“NO DIGA GOL, DIGA KEMPES”

Hay jugadores de fútbol que quedan en la memoria pero mejor, si hacen felices a muchos equipos, sin egoísmos. Mucho mejor aún si hacen feliz a un país. Si tienen una vida ordenada y ejemplar para las jóvenes generaciones, aún con contratiempos como le tocó afrontar en Argentina -donde no pudo concretar su sueño de dirigir- o en Albania -donde dirigió pero perdió todos sus ahorros-, muchísimo más admirable. Se trata de Mario Alberto Kempes.

El gran cordobés, nacido en Bell Ville, que hizo gozar a los de Instituto (78 goles en 81 partidos), Rosario Central (97 goles, máximo goleador de la historia del club, sobre 123 partidos), River Plate (16 goles en 33 partidos) y Valencia de España (189 goles en 311 partidos).

Aún no siendo hincha de Central, tuve la suerte de cenar con él, cuando era muy chico: mi papá, como buen “burrero” era muy amigo de Don Angel Baratucci, el jockey campeón de los setenta y allí fuimos los dos, una noche, para sentarnos a la misma mesa que Kempes y otros jugadores de Rosario Central en 1975. Yo tenía apenas 11 años y él 21. No sabía que unos pocos más tarde, seríamos muy felices con aquel joven, que era pura potencia en el área.

A principios de los años setenta, Kempes había formado parte de una monstruosa delantera en Instituto Atlético Central Córdoba de Córdoba, con Ardiles, Beltrán, Saldaño y Ceballos. Se cansó de hacer goles en la “Gloria” en la Liga Cordobesa y logró clasificarla al Nacional de 1973. Pero fue vendido en cifra multimillonaria al club rosarino, donde encontró su primera cima. Allí estuvo hasta 1976, sin poder salir campeón, aunque fue transferido por un récord de 5 millones de dólares, previa votación afirmativa de los socios, al Valencia de España.

Ya había jugado para la Selección Argentina (20 goles en 43 partidos), donde se cansó de hacer goles y salvar nuestro orgullo nacional en el Mundial de 1974, donde tuvimos una pobre labor pero gracias a él, pudimos clasificarnos a segunda ronda. También en un recordado partido amistoso en Wembley, sus dos tantos nos permitieron empatar sobre la hora con Inglaterra.

En el Mundial 1978, fue clave para sacar campeón a Argentina, haciéndonos felices en la serie en Rosario, sobre todo con las victorias sobre Polonia y Perú -estuvimos en el 6-0- y por supuesto, la final contra Holanda.

En 1981, en una competencia virtual que se vislumbraba con Maradona, que lo sacó campeón a Boca antes, se convirtió en el referente del River Plate campeón del Nacional. Luego, volvió a Valencia y empezó a deambular por Austria, Chile e Indonesia, donde cerró su carrera como futbolista. Como técnico, no tuvo mayor suerte pero desde hace años, se desempeña como un feliz comentarista deportivo en la cadena ESPN.

Espero haber contribuido a difundir su figura, no tan conocida como las de Messi, Maradona y Riquelme, sobre todo entre los “Millennials”.

Por todo ello: felices 66 años “Matador”!!!!

 

FUTBOL “CHAMPAGNE” PERO CON SABOR ARGENTINO

En vísperas de la finalísima inédita de Boca Juniors versus River Plate para ganar la Copa Libertadores Edición 2018 y disputar la cumbre del fútbol mundial con Real Madrid en diciembre próximo, me parece apropiado rendirle homenaje al balompié argentino, sobre todo a equipos de un pasado tan victorioso como vistoso.

Fútbol exquisito, atildado, bien jugado, concierto de gambeta, atrevemiento, viveza, punzante. Es cierto, sin demasiada preocupación por la marca y hasta sin velocidad física. El axioma era llegar al arco rival pero jugando, tocando, hasta con paredes dobles. El estilo jamás se traicionaba. No era tan importante defender como atacar, pero aún así, se trataba de equipos con excelentes arquero y defensores. Tal vez, César Luis Menotti, quien acaba de cumplir los 80 años, haya inaugurado esa era, que lograría su cumbre con el campeonato mundial logrado por la Selección Argentina en 1978 y el Mundial Juvenil en 1979. Fueron años gloriosos, que llevaron al país, aún con su caos económico y político, al sitial donde lo terminaran disfrutando Maradona, Kempes y Ramón Díaz, entre otros -hoy, Messi-.

Pero era otro el contexto, muy diferente del actual. Los conocíamos a través de la radio y bastante poco a través de la TV o yendo a sus partidos, pero uno memorizaba los equipos, los titulares eran siempre los mismos y los jugadores tenían un elevado sentido de pertenencia: nacían y se retiraban en sus clubes. Esto permite que muchos de aquellos ídolos históricos sean recordados en vida, inaugurando peñas en el interior del país, siendo reconocidos en los estadios o en las banderas de los hinchas. Es el otro costado del hincha argentino, tan vilipendiado en los medios y hasta la Sociología. Es exigente porque mamó de este fútbol champagne, mucho antes de que llegaran los Platini, Giresse, Zidane, Baggio, Hagi, Laudrup, CR7, Del Piero, Pirlo y tantas otras figuras europeas, para no hablar del rico Brasil.

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26 AÑOS SIN FREDDIE MERCURY

Prefiero recordar a Mercury por su música, su voz, su liderazgo en Queen y su enorme despliegue físico en un escenario, que por el SIDA, su pareja al momento de morir, su origen africano en la ex colonia británica de Zanzíbar, su infancia en esa paradisíaca isla, donde se mezcla lo indio con lo persa. A diferencia de estos tiempos, donde la prensa amarilla se regodea con esos detalles y termina banalizando a los cantantes, los de mi generación que convivimos con las letras y canciones de Queen, la banda legendaria que lideraba Mercury, privilegiamos seguir atados o influidos por lo artístico, lo cultural pero sobre todo, la impronta y el legado de algunos que demostraron ser imprescindibles. Claramente, no hubo más Queen sin Mercury, no hubo más INXS sin Hutchence ni Police sin Sting. Eso demuestra que si bien, nadie es irremplazable en este planeta, una vez más, hay excepciones a tal regla.

Quedémonos con sus canciones, las personales y las de la banda británica. Yo me quedaré personalmente, con el recuerdo imborrable del primer recital al que fui en mi vida, el 6 de marzo de 1981, en el Estadio Mundialista de Rosario Central, en el barrio de Arroyito en la ciudad de Rosario, donde fui testigo del gran show de Queen en Argentina. Para los no memoriosos, éste se produjo casi un año antes del conflicto militar con los británicos por las Islas Malvinas, en ocasión de desatarse una absurda ola nacionalista cultural que censuraría a Queen y toda otra música británica de las radios argentinas, por varios meses.

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