NUESTRO “KAISER” DEL FUTBOL

Si los alemanes tuvieron su emblema en Franz Beckenbauer (76 años) como jugador-líder de la Selección campeona mundial de 1974 además de DT ganador en Italia 1990 y hasta Presidente del Bayern Münich, los argentinos también tuvimos ese equivalente, casi contemporáneo y en el mismo puesto, defensor central (número 6) -y goleador-: Daniel Alberto Passarella. Capitán de la Selección argentina que alzara la Copa Mundial en casa en 1978, DT de la Selección aunque sólo llegara a cuartos de final en Francia 1998 y técnico y Presidente de su club histórico (River Plate). Aunque este último detalle, habiéndolo encabezado precisamente en 2011, año en que descendiera la entidad de Núñez, hace que, sobre todo, en la mente de muchas generaciones jóvenes, se empañe toda la carrera expuesta con anterioridad.

La novedad -triste- que hoy nos golpeara a todos los futboleros de bien, fue que Passarella (69 años) sufre de una enfermedad neurodegenerativa (Alzheimer) que conozco muy bien porque afectó a mi madre antes de su muerte, además, aparentemente, de Parkinson. Esta infausta noticia se emparenta con una similar que conociéramos hace semanas, respecto a Edgardo Bauza (64 años), también ex 6, suplente de aquel equipo glorioso de 1986, también ex técnico -muy ganador- de clubes como su querido Rosario Central y San Lorenzo y del fútbol ecuatoriano. Tiempo atrás nos dejó  físicamente Diego Armando Maradona, adalid de aquel team campeón, con quien Passarella tuviera una escabrosa historia de rencillas, nunca debidamente aclarada en función de los testimonios de sus propios protagonistas en ese mismo Mundial de México 1986.

Passarella aunque no jugara ese Mundial, formaría parte del plantel y sería el único argentino, dos veces campeón mundial de fútbol. Ojalá que ese dato por demás elocuente, alcance a dimensionar su enorme figura más allá de los debates de las redes sociales.

EL ENORME DEFICIT DE LIDERAZGO EN ARGENTINA

Tres escenarios ilustran como nunca antes, la acefalía en la que se halla la Argentina, un país pletórico de creatividad individual pero que en términos sistémicos, fracasa como proyecto colectivo, crónicamente seducido por un carrusel que lo deposita en el mismo lugar cada tantas décadas, lo cual demuestra el grado de adolescencia societal que afronta. Por ejemplo, algo semejante a lo que vivimos hoy, fue 1974, apenas murió Juan Domingo Perón, sí, hace exactamente 44 años.

En aquel terrible julio, cuando yo tenía 10 años de edad, ya tuve que afrontar el ocaso de un régimen por la pérdida física de su líder omnipresente, que dejó en su impresentable viuda “Isabelita” Martínez (una ex cabaretera del Caribe, todavía “becada” en Madrid), la responsabilidad de conducir el país, rodeada de obsecuentes, “brujos” como el ex cabo policial “Josesito” López Rega y bandas parapoliciales como la “Triple A”. En el Mundial de Alemania, la Selección era un caos por la improvisación con la que se preparó y las irregularidades con el nombramiento de su cuerpo técnico (Sívori-Cap). Pasamos la primera ronda gracias a un milagroso partido contra Haití y merced a la derrota de Italia a manos de Polonia, pero luego perdimos con Brasil y fuimos humillados por una Holanda, que llegaría a la final. Por último, en la materia, donde eclosionan todos nuestros problemas como sociedad, la economía, por vivir siempre más allá de nuestras posibilidades, emitiendo moneda, endeudándonos (afuera o adentro) y despojando al campo, vía retenciones, ya incubábamos el “rodrigazo”, un sinceramiento abrupto de todas las variables (tarifas y salarios), que por fin, explotaban, tras la irresponsable represión inflacionaria de años anteriores (con los militares y el propio Perón). Como los procesos anárquicos no pueden sobrevivir, aunque deriven  en guerra civil, 1976 fue el corolario triste de semejante bienio de estupidez colectiva: el advenimiento de una dictadura militar, que “reinstauró el orden”.

Como decía Marx en “El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte”, “cuando la historia se repite, primero lo hace en forma de tragedia y luego, deriva en farsa”. Unos 35 años de democracia, a la que volvimos -y nunca debemos olvidar-, producto de una guerra perdida en Malvinas -y no por la lucidez dirigencial-, donde no encontramos líderes estadistas, sino políticos con ambiciones vulgares que priorizaron su perpetuidad personal (Menem y Kirchner -incluso éste falló en su cálculo-) o fracasados como Alfonsín y De la Rúa, por errores propios y conspiraciones ajenas. Respecto a 1930, sólo aprendimos que haya cierta alternancia en el poder y que el peronismo haya aceptado en paz, sus tres derrotas electorales (1983, 1999 y 2015) aunque como opositor, le haya plagado el camino de espinas a sus rivales triunfantes.

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