LA ULTIMA GRAN VUELTA DE LA ULTIMA GRAN CARRERA

El GP de Abu Dhabi que acaba de terminar de manera dramática era relevante por dos grandes motivos. Se retiraba el gran campeón de 2007, el finlandés Kimi Raikkonen, pero sobre todo, se definía el Campeonato Mundial de Conductores, entre Hamilton y Verstappen, en un final tan reñido, como no se veía desde 1974.

Ya es historia: Raikkonen se retiró abandonando en el giro 29 y Verstappen ganó en la última vuelta superando a Hamilton, con la ayuda de un safety car, motivado por el choque del canadiense Nicholas Latifi. Lo que parece ser una crónica fría, oculta una enorme emoción: los fans votando a Raikkonen simbólicamente como “el piloto del día” y la última vuelta que fue a pura definición, la más justa, la que merecía un torneo que fue tan emotivo de principio a final, consagrando al cuarto campeón más joven de la historia.

el homenaje de Ferrari a Raikkonen (último campeón de la escudería italiana)

Más allá de que también fue la despedida de varios pilotos de sus respectivos equipos (Bottas, de Mercedes Benz; Giovinazzi, de Alfa Romeo y Russell, de Williams), Kimi Raikkonen con su Alfa Romeo, largó  esta última carrera de F1 del año, dejando atrás de manera definitiva, una  exitosísima carrera profesional. En efecto, desde que se inició en Sauber en 2001, nos lega un campeonato mundial de pilotos, 21 victorias, 103 podios, 18 poles, 46 vueltas rápidas y 353 Grandes Premios.

Te vamos a extrañar Kimi y esta vez te dejaremos sólo, haciendo alusión a su famosa frase en plena carrera, con Lotus en el mismo Abu Dhabi pero hace 9 años atrás.

Párrafo aparte merece la definición por el campeonato de pilotos. Hamilton superó a Verstappen en la largada, dominó la carrera hasta que, sobre el final, Latifi fue chocado por Mick Schumacher y dicho evento, que lamentó el inglés, obligó a la entrada del safety car. Hasta ese momento, vuelta 53 de 58, el nederlandés descontaba un segundo por vuelta al 7 veces campeón, pero no iba a poder superarlo en condiciones normales porque ya no tenía tiempo. Cuando se retiró el auto de seguridad, faltando menos de dos vueltas, durante un largo minuto con cincuenta y ocho segundos, el holandés atacó la posición del británico, hasta superarlo de manera impecable y así, poder ver la bandera a cuadros antes que ninguno, mientras en las gradas, flameaban por doquier, banderas nederlandesas.

Consuelo para los alemanes de Mercedes Benz, cuyo director “Toto” Wolff reclamó dos veces en contra de la detención transitoria de la carrera: pudieron ganar por octava vez consecutiva, el Campeonato de Constructores, en gran medida, gracias al abandono del mexicano Sergio “Checo” Pérez, el coequipier de Verstappen en Red Bull.

Así, con una gran carga emocional, culminó la F1 2021, que recordaremos por mucho tiempo.

SOBRE LA CUMBRE VIRTUAL BIDEN-PUTIN

Esta es la entrevista que me hiciera la periodista Ana María Serrano, para la TV colombiana (Cablenoticias), en la noche del miércoles 8 de diciembre. Tema central: el encuentro virtual entre los Presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, respectivamente, por las tensiones entre la OTAN y rusos a propósito de Ucrania.

FRENTE A FRENTE EN LA F1

Este año será recordado como uno de los más emotivos de la máxima categoría del automivlismo mundial. El domingo próximo se correrá la última carrera en Yas Marina, el circuito de Abu Dhabi y llegarán empatados en puntos, el británico Lewis Hamilton y el nederlandés Max Verstappen. Reeditando finales parejas como las de Prost y Senna entre 1985 y 1993 o, Schumacher versus Hakkinen entre 1994 y 2000, los dos europeos buscan definir en unos días, no sólo quién se quedará con el palmarés de Pilotos sino también la marca líder en Constructores.

Un podio de a dos en Jeddah. Verstappen desairó el festejo

Precisamente, como nunca antes tampoco, se ha generado una puja especial entre los máximos directores de equipos: el de Mercedes Benz, el vienés Torger Christian “Toto” Wolff (nacido en 1972) y el de Red Bull, el inglés Christian Horner (nacido en 1973). La rivalidad de la pista se trasladó a los boxes, donde estos dos vieneses, también compiten por declaraciones públicas que denotan también antagonismos personales.

Ojalá todo se dirima en el pavimento y gane el mejor, para acabar con todas las polémicas que han signado esta hermosa temporada.

Wolff: de la bronca al éxtasis

LA UNION EUROPEA ACORRALADA POR EL ISLAM: EL CASO AUSTRIACO

El mundo occidental-cristiano y el islámico siempre estuvieron en estrecho contacto, quizás más que respecto a otras civilizaciones religiosas. La “guerra contra el terrorismo”, en especial la que detonara a partir del 11S en 2001, hizo que tales contactos sean percibidos como inevitable tensión o conflicto aunque no siempre en la historia, fue así. También aquel hecho pareció significar para muchos, “el regreso de la religión” como  fuerza irracional al ámbito de las RRII, pero tampoco ello tiene asidero: la religión siempre estuvo presente en la política internacional pero el relato histórico sólo visibilizó a los Estados modernos y cristianos secularizados, excluyendo adrede a actores estatales o imperiales no cristianos, como el Imperio Turco-Otomano, creado en 1299.

Tanto la “guerra contra el terrorismo” generando expectativas de conflicto inexorable como el supuesto “regreso de la religión” que plantea un choque inevitable entre la racionalidad occidental y la “barbarie” oriental, crean un marco discursivo propicio para una relación exclusiva amigo-enemigo, en clave agonística.

Esas distancias no son novedosas. Viena fue atacada y asediada por los turcos en tres oportunidades sucesivas en los siglos XVI y XVII. El primer sitio ocurrió en setiembre-octubre de 1529, cuando un ejército de 17.000 a 24.000 soldados y oficiales cristianos, enfrentó el brutal ataque de 120.000 turcos enviados al efecto, por el Gran Solimán el Magnífico.

Los primeros, mayoritariamente españoles y alemanes, comandados por el Conde belga Nicolás de Salm, cuyo corazón está enterrado en la Iglesia Votiva de la actual capital austríaca, en reconocimiento por su labor abnegada y valiente al frente de las tropas antiislamistas.

En 1532, se produjo el segundo ataque turco, que ya involucró mayor cantidad de tropas musulmanas pero también implicó el propio involucramiento personal-militar del joven Emperador Carlos V – I de Habsburgo o Austria-.

La tercera participación turca ocurrió en 1683, con la batalla de Kahlenberg, decisiva y definida en favor una vez más, de los cristianos. Esta vez, éstos conformaban una fuerza de 84.000 soldados y  oficiales versus 170.000 turcos.

En la actual Viena, no obstante que ya no existe ningún amurallamiento que recuerde aquellas batallas, sobreviven apenas vestigios particularmente en lo que hace a los restos físicos de dichos héroes pero sobre todo, cierto capital simbólico de tal divisoria.

En ese sentido, desde el ámbito teórico, Samuel P. Huntington a inicios de los noventa, ha explicado cómo por Viena, cruza exactamente una suerte de línea de fractura civilizatoria, que divide ambos mundos, el cristiano, hacia el oeste y el musulmán, hacia el este.

Esa línea de fractura no obra en la actualidad, como bisagra conflictiva. De hecho, en el siglo XX, tras la Primera Guerra Mundial y el derrumbe del Imperio Turco-Otomano, que había coexistido pacíficamente con su similar, el Austro-Húngaro hasta aquel hecho sangriento, en los años sesenta, fue importante la emigración turca,fomentada adrede por los Estados alemán occidental y austríaco, respectivamente, para reequilibrar el drenaje masculino, ocasionado por la II Guerra Mundial.

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CHILE: DEL CENTRO AL EXTREMO

Estuve en Buín, comuna de la Región Metropolitana de Santiago, una noche, en julio de 1995. Uno de mis compañeros del Diplomado en Gestión de RRHH para la Calidad Total en la Universidad Diego Portales, estaba retirándose del Ejército chileno y por ello, se dedicaba a estudiar una carrera que lo proyectara hacia el mundo civil. Sin embargo, a modo de especial gentileza, nos invitó a cenar un “asado chileno” en el Regimiento donde él estaba asentado. A algunos de nuestros compañeros comensales, seguro se les atragantó el bocado, cuando señaló que el General Pinochet solía visitar a menudo tal guarnición y se sentaba en la misma mesa que nosotros.

Así como Bolsonaro en Brasil, hace ya un cuarto de siglo, en Buín, comenzó la carrera política, José Antonio Kast, como concejal de la comuna, en 1996, un año después de mi visita. El ayer ganador de la primera ronda de las elecciones presidenciales chilenas, tiene mucho en común con Buín y Pinochet.

Pero además, pocos saben -o recuerdan- que el economista Miguel Kast, fue el verdadero “cerebro” de “El Ladrillo”, el programa económico que los economistas liberales, sobre todo, monetaristas, le entregaron en mano al gobierno militar del General Pinochet. Ese programa, a diferencia de otras experiencias latinoamericanas, se aplicó eficazmente, aún con vaivenes: tuvo un auge entre 1975 y 1980, presentó dificultades serias entre 1981 y 1986 y luego, terminó consolidándose con éxito, de la mano de reajustes implementados por Hernán Büchi Buc, recomendado por el propio Kast, antes de su muerte, producida por un fulminante cáncer óseo, en 1983.

Kast era un devoto católico, incluso había participado de la Democracia Cristiana antes de la radicalización progresiva de ésta en los años sesenta. Hijo de un ex oficial alemán que combatió a las órdenes del Führer, quien se encargaría de describirle la espantosa vida de los alemanes orientales bajo el socialismo real, el joven Miguel era un fervoroso anticomunista, lo cual lo condujo a apoyar el golpe militar de Pinochet contra el gobierno de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende, el 11 de setiembre de 1973. El abogado y luego senador Jaime Guzmán Errázuriz, el ideólogo del llamado “gremialismo”, un movimiento corporativista en lo político pero liberal en lo económico y fundador del partido pinochetista, la Unión Demócrata Independiente (UDI), era el gran inspirador de Miguel Kast.

La misma socialización tuvo el hermano menor de Miguel, José Antonio Kast, hoy con 55 años de edad. Abogado, militante de la UDI, luego de su concejalía en Buín, fue electo diputado varias veces por su partido hasta renunciar en 2016 y presentarse como candidato presidencial “outsider” en 2017 y ahora por el flamante Partido Republicano (PR).

El éxito comicial de Kast tiene una explicación clara: un rol clave en tiempo y lugar. El vino a resguardar el modelo por el que luchara su hermano mayor, quien no pudo gozar sus fulgurantes resultados económicos, educativos y sociales.

El mismo fue consensuado por las principales fuerzas políticas chilenas, incluyendo el socialismo. Ese gran pacto duradero -y centrista- mantuvo a grandes rasgos aquellas líneas principales, haciendo de Chile un país genuinamente transformado en capitalista y moderno.

Sin embargo, las rebeliones estudiantiles de 2006 y 2011, de las que formó parte un joven Gabriel Boric, su contendiente de ayer, una especie de contracara simbólica e ideológica de José Antonio, más el alejamiento progresivo de las bases del modelo, sobre todo, en el segundo mandato presidencial de la socialista Michelle Bachelet (2014-2018), tendencia que no pudo quebrar el líder de la centroderechista Renovación Nacional (RN), el actual Presidente y ex empresario Sebastián Piñera, arrastraron al país a un desaliento generalizado, que verían su eclosión con la violencia callejera de noviembre-diciembre de 2019.

La pandemia de Covid-19 que azotara Chile en 2020, mal gestionada por Piñera, haría el resto. Se inauguró un proceso constituyente bastante convulsivo, destinado a reemplazar la vieja Constitución pinochetista de 1980, con lo cual Chile quedó al borde del abismo por primera vez en décadas: 50.000 millones de dólares se fugaron del país en el último bienio, algo inédito en una nación que había hecho culto de la estabilidad y las transiciones suaves.

Pero todo ciclo tiene su corsi e ricorsi. José Antonio se ha convertido en una suerte de guardián pretoriano de aquello que se hermano había ayudado a construir. Ni RN ni la UDI habían podido enfrentar ya con vigor, las amenazas de cambio total que auguraba y propugnaba la izquierda no sistémica. Cuando las instituciones tan movidas al centro, que ya parecían defender sólo el statu quo, no son capaces de reequilibrar los cambios sociales con inteligencia, debe aparecer un desequilibrante externo. Ese fue el rol que le cupo a José Antonio Kast por derecha y es también el rol que tuvo Boric por izquierda.

Claro, ahora es necesario, para no repetir historias trágicas, que estos extremos vuelvan a movilizarse hacia el centro. Si pretende ganar en el ballotage del 19 de diciembre próximo, Kast deberá acordar con las fuerzas políticas, entre otras, con las que él mismo entró en cortocircuito. Entre otros, tendrá que negociar con su sobrino, el hijo de Miguel, Felipe Kast, senador, economista y líder del partido Evópoli (de tendencia liberal), que sistemáticamente se negó a permitir que triunfe un proyecto de extrema derecha en Chile.

Pero al recuperar el sendero de la moderación aplicando una lógica consensualista, sólo así, Chile podrá seguir teniendo la esperanza de un futuro venturoso, como la trayectoria que venía teniendo cuando empezó el nuevo milenio.

PODER AL SENTIDO COMUN

Muchos especulábamos que el domingo 14 de noviembre se empezaba a terminar la famosa “grieta” entre kirchneristas y antikirchneristas en las elecciones parlamentarias de Argentina. Sencillamente, ello no ocurrió porque el oficialismo logró disimular su estrepitosa derrota general –perdió la hegemonía en el Senado que mantenía desde 1983 y, 13 de 24 provincias, incluyendo las 5 más grandes-, con su relativo emparejamiento- en relación a la PASO de setiembre- en la Provincia de Buenos Aires y su consolidación en el norte del país. Tampoco el triunfo opositor, no obstante ser de casi 8 puntos a favor- fue lo suficientemente holgado en especial, para Horacio Rodríguez Larreta, el alcalde porteño, quien de manera obsesiva, quiere ser Presidente a base de la prolongación de la grieta. En su propio terruño y la Provincia bonaerense, tuvo sus propios obstáculos, en las apariciones fulgurantes de sendos economistas, el libertario Javier Milei y el liberal José Luis Espert, respectivamente.

Desde hacía décadas, el liberalismo no contaba con diputados electos y menos, por los distritos más significativos. A diferencia de otrora, sus campañas fueron personalizadas, con mucha exposición física, en las calles, dando clases públicas, visitando plazas, negocios, fábricas, con una fuerte difusión en redes, a cargo de voluntarios. Desde el alfonsinismo y el propio kirchnerismo, nunca se había visto tanta juventud en torno a líderes políticos. Los jóvenes argentinos, incluso adolescentes, se dejaron seducir por la verborragia y el despliegue incansable de Espert que recorrió una provincia que tiene el tamaño de Alemania pero sobre todo, se identificaron con la rabia contenida que explotó en griterío e insultos, de Milei. Enfrentando el primero, al “sistema” -la trilogía de políticos mediocres y saqueadores, empresarios prebendarios y mafias sindicales- y el segundo, a la “casta” -los políticos que viven del Estado-, ambos candidatos hallaron al responsable perfecto para explicar de modo sencillo, a una sociedad empobrecida y subeducada, las razones de una debacle nacional que ya lleva más de un siglo.

 

Cualquier ideologización del discurso de Espert y Milei suena a esfuerzo banal y reduccionista. Es mucho más complejo de lo que a priori, parece.  Al primero lo apoyan sectores más bien centristas y republicanos, incluso partidos históricos como la Unión de Centro Democrático (Ucede), el Partido Demócrata (PD), el Partido Autonomista Nacional (PAN), pero también nuevos como Republicanos Unidos (RU) y afines. Al segundo en cambio, lo sostienen los libertarios, que rechazan al primero: anarcocapitalistas, minarquistas y objetivistas randianos. Pero también nacionalistas y conservadores, como Victoria Villarruel (diputada electa), Carlos Maslatón y hasta you tubers mediáticos, como “Dannan”, “El Presto”, “Deperoncho” y la cosplay “Lilia Lemoine”, entre otros.

 

El peronismo no está ausente en ambas coaliciones. Raúl Aragón es el sociólogo embanderado en ese movimiento, que siente un profundo rechazo al kirchnerismo, contratado por el operador de Espert, el periodista y ex diputado mendocino Luis Rosales, ex socio del consultor Dick Morris. El recomendó al economista oriundo de Pergamino, ir cooptando a los punteros peronistas del conurbano, abandonados a su suerte por Sergio Massa y el avance de Máximo Kirchner. Del lado de Milei, Ramiro Marra, hoy legislador electo por CABA, militaba junto al ya legislador de Consenso Federal, Eugenio Casielles, en el lavagnismo.

No es fácil por lo tanto, hablar de una “derecha”o de un “bolsonarismo” a la argentina. Mientras Espert está dispuesto a discutir en un referéndum temas como el aborto, Milei se aleja de posiciones liberales, en torno al tema, declarándose “provida” y también discrepan en torno a la gestión de la dieta parlamentaria, el rol del Banco Central y el castigo a los delincuentes y el rol de las fuerzas de seguridad. Milei admira a Trump y lo tiene entre sus gif preferidos en sus chats mientras Espert se declara antipopulista en todas sus formas, tiempos y exponentes. Si esta alianza sobrevive a lo largo del tiempo, lo veremos en los próximos meses.

Es que el mensaje de ambos no parece ser intelectual, ni depende del ya trillado negocio de las fundaciones liberales, ni de las clases medias, algo refractarias al mismo: se sustenta en la actitud y aptitud de entrar al “barro de la política”: involucrarse, comprometerse y llegar a alcanzar los votos de “la otra orilla”, como solía repetir Perón, parafraseado por el gran Mariano Grondona. Cuando los liberales abandonaron la política y la retomaron sólo parcialmente, en los ochenta, gracias a Alsogaray, el país quedó abandonado a su suerte. Como se siente hoy el habitante de Berazategui, Quilmes, Lanús, Lomas de Zamora, Avellaneda, etc. o el vecino de Pompeya, Lugano, Villa Soldati, la Villa 31 y es allí donde por primera vez, un liberal fue a buscar y logró votos. A ellos se llega, no recitando a Hayek o Nozick sino simplemente, siendo sensible a su estado de deterioro, comprendiéndolos, aumentándoles la autoestima, fortaleciéndolos moralmente, para que sean capaces de rechazar toda manipulación clientelar y hasta psicológica, que los haga descreer de que ellos pueden lograr sólo con su esfuerzo.

Con tal apelación al sentido común, el éxito liberal está a la vista: más de un millón de votos, tercera fuerza en dos de los distritos más grandes, cuatro diputados nacionales asegurados -uno más en discusión-, cinco legisladores porteños, tres legisladores provinciales, decenas de concejales bonaerenses, etc. Ahora llega la hora de las previsiones político-estratégicas con vistas a 2023 y aspirar a terciar en la grieta, ante un eventual ballotage: para ello deberán  pensar en la posibilidad de un bloque legislativo propio y unido o, un interbloque, la conformación de un único partido nacional  o, una confederación de partidos y, finalmente, lo más importante, candidaturas votables, populares, con convicciones pero sobre todo, empáticos, con la angustia de la gente.

No será nada fácil pero lo logrado este año, les permite abrigar cifradas esperanzas.

VIENA, LA DE MEJOR CALIDAD DE VIDA

Veo la TV alemana y abruma la agenda ecológica. Aparece Singapur, con tantos rascacielos y su problema colateral de exceso de aires-acondicionado, lo cual levanta la temperatura ambiente y por ende, la necesidad de construir edificios con jardines no sólo en sus techos, sino también en sus paredes. Luego, se exhibe las particulares “casas-cueva”, del arquitecto Peter Vetsch, en Suiza, esos extraños refugios de tierra, similares a las que uno ve en películas de hobbits. Para finalizar, Oslo, la capital noruega, una ciudad que se ha transformado notablemente en las últimas dos décadas, a pesar de su crecimiento. Fue designada como “la capital verde europea” en 2019. 

Lejos de semejantes títulos y necesidades, en medio de la Cumbre climática COP 26 que se realizó esta semana en Glasgow (Escocia), pude disfrutar un par de meses en Viena, una ciudad fantástica, pero que además, es la de mejor calidad de vida del mundo, según el ranking -pre-pandemia- de la consultora Mercer.

He aquí las fotos, empezando por uno de los tantos cargadores eléctricos de autos, que existen en la ciudad.

Algunos autos poderosos, que cualquiera de nosotros podemos disfrutar en las calles.

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ANTES DEL NAUFRAGIO

La elite sigue bailando en la cubierta de ese Titanic que es Argentina, con rumbo fijo al iceberg, que es la “piña” tantas veces pronosticada por el economista y candidato a diputado nacional Javier Milei, a vertiginosa velocidad. Ese barco tiene un capitán que está cada vez más ensimismado y perdido, sin credibilidad ni entre los propios; posee una tripulación que al igual que los pasajeros, optan por arrojarse al mar, es decir, eligen “la salida Ezeiza” -a sabiendas de un mundo hostil- y no parece haber nadie con voz de mando que frene a todos y redirija la embarcación hacia lugar más propicio.

La melodía la interpreta un grupo de músicos improvisados, que apelan a sus talentos individuales pero la coyuntura desgraciada los aglutinó allí, sin conciencia colectiva ni organización, más que entretener a los desesperados en el tránsito a una agonía un poco más amena.Los ciudadanos, contribuyentes y votantes siempre encuentran algunos artistas a la manera de placebos que les interpretan melodías algo evasivas para hacer más digerible una realidad decadente. Esos placebos son variados: van desde la cultura (música, televisión, radio, redes virtuales) hasta la propia medicina (psicofármacos, anziolíticos, etc.) cuando no, la religión (la institucionalizada y la informal a lo Gilda, “Gauchito Gil” o el Ravi Shankar).

Argentina parece estar muriendo sin morir, desde hace décadas pero todavía resuenan estertores de cierta recuperación cada diez o quince años. Se trata de procesos largos, de cierta paz monetaria y cambiaria, que precipitan cada vez más abruptamente en crisis fenomenales que empobrecen a más de la mitad de la sociedad. Luego, cada reconstrucción demanda mayor esfuerzo colectivo y así, sucesivamente.

En el largo plazo, el estado mental del argentino ha sufrido una gran devastación, al estilo de la que sufrieron los alemanes tras vivir la II Guerra Mundial. Generaciones enteras se han habituado a vivir con inflación crónica de dos dígitos, confiscaciones, destrucción de ahorros, empobrecimiento generalizado, pérdida de horizontes. En una sociedad así, el futuro no existe y la sensación que queda, es apenas, intentar salvarse del naufragio aunque las probabilidades sean mínimas. Para aquellos que lo logren, no queda más que miedo e inseguridad. Para muestra un botón: se ha llegado a conformar un Partido Liberal Pesimista (PLP), cuyos exponentes todos los días, se jactan de mostrar tweets de jóvenes y familias que exhiben “orgullosos” (sic) sus pasaportes en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, emigrando del país.

Si a ello le sumamos la pandemia -y la cuarentena cavernícola que impuso el gobierno nacional con la complicidad del resto de la clase política, con pocas excepciones-, ese cuadro de frustración cuasi patológica genera grandes dudas acerca de cómo salir saludablemente de la encerrona. Máxime cuando semejante temor colectivo, ha sido alimentado durante décadas a modo de refuerzo por ejemplo, por el psicoanálisis.

En efecto, esa “pseudodisciplina”, diría Popper, retroalimenta en la generación de miedo y dependencia. Esclaviza al paciente, lo torna manipulable durante un buen tiempo y no genera las opciones de salida y recuperación. La sociedad medicalizada en el diván, naturaliza tal proceso y termina siendo más dócil a los manejos y desmanejos de su clase dirigente que ya conoce cómo dominarla, sin que aquélla pueda rebelarse. De este círculo vicioso no se sale sino agrietando lentamente el muro del statu quo, con ayuda de algunos poderosos o con violencia, siguiendo con la analogía del Titanic, rompiendo las ventanas del barco, para escapar más rápido, aunque sin saber hacia dónde. No es un dilema sencillo porque las alternativas tienen enormes costos.

La duda que se me genera es: querremos aprender? estamos dispuestos a afrontar tales desafíos? habrá alguna grieta en el muro mental que los argentinos parecen haberse impuesto a lo largo de las décadas para no ver su marcado declive? o se obcecarán con seguir fugándose hacia delante o hacia fuera?

ADELE, OTRA VEZ AL RUEDO

Hace unas 3 o 4 décadas, una separación (y mudanza) era una especie de velorio personal -adulto- y así lo reflejaba ABBA por ejemplo, en “One of Us” o “The Winner takes it all”.
Hoy -o ayer- esta cantante británica -americanizada-, de excelente voz, pero letras no tan convincentes, refleja el hecho en términos de lamento y fragilidad cuasi adolescente.
Pero me pregunto, a los 33 años se sigue considerando una niña? Como suele afirmar Clint Eastwood, cabe hablar de una “generación de cristal”?
En fin, estamos presenciando cambios generacionales de gran magnitud y formas de ver la vida, muy singulares.

O seré yo el ingenuo y existen más de 170 millones de razones “verdes” para actuar y expresarlo de esa forma artística?