DE LEYENDAS Y SUEÑOS (QUE SE CUMPLEN)

San Juan, 4 de junio de 2021.

Que la pasión en estas latitudes del globo terráqueo, tienen una estrecha relación con el deporte y sobre todo, el fútbol, no es ninguna novedad. Hasta el cine, como por ejemplo, “El secreto de sus ojos” (2009) reflejó dicha obsesión de los hombres pero también recientemente las mujeres, por la actividad del balompié. Sólo así se explica que anoche, una vez que el árbitro Pitana hiciera sonar su silbatazo final en la lejana y cuyana San Juan, aún violando la cuarentena argentina, hayan salido más chicas, adultas y hasta abuelas a las calles de Santa Fe, felices y embanderadas con los colores de sus amores, festejando el ansiado título, a la par de sus hombres o sin ellos. Tal vez, ese mismo encierro ha hecho más que evidente la necesidad de muchos hinchas de expresar de manera atípica, sus emociones inigualables, que de haber existido una situación más normal, también hubieran sido algo más atinadas, aún cuando es difícil imaginar qué se siente en la piel de un simpatizante, cuando su club gana por primera vez en su vida, una estrella.

Es que tuvieron que pasar 116 años y algunas semanas, para que un club del interior de la Argentina, cuyo rasgo esencial es el sufrimiento a lo largo de décadas, pero también la lealtad genuina de sus hinchas, pudiera gritar “Campeón” en un torneo nacional. Fue en un contexto anormal, sin público en los estadios sin localías válidas y tampoco, sin gente de manera masiva, celebrando en las calles, aunque como queda dicho, dicho factor se cumplió a medias por lo visto anoche, en muchos lugares de la Provincia de Santa Fe, no sólo la capital.

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ESTANISLAO LOPEZ, UN AUTENTICO FEDERALISTA HOY NECESARIO

A pesar de la historia revisionista de José María Rosa y Ernesto Palacio, ensalzando a Juan Manuel de Rosas como el paladín del federalismo y el nacionalismo argentino en el siglo XIX, tengo todo el derecho a dudar de dichas credenciales. Exiliándose en Southampton (Inglaterra) a la que supuestamente confrontaba, no parece propio de un nacionalista cabal. Idem respecto a su identidad como hacendado y antes que nada, caudillo de sus peones, antes de serlo de todos los bonaerenses, a quienes condujo con rigor y de modo monópolico. Jamás Rosas quiso someterse a un mandato constitucional alguno. Nunca planteó un liderazgo compartido con otros líderes provinciales. Era un señor feudal que prefería coexistir y luego dominar a otros tantos señores feudales en cada una de las Provincias.

Un auténtico federal pero extranjero, uruguayo, era José Gervasio de Artigas. Auténticos federalistas eran Manuel Dorrego, quien vivió como embajador en Estados Unidos y conocía de cerca la genuina experiencia federal norteamericana y el Brigadier General Estanislao López, quien luego de ser soldado de Belgrano y caer prisionero en la campaña del Paraguay, se embarcó al frente de sus Blandengues, en una guerra fratricida de 7 años, contra el unitarismo del Directorio porteño (Pueyrredón y Alvear) y los gobernadores de Buenos Aires (Rondeau y Soler). Cuando San Martín temía ser detenido por las autoridades porteñas al retornar de su campaña libertadora del Perú, López se ofreció a protegerlo y llevarlo en andas con sus gauchos, a la Plaza de Mayo.

Además de un brillante militar y caudillo querido por su pueblo santafesino, fue un gobernador progresista, que tuvo grandes ministros como Domingo Cullen y Pascual Echagüe, rechazando al indio, alentando la agricultura y la ganadería pero sobre todo a diferencia de los Rosas, Quiroga, Bustos, Ibarra, Heredia y tantos otros, que manipulaban la bandera federal para sus propios intereses personales (entre otros, encaramarse en el poder). López era un integracionista, porque buscaba articular en un todo federalizado, incluso a la Banda Oriental del Uruguay y abogaba por la libre navegación de los ríos, en contra de los porteños y bonaerenses. Finalmente, López tuvo la virtud de ser magnánimo hasta con sus enemigos, en tiempos de ferocidad y venganza: además del citado gesto protector con el Libertador de América, le perdonó la vida al “Manco” Paz.

Ante el error garrafal de Lavalle de fusilar a Dorrego, López quedó junto al caudillo entrerriano “Pancho” Ramírez, como los únicos interlocutores de envergadura de Rosas. Este logró dividirlos y entonces, López apenas insistió y fracasó en su intento de convencerlo de la institucionalización del país, se retiró políticamente hasta morir el 15 de junio de 1838 en su amada Santa Fe, por la tuberculosis -o por “la mano negra” de James Lepper, el médico personal inglés de Rosas-? Si todos los esfuerzos institucionalistas de López como el Estatuto de 1819, los Tratados de Pilar, Cuadrilátero y la Constitución confederal como fue el Pacto Federal de 1831, todos antecedentes de la Constitución alberdiana de 1853,  hubieran prosperado, tal vez hasta nos hubiéramos evitado la nefasta experiencia rosista.

Hasta 1853, año en que se levantaría otro federalista entrerriano -aunque tardío-, Justo José de Urquiza, el legado del “Patriarca de la Federación”, el único sincero que pudo sobrevivir a la anarquía, más allá de los roles políticos de su hermano Juan Pablo “Mascarilla” y su hijo Telmo, quedó vacante dejándole todo el protagonismo y la suma del poder público a Rosas. Pero ese enorme legado es desconocido, sobre todo para los no santafesinos y las jóvenes generaciones que seguramente se pregunta qué y quién está en esa estatua cerca del canal 13 y el Puente Colgante en mi bella ciudad natal.

Lamentablemente, López al haberse constituido en el único vencedor invicto de los porteños, no tiene en su honor, ninguna calle de la ciudad capital, pero ser recordado por los ciudadanos de su Provincia Invencible que él soñó convertir en República, más allá del nombre en la Autopista Santa Fe-Rosario o el Estadio de mi Colón, quizás es su mejor premio.

Es contrafáctico pero qué hubiera hecho López si hubiera enfrentado un caso como el de la expropiación de Vicentín por parte del gobierno nacional, plagado de porteños? Seguramente, no hubiera actuado como el actual timorato gobernador Perotti, tratando de mediar y actuar más como obsecuente de Buenos Aires sino como un verdadero custodio de la soberanía santafesina, enfrentando al poder centralizador.

MI GRAN PASION FUTBOLERA: COLON DE SANTA FE (I)

Santa Fe de la Veracruz. Tenía 6 años y mi papá me llevó por primera vez a una cancha de fútbol, “aupado” en sus brazos, para ver un partido. Paradójicamente, era la cancha de Unión, el archirrival de nuestro amado club, Colón, el querido “sabalero” -por la tradicional pesca de los sábalos, de nuestros hinchas pioneros, en el Río Salado, aledaño a nuestro Estadio Brigadier General Estanislao López, en pleno Barrio Centenario-. Jugaban entre sí y con otros equipos de hoy B Metropolitana (Ferro Carril Oeste, Los Andes, Atlanta, Banfield y los dos rosarinos, entre otros), un torneo reducido que se llamaba Reclasificatorio, para lograr permanecer en la Primera División o descender a la segunda. Colón pudo salvar la categoría aunque yo no recuerde hasta el día de hoy, el resultado de aquel primer partido, porque mi mente al respecto, es borrosa. Pero lo que no me olvido, es que a partir de ahí, mi amor por los colores rojinegros o “sangre y luto” de mi querido club, juegue donde juegue, permanecería inalterable.

No sabía que seguirían décadas de muchas alegrías y también, no pocas y profundas tristezas, pero lo cierto es que, mirando la historia del club en toda su perspectiva, a lo largo de 113 años recién cumplidos el 5 de mayo pasado, tuve la fortuna de vivir los 53 más lindos y honorables del club. Además, como me quedan varios años más de vida, no descarto que viva los mejores por venir. Grande sería mi felicidad si alguna vez, lo viera salir campeón -ya lo vi subcampeón en 1997 y el año 2000-.

El objetivo de esta semblanza, es mostrarles a Uds., los mejores momentos, los más intensos, gratos e ingratos que me tocó vivir con Colón. Tal vez, los más jóvenes puedan extraer como conclusión, la intensidad de este sentimiento deportivo: por qué depara tanto, el cariño por un club de fútbol en un país como Argentina. Como dice un pasaje de la película “El secreto de sus ojos, uno de los protagonistas, fanático de Racing de Avellaneda, expresaba que “uno puede cambiar de todo en la vida pero jamás de una pasión futbolera”. Sin llegar a ese extremo, obviamente que haber recorrido lugares como Rosario, Pergamino, Campana, Buenos Aires, acompañando a Colón, demuestra una fidelidad especial a dicha intitución centenaria.

Vamos a los recuerdos entonces.

Sin mucho por destacar de los años 60. Era pequeño y salvo ese Reclasificatorio, no recuerdo ni la exitosa campaña de campeón del ascenso en 1965 -con el uruguayo José “Pepe” Echegoyen como técnico (fallecido en 2004, a los 77 años de edad-, ni el proceso anterior como el inmediato posterior, excepto las menciones de nombres de grandes jugadores como los hermanos morenos -uruguayos- Orlando y Gisleno Medina, el puntero derecho, el rubio Juan Carlos Mottura (18 goles en 70 partidos y autor de un gol decisivo contra Unión, subido al alambrado y llevado en andas por los hinchas, un 1 de noviembre de 1970), otro puntero, Agustín “Mencho” Balbuena -quien luego  triunfaría en un Independiente campeón intercontinental-, el centrodelantero -luego campeón en Newell´s, Alfredo Domingo “Mono” Obberti, el “Negro” José Luis Córdoba, un 10 talentoso (22 goles en 128 partidos), el defensor Jorge Omar Sanitá, los mediocampistas Carlos Colman, Raúl Poncio, el rosarino José Omar “Pato” Pastoriza -un verdadero caudillo que también triunfaría en Independiente, falleciendo en 2004 a los 62 años de edad- y  Néstor Borgogno (23 goles en 81 partidos), los arqueros Luis Angel Tremonti y el luego consagrado en Estudiantes de La Plata y ya fallecido en Grecia en 2005, a los 66 años de edad, Néstor Martín Errea, entre otros.

 

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