MI GRAN PASION FUTBOLERA: COLON DE SANTA FE (I)

Santa Fe de la Veracruz. Tenía 6 años y mi papá me llevó por primera vez a una cancha de fútbol, “aupado” en sus brazos, para ver un partido. Paradójicamente, era la cancha de Unión, el archirrival de nuestro amado club, Colón, el querido “sabalero” -por la tradicional pesca de los sábalos, de nuestros hinchas pioneros, en el Río Salado, aledaño a nuestro Estadio Brigadier General Estanislao López, en pleno Barrio Centenario-. Jugaban entre sí y con otros equipos de hoy B Metropolitana (Ferro Carril Oeste, Los Andes, Atlanta, Banfield y los dos rosarinos, entre otros), un torneo reducido que se llamaba Reclasificatorio, para lograr permanecer en la Primera División o descender a la segunda. Colón pudo salvar la categoría aunque yo no recuerde hasta el día de hoy, el resultado de aquel primer partido, porque mi mente al respecto, es borrosa. Pero lo que no me olvido, es que a partir de ahí, mi amor por los colores rojinegros o “sangre y luto” de mi querido club, juegue donde juegue, permanecería inalterable.

No sabía que seguirían décadas de muchas alegrías y también, no pocas y profundas tristezas, pero lo cierto es que, mirando la historia del club en toda su perspectiva, a lo largo de 113 años recién cumplidos el 5 de mayo pasado, tuve la fortuna de vivir los 53 más lindos y honorables del club. Además, como me quedan varios años más de vida, no descarto que viva los mejores por venir. Grande sería mi felicidad si alguna vez, lo viera salir campeón -ya lo vi subcampeón en 1997 y el año 2000-.

El objetivo de esta semblanza, es mostrarles a Uds., los mejores momentos, los más intensos, gratos e ingratos que me tocó vivir con Colón. Tal vez, los más jóvenes puedan extraer como conclusión, la intensidad de este sentimiento deportivo: por qué depara tanto, el cariño por un club de fútbol en un país como Argentina. Como dice un pasaje de la película “El secreto de sus ojos, uno de los protagonistas, fanático de Racing de Avellaneda, expresaba que “uno puede cambiar de todo en la vida pero jamás de una pasión futbolera”. Sin llegar a ese extremo, obviamente que haber recorrido lugares como Rosario, Pergamino, Campana, Buenos Aires, acompañando a Colón, demuestra una fidelidad especial a dicha intitución centenaria.

Vamos a los recuerdos entonces.

Sin mucho por destacar de los años 60. Era pequeño y salvo ese Reclasificatorio, no recuerdo ni la exitosa campaña de campeón del ascenso en 1965 -con el uruguayo José “Pepe” Echegoyen como técnico (fallecido en 2004, a los 77 años de edad-, ni el proceso anterior como el inmediato posterior, excepto las menciones de nombres de grandes jugadores como los hermanos morenos -uruguayos- Orlando y Gisleno Medina, el puntero derecho, el rubio Juan Carlos Mottura (18 goles en 70 partidos y autor de un gol decisivo contra Unión, subido al alambrado y llevado en andas por los hinchas, un 1 de noviembre de 1970), otro puntero, Agustín “Mencho” Balbuena -quien luego  triunfaría en un Independiente campeón intercontinental-, el centrodelantero -luego campeón en Newell´s, Alfredo Domingo “Mono” Obberti, el “Negro” José Luis Córdoba, un 10 talentoso (22 goles en 128 partidos), el defensor Jorge Omar Sanitá, los mediocampistas Carlos Colman, Raúl Poncio, el rosarino José Omar “Pato” Pastoriza -un verdadero caudillo que también triunfaría en Independiente, falleciendo en 2004 a los 62 años de edad- y  Néstor Borgogno (23 goles en 81 partidos), los arqueros Luis Angel Tremonti y el luego consagrado en Estudiantes de La Plata y ya fallecido en Grecia en 2005, a los 66 años de edad, Néstor Martín Errea, entre otros.

 

Luego, cuando nos mudaríamos a Rosario, con mi familia, ya entrados los setenta, con un Colón al cual le costaba acomodarse en Primera, excepto una Copa Argentina que lo tendría como semifinalista y siendo goleado por Boca Juniors, los apellidos del fallecido “Chiva” Edgardo Di Meola (otro 10 lujoso y goleador, el primer pase caro de la historia de Colón, a River Plate y el segundo máximo goleador de la historia sabalera, con 70 goles en 242 partidos), los arqueros Jorge Alberto Drago (84 partidos) y Néstor Martín Errea (43 partidos), el defensor Miguel Angel Arigoni, los mediocampistas Gustavo Ripke (quien debió abandonar tempranamente el deporte, por una grave lesión), Carlos Alberto Trullet (12 goles en 125 partidos) y Daniel Borgna (17 goles en 26 partidos), los punteros el misionero ex Guaraní Antonio Franco, César Oscar “Patito” Brítez (20 goles en 127 partidos) y Carlos Luis Zibecchi (19 goles en 103 partidos), el centrodelantero Daniel “Mono” Olivares (22 goles en 108 partidos), todos dirigidos por un gran técnico como el “Vasco” Juan Eulogio “Vasco” Urriolabeitia, empezarían a cobrar vida en mi cabeza, empezando ya a coleccionar mis primeras figuritas.

Pero claro, recién en 1972, tendría ante sí, el primer gran equipo de Colón. Unos meses antes, en el torneo Nacional de 1971, le habíamos ganado en el Estadio Brigadier López, a Puerto Comercial de Ingeniero White, Bahía Blanca, donde atajaba un tal Santos, luego arquero de Boca, suplente de Hugo Orlando “Loco” Gatti, por 5 a 0. Me cansé de gritar goles. Varios jugadores traídos de Estudiantes de La Plata, como Humberto Zuccarelli (36 goles en 128 partidos), un longuilíneo de una gran pegada, Hugo Spadaro y Héctor Miguel Mariano, más Ernesto Juan “Cococho” Alvarez (43 goles en 185 partidos), un excelente mediocampista, zurdo, tiempista, elegante, de andar cansino pero muy cerebral, que podía jugar tanto de número 8 como un 5 central, el chaqueño ya fallecido Enrique Rodolfo Zimmermann (7 goles en 239 partidos) y un arquero como Daniel Raúl “Flaco” Constantino (136 partidos), serían las estrellas del equipo del ´72 que estuvo a punto de clasificar a las finales de un Nacional, ganando el último partido al “Lobo” mendocino, Gimnasia, en la capital cuyana, por 3 a 1, pero siendo desplazado, cuando no, por Boca Juniors, por diferencia de goles, a la postre, subcampeón del torneo. Ese equipo, con otro arquero, Nilso Bertinat, un uruguayo que luego triunfaría en España, le ganaría a Boca, una tarde de abril,  en Santa Fe, 1 a 0, con gol de Humberto Zuccarelli. Un tercer arquero, el juvenil Pintos, sería la estrella del recordado Colón 3 Boca 2, en la misma Bombonera, un viernes de mayo de 1971 a la noche, por el viejo Canal 7.

Mi papá me había enseñado que nuestro estadio, inaugurado un 9 de julio de 1946 pero visitado por María Eva “Evita” Duarte de Perón un año más tarde, se llamaba el “Cementerio de los Elefantes”, porque allí habían caído nada más ni nada menos que el dos veces campeón intercontinental e invicto 43 partidos, el brasileño Santos de Pelé (2 a 1), la Selección Argentina (2 a 0) y Peñarol de Montevideo (3 a 2), en tres amistosos, los dos primeros en 1964,  justo cuando yo nací y el tercero en 1967, respectivamente. Ahora me daba cuenta que esa leyenda tenía bastante de cierta, al verlo caer a Boca Juniors y luego, a River Plate, a San Lorenzo de Almagro, a Racing e Independiente de Avellaneda, entre otros. Puede verse la hazaña de Colón contra el Santos brasileño en los dos videos que preparó Fox Sports en 2003, el año de la gran inundación que afectó a la ciudad de Santa Fe. Allí se los reporteó a Demetrio “Ploto” Gómez y Luis “Motoneta” López, los dos “héroes” de aquel triunfo “sabalero”.

Colón 1973.

A ese equipo, más una defensa de lujo, la pareja central, que jugaría mucho tiempo en Colón, Hugo Eduardo Villaverde -que jugaba con lentes de contacto- y Enzo Héctor “Gringo” Trossero, lo vería en la cancha de Newell´s en Rosario, un amistoso nocturno del verano de 1973. Ambos, como muchos jugadores de Colón, triunfarían años después en Independiente, donde se cansarían de salir campeones, incluso del mundo.

Claro, en 1974, ese grupo, reforzado por el nuevo arquero, bahiense, Héctor Rodolfo “Chocolate” Baley (79 partidos), más los marcadores de punta, Ernesto Rubén “Bambi” Aráoz (3 goles en 284 partidos) y Edgar Oscar Fernández (6 goles en 277 partidos), muy parecido físicamente a un jugador peruano famoso, más Hugo Villarruel (29 goles en 208 partidos), un morocho habilidoso de bajo perfil, al que Diego Maradona llamaría “maestro” cinco años más tarde cuando lo enfrentaría en Santa Fe, más Carlos Angel López (11 goles en 64 partidos), dueño de una zurda prodigiosa, más un puntero derecho velocísimo y habilidoso como el ex velezano Héctor Mario Lamberti y un centrodelantero potente como Hugo Oscar Coscia (17 goles en 77 partidos), serían la revelación del Torneo Metropolitano, perdiendo la posibilidad de las finales en la última fecha. También sería Boca, al cual Colón lo había goleado por 4 a 1, con un zapatazo de Edgar Fernández, un 24 de marzo, en la primera rueda, lo eliminaría al ganarle en la Bombonera en la revancha, en mayo, por 3 a 1. Salvador Pasini, luego técnico de varios equipos del ascenso, convertiría el gol del descuento santafesino. Colón saldría cuarto en su zona, con 21 puntos, pero iba primero antes de las tres últimas fechas, perdiendo dos partidos insólitos jugando como local, en la cancha de Unión, con Ferro (1 a 0) y Banfield (2 a 1).

Edgar Fernández hoy, el autor de un golazo contra Boca

Allí me di cuenta también que Colón no sólo desplegaba un buen fútbol, vistoso para los ojos, sino que además mostraba eficacia en sus resultados. Jugaban en sus equipos, players elegantes, con sutilezas en el manejo del balón. No nos gustaba como hinchas sabaleros, ver a nuestros equipos, revolear la pelota, jugar burdamente al pelotazo o marcar a presión al rival. No importaba si ganábamos: no disfrutábamos las victorias a cualquier costo. Pero sí gozábamos de un juego a lo Brasil o la Selección Argentina del ´78 o del ´82. El contraste era muy marcado con los “primos” de Unión: ellos jugaban siempre más defensivamente, apelando a la marca -cuando no al juego brusco-, al pelotazo y el contragolpe, apostando a la velocidad de sus delanteros. Así, Pablo de las Mercedes Cárdenas lesionaría gravemente a nuestro Hugo Villarruel años después, en nuestra propia cancha. Esa forma de jugar le sirvió a nuestra hinchada para cantarles en 1975, nombrando al técnico de ellos, Juan Carlos Lorenzo, luego artífice del Boca campeón: “Lorenzo, Lorenzo, dejate de joder, llevate esos caballos y dales de comer”.

Seguiría un 1975 espectacular, dirigido por el “lírico” y menottista, Miguel Antonio “Gitano” Juárez, culminando sexto por diferencia de gol, con 47 puntos y un invicto de 19 partidos, con un clásicos ganado en agosto a Unión (3 a 2), con figuras que venían del interior, como el cordobés, ex Instituto, José Luis “Poroto” Saldaño (24 goles en 48 partidos), el platense Roberto Di Plácido (ex GELP y Altos Hornos Zapla de Palpalá, Jujuy)  y mediocampistas más elegantes como los salteños Osvaldo Diosnel Mazo (24 goles en 125 partidos), Ricardo Aniceto Roldán (39 goles en 224 partidos) y el puntero derecho jujeño Juan Carlos “Cucaracho” López (ex Gimnasia y Esgrima de Jujuy).

Se produciría un paréntesis en mitad de tabla en 1976, con apenas triunfos sobre Boca (1 a 0) en Santa Fe y mismo resultado con San Lorenzo en Buenos Aires, la noche del golazo del “Tapón” Jorge Funes.  Pasarían dos jóvenes ex Huracán, como Martín Enrique Rico y Augusto Sánchez, como 10 y 9 de un Colón que siempre prometía pero nunca concretaba.

Finalmente, llegaría un 1977 brillante, nuevamente bajo la dirección técnica de Urriolabeitia, goleando en Rosario a Newell´s 4 a 1, una noche bajo la lluvia -estuve allí con mi papá-, los dos clásicos a Unión y a los grandes como Independiente y Racing, además de golear 6 a 3 a Huracán. Eran los años de los primeros duelos contra Diego Armando Maradona en Argentinos Juniors. De hecho, lo vi jugar el 10 de setiembre de 1978, contra nuestro equipo en La Paternal.

En ese Torneo Metropolitano 1977, de la mano del “Vasco” Urriolabeitia -quien dirigió 4 veces al club (1971, 1974, 1977 y 1978) y falleciera en La Plata, en 1992, de un infarto a los 62 años de edad-, Colón saldría quinto, con 53 puntos, a diez puntos del campeón River Plate, atrás de Independiente y Vélez pero empatado con Boca Juniors.

Para siempre, guardo en mis retinas, memorables partidos del Torneo Nacional en noviembre y diciembre de 1977, con goleadas por 5 a 1 y 3 a 1, sobre Talleres de Córdoba y River Plate, respectivamente. Colón empezó jugando brillantemente ese campeonato, para luego caerse sobre el final.

En 1978 y 1979, la campaña de Colón mejoraría en los Nacionales, sobre todo por el papel del puntero correntino Alberto Alejandro Monzón (ex Mandiyú), el ceresino gran centrodelantero y cabeceador José Artemio Luñiz (ex GELP y Altos Hornos Zapla de Jujuy), con 113 partidos y 42 goles y el puntero izquierdo (ex Rosario Central), Raúl Vicente Aricó (41 goles en 146 partidos), llegando a las instancias finales. También jugaba en ese equipo, alternando en el mediocampo, Miguel Anconetani, otro ex Unión. En la defensa, se habían sumado de las inferiores del club, Ricardo Ernesto “Tito” Fertonani y Reinhardt Ramón Mántaras -varios años después, éste sería técnico del primer equipo en su regreso a la A-, más el mendocino Antonio Segundo Vergara y el ex Unión, Horacio Daniel Rojas. Quien luego sería médico del plantel profesional, Eduardo “Lalo” Vega (13 goles en 66 partidos), era puntero derecho suplente de aquel equipo, pero luego, tendría una lesión muy seria, que le cortaría la carrera en su mejor momento. En el Nacional de 1978, le ganaría a River Plate, 5 a 2 y llegaría a los cuartos de final perdiendo con el campeón Independiente.

1980 (décimos con 36 puntos) sería otro año de transición ya con el joven Mario Enrique Cariaga (16 goles en 101 partidos), el fallecido Roberto “Oveja” Telch como cinco y Jorge Omar Casaccio (21 goles en 77 partidos) como nueve, estos dos últimos, ex jugadores de Unión, además de un tucumano super talentoso, pero entregado al alcohol, como Raúl Francisco Agüero, fallecido el año pasado, más los ex Central Córdoba de Rosario, Walter Mainonis, el “maestro de la pelota”, el “Trinche” Tomás Felipe Carlovich y el ex Atlanta, Omar Atondo. El arquero era José Luis Erni (67 partidos), eterno suplente de Baley, de Juan Carlos Luraschi y del interminable Edgardo “Gato” Andrada (122 partidos). Un centrodelantero, Pedro Pablo Pasculli, sería la revelación de aquellos equipos, jugando pocos partidos pero convirtiendo goles decisivos. Ignoraba que en 1986, sería campeón mundial al lado de Maradona. Como dato premonitorio, Colón festejó ganarle 1 a 0 a Quilmes en ese Metropolitano 1980, enviándolo así al descenso. Nadie sabía qué sobrevendría después, en nuestra contra.

En el Nacional 1980, empezamos inmejorablemente, ganándole a Unión sobre la hora y a River, con goles del defensor Jorge Carlos Pellegrini y el paranaense Jorge Alberto Comas, luego campeón con Boca, respectivamente -ambos partidos los disfruté mucho-, pero todo se vendría abajo en pocas fechas.

1981 sería un triste final en la A. Un equipo improvisado, dirigido por técnicos de escaso calibre, como el mendocino Enrique “Nene” Fernández y Juan Carlos Iglesias, sin Rubén Rossi, sin Alberto Monzón, sin Angel José Leroyer (4 goles en 154 partidos) ni Huguito Villarruel, estos dos últimos cedidos a Racing, con muchos jugadores que vinieron a terminar sus carreras, como los cordobeses Binello, Meglio y Rolfo, el ex Vélez Julio “Turco” Asad, el rosarino Andrés Orlando Rebbotaro, Sergio Luna (ex San Lorenzo), Rubén Omar Favret (ex Boca), el regreso de un ya veterano Di Meola, otro “dinosaurio” como Olivares y sólo con la supervivencia de Aráoz, Cariaga, Roldán, Casaccio y Comas. El equipo empezó pésimo, con un partido perdido de visitante con un Unión de grandes estrellas, por 2 a 0 ya en la primera mitad, suspendido definitivamente por un botellazo en la cabeza de un juez de línea, que partió de la hincha colonista. Siguió con la cancha de Colón castigada, por varios partidos y jugando en Unión. Incluso debió jugar el partido de vuelta en Newell´s de Rosario, empatando lastimosamente 1 a 1, un lunes a la noche, bajo la lluvia, partido al cual fui con mi papá. Nunca olvidaré un Central 1 Colón 1, bajo la lluvia en el Gigante de Arroyito. Jamás grité y alenté tanto por mi equipo como esa tarde de jornada hábil, donde empatamos con gol de Favret.

Esos fatídicos meses, Colón deambuló en las últimas posiciones, perdió goleado por el Boca campeón de Maradona  (3 a 0) y River (4 a 0), en Buenos Aires, fue humillado por Huracán (3 a 0) y Sarmiento de Junín  (4 a 1) y como si todo ello fuera poco, volvió a perder con Boca en Santa Fe, 2 a 0, en el histórico partido, donde los jugadores del equipo, con camiseta celeste y blanca, como la Selección Argentina, faltando doce minutos para el final,  se retiraron masivamente, por quejas contra el árbitro Loustau, que no sólo había expulsado a Daniel Wermer y Rebbotaro, sino que además, los convocaba a entregar el partido porque ya estaban descendidos. Casi todos fueron suspendidos por varias fechas y de hecho, ése fue el retiro de Di Meola (castigado con 29 fechas), habiendo sido el héroe histórico de Colón, por aquel gol sobre la hora un domingo 30 de octubre de 1977, a Unión de visitante, que desencadenaría un festejo de locura en la tribuna visitante. Allí me había tocado estar pero nunca me imaginé que la historia sería tan contrastante con ese momento de gloria, cuatro años después.

Tenía 17 años pero lloré muchísimo por ese descenso de 1981. Los buenos recuerdos, el haber arrebatado invictos de Rosario Central, un par de años antes, los triunfos sobre los grandes, las buenas posiciones conseguidas en las tablas, parecían quedar condenados al olvido. Todo se esfumó en pocos meses: de febrero a agosto de ese nefasto año, donde sólo me consolaría, haber logrado ser abanderado del nivel secundario.

Habían pasado hermosos años, en los que Colón alternó en algunos primeros puestos, nunca dejó de jugar bien al fútbol y promovió varios jugadores incluso a la fama nacional, a través de la Selección: Baley (campeón del mundo en 1978), Villaverde y Trossero (como ya dijimos, campeones en Independiente); Pasculli (campeón en Argentinos Juniors y mundial en 1986), sin olvidarnos de Rubén Rossi, el marcador central elegido por el propio Céar Luis Menotti, por su prestancia, campeón mundial juvenil en Japón 1979.

Durante prácticamente toda esa década, había sido testigo directo de 31 partidos, con 18 victorias, 5 empates y 8 derrotas (6 de ellas como visitante). Las dos veces que lo vi perder a Colón como local, fueron jugando en la cancha de Unión, con San Lorenzo y con Newell´s en el fatídico 1981. Unas 11 veces, lo fui a ver como visitante, a la cancha de Unión en la misma Santa Fe, Rosario Central, Newell´s en Rosario y Argentinos Juniors en Buenos Aires. Unas 3 veces lo vi ganar (2 a Newell´s y 1 a Unión), 6, perder (2 con Central, una de las cuales, nos acompañó mi madre -la única vez que pisó una cancha-, 1 con Newell´s, 1 con Unión y 1 con Argentinos Juniors en La Paternal) y 2, empatar -ambas en el “Gigante” de Arroyito-.

Pasarían 14 largos años para volver a la A. Los primeros en la B fueron penosos. 1982, 1983, 1984 y 1985 con jugadores como los arqueros Juan Carlos Piccard (que venía de la A), Juan Bautista “Paco” Gerold (fallecido en 2012), Micheli, Daniel Tremonti, el veteranísimo Carlos Adolfo “Batman” Buttice (ex San Lorenzo, GELP y Banfield, entre otros) y Jorge Tripicchio (ex Nueva Chicago), los defensores Juan José Laslo (ex Talleres de Remedios de Escalada), Víctor Longo (ex Huracán) y Miguel Angel Bordón (ya fallecido, ex Boca campeón), el recordado -también fallecido- delantero Néstor Leonel Scotta (ex Unión), el uruguayo Waldemar Victorino (ex campeón intercontinental con Nacional de Montevideo), el paranaense Américo Ramón Pesoa (ex Patronato y Platense), Sergio Saturno (ex Boca y Huracán), Aldo Fernando “Pichón” Rodríguez (ex ídolo de Atlanta), Esteban Rubén Bernasconi (ex Chacarita) y los chicos de la inferiores, algunos de los cuales habían descendido, Carlos Alfredo Huens, Mauricio Ricardo Méndez (del norte, de Calchaquí), Daniel José Wermer, Jorge Sañudo, Alberto Bustingorria, Sergio Ariel Juncos, Carlos Roberto Schneider, Carlos Alberto Mercado, el corondino Claudio Luis Carmona (8 goles en 152 partidos), Roberto Gustavo “Grillo” Marioni, Sergio Antonio “Oveja” Soldano -hoy, exitoso técnico en Europa meridional-, Miguel Gómez, Roberto José “La Chancha” Lheritier y Edgardo Agustín “Cototo” Balbuena (17 goles en 126 partidos y fallecido en trágicas circunstancias en 2012). 

Todos ellos le pusieron “el pecho a las balas”, en un contexto adverso de tanta pobreza, tantas deudas, tanto desastre financiero dirigencial, con los Américo Giménez, Taher Bude, Busaniche y Peirotén como Presidentes y los José “Pepe” Echegoyen, Jorge Omar Sanitá, Alberto Pompeo Tardivo, Carlos Hurtado, Orlando Medina -los cinco ligados a la historia colonista-, Roberto Juárez, Victorio Nicolás Cocco, Osvaldo “Chiche” Sosa, Federico Sacchi, Eduardo Vicente Janín, “Nito” Veiga y Aníbal “Conejo” Tarabini  como técnicos: fueron años lamentables y olvidables, de mitad de tabla hacia abajo.

Sólo recuerdo al hoy gran técnico en Bolivia, Víctor Hugo”Copito” Andrada (7 goles en 41 partidos) como un jugador sobresaliente de aquellas épocas hasta que en 1984, con el regreso de “Cococho” Alvarez, el veterano “Pinza” Vidal y los juveniles Daniel Guadalupe Pighin (en el medio), Claudio Ubaldo Chena (19 goles en 99 partidos), Juan Alberto “Cacho” Vera  (21 goles en 108 partidos) y Claudio Andrés “Carozo” Mir -44 goles en 144 partidos- (en la delantera), logramos ganarle al descendido Racing. Era la B y Colón le seguía ganando a los “grandes” que habían descendido coyunturalmente: no sólo a Racing, sino a San Lorenzo y Gimnasia de la Plata.

Por aquellos años, lo había acompañado a Colón, unas 7 veces: lo vi ganar 4 (una a Racing de Avellaneda), lo vi empatar 2 (una con Argentino de Rosario) y lo vi perder 1 (con Rosario Central, a la postre, campeón).

En 1986, nos mantendríamos en el nuevo torneo de ascenso, el Nacional B, gracias a los aportes de un gran equipo conformado por el veterano Daniel Carnevali (105 partidos) y Gabriel Leopoldo Puentedura en el arco, Raúl Miguel “Bruja” o “Caña” Belén, Claudio Gugnali (ex Unión), José Daniel “Camello” Di Leo en la defensa, Omar Arnaldo “Pulpo” Palma, Erasmo Doroni -los tres prestados por un Rosario Central ya ascendido a la A-, el “Tano” Jorge Di Gregorio, Marcelo Bachino (otro ex Unión) en el medio y Héctor Raúl López (42 goles en 199 partidos), “Cacho” Vera y el paraguayo Roberto “Quebracho” Gamarra en la delantera. Dos queridos jugadores de las canteras, luego técnico y Presidente del club muchos años más tarde, respectivamente, como Javier Oscar “Alemán” López (24 goles en 180 partidos) y el sancarlino Víctor Francisco “Bicho” Godano (12 goles en 279 partidos), formarían parte de ese gran equipo. Ese año, le ganamos un amistoso a Unión en su cancha, 3 a 0: fue inolvidable el “baile” que les pegamos.

Con equipos dirigidos por Ricardo Trigilli (1987) y Oscar Vicente “Patón” Aguirre (1988), si bien siempre llegábamos a las instancias finales, perdiendo ascensos con equipos superiores como Deportivo Armenio, Banfield, Lanús, Huracán, Chaco For Ever y Belgrano de Córdoba, entre 1987 y 1992, mi recuerdo de jugadores brillantes como el centrodelantero, ex Quilmes, Walter Adrián Parodi (15 goles en 44 partidos), los mediocampistas Claudio Carmona, Néstor Toledo, Néstor Freddiani (también ex cervecero), Walter Zuttión (ex Newell´s) y el tucumano (ex Vélez y San Lorenzo) Armando Ignacio “Negro” Quinteros, un chico de las inferiores, un “enganche” como Daniel Mozas (16 goles en 106 partidos), otros dos chicos del club, Marcelo “Tato” Enrique (mediocampista central) y Gustavo Leonel Siviero (defensor, que luego triunfaría en Lanús), el defensor cordobés Juan Carlos “Gato” Bujedo,  el sanlorencino marcador de punta Roque Raúl Caballero, el puntero derecho entrerriano, ex Belgrano de Córdoba, Abel Darío Blasón (14 goles en 36 partidos), el moreno portugués número 10, ex Estudiantes de La Plata y Lanús, Adriano Custodio Mendes (13 goles en 43 partidos), Sergio Humberto “Pájaro” Búttera, Mauricio Baldesarre, Enrique Omar Verón y el entrerriano Sergio Ceferino Laiker, entre otros, resulta imborrable.

 

Pero llegó el espantoso 1989, que prometía ser el del ansiado ascenso. Habían pasado largos 8 años en la B. Producto de que Colón iba camino a sanearse, de la mano del llamado “Fondo Rojinegro”, una proeza solidaria, motorizada por un productor agropecuario, llamado José Néstor Vignatti, se formó otro gran equipo en febrero de aquel año. Bajo la presidencia de César Ezcurra y la dirección técnica de Horacio Harguindeguy y luego, Orlando Medina, los dos ex Rosario Central, el chaqueño Raúl de la Cruz Chaparro y el misionero Víctor Raúl Wolheim, que fue clave todo el torneo, hasta su deserción en las finales, el arquero Wirzt, los defensores el rosarino Horacio Monti y el elegante Guillermo Nicosia (ex River Plate), el “Pato” Sergio Míguez, los delanteros Héctor López y la gran figura, Sergio Ariel “Zurdo” Verdirame (27 goles en 98 partidos), quien luego se proyectaría en Chile y México, fueron las estrellas de aquel equipo.

 

Ese once llegó a la final y perdió 2 a 0 con Unión en nuestra cancha y luego, en la de ellos, con gol de tiro libre, de ese “karma” que es Leonardo Carol Madelón, no pudimos ascender. Nuestro archiconocido Humberto Zuccarelli, era el técnico “tatengue”. Ese día en la primera final, lloré en la cancha por segunda vez en la historia de mi Colón. Fue un dolor parecido a la frustración del descenso. Además, el hecho de que fueran los primos de la Avenida Vicente López y Planes, los que subieran a costa nuestra, era doblemente desgarrador. Nos lo recuerdan hasta hoy en sus cánticos y banderas.

Años más tarde, tomaría conciencia que los clásicos son necesarios para la ciudad, que los vive intensamente, como pocas en Argentina y que se gana y se pierde. Si hay algo que tiene de lindo el fútbol, es la posibilidad de revancha, todos los fines de semana.

Pasarían otras frustraciones, por ejemplo, las campañas de 1990-1991 -dirigido por el veterano Juan Manuel Guerra, el ex Unión Reinaldo José Volken y por el luego exitoso en Lanús de Primera, Ramón Cabrero- y 1991-1992, con la gran escuadra de Miguel Angel Juárez y el “francés” Osvaldo Piazza, con un récord de 6 triunfos consecutivos. Por fin,  llegó el equipo de 1992-1993 que fue igual o más brillante que aquél de 1989, armado sobre la base del de 1991-1992, primero por Hugo García -muerto en un accidente automovilístico en la autopista Rosario-Buenos Aires- y luego, reconducido por el veterano del ascenso, Jorge Ginarte. Dice un refrán, “si no puedes con ellos, únete a ellos”. Con José Felipe Perassi (123 partidos) en el arco, el mismo que salió campeón con Lanús; Gustavo Pedro “Potro” Echaniz que jugaba en aquel equipo de Unión ascendido; con Maximiliano Cincunegui (20 goles en 73 partidos) como nueve, quien nos había amargado jugando para el Armenio de 1986; con el puntero salteño Roberto Walter Mamani; con el ex Unión, el veterano Marcos Alberto Capocetti como ocho (8 goles en 139 partidos) y el juvenil “Juanjo” Ferrer, como cinco, en su momento de esplendor y los paraguayos Juan Alfiere Lugo (un ocho genial), Vicente Fariña, Arnaldo Vázquez y Jorge González -hoy residente en España-, más el santiagueño Alfredo Santiago Juárez, el invalorable aporte de un “inoxidable” Adolfino Cañete, ex subcampeón y campeón con Ferro Carril Oeste en la A, Colón perdería el ascenso en otra final, ahora, por penales y con el Banfield de Puentedura, su ex arquero, en cancha neutral, el Estadio Chateau Carreras, hoy Kempes, de la ciudad de Córdoba. Se calcula que entre 20.000  a 26.000 hinchas de Colón viajaron ese 26 de junio de 1993 a la capital cordobesa. Ese día, el regreso a Santa Fe, fue tristísimo. Yo no pude viajar desde Rosario, por razones familiares -tenía una hija muy pequeña-. No lloré pero casi destrozo el televisor, por los nervios. Ni hablar cuando perdimos por 3 a 0 en Santa Fe, contra Central Córdoba de Rosario y quedamos definitivamente eliminados.

Tras el interregno de 1993-1994, dirigido por Hugo Zerr y el uruguayo Ildo Maneiro, con el “Flaco” Jorge Vivaldo (ex Arsenal) en el arco, el ex velezano Adrián “Galgol” Dezzotti (17 goles en 42 partidos), los juveniles Adrián “Chupete” Marini (27 goles en 150 partidos), el “Tuca” Mauricio Risso (24 goles en 60 partidos) y el marplatense Christian Daguerre como delanteros, Luis Antonio “Mandioca” Guzmán en el mediocampo y el “Bocha” Adrián Alvarez como número 10, Colón perdió en el Reducido otra vez con Chaco For Ever, al que había derrotado el año anterior en Resistencia.

Subrayo que ese Colón de los años noventa, no se cansaría de ganarle a Unión que también había regresado a la B Nacional, tras unos años en la A, tanto de visitante como de local, enterrando para siempre, el karma de 1989.

Algo insólito ocurrió en el medio de otro clásico provincial, cuando en el torneo 1992-1993, el ex jugador y entonces Doctor “Lalo” Vega, médico del plantel, entró a la cancha de un Rafaela 2 Colón 2, para interrumpir un ataque del equipo rafaelino, directo al gol. La pasión del hincha pudo más que el profesionalismo.

Por fin, llegaría el 1995 del ascenso, 30 años después de aquel campeonato en la B. Tras el torneo logrado holgadamente por el Estudiantes de La Plata de Miguel Angel Russo (otra vez, antes con Lanús), de la “Brujita” Verón y un Calderón implacable en las redes, Colón llegaría a las finales, con los tucumanos de San Martín, ganando allá y también en Santa Fe. Ese equipo era de lujo: juventud como la de Leonardo Nicolás Díaz (210 partidos) en el arco, una defensa impecable con el “Negro” formoseño Hugo Benjamín Ibarra -autor de un golazo como mediocampista un año antes contra Nueva Chicago en Mataderos; el “Coco” Horacio Andrés Ameli, Marcelo “Polaco” Kobistyj, autor de un golazo maradoniano una noche de viernes contra Talleres de Remedios de Escalada y el cordobés Dante Rafael Unali. El medio formaba con Javier Oscar López, que había vuelto para ascender con su querido Colón, el “Robot” Ricardo Daniel Kuzemka y el paraguayo ex Olimpia campeón, el “Loco” Gabriel González (13 goles en 35 partidos), alternando el rosarino ex Central, Maximiliano Cuberas y también el talentoso y rapidito volante ex Chacarita, Fabio Giménez. La delantera era increíble: el recordado Miguel Angel “Pampa” Gambier (25 goles en 36 partidos), un centrodelantero temible que también nos había amargado con Lanús y el puntero chaqueño Pedro Damián Uliambre, ex Rosario Central y hoy residente e intendente de Sauce Viejo. Otro uruguayo, como el “Pepe” Echegoyen  3 décadas antes en Buenos Aires, esta vez, Nelson Pedro “Buche” Chabay, era el técnico del soñado ascenso.

Dos generaciones de sabaleros: Adrián Marini y Ernesto Aráoz

Paradójico sería que no pude disfrutar ese ascenso en mi país. Estando en Viña del Mar, Chile, ese 29 de julio de 1995, sufrí y lloré a la distancia, escuchando por radio, ese partido final, 3 a 1 sobre San Martín tucumano, el que luce la misma camiseta rojiblanca de Unión. Escuchar por radio, es una forma de decir, porque las ondas electromagnéticas por el muro de la cordillera, no me permitían, sino adivinar, las incidencias del juego.

Durante los duros años de Colón en el Nacional B, lo había acompañado en 17 partidos: lo vi ganar en 8 (con goleadas por ejemplo, sobre Central Córdoba de Santiago del Estero y Deportivo Laferrere), empatar en 2 (1 con Banfield y otra, en Campana, con Villa Dálmine)  y perder en 7: como local, en 4 dolorosas ocasiones (con Deportivo Armenio, Unión, Lanús e Instituto de Córdoba) y como visitante, las 3 restantes: en Rosario, con Central Córdoba y en Pergamino, 2 veces, con Douglas Haig.

Es que el amor por un club de fútbol argentino tiene la misma secuencia de uno tradicional: hay seducción y atracción por los colores o los equipos o la forma de juego; hay preocupación e interés constante por él, sus noticias, sus formaciones semanales, sus compras y ventas -de hecho, es permanente mi seguimiento del “Mundo Colón”, esté donde esté, resida donde resida, a través del Diario El Litoral y las radios santafesinas como LT9 o LT10 o FM Sol; hay rutina cuasi religiosa: cada fin de semana que juegue, se trata de ir a la cancha (55 veces, 17 como visitante, a lo largo de 25 años) o seguirlo por TV o radio o Internet; hay decepción y reproche con cada derrota o esfuerzo por debajo del normal, por parte del equipo o malas decisiones de los técnicos; hay renovación de la pasión: aunque gane o pierda o empate, hay fidelidad.

En cada gol que escucho, veo o leo, siento que el “Colón, Viejo, Nomás” o el “Dale Negro, Dale Negro” que me enseñó gritar o cantar mi papá allá tan lejos en el tiempo, sigue más vivo que nunca.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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