CUMPLEAÑOS 130 DE “EL”: “HA VUELTO”?

Ayer domingo, Pascua de Resurrección (para los católicos) y Domingo de Ramos (para los ortodoxos), cumplió 93 años, la Reina Isabel II de Inglaterra.

Pero también un 20 de abril de 1889, nacía alguien tan notorio como ella, en el seno de una familia numerosa austríaca católica, siendo el cuarto de seis hijos. Sí, él, Adolfo Hitler, el hombre que cambiaría la historia del siglo XX. Quien instauraría una feroz maquinaria militar de horror y terror, el mismo, que al igual que Aníbal y Napoleón antes, conquistando Europa, provocando la II Guerra Mundial y produciendo una salvaje matanza de judíos (el llamado “Holocausto”).

El cine lo recuerda un vez más. La película germánica “Ha vuelto” (2015), imagina un hipotético regreso en vida del “Führer” a la Alemania actual y todas sus sensaciones personales al verla moderna, desarrollada, globalizada, diversa, multicultural y en paz.

Un periodista desocupado, llamado Fabian Sawatzki, ávido de fama y dinero, creyéndolo un actor loco, sale a recorrer con Hitler el país, entrevistando a los alemanes: algunos hijos, nietos y binietos de los teutones contemporáneos a él. En sus respuestas, aparecen problemas que podrían asemejarse a los de la década del 30: ya no existe la inflación o la hiper pero ahora es muy elevada la presión impositiva sobre los salarios; ya no se puede culpar a los judíos de todo, pero la migración musulmana -400 refugiados por semana- no es bienvenida; la democracia es vista como manipulación de las elites, sin beneficiar al pueblo. A todos, Hitler vuelve a insinuarles su prédica antipolítica -los políticos son ladrones-.

Se estremece a cada paso con la música idiotizante como el hip hop o la mediocridad de la TV sutentada en puro entretenimiento con programas de cocina y reality-shows. No puede creer la falta de masculinidad de los alemanes postmodernos, obsesionados con el cuidado de perros. Misógino, Hitler reitera estar en contra de los afeminados y extrañado, observa con repulsión a punks y satanistas. Critica el café de Starbucks por la fuerte presencia de conservantes químicos.

Tampoco le satisfacen los grupos de neonazis, jóvenes y borrachos, que va conociendo en su largo viaje por el interior alemán. Para él, el IV Reich no se construye con discursos aburridos como los de AfD ni con neonazis infantiles que hacen programas de cocina alemana. Sólo Karl Richter (NPD) le atrae algo, para reclutarlo como integrante de una futura gira nacional. Pero a Hitler le fascina Internet y toma conciencia de inmediato de su enorme poder propagandístico.

Percibe que el tiempo pasó y sin embargo,  la democracia liberal alemana desnuda problemas de fondo. Pobreza infantil, pobreza en la ancianidad, se pregunta quién quiere tener un hijo en Alemania? Expresa otra de sus frases pugilísticas: “cuando uno tiene ratas en su casa, no hace bromas: llama al exterminador”. “Estamos al borde del precipicio pero en la TV alemana, no se ve el precipicio”.

Poco a poco, Hitler aún con un contexto adverso, irá convenciendo a propios pero sobre todo, a extraños. Se trata de un Hitler temiblemente astuto para manipular y analizar psicológicamente a sus primeros contactos que le abren las puertas: el joven diariero, la inescrupulosa directora de TV, Katja Bellini, su receloso y ambicioso codirector Christoph Sensenbrink, el propio Fabian Sawatzki, etc.

Ante la incomodidad inicial del público, azorado al verlo, su hábil manejo del silencio, el mismo que incomoda en una masa aturdida, Hitler va penetrando en las mentes de los alemanes, como otrora lo hizo. En “un frasco nuevo”, proponiendo aliarse con los Verdes, por el cuidado del medio ambiente alemán (algo así como un Lebensraum ecológico), Hitler reincorpora sus viejos axiomas: un liderazgo nacional, superioridad racial aria -la prueba es Internet-, una autoridad emergida de la propia democracia pero para aborrecerla, destruirla y reemplazarla por otro régimen.

Un millón de clicks en Twitter y la famosa aceptación popular de que “no suena tan incorrecto lo que dice”. Su autenticidad, a pesar de las barbaridades que se descuelgan de su boca, es premiada porque la multitud parece haberse hartado de la inautenticidad de sus políticos. “Son personas amables que eligieron a alguien fuera de lo común que compartía sus valores”. El “soy parte de Uds” implica un grado superior de mesianismo, que puede conducir a todo un pueblo, incluso la nación de Schiller, Goethe y Beethoven, como ya lo hizo, al suicidio colectivo.

Su éxito en la TV no tardó en trasladarse al cine y a la literatura. Al talentoso pintor de caricaturas humanas, le perdonarían todo, incluso matar a un perrito ante las cámaras. Cuando Sawatsky tardíamente se dio cuenta que Hitler era el real, lo esperaría el manicomio, como otrora a muchísimos judíos, los trenes, los ghettos y las cámaras de gas. Resuenan las palabras de Hannah Arendt, subrayando cómo el nazismo penetró en las mentes germánicas, en su cotidianeidad, en su normalidad. La llamada “banalidad del mal”: la crueldad nazi no se nutrió de monstruos sino de personas terroríficamente normales, engranajes irreflexivos de un sistema tutelado por el Führer.

Para el líder de AfD, Alexander Gauland, “el nazismo fue una simple cagada de pájaro”, un pequeño accidente de la historia. Me intriga cómo y por qué los alemanes dejaron convencerse por la prédica de Hitler pero más me preocupa que vuelvan a hacerlo una y otra vez, por otros que lo emulen. Lo digo aún contextualizando el momento actual, tan afín a la rebelión contra las elites de la democracia liberal, vía personajes tan especiales como los Trump, Erdogan, Duterte, Le Pen, Salvini, Wilders, Abascal Conde y tantos otros.

Toda sociedad abierta, si abandona el espíritu y la praxis de la crítica y la reflexión; si se relativizan los valores, por ejemplo, se cree que es mejor cometer una injusticia que sufrirla; si se va renunciando al juicio moral o la capacidad de evaluar las consecuencias de nuestros actos; si la ausencia de lucha ideológica favorece el conformismo y el aislamiento, de allí a que pueda aceptar la semilla totalitaria, hay un sólo paso. Como bien recordaba Arendt, el mal no llega por saltos de gran magnitud, sino paso a paso, lenta pero persistentemente.

A menudo, me veo tentado a pensar que la democracia liberal y parlamentarista, no obstante los méritos del fenomenal edificio institucional  que significó la Ley Fundamental de 1948 y el gran desarrollo económico y social que alentó, ha sobrevivido en territorio alemán, tan sólo gracias a dos factores cruciales: los tanques Sherman -y los soviéticos- y por el fenomenal sentimiento de culpa derivado de comprobar la crueldad de los campos de exterminio. No en vano, el país europeo donde mejor se trataba  a los judíos en décadas recientes, era Alemania aunque esto ha ido cambiando también de manera preocupante, en los últimos años.

Pero de acuerdo a las lecciones que brinda la naturaleza humana, siempre existe la posibilidad de errar una y tantas veces. Habrá que estar atentos a cualquier intento de regresión y entender por fin, que el accidente de la historia es la democracia y por ello mismo, debemos valorarla y custodiarla.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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