EL GIRO “OTOÑAL” DE MACRI

Todavía no encuentro las razones para explicar cómo y por qué superó el gobierno de “Cambiemos” la crisis cambiaria del año pasado, además del notorio aumento inflacionario y por ende, depreciación salarial, que derivaron de aquélla. La promesa de “cero emisión”, algunos cambios en las autoridades del BCRA, una política de flotación del dólar entre bandas y un mayor respaldo del FMI, anticipando préstamos, calmaron relativamente a los mercados, aunque a costa de un riesgo-país creciente -el más alto desde 2014-y mayor fuga de capitales. Ayudado mediáticamente por un G20 distractivo, el 2018 cerró “tranquilo” para Macri, con una tasa de interés por la nubes para frenar la compra de dólares, lo cual se tradujo en altísimas rentabilidades para los bancos, a costa del sector productivo. Tras un verano estabilizado por cierto y ligero “viento de cola” que llegó del “Norte”, volvieron las turbulencias a fines de marzo y abril, de la mano de un dólar que escaló hasta el límite máximo de la banda superior y una inflación del 4 y pico por ciento mensual, muy difícil de derribar. Nada de lo que hizo este gobierno supuestamente pro-mercado a lo largo de este último año de estallido, se tradujo en estabilidad monetaria ni cambiaria, seducción de capitales o, reducción sustancial de la inercia inflacionaria. Por el contrario, los argentinos estamos inmersos en una larga agonía que nadie tampoco entiende, hacia dónde conduce porque comunicacionalmente Macri tampoco con su liderazgo, transmite un sentido de su “no-política”.

Con este panorama, este otoño no podía dejar de tener impactos políticos. La imagen negativa de Macri creció y la paridad inicial en las encuestas con CFK empezó a vislumbrar la posibilidad de que la “Doctora” -en términos de Jorge Asís-,  gane en un eventual ballotage. Comenzaron los primeros indicios de fractura con los radicales en la coalición oficialista, que nunca lo fue de gobierno y sí electoral: Córdoba dio el insólito puntapié. Le siguió Mendoza, alentada desde la propia Casa Rosada. Los resultados provinciales no ayudaron. La Pampa, Neuquén, Río Negro, Chubut, San Juan, Entre Ríos fueron determinando resultados conservadores donde los oficialismos provinciales ganaron -en gran medida, gracias a la “montaña de recursos” que les aseguró este gobierno federal a partir de la resolución de la Corte Suprema de Justicia apenas ungido en el poder-, el kirchnerismo fue castigado pero los candidatos de “Cambiemos” lo fueron más, saliendo terceros en algunos territorios.

Dependiendo de una buena liquidación de la cosecha de granos en dólares, a Macri no le quedó otra alternativa que brindar una respuesta en materia de política pública. A los radicales, todavía influidos por economistas demasiado heterodoxos como Prat Gay y Lousteau, se les ocurrió una especie de “remake” del “Plan Primavera” de agosto de 1988. Previo “anclaje” del dólar por parte del BCRA, el ataque a la escalada de precios se tradujo en una dosis más de “kirchnerismo de buenos modales” -en términos de Espert-: un nuevo set de “precios cuidados” o congelamiento de precios incluyendo tarifas hasta el cambio de gobierno. A los más de 500 ya existentes, se pactaron otros 64 precios de alimentos -sin fruta alguna, ni pollo ni pescado, en un país de creciente obesidad-, con apenas 16 empresas de la COPAL, lo cual revela la enorme concentración sectorial que todavía tiene el país -hemos retrocedido respecto a los denostados noventa-. La respuesta de los mercados no se hizo esperar: más desconfianza, más fuga de capitales, mayor caída de bonos argentinos. La opinión pública tampoco se demoró: las primeras encuestas revelan el mayoritario apoyo popular a las medidas de paliativo, incluso entre los votantes K. 

Una vez más, un Macri nada convencido, gira sobre sus pasos y revierte sus acciones. Como en julio de 2015, cuando tras ver la paridad entre Rodríguez Larreta y Lousteau en la elección de CABA, se subió al escenario, tomó el micrófono y prometió mantener estatal a Aerolíneas Argentinas. Como aquella vez, es probable que gane votos.

La cultura cívica de los argentinos, más afín a la heterodoxia que a la ortodoxia, a pesar del conocido y estrepitoso fracaso histórico de los controles de precios aquí y en el mundo, no cambia. Según parece, “Cambiemos” no produjo la docencia suficiente sobre un pueblo resiliente a lo largo de estos casi cuatro años. Una sociedad enferma que se habituó a vivir décadas enteras con una inflación crónica, flagelo ya del cual no se habla en el mundo.

Por el contrario, hace más de dos décadas, en Argentina desapareció del vocabulario político, discutir sobre nuestra organización económica, el tipo de capitalismo que tenemos, la estructura de incentivos para ahorrar y producir, el tamaño y calidad del Estado que poseemos y el que se necesita. Tal vez, temáticas demasiado complejas que pueden aburrir a los “focus groups” duranbarbistas, pero, aunque Macri -o quien sea-, gane en octubre-noviembre, la batalla cultural sigue pendiente.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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