BANDAS BRITANICAS QUE RESISTEN EL OLVIDO

No hay mejor manera que empezar un nuevo año con música. Recordando la de muy buen calibre, como la de las bandas de pop británico de los años ochenta.

Obviamente, las hay muy célebres y en una lista interminable, podríamos citar a Queen, U2, Genesis, Fleetwood Mac, The Police, The Alan Parsons Project, The Electric Light Orchestra, The Pretenders, Duran Duran, Eurythmics, Dire Straits, Def Lepard, Supertramp y tantas otras bandas, que aquí mismo hemos recordado en algún momento. Pero al calor de la década thatcherista, de enormes convulsiones y consecuencias socioeconómicas en el Reino Unido -y en el mundo-, también crecieron grupos tal vez menos conocidos pero de alto impacto artistico por algunos temas musicales tremendamente exitosos.

Allá por aquellos tiempos, nacieron y brillaron grupos de jóvenes como Tears for Fears, The Cure, Simple Minds, Big Country, Spandau Ballet, Level 42 y The Outfield, entre otros.

Fueron todos jóvenes por aquel entonces, que nacieron a fines de los cincuenta o principios de los sesenta, que pudieron crecer influidos por los legendarios The Beatles y Rolling Stones, haciendo gala de un virtuosismo inigualable, generando hits que impactaron en los grandes mercados de la música.

En 1981, nació por ejemplo, Tears for Fears, fundada por Roland Orzábal y Curt Smith, en Bath, Somerset (Reino Unido). Sus letras (muy originales, por cierto) tienen relación con problemas de la humanidad y diferentes trastornos psicosociales. Su álbum debut llamado “The Hurting” en 1983, contiene canciones muy famosas que han estado siempre en los primeros lugares de los charts occidentales.

Uno de los dos miembros del dúo, Orzábal, tiene cierta ligazón con Argentina. Al igual que él, su madre era británica pero su padre era francés de ascendencia argentina y española. De hecho, su abuelo era argentino según él mismo manifestara en un concierto en Buenos Aires. En efecto, era nieto de Arturo Orzábal de la Quintana, Doctor en Ciencia Política e intelectual, bisnieto del general Arturo Orzábal Guardó y de la cordobesa Benjamina de la Quintana Alcorta, importante familia del interior de la Provincia de Córdoba.

The Cure, como banda de rock, tuvo su origen en Crawley (Inglaterra), en 1976. El vocalista Robert Smith, el bajista Simon Gallup, el guitarrista Porl Thompson, el baterista Boris Williams y los tecladistas Roger O’Donnell y Laurence Tolhurst, eran sus miembros iniciales, que por sus apariencias, le dieron un toque gótico al grupo. Filósofos existencialistas y lugubres como Camus y Sartre influyeron en las letras que atrajeron a Smith, un chico que sin embargo, se había criado en un hogar feliz y de cierta holgura económica. La banda argentina Soda Stereo reconoció la influencia musical de The Cure.

Simple Minds es una banda escocesa, nacida en Glasgow en 1977. La fundaron Jim Kerr (cantante) y Charlie Burchill (guitarrista) mientras los demás miembros fueron cambiando a lo largo del tiempo. La canción “Don’t You (Forget About Me)”, en 1985, los catapultó a la fama mundial. Han vendido 60 millones de discos a lo largo de su trayectoria artística.

También de Escocia, procede Big Country. Fue fundada en 1981, por Stuart Adamson en los roles vocales y de guitarra, acompañado por  los guitarristas Bruce Watson y Clive Parker, el bajista Tony Butler y Mark Brzezicki en la batería. Su álbum “The Crossing” (1983) fue el más exitoso y la banda siguió activa a pesar del suicidio de su líder Adamson en 2001.

Fruto de la unión de los hermanos Kemp -Gary (guitarrista y compositor) y Martin (bajista)- con John Keeble (baterista), Steve Norman (saxofonista) y Tony Hadley (cantante), nació Spandau Ballet. Más emparentada con el “New Romantic” -a lo Duran Duran-, el nombre de esta banda londinense es bastante controversial porque se referiría a la tristemente célebre prisión de los jerarcas nazis en Berlín Occidental, bajo custodia británica luego de la II Guerra Mundial.  Pero según parece, el new wave los atrajo un momento efímero de sus vidas ya que los Kemp decidieron pasarse a la actuación televisiva y teatral.

De estilo jazz-funk-pop, Level 42 nació en la Isla de Wight (Reino Unido), fundada por Mark King, Mike Lindup y los hermanos Gould (Boon y Philip) en 1979. Colaboraría con ellos, una especie de quinto miembro de la banda, Wally Badarou, como tecladista.

The Outfield creció en la década del ochenta, con Tony Lewis (cantante y bajista), John Spinks (guitarrista) y Alan Jackman (baterista). El gran éxito de dicha banda fue el álbum “Play Deep” aunque ya a inicios de los noventa, la estrella del grupo empezó a decaer. Spinks falleció en 2014 y Lewis, afectado por la muerte del primero, dejó esta vida en 2020.

VIENA, LA DE MEJOR CALIDAD DE VIDA

Veo la TV alemana y abruma la agenda ecológica. Aparece Singapur, con tantos rascacielos y su problema colateral de exceso de aires-acondicionado, lo cual levanta la temperatura ambiente y por ende, la necesidad de construir edificios con jardines no sólo en sus techos, sino también en sus paredes. Luego, se exhibe las particulares “casas-cueva”, del arquitecto Peter Vetsch, en Suiza, esos extraños refugios de tierra, similares a las que uno ve en películas de hobbits. Para finalizar, Oslo, la capital noruega, una ciudad que se ha transformado notablemente en las últimas dos décadas, a pesar de su crecimiento. Fue designada como “la capital verde europea” en 2019. 

Lejos de semejantes títulos y necesidades, en medio de la Cumbre climática COP 26 que se realizó esta semana en Glasgow (Escocia), pude disfrutar un par de meses en Viena, una ciudad fantástica, pero que además, es la de mejor calidad de vida del mundo, según el ranking -pre-pandemia- de la consultora Mercer.

He aquí las fotos, empezando por uno de los tantos cargadores eléctricos de autos, que existen en la ciudad.

Algunos autos poderosos, que cualquiera de nosotros podemos disfrutar en las calles.

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ERA HORA DE “BOOGIE” EN GLASGOW

Como es costumbre, tarde de cielo plomizo, al borde de la lluvia, en Glasgow. En el Hampden Park, donde también dirigiera y jugara el genio Diego Armando Maradona, miles de hinchas escoceses, agrupados en la “Tartan Army“, nerviosos, inquietos, expectantes, hasta ansiosos, porque el partido contra Israel empiece. Era el día apropiado para quebrar una racha maléfica de más de dos décadas de clasificaciones a Mundiales, hechas añicos en los últimos minutos, siempre por un imponderable, ayudado por propios o ajenos. El mal destino se había empezado a romper con la clasificación a la Eurocopa 2020, que se jugara en junio de este año, pero lo importante es estar presente en Qatar 2022. Escocia con un punto de ventaja sobre el resto en su Grupo F, de mantener la ventaja en los próximos cuatro partidos en estos dos meses de octubre y noviembre, al menos, se aseguraría un lugar en el Repechaje.

Pero claro, como no podía ser de otra manera, ese maldito destino quería otra vez arruinar la fiesta y los israelíes se pusieron en ventaja temprano. Los escoceses a fuerza de enjundia, empataron pero una vez más, el equipo del DT austríaco Ruttensteiner volvió a desnivelar un minuto más tarde. Como si ello fuera poco, el centrodelantero australiano -nacionalizado británico- Lyndon Dykes tuvo la oportunidad de la nueva paridad antes de irse al descanso, con un penal, pero remató al medio del arco, facilitándole todo al buen arquero Ofir Marciano -quien juega en el Feyenoord de Rotterdam (Holanda)– y, rechazó el balón con sus piernas.

En el segundo tiempo, Escocia fue un manojo de nervios, con once voluntades atacando sin ton ni son, con los israelíes contragolpeando y siempre al borde de un tercer y lapidario gol. Pero Dykes tendría su revancha aún con un controversial gol, convalidado por el árbitro polaco Marciniak, tras usar el VAR. Sobre el final, en tiempo de descuento, con casi todas las casacas azules en el área israelí, tras el enésimo corner, el joven del Manchester United, Scott Mc Tominay la empujó al gol con toda su humanidad, aunque seguramente acompañado por los Kenny Dalglish, Gordon Strachan, Archie Gemmill, Ally Mc Oist -hoy comentarista de la TV Sky-, Sir Alex Ferguson, que lo sufría desde el palco y tantos otros héroes históricos.

Cuando el árbitro pitó el final, esa descarga energética popular no se hizo esperar. Era tiempo de bailar. Ya no era la épica de “Flower of Scotland” como en cada comienzo, para rugir corazones, sino la distendida balada del dúo femenino español Baccara, con aquella vieja canción setentosa, “Yes Sir, I can boogie”. Todo el estadio entonó su letra, quizás en homenaje a una de sus integrantes, María Mendiola, quien falleciera en Madrid en setiembre pasado aunque seguramente, porque deseaba por fin, bailar. Bailar en Glasgow, bajo la lluvia, después de sobreponerse a la adversidad tres veces en 90 minutos y por qué no, para enterrar definitivamente las maldiciones de antaño.

Ya habrá tiempo nuevamente, del “cuchillo entre los dientes”, el martes en las Islas Feroe, en noviembre en Moldavia y el gran desenlace contra la poderosa -y ya casi directamente clasificada al Mundial-, Dinamarca, en casa.

EL REGRESO DE HOLANDA Y ESCOCIA

A los primeros planos del fútbol europeo. Mis dos Selecciones favoritas, por diferentes historias pero con un denominador común: el buen trato del fútbol.

Holanda, por sus exitosos Mundiales, su gran Euro de 1988 y su fútbol total, con la que se ganó el fenomenal apodo de “la Naranja Mecánica”, además de ser la escuela del Barcelona. Lo logró de la mano del ex gran shoteador y defensor del gran club catalán, Ronald Koeman, que a diferencia de viejos antecedentes, prefiere sostener al equipo de atrás hacia adelante. Ayer, logró clasificar a la instancia de los “Final Four” de la UEFA Nations League, superando el karma alemán: ir perdiendo 2 a 0 y lograr empatar a la heroica, en los últimos minutos, jugando de visitante. Una Selección habituada a aflojar anímicamente en las instancias decisivas como finales, ayer demostró que puede también afrontar y enfrentar la adversidad y hasta superarla. Ya no están los Cruyff, los Sneijder, los Robben, los Gullit, los Van Basten. Pero está Frenkie De Jong, una suerte de especialista quirúrgico de los pases al gol (asistencias), un chico de 21 años que juega con un estilo y un dinamismo diferentes, está Virgil Van Dijk, el defensor negro pura potencia, está Memphis Depay, un enganche o mediapunta que bien puede competir con el belga Hazard por la elite del balompié del Viejo Continente. Por qué omitir a Matthijs De Ligt?, preguntarán algunos.

Escocia es diferente. En las Islas Británicas, en mi opinión, los escoceses son los que mejor juegan con la cabeza pero sobre todo los pies. Mejores que sus odiados primos, los ingleses y mucho más habilidosos que los galeses e irlandeses (del norte y del sur). Sin embargo, por indisciplina o desorden táctico, jamás pudieron plamar a nivel de elección, ese talento natural. Hace tiempo que no logra buenos resultados ni a nivel europeo (2003) ni en clasificaciones a un Mundial (1998), perdiendo esas posibilidades en lo últimos minutos de sus partidos definitorios. Esta noche, en el mítico Estadio Hampden Park, escenario de triunfos sobre la archirrival Inglaterra en el pasado, pudo quebrar a un clásico de la mitad de tabla europea, Israel, con quien había perdido en la ida en octubre en suelo hebreo. Lo hizo con su nueva estrella, James Forrest, un chico (grande) del Celtic Glasgow, habilidoso y atrevido, como aquellos Archie Gemmill, el “Colorado” Gordon Strachan o Gary Mc Allister de los setenta, ochenta y noventa, con algún gen latinoamericano perdido.  Pero al talento le agregó gol y se convirtió en el hat trick de la jornada. Tiene companía en otros jóvenes, como Ryan Fraser y Ryan Christie.

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