RENACIMIENTO PERONISTA: ALIVIO Y ESPERANZA

Fueron dos meses realmente estresantes. Desde las PASO que catapultaro a Milei a un lugar de privilegio impensado hasta para propios, pasando por la incertidumbre de saber primero, si habría triunfo en primera vuelta y segundo, ballotage y entre quiénes, hasta el ansiado domingo 22 de octubre, en que llegó la hora de la verdad de las urnas. Al poco tiempo del cierre del escrutinio, se constató que había votado algo más de gente que en agosto y que Massa, contra todos los pronósticos, lideraba la votación, con 7 (siete) puntos de ventaja sobre Milei, dejando así relegada a la cambiemita Bullrich, cuyo espacio quedaba afuera del ballotage por primera vez desde 2015.

El velorio pero sobre todo, el shock, se apoderó de los bunkers no peronistas.  Unos (los libertarios) creían que ganaban en primera vuelta. Los otros, los “amarillos”, que quedaban primeros o segundos, jamás terceros, al borde de su implosión. Pero sobre todo, la sorpresa de ver cómo el peronismo se había reconstruido de sus cenizas y cómo había ganado hasta en lugares como Lomas de Zamora, donde un caso emblemático de corrupción ni siquiera rozó dañarlo. Ello sumado a que ningún indicador macroeconómico, incluyendo devaluación post PASO, había mejorado: por el contrario, el deterioro de todas las variables fue completo. Cómo entender en ese contexto adverso, tal apoyo de casi 9 millones de argentinos.

Es que el miedo a las promesas de Milei operó de modo transversal sobre toda la población. La presencia de Massa poniéndose al hombro la campaña, más haberse diferenciado de CFK y Alberto Fernández, también le imprimió la cuota de liderazgo necesaria para emprender una campaña en la que no creían ni los propios, podía revertirse. Finalmente, un enorme número de votantes que descree de toda regeneración ética que se desvincule de la gestión. La experiencia macrista fue tan lesiva para los intereses populares que al igual que el alfonsinismo, desmotiva ya toda creencia en la posibilidad de desligar management de moral pública. Por último, la credibilidad de Massa en torno a generar una propuesta de unidad nacional, que entierre toda grieta absurda, con la que se mal-entretuvo a la opinión pública durante casi dos décadas, pesó como nunca antes.

Quedan ahora semanas para consolidar el resultado o alterarlo en el ballotage. No siendo los votos trasladables de un sector a otro, no sabiendo tampoco si los ausentes concurrirán a votar o si habrá nuevos, desmotivados con las dos opciones que sobrevivieron,  Massa parece mejor posicionado sobre todo, por el “efecto envión”, al estilo de Macri en 2015, que Milei, tan vulnerable a perder hasta lo propio como Menem cuando renunció en 2003. En este match de boxeo político, uno parece “comerse el ring” y el otro, está “groggy”, incluyendo pases de facturas entre soldados propios por errores no forzados y ausencia de una estrategia y armados políticos que siempre despreció, arriesgando pagarlo caro.

A 40 años de la gesta democratizadora de 1983, más amenazados la casta y el sistema juntos que nunca, quizás estemos ante un escenario inédito: la democracia refortalecida y un liderazgo naciente. convocante, novedoso, original, buscando iniciar una nueva era. Lunes 23 de octubre fue una jornada de alivio y esperanza colectiva aunque haya tristeza en algunas franjas especiales de la población. Pero hay razones para ilusionarse y volver a creer en nuestro país, porque es hora de puentes y ya no de grietas.

CUANDO LA SENSATEZ DEBE IMPONERSE A LA LOCURA

El resultado de la PASO en agosto en Argentina, fue absolutamente imprevisto. Milei que se caía en cada elección provincial, además de derrumbarse en las encuestas, terminó ganando de modo más que sorpresivo. Horacio Rodríguez Larreta que era candidato opositor a ganar la Presidencia, sacaría apenas 11 puntos y perdería la interna de su espacio con Patricia Bullrich. Sergio Massa pagaría un alto precio por los errores del oficialismo o “kirchnerismo peronizado”.

La primera vuelta en octubre amenaza con un despegue de Milei, buscando ganar sin necesidad de llegar al ballotage y un Massa que se juega todo por el todo, en nombre de la historia del peronismo, en al menos, forzar la llegada a aquella instancia. Bullrich no puede retener el voto de Larreta luego de una puja fratricida que amenaza con dejar afuera a tal sector por primera vez fuera de la discusión por el poder en los últimos 8 años.

Si Milei se transforma en Presidente, su destino será el de Fujimori, cerrando el Congreso o arriesgando un “impeachment”. Si miente en su mensaje tan radicalizado o se modera, perderá el voto de sus adeptos enojados o fanatizados. Sólo la opción de Massa asoma como la única de cierta sensatez en un escenario novedoso, inédito, que tal vez, se constituya en una bisagra de la historia política argentina, como lo fue la Presidencia de Carlos Menem.

El destino es abierto, una vez más y damos gracias al Ser Supremo, por permitirnos ser testigos de este tiempo.