EL NIÑO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

Este domingo se festeja como todos los terceros de agosto de cada año, el Día del Niño en Argentina. Este es muy particular porque se da en un contexto de cuarentena generalizada, con ciertas reaperturas pero parciales y jamás integrales. Por ejemplo, los niños han tenido que seguir formándose en sus hogares, porque el gobierno nacional y los provinciales, salvo San Juan esta semana que termina, decidieron mantener cerradas las escuelas para el cursado lectivo. Esto supuso además de una gran desigualdad en el acceso a conexiones digitales, una enorme carga adicional, laboral y mental para los padres, que debieron oficiar súbitamente de maestros full time. También -y esto es lo más importante-, afectó y afectará gravemente la salud mental de los propios infantes. Con sólo ver en CABA, mientras estábamos varados, sus caras tristes, histerias y ansiedades reprimidas, a lo largo de los llamados “paseos recreativos” los fines de semana, durante mayo, cuando fueron autorizados por el alcalde porteño Rodríguez Larreta, bastaba para evaluar el enorme trauma de por vida, que les quedará por vivir esta tremenda experiencia.

Mi homenaje hoy, entonces, será a ellos, pero a través de los que yo tuve. Los rosarinos, Verónica, casi socióloga, más parecida a mí en carácter, Tomás, casi profesor de Física y el villamariense Nicolás, el más realista y con un sentido del humor y el sarcasmo que me supera, han podido tener una niñez envidiable en Villa María, una ciudad cordobesa del centro del país, para luego crecer con su madre, en la hermosa Mar del Plata, donde ya hacen y harán, seguramente, sus vidas. De mi parte, los cuidé hasta que nos separamos de común acuerdo, hace ya una década, pero siempre, motivándolos en libertad, lo cual redundó para que años más tarde, tomen sus propias decisiones y y formas de vida, que más les conviniera, aún en contextos de restricciones económicas, de las que me hago cargo en lo que me corresponda. Seguramente, esas circunstancias les dan y darán la fuerza moral necesaria para transitar las próximas décadas de sus vidas respectivas.

Pero más allá de la dureza estoica o mi reproche de ser “maduros”, nunca han perdido esa alma de niños, de poder disfrutar de cada minuto, sin preocupación por el siguiente, de reír descaradamente, de jugar ya no con muñecas o autitos o videojuegos, sino de mirar y obnubilarse con películas de Disney o, simplemente, disfrutar del mar con su madre, que les festeja cada cumpleaños como si aún fueran pequeños, con tortas y cotillón especial.

La niñez en cada una de nuestras almas, nunca muere. Es más, es lo que nos mantiene vivos, la mayor parte del tiempo. Me atrevería a agregar que nos extiende la vida, mejor que cualquier medicina. Qué otra cosa podríamos decir, por ejemplo, de nuestro querido “Carlitos” Balá, que nos hizo reír ingenuamente, tal vez, en nuestra infancia, que esta semana, cumplió 95 infantiles años. Por muchos más y mucha más niñez en nuestras almas.

Aquí, un video con los uruguayos Espalter y D’ Angelo. Inefables, pícaros, sin golpes bajos.

 

MARCOS MUNDSTOCK (1942-2020)

Les Luthiers, el grupo humorístico-musical es una de las grandes originalidades que pudo generar Argentina, gracias a esa enorme diversidad cultural que supo construir desde fin del siglo XX, como ningún otro país latinoamericano.

Pude ver en vivo y en directo a estos grandes creativos, que usaban instrumentos excéntricos, inventados por ellos mismos, en dos ocasiones: en octubre de 1987 en el Teatro Coliseo en Buenos Aires y en el invierno de 1991, en el Teatro El Círculo en la ciudad de Rosario.

En un tiempo en el que supuestamente importa más la salud que cualquier otro ámbito de la vida, habría que valorar el aporte de ellos, en favor del humor fino, delicado, inteligente sin golpes bajos, con diálogos extraordinarios por el cuidado en el lenguaje y el uso del vocabulario sin emplear palabras soeces o sin caer en la chabacanería. Así, se ganarían mi admiración temprana y aquellas virtudes los conduciría a tener éxito en la propia España, incluso en la comunidad latina de Estados Unidos

Para muchos argentinos, Daniel Rabinovich era el predilecto. Para mí, lo era Marcos Mundstock, santafesino como yo, pero hijo de judíos-polacos de una región (Galitzia) que está hoy en Ucrania. Prácticamente, él era el líder del grupo, tal vez no tanto por su talento musical como los restantes miembros, sino por su dicción perfecta, su voz inigualable -típica de su previa experiencia coral-, su capacidad de guionista y sus condiciones actorales de histrionismo y carisma, las que expondría de manera manifiesta por ejemplo, en la TV -junto a otro judío, “Tato Bores– y el cine -sugiero “El cuento de las comadrejas”-.

La gran lección que le da el “anciano” Mundstock a una joven soberbia que lo manda a un geriátrico, en “El cuento de las comadrejas”, el film de Juan José Campanella.

Hoy nos dejó de manera física, tras afrontar una dura enfermedad, que no era el Covid-19. Probablemente, Mundstock, una gran “gerente de la ironía”, como buen descendiente judío, si amaba la libertad como yo, eligió -como todos lo hacemos- el momento justo para morir y burlarse así de esta pandemia que tanto teme la mayoría de los humanos en el mundo de este tiempo.

Rabinovich y Mundstock en un diálogo plagado de malentendidos.

LES LUTHIERS EN EL CONGRESO INTERNACIONAL DE LA LENGUA

Córdoba, Argentina. VIII Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE). Ya pasaron los Reyes de España, Macri, Vargas Llosa y demás célebres escritores, poetas, filólogos y representantes de la Real Academia Española, la guardiana del buen uso del idioma español o castellano, de tan rico vocabulario. Pero también estuvo allí, al menos indirectamente, online, Marcos Mundstock, ese talentoso escritor argentino -santafesino como yo- y de origen escocés, que lidera hace más de 5 décadas, el grupo musical y humorístico, también exitoso en la “Madre Patria”, Les Luthiers.

Aquí les dejamos su -como casi siempre- hilarante exposición.

Con ironía, empleando al máximo las sutilezas que permite el idioma español, generando personajes históricos ficticios y sobre todo, combinando artísticamente la música -emanada de sus originales instrumentos de creación propia- con el humor fino, delicado, sin golpes bajos, Les Luthiers ha llenado escenarios teatrales, incluso parques al aire libre, deleitando a multitudes, demostrando, que lo popular no necesariamente debe ser chabacano y, que además de granos y vacas, Argentina puede exportar cultura de primer nivel.

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