LAGRIMAS DE EMOCION POR LA POLITICA ARGENTINA

“Mi digno colega dice que su voluntad debe ser servidora de la vuestra. Si eso fuera todo, la cosa es inocente. Si el gobierno fuese, en cualquier parte, cuestión de voluntad, la vuestra debería, sin ningún género de dudas, ser superior. Pero el gobierno y la legislación son problemas de razón y juicio y no de inclinación y ¿qué clase de razón es esa en la cual la determinación precede a la discusión, en la que un grupo de hombres delibera y otro decide y en la que quienes adoptan las conclusiones están acaso a trescientas millas de quienes oyen los argumentos?” (Edmundo Burke, 1774).

Tuve la fortuna de pasar por el Congreo de la Nación no pocas veces. La mayor y más intensa fue en octubre de 1987, cuando gané esa posibilidad, junto al rosarino Juan Marcelo Gullo y los cordobeses Carlos María Lucca y Andrea Heredia, más otros 26 jóvenes dirigentes políticos estudiantiles, a través de la Beca “El País Federal” de la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP) que presidió el ex becario, ex candidato a intendente de Mendoza y actual periodista de Internacionales de América 24, Luis Rosales y estando dos semanas en Buenos Aires, pude conocer el Parlamento, como dirigente político juvenil, acceder a conferencias de legisladores y hasta tomarnos fotos en sus recintos que congregan a las sesiones plenarias. Ocasionalmente, visité legisladores y volví en noviembre de 2014, también becado pero por la Fundación Naumann para exponer en un seminario de Seguridad. En setiembre del año pasado, me tocó disertar en un Seminario sobre potencias emergentes, sobre la temática de la política exterior de Rusia. No olvido que en 2103, fui candidato a diputado nacional suplente en mi Provincia natal (Santa Fe), por una coalición opositora al kirchnerismo y al socialismo. Claramente, la enorme carga simbólica que ejerce esta institución señera de la democracia liberal, no puede ser entendida desde las miradas teóricas unilaterales del Rational Choice, tipo los de Barbara Geddes, George Tsebelis y Kenneth Shepsle, que sólo enfatizan el rol de los legisladores como profesionales o amateurs, como jugadores racionales, egoístas que defienden sus intereses, maximizando poder y votos.

Es cierto que en Argentina, entre las instituciones más desprestigiadas están los Poderes Legislativo y Judicial. Tanto el Congreso como la Corte Suprema de Justicia nacionales, son visualizadas como sedes (o “nidos”) de incompetencia técnica, escaso profesionalismo -un tercio de los legisladores no posee título universitario-, exceso de negociación política (traducido a un idioma peyorativo, “rosca”, “contubernio”), un gran cúmulo de deslealtades, abundancia de discusión estéril y mientras tanto, mantenimiento de privilegios para ambos, resguardados en nombre de “la separación de poderes”: dietas astronómicas, nombramientos de asesores, disponibilidad discrecional de pasajes aéreos -antes, durante los ochenta, trenes gratuitos-, exención del Impuesto para las Ganancias (para jueces), regímenes especiales jubilatorios, etc. Claramente, el Parlamento argentino es uno de los blancos preferidos de los “Willy” Kohan, de los Marcelo Longobardi, de los José Luis Espert, de los Javier Milei y de muchos liberales, economistas o no, que se regodean con los gastos corrientes y el personal excesivo de la Biblioteca del Congreso, los mozos, los llamados “ñoquis” o “parásitos de la política” de su planta permanente, el nepotismo de los gremios legislativos, etc.

Para colmo de males, en el capítulo específico del Congreso nacional, de aquí en adelante, el núcleo de análisis en torno a lo que viví en la intensa jornada de ayer, todos los temas de agenda en la era democrática post 1983, han permanecido afuera de la discusión y definición legislativa, excepto en los años noventa con el “menú” de reformas estructurales que impulsó el menemismo. En los años ochenta, la oposición peronista fue un factor de bloqueo de las pocas iniciativas democratizadoras de Alfonsín, por ejemplo, la ley sindical y la asociación de Aerolíneas Argentinas con Scandinavian Airlines. El fin de la Convertibilidad empezó a tejerse en el Congreso, cuando el Vicepresidente de la Nación, titular del Senado, Carlos “Chacho” Alvarez renunció a la coalición gobernante y luego en una escandalosa sesión sobre reforma laboral frustrada, se ventiló el uso de sobornos para cambiar el voto de los legisladores -escándalo Banelco-. En los dos mil, casi toda la era Kirchner, luego de haber aplaudido insólitamente desde esas bancas el default de Rodríguez Saá, el Congreso fue prácticamente una “escribanía del Poder Ejecutivo”, que imponía su mayoría automática, incluso cuando el kirchnerismo tuvo minoría, en el período 2009-2011. En este trienio de Macri, tras un buen trabajo en el 2016, de consenso entre el macrismo (en minoría) y el massismo, se volvió a vivir un escaso protagonismo legislativo y este año, se volvió al clásico fuego artificial con el tratamiento de un tema de agenda como las tarifas de servicios públicos, pero que sería vetado por el Presidente Macri y la auto-omisión del reciente acuerdo con el FMI, que también hubiera merecido ser tratado en el recinto.

En resumen, el Congreso desde 1983, apenas logró conservar un halo glorioso por una serie de leyes de carácter moral: divorcio, uniones gays, discusión actual sobre aborto, etc. Demasiado poco para un costo tan alto, que incluye burocracia por doquier -todos los gobiernos han sumado contratados, incluso taquígrafos, mayordomos, choferes, periodistas, a su planta permanente, con salarios altísimos-; mantenimiento de tres edificios -el más antiguo, construido en 1906 pero continuado una década más tarde en plena era gloriosa argentina y terminado recién en 1946 con Juan Domingo Perón como Presidente-, más el anexo de la Cámara de Diputados construido en la última dictadura militar -que paradójicamente cerró el Congreso- más el nexo del Senado-; decenas de entidades de capacitación de RRII que engloban personal técnico, dependientes de las Presidencias de las dos Cámaras, etc.

Entonces la pregunta es por qué con este pobre antecedente, todavía nos emociona ver izar su bandera en el recinto de Diputados, escuchar el himno, ver sentados allí a sus legisladores con mandato cumplido, hoy reciclados en el Circulo de Legisladores, el cordobés Humberto Roggero (PJ), el porteño Rafael Pascual (UCR), el catamarqueño Horacio Parnasetti, la rosarina Liliana Gurdulich (PJ), el bonaerense Daniel “Chicho” Basile (PJ), la capitalina Fernanda Ferrero (ex UCEDE y hoy PRO), etc.? por qué jóvenes alumnos veinteañeros de Universidades públicas y privadas del país que ni siquiera conocían Buenos Aires, se sacaban selfies disfrutando cada minuto como si fuera el más glorioso de sus vidas, en cada rincón, en cada banca de la institución? por qué el Congreso conserva ese capital simbólico tan fuerte con tanta decrepitud política? por qué apenas el propio Roggero les ofreció a dos de nuestros profesores de la Carrera Licenciatura en Ciencia Política, la posibilidad de vivir un “cambio de roles” -lo que antes llamábamos nosotros un “role playing”-, con cada alumno de cinco Universidades, dos públicas (nuestra querida Universidad Nacional Villa María -UNVM-  y la Universidad Nacional de Lanús -UNLa-) y tres privadas, una del interior (la Universidad Católica de Córdoba -UCC-) y dos porteñas (Universidad Argentina de la Empresa -UADE-, del Grupo Techint y la Universidad del Salvador -USAL-, de origen jesuita), de inmediato le dieron su aprobación y se pusieron “manos a la obra”, lo que de haberse encarado por vía institucional o burocrática, se hubiera dilatado o directamente, no se hubiera hecho?

No hay misterio en la respuesta y en cualquier caso, es la misma que daría si un extranjero me preguntase por qué la democracia argentina sobrevive con tanto fracaso económico que la excede en décadas y tan poco rendimiento o calidad institucional. En gran medida, porque la sociedad argentina ha enterrado cualquier otra posibilidad extrainstitucional y si bien, no confía en sus instituciones, todavía conserva un pequeño pero muy fuerte vínculo con ellas, tal vez, con la esperanza de que alguna vez cambien, cumpliendo su función y mejoren así su deteriorada credibilidad. Con el Parlamento ocurre lo mismo. No lo hemos bombardeado como Yeltsin a la Duma rusa ni cerrado como Fujimori al Congreso peruano ni mudado como los chilenos al suyo a Valparaíso: ni se nos hubiera ocurrido semejantes dislates y eso que los argentinos hemos sido espcialistas en dislates. Desconfiamos, sin embargo, seguimos creyendo que todo es mejorable.

Tal vez, pasos como el que dimos ayer, motivados en gran medida, por el liderazgo de la Vicepresidenta Gabriela Michetti, decidida a abrir al Congreso a la comunidad, para que los argentinos, como muchos de nuestros alumnos, sean mejores ciudadanos, interesándose en conocer cómo trabajan y operan nuestros legisladores en el proceso de formulación de leyes, que afectarán nuestros derechos y obligaciones como sociedad.

Porque en realidad, contrariamente a lo que se cree, no todo se remite a sentarse en una banca y argumentar desde allí, cada quince días, sino que existe un arduo y desgastador trabajo en comisiones, estudiando los temas públicos, viendo la conveniencia o no de su regulación, qué tipo de marco normativo requerirán, qué objetivos se piensan establecer en la nueva ley, qué males o flagelos se procuran evitar y sobre todo, metodológicamente, cómo negociar con bloques que piensan diferente, para poder impulsar un único texto legislativo, donde queden plasmados los acuerdos previos y explicitadas las diferencias, para luego votarlo en el plenario, con las reglas de juego para las discusiones, evitando las injurias o agravios personales, empleando la retórica pero en nombre colectivo -jamás individual-, con el mandato de la ciudadanía pero sobre todo, el del partido detrás. Cuando pensaba en estas líneas ayer, mientras era testigo privilegiado de semejante ejercicio a cargo de nuestros jóvenes “Millennials”, con otras motivaciones, con otras vivencias, menos acartonados y más desenvueltos, sin inhibiciones, aunque tal vez más inocentes y menos realistas como lo éramos nosotros, los nacidos en los años sesenta o setenta, no podía dejar de recordar el genial discurso de Edmund Burke, ese teórico pero sobre todo práctico inglés, como miembro egregio de Cámara de los Comunes, dirigido a sus votantes de Bristol, orientado a reivindicar la hermosa actividad política; la defensa de la democracia representativa; la necesidad de consenso -no para evitar el conflicto como piensan de nosotros los liberales, algunos teóricos aduladores del antagonismo per se, como el alemán Carl Schmitt y el argentino Ernesto Laclau, sino para encauzarlo- y la relevancia de la construcción y mantenimiento de los partidos políticos, algo que debiera recordarse demasiado en la Argentina habituada a tantos personalismos postmodernos como CFK y el propio Macri.

Precisamente, los nombrados Roggero, los Pascual, los Parnasetti, los ya fallecidos Antonio Cafiero (el más grande legislador profesional de Argentina), el mendocino Raúl Baglini, el entrerriano César Jaroslavsky (ambos de la UCR), el bonaerense Federico Clérici (UCEDE no alsogaraísta), el propio abuelo de Federico Pinedo, que estuvo presidiendo por algún momento, la sesión de ayer , eran “hombres de partido”, como en el pasado Burke y, como lo son hoy, personas honorables y prudentes como Emilio Monzó -el gran ausente de ayer -muchos nos habíamos ilusionado con conocerlo-, el senador rionegrino Pichetto y algunos -muy pocos-, más. Los “hombres de partido” que debieran abundar en las legislaturas y jamás pisan el Ejecutivo, son fundamentales, mal que le pese al ejecutivista Marcos Peña, como correas de transmisión de la sociedad al poder, entre partidos y desde y hacia el Ejecutivo. Son piezas o engranajes clave en una democracia representativa.

Paso por lo anecdótico pero no menos importante, la jornada de discusión de ayer. Demandó tiempo la preparación, pero como dijo Roggero, empezó gestada por 5 personas y terminó completándose, muy rápido con un ejército de voluntarios que hizo que pudiéramos llegar a junio de este año muy eficientemente y se planeen nuevas actividades similares a futuro. En nuestra Universidad, por ejemplo, seguramente habilitaremos una materia optativa, anual, sobre Práctica Legal en Instituciones Colegiadas, similar a la que yo mismo tuve como estudiante de 3er Año de Ciencia Política en la UNR hace 33 años atrás con el Diputado nacional Ricardo Terrile (UCR), todo ello destinado a que los alumnos aprendan a hacer leyes u ordenanzas, porque debiera incluir la praxis en los Concejos Deliberantes locales y la Legislatura provincial, todo lo cual puede coronarse con una visita anual al Congreso Nacional, como lo vivido ayer. Los alumnos tuvieron la inauguración a cargo de la Senadora Michetti -politóloga egresada de la USAL- y, un panel de periodistas de la talla de mi admirado Roberto García, Rubén Rabanal, ambos ex Ambito Financiero, el primer diario argentino que combatió al Grupo Clarín en los noventa, Natacha Niebieskikwiat de Clarín e “Intratables” por América TV y Néstor Sclauzero, ex América y Radio Rivadavia, hoy TV pública, todos ellos con larga experiencia como periodistas parlamentarios. El tema tratado, elegido por el propio Roggero, pensando en el futuro -o presente, por el fuerte avance tecnológico-, fue una ley de marco regulatorio en el uso de drones, lo cual auguraba un tratamiento técnico inevitable -cuanto más generalista sea la ley, mejor, para dar paso a futuras y sucesivas regulaciones- pero también una discusión política evidente respecto a usos militares y civiles, invasión a la privacidad, empleo por parte del Estado para inteligencia y represión de la protesta, etc.

Los alumnos, un total de 150 (30 de la UNVM, 30 de la UCC y 90 repartidos porque la UNLa -con apenas 11-, ni la UADE ni la USAL completaron sus cuadros previstos -lo cual ratifica la motivación especial de los alumnos del interior del país-), vivieron sus sesiones de bloques, sus discusiones respecto a la unificación de criterios respecto a cada proyecto, elaboraron sus listas de oradores, acordaron lo que dirían en el recinto, apuntalaron a sus representantes en la comisión ad hoc, estuvieron coacheados por un diputado mandato actual -en el caso de la UNVM, el bonaerense massista,  ex intendente de Coronel Villegas y Presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados, Gilberto Oscar Alegre-, secretarios técnicos de vasta experiencia como Néstor Fabián Migueliz (Dirección de Capacitación Parlamentaria del Senado), hasta agregados militares y culturales de las Embajadas de Gran Bretaña, Alemania y México.

Finalmente, los jóvenes debatieron y votaron en el recinto, tras acordar un proyecto común con las Universidades privadas y marginando a la UNLa, empecinada con tratar un tema como el de la represión de la protesta social, que quedó afuera de la “nueva ley”, porque ésta sólo abarcó de manera pragmática,  su uso civil -para evitar disensos-. Un final digno, que ojalá sea en realidad, el comienzo de una era y que nuestra generación, que no supo o no pudo o no quiso protagonizar esta era democrática, habiendo sido la bisagra con el despreciable autoritarismo pre-1983, podamos al menos, antes de irnos de este mundo, ayudar a esta generación más joven -la que incluye a nuestros hijos-,  a plasmar todo lo que soñamos con la verdadera grandeza para este bendito país.

Un párrafo especial para algunas piezas oratorias de un grupo de alumnos que no son, seguramente,  las de Carlos Pellegrini o las de Lisandro de la Torre, pero que asoman como lúcidas, preclaras, fluidas, concretas, con buenos “remates”, con 2 a 5 minutos para cada uno, a lo largo de largas cinco horas de batalla discursiva. Claro, ellos pertenecen a otra generación más absorbida por las pantallas táctiles, la escasa lectura de libros pero igualmente valiosa por otras razones, no menos importantes, sus vivencias, sus crianzas en libertad, su ductilidad para resolver problemas. Realmente, nos hicieron emocionar a los más viejos, por su claridad expositiva, el conocimiento técnico -de un tema tan abstracto- y la pasión con las que expusieron, porque como subrayó el propio Roggero, “la política se piensa con la cabeza pero se hace con el corazón”-yo agregaría, como todo lo que nos gusta en la vida-: Rubén Arismendi (UNLa) -minuto 26-; Germán López (UNVM) -minuto 57-; Mónica Rodríguez (UNLa) -minuto 80-; Camila Passerini -minuto 91-; Augusto Villarroel (UNVM) -minuto 109-; José Crosetti (UCC) -minuto 116-; Mariano Baladrón (UNLa) -minuto 126-; Valentina Lattimori (UCC) -minuto 134-; Yamila Saravia (UNVM) -minuto 184- y Milagros San Martín (UNVM) -minuto 224-, todo lo cual prueba una vez más, sobre todo, a la luz de los rendimientos académicos de estas dos últimas alumnas, sin caer en relativismos, que la vocación y el cariño a la disciplina que uno elige, no necesariamente está correlacionada de manera directa, con el desempeño en exámenes o calificaciones escritas u orales de cada estudiante.

Como dijo “Chicho” Basile, con lágrimas en los ojos -como el 90 % de nosotros allí- y con la voz entrecortada cerrando su discurso completando tan emotiva jornada, “ojalá que los errores que hayamos cometido en nuestra vida política desde los 16 años, la encontremos reflejada en Uds., en los hijos que están vivos y en los que ya no los tenemos, porque lucharon por una patria digna de ser vivida…… y que los objetivos que no logramos, los puedan concretar Uds.”.

La democracia, que no requiere de mentes iluminadas, sino que  vive y revive de las promesas de los antepasados y de lo que las nuevas generaciones se encargan de enmendar, necesita un Congreso vital. Porque se podrá discutir sobre el excesivo costo fiscal o no de este tipo de instituciones legislativas, pero nadie podrá negar la fundamental tarea que desarrollan: representación del pueblo, debate racional de temas públicos, reglados a través de leyes y control político de los otros dos poderes. Creo que lo vivido ayer, nos permite abrigar nuevas esperanzas para su reconstrucción moral, porque revela que hay savia suficiente en este presente a veces esquivo u ominoso, para cumplir ese sueño de los grandes hombres y mujeres que amaron a la Argentina y se sentaron en sus bancas.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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