunstancias, en un líder gremial de cierta “peligrosidad”  -en su horizonte de ambición desmedida-, su acercamiento a mí fue indisimulable. Subrayo esto, porque Gill que sabía que “cada hombre o mujer tienen su precio”, supo captar y cooptar desde el inicio, a diestra y siniestra, de manera hábil, seductora, siempre con una sonrisa, sin importarle demasiado la ideología de cada uno. Más allá de la personalización del relato, préstese atención a su racionalidad, a la claridad de sus objetivos y a cómo fue envolviendo a todos y todas, en su puño, sin coerción alguna. Con una sonrisa.

Siguió haciéndolo en pleno kirchnerismo. Lejos de optar por una salida alternativa, continuó y hasta sobreactuó, vistiéndose de progresista. En el camino, ya había traicionado a quienes le dieron la posibilidad de triunfo en 1999, por ejemplo, el abogado Dante La Rocca Martín, de quien se decía, “su amigo”. Idem Carlos Domínguez, el primer Rector normalizador de la UNVM, quien había sido reelegido en 2003, pero que jamás confió en él y no quiso enfrentarlo. Antes, Rosario Galarza, peronista o más peronista que él, si existiera un “peronómetro”, a quien había dejado en el camino, incluso favoreciendo el juicio de un concurso amañado, donde ella perdería para quedar fuera de toda competencia electoral. Hablando de concursos, el propio Gill pudo ser Rector, gracias a otro concurso -para auxiliar docente, ni siquiera Profesor- en la UTN. Sucesivamente, a lo largo de su vida política, Gill iría descabezando “muñecos” unos tras otros, mientras hacía el lobby necesario para traer obras públicas y financiamiento público nacional para “su UNVM” -como si fuera privada-, mantener contenta a “su tropa” y agradar a “su ciudad”. De nuevo, con una sonrisa. Así, la Universidad no pudo ser un templo donde se buscaba el saber y la verdad, sino un trampolín, más en su búsqueda incesante de poder -aún ignoro, para qué, con qué fin-.

En ese camino, un detalle simbólico: el día de su asunción en setiembre de 2007, algunas estudiantes (mujeres) de agrupaciones inclinadas a la izquierda, hoy mayoritariamente cooptadas como no docentes y unas pocas, retiradas o en el extranjero, se presentaron con féretros negros de cartón, anticipando la “muerte” de la UNVM, con su gestión. Hoy, aquel gesto al que muchos criticamos, reprodujo la realidad: el gillismo, a la manera de “los hunos de Atila” en Europa, destruyó, con tanta chatura y mediocridad, cualquier atisbo de diversidad, de creatividad, de innovación, de vitalidad, existente o naciente en la Universidad. Claro, pocos se animaban a contradecirlo o cuestionarlo en aquella “época de mieles”. A los que dejaba en el camino, en silencio, bien indemnizados, Gill los reemplazaba por otros más adulones, siempre disponibles, que ya conocían las reglas de juego, si querían escalar tanto o más que él. El resultado: una atmósfera sórdida, oscura, cuasi totalitaria, donde todos sospechaban de todos, aún dentro de la misma coalición gobernante que Gill tejió sin prisa pero sin pausa, con la finalidad de eliminar cualquier disenso, que lo atemorizaba.

A pesar de que nunca quise enfrentarlo y fui leal aún a sabiendas de que no comulgaba con su estilo ni falta de principios ni códigos, me tocó el turno de ser una de sus “víctimas” en mayo de 2014, casi un año después que el rectorable Arquitecto Hugo Traverso -a quien desbancó electoralmente de su cargo de Decano reelegido en Ciencias Básicas-, a través de un nuevo “ariete” (Germán Cassetta), instalado a tal fin, ya con Gill como Secretario de Políticas Universitarias (SPU) de la Nación -bajo CFK-. Es que una característica clave de Gill era actuar precisamente, a través de terceros funcionales -de modo hasta cobarde-, tal vez, pocas veces, operaba él mismo: lo hacía cuando estaba absolutamente convencido de hacerlo. Pero, como las leyes de Parkinson lo revelan, al verse obligado a crear y sostener una maquinaria cada vez más pesada de adulones, mediocres y sobornados, la eficacia de esa red, empezó a resquebrajarse.

Claro, haber llegado al Municipio primero, para luego traicionar a su padre político (Accastello), ambicionar la Provincia de Córdoba y llegar casi sin respiro, a la Casa Rosada -un “monje negro” trabajando para otro de igual o peor calaña (Fernández)-. Todo ello, en un cortísimo trayecto, lo llevó a pensar por un instante que tenía la invulnerabilidad de un monarca del siglo XVI. Siguió traicionando, en el plano personal-familiar, a su propia Iglesia Católica, a organizaciones a las que dividió o agrietó, incluyendo tanto al propio peronismo -sumando a connotados antiperonistas y arribistas independientes a su lado– como al radicalismo en la vereda de enfrente y a la minúscula y heterogénea oposición -que sí ayudé a construir- en el seno de la Universidad en 2017. Es que Gill pensaba que toda Villa María le pertenecía, algo así como su propio patrimonio personal. Funcionario del “Estado que te cuida”, creyendo en esa impunidad, víctima de su propia soberbia, cometió una burda torpeza: regresó a su ciudad, violó la cuarentena, contagió, muchos se enteraron y la justicia ahora lo acorraló. Él mismo cayó en su propia trampa. Queda por develar qué será del futuro de su propio “imperio” -de papel-. Es posible, no sé si probable, que quienes rápidamente lo encumbraron, se vayan despegando apenas visualicen un cambio desfavorable en la ecuación del poder. Quien traiciona, termina siendo traicionado.

Por todo ello, ahora no valen las disculpas, aunque tampoco le caben sólo a él. Con casi toda la sociedad, fuimos cómplices. En mayor o menor medida, todos fuimos funcionales a su armado racional. No se salva del reproche, ni la alemana Fundación Konrad Adenauer -KAS- vía una filial nacional (ACEP), que lo sostuvo en algún momento de esta larga historia. Lo ayudamos a colocarse ahí donde él creyó que estaba, libre de culpa y cargo, incluso agradeciéndole cual si fuera un “dios” -de barro-. Hay muchos Martín Gill en el país y -por qué, no- en el mundo. Todos ayudamos a construirlos.

En esta Argentina de movilidad social ascendente en el ocaso, en una ciudad inserta en la lógica capitalista, nacido en un ámbito católico, llegando a dirigir una Universidad pública y laica, Gill fue posible. Paradójicamente, la modernización de la ciudad que él contribuyó a prohijar, lo fagocitó como él mismo fue devorando a quienes creía hasta de modo paranoico, serían sus futuros competidores.

Ojalá, aun esperando el veredicto final de la Justicia, nuestras relaciones humanas y nuestra forma de crecer, sea a través del vínculo con otras vidas, menos perversas, menos manipuladoras, menos ambiguas, menos opacas, sin dobleces, más sinceras, más abiertas, más auténticas. Si queremos una sociedad de verdaderos ciudadanos.

Por lo pronto, me seguiré dedicando con ahínco con mis compañeros/as sobrevivientes de la tierra arrasada que dejó Gill, a la reconstrucción de la UNVM, para que sea lo que nunca le dejaron ser: una institución vital, al servicio de la búsqueda del saber, que lo irradie hacia su región, el país y el mundo y no del proyecto personal de nadie. Costará mucho hacerlo, será arduo reemplazar la cultura instalada de desconfianza, pero podemos intentarlo, al menos, para salvar nuestra dignidad.

EL GIRO “OTOÑAL” DE MACRI

Todavía no encuentro las razones para explicar cómo y por qué superó el gobierno de “Cambiemos” la crisis cambiaria del año pasado, además del notorio aumento inflacionario y por ende, depreciación salarial, que derivaron de aquélla. La promesa de “cero emisión”, algunos cambios en las autoridades del BCRA, una política de flotación del dólar entre bandas y un mayor respaldo del FMI, anticipando préstamos, calmaron relativamente a los mercados, aunque a costa de un riesgo-país creciente -el más alto desde 2014-y mayor fuga de capitales. Ayudado mediáticamente por un G20 distractivo, el 2018 cerró “tranquilo” para Macri, con una tasa de interés por la nubes para frenar la compra de dólares, lo cual se tradujo en altísimas rentabilidades para los bancos, a costa del sector productivo. Tras un verano estabilizado por cierto y ligero “viento de cola” que llegó del “Norte”, volvieron las turbulencias a fines de marzo y abril, de la mano de un dólar que escaló hasta el límite máximo de la banda superior y una inflación del 4 y pico por ciento mensual, muy difícil de derribar. Nada de lo que hizo este gobierno supuestamente pro-mercado a lo largo de este último año de estallido, se tradujo en estabilidad monetaria ni cambiaria, seducción de capitales o, reducción sustancial de la inercia inflacionaria. Por el contrario, los argentinos estamos inmersos en una larga agonía que nadie tampoco entiende, hacia dónde conduce porque comunicacionalmente Macri tampoco con su liderazgo, transmite un sentido de su “no-política”.

Con este panorama, este otoño no podía dejar de tener impactos políticos. La imagen negativa de Macri creció y la paridad inicial en las encuestas con CFK empezó a vislumbrar la posibilidad de que la “Doctora” -en términos de Jorge Asís-,  gane en un eventual ballotage. Comenzaron los primeros indicios de fractura con los radicales en la coalición oficialista, que nunca lo fue de gobierno y sí electoral: Córdoba dio el insólito puntapié. Le siguió Mendoza, alentada desde la propia Casa Rosada. Los resultados provinciales no ayudaron. La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, San Juan, Entre Ríos fueron determinando resultados conservadores donde los oficialismos provinciales ganaron -en gran medida, gracias a la “montaña de recursos” que les aseguró este gobierno federal a partir de la resolución de la Corte Suprema de Justicia apenas ungido en el poder-, el kirchnerismo fue castigado pero los candidatos de “Cambiemos” lo fueron más, saliendo terceros en algunos territorios.

Dependiendo de una buena liquidación de la cosecha de granos en dólares, a Macri no le quedó otra alternativa que brindar una respuesta en materia de política pública. A los radicales, todavía influidos por economistas demasiado heterodoxos como Prat Gay y Lousteau, se les ocurrió una especie de “remake” del “Plan Primavera” de agosto de 1988. Previo “anclaje” del dólar por parte del BCRA, el ataque a la escalada de precios se tradujo en una dosis más de “kirchnerismo de buenos modales” -en términos de Espert-: un nuevo set de “precios cuidados” o congelamiento de precios incluyendo tarifas hasta el cambio de gobierno. A los más de 500 ya existentes, se pactaron otros 64 precios de alimentos -sin fruta alguna, ni pollo ni pescado, en un país de creciente obesidad-, con apenas 16 empresas de la COPAL, lo cual revela la enorme concentración sectorial que todavía tiene el país -hemos retrocedido respecto a los denostados noventa-. La respuesta de los mercados no se hizo esperar: más desconfianza, más fuga de capitales, mayor caída de bonos argentinos. La opinión pública tampoco se demoró: las primeras encuestas revelan el mayoritario apoyo popular a las medidas de paliativo, incluso entre los votantes K. 

Continúe leyendo

LAGRIMAS DE EMOCION POR LA POLITICA ARGENTINA

“Mi digno colega dice que su voluntad debe ser servidora de la vuestra. Si eso fuera todo, la cosa es inocente. Si el gobierno fuese, en cualquier parte, cuestión de voluntad, la vuestra debería, sin ningún género de dudas, ser superior. Pero el gobierno y la legislación son problemas de razón y juicio y no de inclinación y ¿qué clase de razón es esa en la cual la determinación precede a la discusión, en la que un grupo de hombres delibera y otro decide y en la que quienes adoptan las conclusiones están acaso a trescientas millas de quienes oyen los argumentos?” (Edmundo Burke, 1774).

Tuve la fortuna de pasar por el Congreo de la Nación no pocas veces. La mayor y más intensa fue en octubre de 1987, cuando gané esa posibilidad, junto al rosarino Juan Marcelo Gullo y los cordobeses Carlos María Lucca y Andrea Heredia, más otros 26 jóvenes dirigentes políticos estudiantiles, a través de la Beca “El País Federal” de la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP) que presidió el ex becario, ex candidato a intendente de Mendoza y actual periodista de Internacionales de América 24, Luis Rosales y estando dos semanas en Buenos Aires, pude conocer el Parlamento, como dirigente político juvenil, acceder a conferencias de legisladores y hasta tomarnos fotos en sus recintos que congregan a las sesiones plenarias. Ocasionalmente, visité legisladores y volví en noviembre de 2014, también becado pero por la Fundación Naumann para exponer en un seminario de Seguridad. En setiembre del año pasado, me tocó disertar en un Seminario sobre potencias emergentes, sobre la temática de la política exterior de Rusia. No olvido que en 2103, fui candidato a diputado nacional suplente en mi Provincia natal (Santa Fe), por una coalición opositora al kirchnerismo y al socialismo. Claramente, la enorme carga simbólica que ejerce esta institución señera de la democracia liberal, no puede ser entendida desde las miradas teóricas unilaterales del Rational Choice, tipo los de Barbara Geddes, George Tsebelis y Kenneth Shepsle, que sólo enfatizan el rol de los legisladores como profesionales o amateurs, como jugadores racionales, egoístas que defienden sus intereses, maximizando poder y votos.

Continúe leyendo

EL RECUERDO DE RAUL ALFONSIN

Un 31 de marzo de 2009, moría Raúl Ricardo Alfonsín, abogado pacifista y de derechos humanos (DDHH), gran caudillo radical y lo más importante, ex Presidente de la Argentina entre 1983 y 1989, es decir, el primer mandatario de la restauración democrática en el país, tras 5 décadas de una espiral  de inestabilidad institucional, signada por golpes militares, gobiernos constitucionales débiles y violencia política.

En un análisis histórico, puede recordarse que Alfonsín tiene su lugar ganado en el altar republicano, por haber sido el primer político no peronista -y el primer radical-, en derrotar al peronismo en elecciones libres, imparciales y justas. Fue el último político argentino en generar actos populares masivos como el del Obelisco en Buenos Aires y numerosas ciudades y capitales del país. Nunca más, cientos de miles y hasta millones de argentinos se agolparon en calles, avenidas y estadios para escuchar el discurso de un dirigente partidario. Alfonsín marcó una era en la que la motivación, el entusiasmo, la adhesión y militancia política, sobre todo, de los más jóvenes, escaló a niveles inéditos, sin ninguna moneda a cambio. Más allá de que la restauración democrática post 1983, haya sido producto de la derrota en Malvinas y no de un cambio generacional interno, aquel boom de participación desinteresada en jóvenes jamás socializados en democracia, es un factor llamativo y paradójico sobre el que nunca se indagó de manera profunda, pudiendo tal vez, si se hiciera, derribar algunos mitos científicos.

Continúe leyendo