DE CALCHIN AL MUNDO

Extraído del Twitter de @DiegoFonsecaDF.
“En la Universidad, no teníamos dinero. Viajábamos haciendo dedo, esperando que un alma caritativa nos levantase en la ruta y nos dejase en casa. O cerca. Ese *cerca* era todo un asunto. Convenía que te dejen en Villa del Rosario o en Sacanta o El Arañado.
Villa era una ciudad mediana, con tráfico: hay autos. Hay más chance de que te levanten. Los otros dos son más pequeños pero cercanos a mi ciudad, Las Varillas. (Yo prefería Sacanta: me gustaba una chica de ahí y soñaba con la probabilidad de que pasara en bici, auto o a pie.)

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Anyway, en ese trayecto, había una máxima: no aceptes que te dejen en Calchín. Calchín es un pueblo de pocas calles montado sobre un lado de la ruta provincial 13, que es una línea de asfalto recto e interminable. Eso jodía a Calchín: todos pasaban por Calchín huyendo de Calchín.

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Años A, la Municipalidad montó *bumps* en la ruta para que los autos no le matasen vecinos. Pero eso no evitaba la idea general: Calchín es de paso, nadie va a Calchín. Para todos era un pueblo muerto. Muy chico, sin autos: sin vida. En Calchín no pasaba nada.
Pero igual sucedía: si nadie te levantaba temprano a la salida de Córdoba, pasaban las horas y querías escapar de allí como sea. Entonces, sí, un alma generosa se estacionaba, corrías hasta el auto y preguntabas “¿hasta dónde?” “Calchín”, se oía. Y ya, te entregabas.
Lo único que podías hacer en Calchín era escuchar los ruidos del campo. Pájaros, una vaca lejos, quizá los cascos de un caballo repiqueteando sobre el asfalto. Tenía una terminal de buses chiquitona, aburrida. A favor: su buen sánguche de salame con queso mataba el hambre.
Las horas eran incómodas. Te hundías en el banco de una plaza o pateabas piedras al lado de la ruta. Si era invierno, te jodías: el frío pampeano es existencial: ocupa tus células. Si era verano, te jodías: tu única compañía eran las cigarras: su chirrido cantaba tu sentencia.
Era muy difícil salir de Calchín porque pasaban todos a alta velocidad. Eras un condenado. Como si la vida, y no un auto, las posibilidades y no un camión, te hubieran dejado atrás sin siquiera disminuir el paso o echarte una mirada. Pero al final lo lograbas: salías de Calchín”.
Esta introducción que elegí de un twittero oriundo de Las Varillas, ciudad cercana a Calchín, me permite ilustrarles más facilmente acerca del pueblo de donde es originario Julián Alvarez, ex jugador de River (campeón en el 2021 contra mi Colón) y hoy player del Manchester City y campeón mundial con la Selección Argentina en Qatar 2022, con apenas 22 años.
Muchos sociólogos podrán explicar acerca de las condiciones o contextos en los que se cría un jugador talentoso y exitoso, desde su familia, pasando por la escuela y su vecindario y si todo ello influye o no y cuánto en su logro deportivo. Alvarez cuenta con una familia que lo contuvo, tiene 2 hermanos más futbolistas ya en el fútbol inglés como él y hasta fue abanderado en su colegio. Pero claro, todo ello en Calchín, un pueblo aislado del mundo, como dice Fonseca, con 2.500 habitantes, la gran mayoría descendientes de piamonteses tercos y donde lo único que puede aspirar un chico es a mirar el horizonte para ver la oportunidad de salir de allí. O, como la gran mayoría, resignarse a su condición de calchinense. El antecedente de Alvarez fue Germán “Tato” Martelotto, quien jugara de mediapunta en Belgrano de Córdoba y llegara a la Selección de Basile en 1991.
Hasta Calchín entonces me movilicé ayer para ser testigo directo de la fiesta de bienvenida de su pueblo a Julián, tras haberse consagrado en Qatar. Salí de Villa María , en el centro del país, a las 17.20, tomé la Ruta 158, pasé por Las Mojarras, Arroyo Algodón, La Playosa, Pozo del Molle y allí desvié hacia el oeste, a Carrilobo, Calchín Oeste para finalmente llegar a Calchín a las 18.35.
Tras descender de un helicóptero, Alvarez se subió a una autobomba y recorrió el pueblo de 45 manzanas, escoltado por familiares, hinchas y amigos, hasta llegar a su club de origen, el Club Atlético Calchín, donde no cabía un alfiler. Decenas de miles  de simpatizantes, venidos hasta de Catamarca y Santiago del Estero, le dieron la bienvenida, matizada por la música de Los Caligaris.
El pueblo por fin salió de su letargo gracias a su hijo pródigo. Enhorabuena.

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