DE CRIMENES GRUPALES Y RACISMO

Fue, junto al terremoto en Turquía y Siria, la novedad del día. Por fin, se conoció la sentencia contra los ocho jóvenes rugbiers de Zárate por el crimen de Fernando Báez Sosa en el verano de 2020, antes de la pandemia de Covid-19: cinco fueron condenados a cadena perpetua y tres a 15 años de prisión, acusados de homicidio doloso por un tribunal de la ciudad de Dolores.

Más allá de la cuasi normalidad de las peleas nocturnas, a la salida de los boliches en numerosos lugares del país, los fines de semana, por parte de banditas de adolescentes, influidos en gran medida por exceso de alcohol y en algunos casos, drogas, el caso del asesinato del joven argentino de ascendencia paraguaya Báez Sosa, remite a discusiones interminables y hasta banales en torno a la supuesta violencia del rugby como deporte, la psicología violenta de los grupos juveniles, más allá de la responsabilidad individual o, la crianza familiar de los protagonistas.

En mi caso, apenas me enteré del hecho, estando en ese momento en Mar del Plata, antes de quedar varado por la cuarentena de entonces, recordé los dos casos de “bullying” que sufrí en mi adolescencia. Una, en el colegio, por parte de un ex compañero, proveniente de una familia adinerada, dueña del Diario La Capital de Rosario, quien me salivaba en los recreos, con total desparpajo, despreciándome por el color de mi piel mestiza. La otra, un poco antes, cuando cursaba el séptimo grado en el colegio pero en la instancia de mi aprendizaje del idioma inglés en un instituto privado (IATEL), por parte de alumnos del Colegio Maristas de Rosario, socios del Jockey Club de la misma ciudad y también, al igual que el joven Lagos,  precoces jugadores de rugby.

La vida fue poniendo justicia, jamás me caí anímicamente por aquellos episodios, tuve la defensa de mis padres, sobre todo, mi madre, pero además, me fui fortaleciendo hasta incluso perdonarlos con el transcurso del tiempo. Sin duda, que ayudó mi sobreesfuerzo para convertirme en abanderado y superar el nepotismo histórico premiando a hijos de profesionales o ex alumnos del propio colegio. De hecho, en tal sentido, hubo un protagonista clave, el Padre Reverendo Bruno Ierullo, quien arbitró justicia, como el tribunal de Dolores, hoy. No quiero dejar de mencionar a mis amigos de entonces -y ahora- quienes desconociendo aquel “bullying” me apoyaron siempre, sin condiciones.

Pero siempre me pregunté si ese “bullying” hubiera pasado al ámbito de la violencia, de los golpes de puño, si yo mismo hubiera reaccionado, con toda razón, como pudo haber intentado, sin éxito el propio Fernando en aquella noche fatídica de Villa Gesell. Probablemente, hubiera terminado de la misma manera que él, en soledad, con la indiferencia o el famoso “no te metás” de los demás testigos, porque nadie en esta cobarde Argentina, enfrenta en su sano juicio a una banda de 7 u 8 jóvenes irracionales. Afortunademente, las cámaras de video instaladas en las calles del Municipio pero también las propias filmaciones de los rugbiers, permitieron desentrañar la siniestra madeja del crimen. Los condenó su propia vanidad.

El trasfondo de todo es el racismo implícito, del que no hablan los grandes medios, hace décadas latente, en buena parte de la sociedad argentina, que se autopercibe “venida en los barcos” desde Europa. Donde probablemente, algunos, lamentablemente, por status social o lo que sea, se autoperciben más que otros, en esa caracterización. Mientras no se combata ese flagelo en el sistema educativo y se castigue ese tipo de conductas, de manera institucional, habrá más Fernandos desgraciados y más Máximos Thomsen, seres absolutamente despreciables.

Ojalá el fallo de hoy obre como una suerte de bisagra al respecto. No pierdo la esperanza.

RECUERDOS DE GLORIA Y DESPEDIDAS?

Como visitantes, dos derrotas al hilo, ambas por goleada en menos en una semana y sin anotar goles a favor. Una frente al clásico rival, posibilitándoles clasificar a una Copa internacional y otra, en una final contra el mejor equipo del segundo semestre del año: si la ganaba, lograba su segunda estrella en la historia de 116 años y todo el país hablaría nuevamente de Colón. Todo ello, luego de una brillante exhibición ante los tucumanos, como local. Claro, ahora que el periodismo porteño vocifera lo que el santafesino calló, lo que desde el 29 de noviembre estaba sentenciado, es decir, que por diferencias con la dirigencia, el DT del campeón del primer semestre, Eduardo Domínguez, se iría del club, ese brutal bajón del equipo en pocas jornadas, tiene algún grado de justificación.

Nadie niega el mérito de Domínguez. Hace casi dos años, es cierto: tomó el equipo casi descendido, fue y ganó en Rosario. Ordenó todo puertas adentro, potenció jugadores y armó un equipo con un sentido de pertenencia notable para salir campeón del fútbol argentino, un total de 64 puntos contabilizando todo el año, el cuarto mejor equipo del país y el regreso, tras 12 años, a la Copa Libertadores.

En este segundo ciclo de Domínguez en el club, logró un 55,95 % de efectividad sobre un total de 56 partidos: 27 triunfos, 13 empates y 16 derrotas, con 76 goles a favor y 59 en contra.

En el primer ciclo, había ganado 7 partidos consecutivos y en este segundo,  5.  Dos veces nos alejó del fantasma del descenso. Le ganó al Sao Paulo en Brasil y le ganó a Unión como visitante. También ya nos había clasificado a la Copa Sudamericana en 2018.

En total, contando los dos ciclos, Domínguez logró sobre un total de 126 partidos, un 53,7 % de efectividad, con 56 victorias, 35 empates y 35 derrotas, con 158 goles a favor y 119 en contra.

El destino del ex jugador y técnico de Huracán puede ser Independiente, Boca o el Inter de Porto Alegre, pero eso ya no importa. Incluso Colón podría hacer un último esfuerzo por intentar retenerlo.

Al menos a los hinchas de Colón que poblamos y hasta superamos en número, apoyo y cánticos a una tribuna como la riverplatense, sí nos importa seguir agradeciendo por aquel campeonato logrado pero sobre todo, volver a energizarnos para disponernos a vivir años mejores que éste que se va. Porque Colón está por encima de sus técnicos, de sus jugadores, de sus presidentes, de sus socios. Ello explica su creciente grandeza, representada una y otra vez, por el amor de sus simpatizantes. Como yo mismo fui testigo de esa pasión en Santiago del Estero, el pasado sábado 18.

LA HEROINA CON QUIEN EMPEZO TODO

171 días de cuarentena en Argentina. La popularidad de Alberto Fernández bajó aunque no tan abruptamente, desde 80 o 90 % de popularidad cuando la decretó el lejano viernes 20 de marzo pasado, a 50 % Los infectólogos ya no aparecen tan habitualmente en los medios, porque no pueden ocultar que el número de contagiados han conducido a la Argentina al top ten mundial y por ende, no hallan argumentación valedera para explicarlo en función del proceso de aislamiento obligatorio tan duro, que ellos sugirieron y militaron. Ya no aparecen las conferencias de prensa con el trío Fernández-Rodríguez Larreta-Kicillof cada 15 días -apenas discursos grabados y por separado-, tampoco quedan vestigios de la moderación política inicial ni los aplausos nocturnos para los médicos y enfermeras.

Ahora todo parece caos. Números sanitarios que aumentan ya no sólo en el AMBA donde parecen haberse “amesetado” -por fin- sino en el interior del país, donde el aislamiento se cumplió con creces pero según parece, los camioneros o algunos viajantes desprevenidos o reuniones de amigos y familiares, difundieron el virus. Aduanas interiores, tomas de tierras y bares cerrados por orden judicial, más regresiones en las medidas de aislamiento, que sin embargo, generaron reacciones de la gente en ciudades variadas como Rosario, Venado Tuerto, Cipolletti, Orán, la frontera puntano-cordobesa, etc.  Delincuencia generalizada, producto en gran medida de la irresponsable medida judicial, con la venia del Ejecutivo culposo, de liberar cerca de 4.000 presos allá por abril. Jóvenes desaparecidos por la violencia policial, cuando no, amparada por el poder político provincial, desde Buenos Aires pasando por Córdoba hasta Tucumán. Es el producto de la negligencia e ignorancia de los políticos en el control profesional de las fuerzas de seguridad post dictadura, en lo que parece, no les alcanzó con más de 3 décadas y media de democracia para hacerlo. Los médicos intensivistas reclaman por el agobio al que están expuestos y las Facultades de Medicina por fin, se expiden sobre una pandemia de la que recién se enteran. En el plano institucional, la oposición en el Congreso, particularmente en Diputados -CFK maneja a control remoto, el Senado-, recién esta semana que pasó, se percató de la relevancia de la presencialidad tratando de acorralar a un oficialismo que no se da por aludido y se victimiza.

Todo ello, sin dejar de recordar que todo el sistema educativo argentino sigue sin funcionar excepto online con los alumnos, maestros y profesores que puedan conectarse -presumo que la mitad-, sin vislumbrar regreso físico alguno, por presión opuesta de los gremios docentes y no docentes; el transporte urbano e interburbano, que sobrevivía en la “vieja normalidad” gracias al subsidio del gasoil, no funciona; los contactos entre Provincias e incluso entre localidades de una misma Provincia, están prohibidos o regulados por la autoridad central o distrital, por temor a la exportación o importación de contagios; los vuelos de cabotaje no existen y la reapertura de los internacionales, programada para el 1 de setiembre, postergada para inicios de octubre aunque no es segura esa fecha; el fútbol, deporta nacional por excelencia, ha regresado a los entrenamientos, pero los contagios en el club más popular del país (Boca Juniors) amenazan con dilatar aún más el regreso de las competencias oficiales, mientras que por ejemplo, en la vecina orilla del Río de la Plata, Uruguay, que ha hecho todo bien en materia en lucha contra la pandemia, sin cuarentenizar todo el tiempo, a toda la población, ya se han disputado varias fechas del torneo local.

Ante este panorama, el gobierno nacional y los 24 provinciales, incluyendo CABA, insistirán en volver a fase 1 o 2 según distritos, seguirán atemorizando por doquier o culpando a las reaperturas o salidas de amigos, etc. por el crecimiento de los contagios. Los periodistas subsidiados continuarán practicando el terrorismo mediático a pesar de que el Presidente, con su típico autismo, insista que el ametrellamiento  es en sentido contrario. Cuando no, como son tramposos y espurios en su accionar habitual, organizarán marchas con actores y actrices afines, como las de ayer en el Obelisco, quemando barbijos, para exhibir que las protestas pacíficas son “anticuarentena”, irresponsables y egoístas.No hay otra salida para ellos, porque carecen de plan alguno y sólo quieren más poder e impunidad para la Vicepresidenta.

Incoherentes porque atacan al positivismo o al biologismo en las aulas, algunos académicos, particularmente aquellos que son funcionarios nacionales, afines al albertismo, podrán negar el agravamiento de patalogías mentales, aduciendo falta de evidencia científica, pero el daño en la salud mental de la población, incluyendo niños, es enorme. Trastornos de ansiedad en los más jóvenes, depresión en adultos, la angustia generada por no poder despedir a familiares que agonizan o mueren, el distanciamiento entre familiares o parejas, la soledad abrumada por la virtualidad, hasta incremento en la tasa de suicidios. Los impactos son de corto plazo pero sobre todo, en el largo, donde al igual que las morbilidades o enfermedades no Covid19, a nadie hoy le interesa blanquear.

Hoy, del otro lado, las protestas callejeras en las fechas patria, los llamados de Carlos Maslatón a la desobediencia civil “barrani” a lo Henry Thoreau,  la decisión valiente del Intendente de Tandil de generar su propia dinámica de fases de lucha contra el Covid19 -tildada ya de “separatista” e “insolidaria” por la burocracia platense- y algunos otros gestos, mínimos, sin mayores impactos, salvo en redes sociales, expresan la impotencia de una sociedad civil, con la guardia moral baja, incapaz de exigir o luchar por sus derechos y garantías, torciendo el destino al que la han sometido.

Por eso, me gustaría rescatar el papel de esa anciana de 84 años, viviendo en Avenida Libertador en CABA, con un matrimonio de 32 años a cuestas, quien el 22 de abril pasado, bajó de su edificio, sacó su reposera, cruzó con firmeza, llegó al Rosedal y se sentó allí, a tomar sol, motivando enseguida la llegada de 7 policías de CABA, gobernada por un tal Rodríguez Larreta al que ella había votado. No se quiso mover a pesar de las advertencias reiteradas de los hombres de seguridad y sólo cuando ella lo decidió, se retiró, ya con todos los medios de comunicación transmitiendo en vivo y en directo.”Tengo derecho a tomar sol”, les espetó a quienes quisieran escucharla.

Sara Oyuela, enferma de cáncer, mostró el camino de la rebeldía, que no tiene por qué ser irresponsable o inconciente, como quiere manipular el gobierno. Una lástima que recién ahora la sociedad argentina parece pelear por no morir. Ojalá no sea tarde para que “el derecho a tomar sol” o “el derecho a respirar”, no se pierdan, en nombre de la salud, en un contexto de genocidio mental, económico y por qué no, sanitario.

EL NIÑO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

Este domingo se festeja como todos los terceros de agosto de cada año, el Día del Niño en Argentina. Este es muy particular porque se da en un contexto de cuarentena generalizada, con ciertas reaperturas pero parciales y jamás integrales. Por ejemplo, los niños han tenido que seguir formándose en sus hogares, porque el gobierno nacional y los provinciales, salvo San Juan esta semana que termina, decidieron mantener cerradas las escuelas para el cursado lectivo. Esto supuso además de una gran desigualdad en el acceso a conexiones digitales, una enorme carga adicional, laboral y mental para los padres, que debieron oficiar súbitamente de maestros full time. También -y esto es lo más importante-, afectó y afectará gravemente la salud mental de los propios infantes. Con sólo ver en CABA, mientras estábamos varados, sus caras tristes, histerias y ansiedades reprimidas, a lo largo de los llamados “paseos recreativos” los fines de semana, durante mayo, cuando fueron autorizados por el alcalde porteño Rodríguez Larreta, bastaba para evaluar el enorme trauma de por vida, que les quedará por vivir esta tremenda experiencia.

Mi homenaje hoy, entonces, será a ellos, pero a través de los que yo tuve. Los rosarinos, Verónica, casi socióloga, más parecida a mí en carácter, Tomás, casi profesor de Física y el villamariense Nicolás, el más realista y con un sentido del humor y el sarcasmo que me supera, han podido tener una niñez envidiable en Villa María, una ciudad cordobesa del centro del país, para luego crecer con su madre, en la hermosa Mar del Plata, donde ya hacen y harán, seguramente, sus vidas. De mi parte, los cuidé hasta que nos separamos de común acuerdo, hace ya una década, pero siempre, motivándolos en libertad, lo cual redundó para que años más tarde, tomen sus propias decisiones y y formas de vida, que más les conviniera, aún en contextos de restricciones económicas, de las que me hago cargo en lo que me corresponda. Seguramente, esas circunstancias les dan y darán la fuerza moral necesaria para transitar las próximas décadas de sus vidas respectivas.

Pero más allá de la dureza estoica o mi reproche de ser “maduros”, nunca han perdido esa alma de niños, de poder disfrutar de cada minuto, sin preocupación por el siguiente, de reír descaradamente, de jugar ya no con muñecas o autitos o videojuegos, sino de mirar y obnubilarse con películas de Disney o, simplemente, disfrutar del mar con su madre, que les festeja cada cumpleaños como si aún fueran pequeños, con tortas y cotillón especial.

La niñez en cada una de nuestras almas, nunca muere. Es más, es lo que nos mantiene vivos, la mayor parte del tiempo. Me atrevería a agregar que nos extiende la vida, mejor que cualquier medicina. Qué otra cosa podríamos decir, por ejemplo, de nuestro querido “Carlitos” Balá, que nos hizo reír ingenuamente, tal vez, en nuestra infancia, que esta semana, cumplió 95 infantiles años. Por muchos más y mucha más niñez en nuestras almas.

Aquí, un video con los uruguayos Espalter y D’ Angelo. Inefables, pícaros, sin golpes bajos.

 

EL DIA DE LA AMISTAD EN ARGENTINA

A pesar del mito generalizado que los liberales pensamos nada más que términos de vicios materiales o dinero, la amistad fue un gran principio moral de los filósofos morales del siglo XVIII.

Adam Smith creía que el hombre no nace con altos valores morales, sino que más bien los adopta como una manera de satisfacer su necesidad ilimitada de contactos sociales, lo que a cambio requería el desarrollo de la confianza para sobrevivir en una comunidad orientada hacia el comercio. Para Smith, éste y los mercados libres fomentan una conducta moral, promoviendo la sociabilidad y enfatizando los elementos esenciales de la llamada “Regla de Oro”: “haz a los demás lo que te gustaría que te hagan a tí”.

Edmund Burke pensaba que “el lado oscuro de nuestros sentimientos no es mitigado por la razón pura, sino por los sentimientos más benévolos. No podemos ser juzgados simplemente por nuestros vicios, ya que podemos ser disuadidos de satisfacerlos, a través de la confianza y el amor que se desarrolla entre los vecinos, de los hábitos profundamente arraigados de orden y paz, y el orgullo hacia nuestra comunidad o país”.

En la actualidad, en Argentina, una muestra más de la bipolaridad de nuestra sociedad lo testimonia que siendo una de las más antinorteamericanas del continente, muchos veranean y tienen residencia en Miami además de festejar el “Día del Amigo”, por el recuerdo de la llegada del primer hombre -o sea, la expedición norteamericana Apolo XI- a la Luna en 1969. Se empezó a celebrar en la también denostada década de los noventa pero llegó para quedarse definitivamente, sobre todo, gracias a las redes sociales virtuales, por lo que las noches del 20 de julio suelen estar repletos los restaurantes y bares con multitudes de “amigos”, en realidad, compañeros de trabajo, conocidos ocasionalmente, “contactos” de Facebook, etc.

Como no comparto ni el culto a la amistad un tanto banal que supuestamente hacen los argentinos ni las celebraciones artificiales, por este medio, “mi medio”, le rendiré un pequeño homenaje a mis diversos y variados amigos de la vida, a lo largo de estos 53 años, algunos de los cuales los disfruté en la primera mitad de la vida, en mi infancia y adolescencia, amigos del Colegio Sagrado Corazón de Rosario, como los rosarinos Héctor Fabián Delprato, Gastón Leroux y Marcelo Raúl Tacconi, el jujeño Oscar Cisneros, en la Universidad, el sanjuanino Marcelo Raúl Fretes, Julio De Hoop y Gustavo Angel Rufach (oriundo de Peyrano) y, trascendiendo la vida escolar, la práctica del tenis o paddle y a lo largo del tiempo, más allá de la distancia geográfica, Germán Lucini (nacido en Cepeda), que vive con su querida familia en Europa. En Córdoba, en estas dos últimas décadas, gracias a mi trabajo, Dante La Rocca Martín, me ha acompañado en estos años recientes, junto con Juan Iribas, mi compañero de desventuras con el tenis, Ricardo Castro y Juan Romeo Benzo, entre otros.

Imágenes de la Promoción 1982 del

Colegio agrado Corazón de Jesús (Rosario)

Mi discurso en los 25 años de la Promoción (3/11/2007)

Mi curso de Bachiller Nacional 1982.

De izquierda a derecha: Esteban “Quico” Raggio, Marcelo Romano,

Carlos Bearzotti, Pablo Giammona, yo en el centro, Oscar Berasategui,

Fernando Ferrari Gino, Gastón Leroux y Carlos Marcelo Gallo.

Peritos Mercantiles 1982 (ex compañeros de nivel primario)

Otros Peritos Mercantiles 1982, donde aparece parado a la derecha, Marcelo Tacconi

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EL PERIODISMO ARGENTINO VERSUS LAS REDES DEMOCRATIZADORAS

Hace tiempo, disfruto de la radio tanto por las mañanas como por las tardes. Me informaba a través de ella, en los años ochenta cuando no había Internet y seguí haciéndolo en los noventa y los dos mil, ya en pleno furor de la red de redes. Disfrutaba de los comentarios de “El Hombre de la Bolsa”, con el genial Carlos Burone, tristemente desaparecido por cáncer de estómago en 1992, pero también amanecía con Bernardo Neustadt y en el turno vespertino, me atraían los comentarios de Mariano Grondona. Ambos formaban una formidable pareja en el programa “Tiempo Nuevo” en la TV, hasta que el menemismo los dividió. Era el viejo periodismo argentino. El que conformaban los nombrados pero también más atrás en el tiempo, desde la prensa escrita, Jacobo Timermann (“La Opinión”), Robert Cox y James Neilson (“The Buenos Aires Herald”), Félix Laiño (“La Razón”), Manfred Schoenfeld y el español Jesús Iglesias Rouco (“La Prensa”) y también el rosarino, fallecido en 2004, Juan Carlos Casas, ya más dedicado a la economía, los domingos en “La Nación”, con el seudónimo de “David Home”. Pausado, reflexivo, formado, culto, original, hasta ideológico, con convicciones claras y hasta una ética periodística de respeto a las fuentes y al público, sin necesidad de golpes bajos ni mucho menos, defensas corporativas.

Hay que resaltar que aquél buen momento del periodismo argentino, con formadores de opinión e intelectuales con códigos, se daba en el marco de la transición democrática, en plena explosión de las libertades civiles. Era un periodismo también de transición, desde aquel también profesional pero insuficientemente crítico de la dictadura militar, como el de Llamas de Madariaga, Mónica Cahen D’Anvers, Roberto Maidana, Betty Elizalde y hasta la propia Magdalena Ruiz Guiñazú, entre otros, hasta el más liberado, desahogado y hasta sarcástico con la nueva cultura democrática, como el que exhibían todas las tardes desde 1986 hasta 1989, en la TV (ATC), los también malogrados Adolfo Castelo, Jorge Guinzburg, Carlos Abrevaya y los sobrevivientes Raúl Becerra y Nicolás Repetto, o el propio Enrique Vázquez en la Revista “Humor”.

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PAPA FRANCISCO: “EL INFIERNO NO EXISTE”?

En el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, Congregación de los Padres Bayoneses, procedentes de la frontera franco-española, pasé 12 años de mi vida, recibiendo una sólida formación religiosa (católica) pura en esa institución educativa de la ciudad de Rosario.

En una etapa francamente autoritaria que vivía el país, por aquellos años (1970-1982), incluyendo violencia política “desde abajo”, yo recibía dos mensajes con un supuesto por detrás. Por un lado, el Padre Cuasante, que solía andar con un látigo pegándole en los nudillos a los alumnos que rompían sus metegoles cuidadosamente dispuestos para que todos juguemos y el Padre Raymundo Peyroutet, un vasco francés octogenario que nos confesaba, nos retaba y ponía penitencias estratosféricas, aunque ya no nos escuchara, por su sordera. Por el otro, estaban el italiano Padre Bruno Ierullo y el Hermano Juan Casaubon, que nos enseñaban a escalar sierras y montañas, formar sólidos equipos de compañeros con objetivos claros o apreciar la sonrisa y usar el tacto en ocasiones incómodas. Si Cuasante era muy elocuente cuando nos amenazaba con la muerte de los pecadores, atados a una piedra y arrojados al mar desde un acantilado, Juan nos mostraba cómo vivir con alegría mientras desfilaba por el patio, con apenas su sotana y una bufanda, en pleno junio, cuando nos enseñaba a izar la bandera que adoraba. Por una parte, la culpa y el castigo, por la otra, la misericordia y la bondad. Pero obvio, tras este binomio de “palo y zanahoria”, había un axioma: “el infierno existe” y a él, iríamos, los pecadores que no nos arrepentíamos o no confesábamos o no estábamos en estado de “gracia divina”.

Padre Bruno Ierullo

Padre Domingo Cuasante

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EL RECUERDO DE MI MADRE

Setiembre tiene un sabor especial y contradictorio para mí. Es el mes de la primavera en el hemisferio sur, las flores encierran un particular encanto para mí, conocí en persona a mi novia en Rusia, nació mi primera hija, es el aniversario de Sarmiento, el golpe de Allende y el atentado a las Torres Gemelas que no conocí pero que recuerdo aquí mismo, pero también es el aniversario de mi madre, ya sea el 5 (creímos todos que ésa era su fecha de cumpleaños) o el 10 (como fue anotada en el Registro Civil), uno de sus tantos misterios, como todo ser virginiano. Ahora será un mes a recordarla de manera permanente, porque se nos fue de la vida, en julio pasado, no pudiendo cumplir su 88 aniversario.

En Estados Unidos

En Italia

Prefiero recordarla como a ella le hubiera gustado. Nunca la vi acostada en la cama, llorando o deprimida por algún motivo, aunque no le hubieran faltado las razones. Siempre la vi de pie, orgullosa, altiva, con fuerza, con una sed de ambición y obsesión por el progreso, que me contagió toda la vida. Sus traumas del pasado, que tenían relación con su pobreza en la infancia, allá, en el barrio María Selva, de Santa Fe Capital, a pesar de haber nacido en la diminuta Obispo Trejo, del norte de Córdoba, lograba disimularlos hábilmente con su primer trabajo en Bonafide, para poder alimentar a sus padres y hermana. Nunca mostró resentimiento alguno por ese tipo de situaciones. Sufrió un engaño duradero, nunca disimuló su encono pero una y otra vez, se levantaba y continuaba. Exponía su enojo pero también mostraba sentido del humor, el mismo de su padre tan seductor y “caramelero” con el sexo opuesto. Me dejó un legado inconmensurable que nunca pude transmitirle en términos de agradecimiento directo, quizás, éste sea el momento y el espacio para retribuirlo, si es que puede leerlo donde esté.

En Mendoza, su Córdoba natal y Brasil, diferentes épocas

Su gran objetivo era que sus hijos tuvieran un título universitario. Esa parecía ser su gran frustración con sus padres por lo que proyectó en nosotros tres, ese gran logro. Pagó todos sus créditos, de lo cual también se enorgullecía, en virtud de cómo era reconocida en una ciudad adoptiva, como Rosario. Me formó en la perseverancia, aún admitiendo errores o fracasos temporales, me instaba a enfrentarlos, corregirlos y superarlos. Nunca se conformaba con notas mediocres. Siempre me estimulaba a sortear más y más las vallas. Una vez, me defendió del “bullying” -cuando éste ni siquiera era conocido así- de mis compañeros de inglés en una academia privada, llamada IATEL, donde debía soportar las rivalidades entre los Maristas -curiosamente, el colegio al cual terminaron yendo mis tres hijos en Mar del Plata- y nosotros, los provenientes del Sagrado Corazón de Jesús, es decir, la Congregación de los Padres Bayoneses. Una y otra vez, me sugería no hacer caso a las diferencias de clase ni de posesión del dinero ni status: yo podría superarlas sólo a fuerza propia o a través de mi exclusivo mérito personal. Ese carácter meritocrático lo llevo en la sangre hasta que me muera.

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SOBRE LA REVOLUCIONARIA FISICA CUANTICA

Descubrí por primera vez, la Física Cuántica, gracias al “Gran Profesor”, argentino, de Rosario, discípulo de la Escuela Austríaca de Economía, Rogelio Pontón quien ya nos hablaba de ella, en los años ochenta, mientras virtualmente “refugiado” del “bullying” al que lo sometía la agrupación estudiantil oficialista y hegemónica Franja Morada (radical) en la Biblioteca de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario, nos introduccía en ese mundo fascinante que parecía de ciencia ficción. Pero claro, hoy, ya no lo es.

El cambio de paradigma que supuso el conocimiento de la Física Cuántica -en la que Albert Einstein no creía demasiado-, trajo aparejado la contingencia por doquier, dados sus dos principios de no localidad e indeterminismo de las partículas y por ende, el triunfo de la aleatoriedad sobre la rigidez y la inmutabilidad. Por supuesto, a partir de los descubrimientos y refutaciones de físicos alemanes como Max Planck y Werner Heisenberg, en el primer tercio del siglo XX y, luego, el norteamericano Richard Feynman, entre otros,  llegó para quedarse en nuestras vidas: hoy, más de un tercio de nuestra economía está sustentada en la Física Cuántica. Por ejemplo, los lasers, los microondas, los lectores de DVD en nuestras computadoras, las puertas de los supermercados o aeropuertos, basadas en células fotoeléctricas, etc., forman parte de la cotidianeidad global.

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