HACIA EL NORTE DE BRASIL (II)

Seguimos desde Aracajú (Estado de Sergipe) con rumbo norte, sin bordear la costa, hasta -la popularmente difundida por los argentinos- Maceió (Estado de Alagoas). Este último fue el mismo sobre el cual haría toda su carrera política, el derechista Fernando Collor de Melo, siendo gobernador del mismo, legislador y hasta Presidente de Brasil, habiendo sido desalojado del poder por un “impeachment” (juicio político) en los años noventa.

El jueves 4 de enero de 2018, a media mañana, habiendo pagado el hotel (162 reales, por dos noches) salimos de Aracajú y llegamos a Maceió, por la noche, habiendo recorrido 308 km. pero deteniéndonos en varias ocasiones. Entre otras, para cargar nafta (60 reales) pero sobre todo, para hacer el cambio de aceite (en portugués, “troca de oleo) y comprar un filtro nuevo em una estación de Petrobras. Gastamos 92 reales por lo primero y 25 reales por la segunda operación. Fue prácticamente el único que hicimos durante ese viaje por el litoral marítimo brasileño.

En ese trayecto, por la BR-101, gastamos en comida, unos 57 reales.

Como Maceió (1,05 millones de habitantes y capital del Estado) no nos convenció demasiado, tal vez haya influido que arribamos allí cansados y ya en plena nocturnidad, decidimos continuar el viaje en la madrugada, para llegar apenas amanezca a Recife. La paradoja de este viaje fue que ninguna de las dos ciudades más preferidas por los argentinos, es decir, Buzios y Maceió, realmente nos convencieron, ni por su belleza de sus paisajes y mucho menos, por sus playas. Hay una innumerable cantidad de mejores vistas y balnearios más bonitos en toda la costa que en ambas localidades.

Desde Maceió hasta Recife (capital del Estado de Pernambuco, con 1,7 millones de habitantes), recorrimos unos 291 km. durante prácticamente toda la noche, pernoctando lo que pudimos, en el camino. Allí en Recife, cuya región metropolitana alberga a casi 4 millones de personas, estuvimos tres noches.

Desde Bahía hasta allí, nos acompañaron días plenos de sol y noches agradables, aunque las jornadas eran calurosas y generalmente agobiantes.

Recife es la capital más antigua de todo Brasil, fundada por los portugueses en 1537. Pero además, tiene la gran particularidad de la presencia de tiburones en sus costas, asolando de vez en cuando a lo largo de las últimas dos décadas, a los bañistas desprevenidos o imprudentes, que desobedecen las regulaciones municipales, respecto a no incursionar más allá de la línea de arrecifes.

Por qué hay tiburones o “tubaraos”, como les llaman los brasileños, allí en Recife y no en otra playa de Brasil? Claramente, por razones particulares, como la destrucción de manglares -lugares donde especialmente ellos se alimentan y reproducen-, a causa de la construcción del puerto de Suape; el paso de grandes buques de gran calado, al despejar deshechos orgánicos en las aguas del mar y la formación de canales profundos y estrechos que favorecen la llegada de rayas, el gran alimento de los tiburones. Todos esos factores confluyen para que los escualos lleguen a Recife, haciendo que por ejemplo, el surf esté prohibido allí, por precaución.

Otro elemento que nos llamó la atención, al ir a las playas, fue la gran presencia de población afroamericana, como no habíamos visto en el sur de Brasil, pero tampoco en los balnearios de Sao Paulo, Rio ni Bahía. En efecto, en Recife, vive un 60 % de su población, sumando pardos (mestizos) y negros. En Recife, ya percibimos la diferencia notable no sólo en ese aspecto racial, entre las dos Brasil: la del sur y la del norte.

Me despido con: a) estas imágenes de Recife que muestran su versión también moderna.

b) nuestras compras en el supermercado de Recife, de la popular “tapioca” -una fécula que se extrae de la mandioca- (marca Dona Nuna) y los “nabos”.

Como se puede comprobar, además de ser un paraíso natural -y en muchos casos, virgen-, Brasil es un lugar ideal para probar sabores nuevos.

Video preparado por Ekaterina Z. en su página personal de You Tube:

HACIA EL NORTE DE BRASIL (I)

Enero es sinónimo de vacaciones y ésta es una nueva buena ocasión para recordar mis viajes -y por qué no proezas automovilísticas- en Brasil hace exactamente un lustro.

Después de haber viajado una quincena exacta en diciembre de 2017, desde Mar del Plata hasta San Salvador de Bahía, para pasar allí el fin de año, de manera especial, junto a mi ex pareja (rusa) Ekaterina, decidimos seguir viaje, porque nuestra idea original aunque sonara alocada, era llegar hasta el norte del continente sudamericano.

Ya me he referido precisamente, al viaje al Amazonas, que emprendimos a partir del martes 16 de enero de 2018, pero no me he dedicado a describir el trayecto desde Bahía (3 millones de habitantes) hasta Belem do Pará (2,15 millones de habitantes). También implicó un camino de 15 días, bordeando la costa brasileña, sobre el Atlántico, advirtiendo el cambio importante tanto en el paisaje como en la geografía de los lugares que íbamos transitando.

Para que el relato adquiera cierta funcionalidad para quienes quieran hacer el mismo camino en vehículo en el futuro mediato o inmediato, iré detallando tanto los km. recorridos como los sucesivos gastos que conllevaron, datos que a pesar del regreso de la inflación tanto en Brasil como en nuestro país -del que nunca se fuera-, pueden ser útiles para aquéllos. Como resulta obvio, también comentaré aquellos hechos que fueron marcando a fuego el extraordinario viaje.

Dejamos Bahía, en el Estado del mismo nombre, el primer día de 2018 y llegamos vía la Rodovía -ruta nacional- BR-101 Norte a Aracajú (Estado de Sergipe) el martes 2 de enero, por la tarde.

Habiendo pagado 18 reales en la cochera del Hotel Ibis Aeroporto Hangar en la ciudad donde terminamos el 2017, gastamos en ese trayecto inicial de 336 km., en nafta (o gasolina “aditivada” -equivalente a nuestra “premium”-), unos 100 reales más unos 46 reales en comida.

Tras recorrer algunas localidades de la vera marítima como Praia do Forte, Imbassaí y Porto de Sauipe, pasamos por localidades pequeñas como Entre Rios, Esplanada, Palmeira, Loreto, Cristinápolis, Umbauba, Estancia, Itaporanga d’ Ajuda y Sao Cristovao, abonando 6,4 reales en peajes, por una ruta en buen estado.

Nos quedamos en la bella Aracajú, tras una noche accidentada, por un intento de robo en la playa por la noche, erogando otros 108,35 reales en comida y unos 162 reales en hotel (por dos días).

Relax enfrente del Bar do Nelson

Habiendo gastado entonces para una pareja en esos tres días previos, unos 341 reales -en aquel momento, equivaliendo un real a 5,7 pesos, unos 1.944 pesos-, la próxima cita sería la ciudad preferida de los argentinos, en el norte de Brasil: Maceió.

No es el tipo de “depresión” de los argentinos

Video preparado por Ekaterina Z. en su página personal de You Tube:

UNA AMAZONIA BRASILEÑA DIFERENTE

Amazonia, biodiversidad, naturaleza (en portugués, “natureza”) en todo su esplendor. Bañada por la cuenca hidrográfica más grande del mundo, la del Río Amazonas, se trata de la décima parte de todos los bosques que tiene este planeta, la mayor diversidad de especies vegetales y un quinto de todas las especies de aves del mundo. Por ello, sinceramente, esperaba -y ansiaba- encontrar un territorio absolutamente verde, pero selvático, inhóspito, virgen, sin infraestructura alguna, con animales salvajes surcando las rutas.

Claro, al mismo tiempo, resultó triste ver la desertificación y sojificación de la Amazonia, proceso que empezó hace décadas: fue continuo, persistente, hasta inexorable y ni siquiera el Partido Trabalhista con Lula y Dilma en el poder, pudieron evitar a pesar de sus banderas ecologistas.

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