DE LEYENDAS Y SUEÑOS (QUE SE CUMPLEN)

San Juan, 4 de junio de 2021.

Que la pasión en estas latitudes del globo terráqueo, tienen una estrecha relación con el deporte y sobre todo, el fútbol, no es ninguna novedad. Hasta el cine, como por ejemplo, “El secreto de sus ojos” (2009) reflejó dicha obsesión de los hombres pero también recientemente las mujeres, por la actividad del balompié. Sólo así se explica que anoche, una vez que el árbitro Pitana hiciera sonar su silbatazo final en la lejana y cuyana San Juan, aún violando la cuarentena argentina, hayan salido más chicas, adultas y hasta abuelas a las calles de Santa Fe, felices y embanderadas con los colores de sus amores, festejando el ansiado título, a la par de sus hombres o sin ellos. Tal vez, ese mismo encierro ha hecho más que evidente la necesidad de muchos hinchas de expresar de manera atípica, sus emociones inigualables, que de haber existido una situación más normal, también hubieran sido algo más atinadas, aún cuando es difícil imaginar qué se siente en la piel de un simpatizante, cuando su club gana por primera vez en su vida, una estrella.

Es que tuvieron que pasar 116 años y algunas semanas, para que un club del interior de la Argentina, cuyo rasgo esencial es el sufrimiento a lo largo de décadas, pero también la lealtad genuina de sus hinchas, pudiera gritar “Campeón” en un torneo nacional. Fue en un contexto anormal, sin público en los estadios sin localías válidas y tampoco, sin gente de manera masiva, celebrando en las calles, aunque como queda dicho, dicho factor se cumplió a medias por lo visto anoche, en muchos lugares de la Provincia de Santa Fe, no sólo la capital.

Deportivamente, se dieron una serie de elementos que coadyuvaron en tal sentido, como casi siempre ocurre: un técnico con experiencia y antecedentes familiares que lo respaldaban, pero ante todo, un gran motivador, a pesar de su tranquilidad y bajo perfil; un equipo que mezcló jóvenes y veteranos en una dimensión acorde; un sentido de pertenencia como hacía tiempo se reclamaba y no se daba; jugadores desequilibrantes; rivales poderosos que se fueron quedando en el camino y algunas jugadas en determinadas circunstancias que favorecieron esa “suerte” necesaria en  todo campeón. Colón de Santa Fe 2021, no fue el mejor Colón que yo haya visto en mi vida. De hecho, el de 1974-1975, el de 1977, el de 1995, el de 1997 y algunos más tal vez, hayan sido versiones más vistosas y elegantes que ésta. Pero aquellas carecieron de todo lo que en este grupo de “gladiadores” sobró: hombría, determinación, solidaridad, iniciativa, algo de fortuna. Tampoco fue el mejor equipo en el torneo. Hubo otros como River o Talleres de Córdoba o el mismo Vélez que pudieron haberse consagrado también. Pero este Colón versión “Pulga” Rodríguez, a quien yo mismo insulté en todos los idiomas, jugando para su amado Atlético Tucumán, convirtiéndonos algunos goles, fue quien mejor lo hizo y por eso, se llevó la Copa.

Párrafo final pero no menos importante para esa hinchada que hizo enormes sacrificios a lo largo de décadas para acompañar a su club hasta aquí, sintiendo más de una vez que “lo divino no mezcló bien las cartas”. Que luego de Asunción 2019, llevando más de 40.000 almas (récord mundial de un país a otro), hasta había perdido las esperanzas de ver coronada esa primera estrella en el escudo del club. Que en el pasado, tuvo que soportar dramas hacia atrás, como un segundo descenso de categoría en los escritorios de AFA en 2014; una administración corrupta como la de Germán Lerche, gran responsable de aquel abismo; su propio estadio cubierto por las aguas del Río Salado, en la terrible inundación de marzo de 2003; dos finales perdidas en 1989 y 1993 -por penales- para volver a la “A”; un primer gran descenso en 1981, que duraría 14 años, jugando en canchas impresentables del país y campeonatos nacionales en los que culminó subcampeón (1997 y 2000), clasificando y jugando Copas internacionales, pero sin poder plasmar nunca el máximo logro. Se fue pergeñando así una imagen de un Colón del “casi, casi”, famoso en los programas periodísticos deportivos, como un club al que que siempre, a pesar de los grandes equipos y técnicos de fuste (Martino, Basile, Bauza, Fossatti, Maturana, Falcioni, Astrada, Mohamed, entre otros) que tuvo, siempre se quedó a las puertas de un gran éxito. Pero al mismo tiempo, ese derrotero de alzas y caídas al infierno, fue construyendo esa imagen de leyenda, ya alimentada, parecía de modo suficiente, con el “Cementerio de los Elefantes”, el invicto de 58 partidos entre 1948 y 1952, los triunfos sobre el Santos de Pelé, el Peñarol de Uruguay, Millonarios de Colombia y la Selección Argentina.

De mi parte, siempre mantuve en alto la bandera. En el transcurso del tiempo, apelé a un sinúmero de cábalas, a simbolismos de todo tipo, gocé y lloré casi en igual proporción, nunca dejé de ser fiel a ese mandato que mi padre me inculcó apenas tenía un lustro de vida. Jamás dejé de estar presente, por radio, TV o en el estadio, de local o visitante, en la A o en la B, esté donde sea, Estados Unidos 1990, Chile 1995 o Europa post 2016. Como cientos de miles de hinchas y tal vez, millones de argentinos y hasta extranjeros que simpatizaron, vía Los Palmeras, anoche esa larga y desinteresada lealtad tuvo premio, pero sobre todo, pudimos comprobar que los sueños finalmente se concretan. En esta vida.

Estas tres últimas fotos personales fueron tomadas de un Colón 0 Huracán 0, como local en el Estadio Brigadier General Estanislao López, Santa Fe (marzo de 2018).

Salud Colón Campeón! Se vienen otros momentos mágicos: el 17 de diciembre otra final de campeones nacionales y por qué no, otra estrella y en 2022, la Copa Libertadores. A disfrutar!!!

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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