TENIS DE PROMESAS: ATP DE HAMBURGO 2019

Como en Montecarlo, hacía 3 años o en Monza, 10 meses antes, casi de casualidad -o no-, llegamos al Abierto de tenis de Hamburgo y pudimos presenciarlo en vivo y en directo. Lo que era inimaginable días previos, ni siquiera lo habíamos planificado en la desordenada agenda de viaje, terminó siendo realidad, aquel miércoles 25 de julio, sobre todo, cuando merced a nuestra perseverancia, con apenas 10 euros, algo más de lo que costaría hoy ir a una popular de un mediocre partido de fútbol profesional en Argentina, gozando de la gratuidad para el varón, pudimos acceder a las instalaciones del club germánico donde se jugaba uno de los ATP más importantes del circuito anual del tenis de elite mundial, sobre polvo de ladrillo, lo cual le otorga un significado especial.

Minutos antes de entrar, sin saber lo que nos depararía el destino, yo mismo especulaba con subir al último piso del shopping que está enfrente del club para poder divisar algún partido. Una cabal demostración más de que a la realidad se la construye desde la propia intencionalidad, ayudada por la constancia personal, pero sobre todo, el deseo.

Cabe subrayar que el club se halla en el barrio acomodado de Rotherbaum, donde se destacan las casas tradicionales de dos pisos y balcones, con amplios jardines, donde se lucen autos Mercedes Benz, BMW y Porsche en sus cocheras. Ya en el interior del recinto deportivo, el público también lucía diferente al del puerto: gente de clase alta, blancos, con vestimenta sport o formal, caminando displicentemente, gozando de todo el merchandising y la comida rápida de bares y restaurantes del lugar. Es una de las pocas partes de Europa, que vimos, sin inmigrante alguno. Allí, donde todo es placer, lujo, relax, otra demostración que si uno quiere pasarla bien en este mundo, hay espacio y lugar para ello -y a un muy bajo costo-.

Yendo estrictamente al plano deportivo, pudimos ver dos partidos de dobles donde los hermanos Alexander “Sasha” (5to. del ranking mundial) y Michael “Misha” Zverev que eran favoritos y son originarios de Hamburgo mismo pero son hijos de ex tenistas rusos, perdieron ante otra pareja novata local, que tenía el favor del público. En la cancha aledaña, duelo de latinoamericanos, vi perder a los argentinos Leonardo “Yacaré” Mayer (correntino, ex campeón del torneo en 2014 y 2017, que había perdido en singles, en primera ronda contra el joven teutónico Rudolf Mollecker) y Horacio Zeballos (marplatense), contra el uruguayo Pablo Cuevas y el chileno (en franco ascenso) Nicolás Jarry. A continuación, vimos el comienzo del dobles entre los austríacos Jurgen Melzer (veterano de 38 años pero zurdo supertalentoso, que llegó a 8 del mundo en 2011) y Oliver Marach, a la postre campeones del torneo, contra el galo Benoit Paire -de gran altura- y el italiano Marco Cecchinato.

Por fin y casi de manera inesperada, pudimos entrar al court central, una cancha formidable techable, donde el austríaco Dominic Thiem (cuarto en el ranking y otrora ganador en Buenos Aires), jugaba un reñido partido que luego ganaría, contra el húngaro Martos Fucsovics. También jugaban el torneo el italiano Fabio Fognini (décimo), los argentinos Delbonis y Juan Ignacio Londero, el francés Richard Gasquet y el ruso Andrey Rublev, pero quien sería campeón, precisamente sobre el último nombrado, fue el georgiano Nikoloz Basilashvili (17 rankeado), defensor del título 2018.

Pudimos disfrutar así a pleno, la jornada tenística, viendo a quienes seguramente en los próximos años, reemplazarán a la actual guardia de campeones, Federer, Djokovic y Nadal.

Allí en Hamburgo, donde supieron ganar tantos tenistas argentinos como Guillermo Vilas en 1978, Guillermo Coria en 2003, Juan “Pico” Mónaco en 2012 y el ya citado Mayer, también pude darme cita y gozar en “modo Primer Mundo”.