DE APAGONES Y CAMPEONES

Cuenta la leyenda que Colón de Santa Fe está indisolublemente ligado a cataclismos.

Me tocó vivir uno, el sábado 29 de julio de 1995 estando en Viña del Mar, Chile. Ese día, durante la tarde, escuchaba por radio, cómo mi club favorito de fútbol, ascendía por fin a Primera División, luego de enormes peripecias que duraron 14 largos años en la liga inmediata inferior (Nacional B) pero a la primera hora del día siguiente, como si la energía festiva del sudeste del continente, se hubiera trasladado a la costa oeste del Pacífico, temblaba la tierra justo al lado del mar, en mi edificio de 22 pisos, por un terremoto con epicentro en Antofagasta. El lunes pasado, parecía volverse a repetir la historia.

Siete horas duró mi viaje ida y vuelta a Santa Fe, desde el interior de Córdoba, para volver al Estadio Centenario, tras un año y medio de ausencia de público en las canchas -por la pandemia- y tres y medio de mi última visita, en ocasión de un empate con Huracán 0-0. También siete horas duró un gigantesco e inexplicable apagón mundial de las redes sociales gerenciadas por Mark Zuckerberg: Facebook, Instagram y lo más grave, Whatsapp.

El motivo del viaje especial tenía relación con una razón poderosa para celebrar. Colón había salido campeón el 4 de junio pasado, en la ciudad de San Juan, muy lejos de Santa Fe y sin público en las gradas, en razón de las restricciones de la cuarentena: hace exactamente cuatro meses atrás. El festejo del plantel en soledad y apenas la algarabía que duró días enteros, en la propia Santa Fe, en las calles. No había existido ocasión de compartir juntos, hinchas, dirigentes y jugadores, eso que habíamos soñado durante generaciones enteras a lo largo de 116 años: una vuelta olímpica, fuegos artificiales, ritmos musicales, fotos y videos para compartir en un día, donde las redes volvieron sí, apenas comenzó el partido, como si milagrosamente, quisieran formar parte de esa verdadera fiesta colectiva.

Pensé de inmediato en mi viejo, que me llevó por primera vez a una cancha, siendo un niño, haciéndome fanático de esos colores rojinegros; en mi vieja, que siempre me apoyó, aún cuando sufriera como yo, por cada derrota, por radio, por TV o viajando a Santa Fe, cada 15 días desde Rosario; en mi rusa Ekaterina quien sin conocer todo ese pasado de alegrías y sufrimientos varios, volcados más de una vez en estas páginas, me acompañara una y otra vez, en la propia cancha o fuera de ella, cada vez que jugaba Colón, desde donde estemos, incluso en alguna madrugada europea. Yo era un privilegiado que ahora ya por fin, habiéndome asociado recientemente, por primera vez en mi vida, podía estar esa noche especial de lunes laborable, siendo testigo de semejante demostración de fe y lealtad a esos colores “sangre y luto”.

en las afueras del Estadio, en la cola para ingresar, sobre Boulevard Zavalla

Les dejo algunas fotos propias -y ajenas- además de videos alusivos, para que sean copartícipes de esa gran vivencia que me tocó experimentar ese inolvidable 4 de octubre de 2021.

Luis “Pulga” Rodríguez, viajó especialmente desde La Plata, para posar con la Copa y Eduardo Domínguez, DT del equipo campeón.

Me despido recordándoles que las mayoría de las veces, las leyendas asumen la realidad. LA LEYENDA CONITNÚA.

DE LEYENDAS Y SUEÑOS (QUE SE CUMPLEN)

San Juan, 4 de junio de 2021.

Que la pasión en estas latitudes del globo terráqueo, tienen una estrecha relación con el deporte y sobre todo, el fútbol, no es ninguna novedad. Hasta el cine, como por ejemplo, “El secreto de sus ojos” (2009) reflejó dicha obsesión de los hombres pero también recientemente las mujeres, por la actividad del balompié. Sólo así se explica que anoche, una vez que el árbitro Pitana hiciera sonar su silbatazo final en la lejana y cuyana San Juan, aún violando la cuarentena argentina, hayan salido más chicas, adultas y hasta abuelas a las calles de Santa Fe, felices y embanderadas con los colores de sus amores, festejando el ansiado título, a la par de sus hombres o sin ellos. Tal vez, ese mismo encierro ha hecho más que evidente la necesidad de muchos hinchas de expresar de manera atípica, sus emociones inigualables, que de haber existido una situación más normal, también hubieran sido algo más atinadas, aún cuando es difícil imaginar qué se siente en la piel de un simpatizante, cuando su club gana por primera vez en su vida, una estrella.

Es que tuvieron que pasar 116 años y algunas semanas, para que un club del interior de la Argentina, cuyo rasgo esencial es el sufrimiento a lo largo de décadas, pero también la lealtad genuina de sus hinchas, pudiera gritar “Campeón” en un torneo nacional. Fue en un contexto anormal, sin público en los estadios sin localías válidas y tampoco, sin gente de manera masiva, celebrando en las calles, aunque como queda dicho, dicho factor se cumplió a medias por lo visto anoche, en muchos lugares de la Provincia de Santa Fe, no sólo la capital.

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ROCK AND ROLL “FIERITA”

 

Mi hijo Nicolás Andrés tenía dos fechas para nacer en octubre de 2000, habiendo descartado ya hacerlo el mismo día que yo (el mítico 17): el 23, el día del cumpleaños de “Charly” García -en el el que nació- o, el 30, el de Diego Armando Maradona. En cualquier caso, sería un día escorpiano, el de un talentoso puro, un genio, aunque Nico hasta el día de hoy, intenta y lo logra, no serlo. Porque sabe en su interior, por eso lo admiro, que ese tipo de vidas son realmente intensas, desmesuradas, constantemente en un subibaja o montaña rusa -a lo Kusturica- y él prefirió la tranquilidad absoluta. Su bajo perfil le permite disfrutar a su manera de las oportunidades que le brinda la vida y él busca, tomar distancia de las adversidades de algunos de sus hermanos mayores e ir zigzagueando los peligros que le deparó -y depara- la vida misma.

Pero claro, ése no fue el camino de Maradona que nos dejó ayer a las 12 del mediodía, a la temprana edad de 60 años, con un corazón grande pero desgastado y pulmones más que agobiados. Si ser Maradona fue difícil y eso lo torturó, como creen descubrir ahora algunos intelectualoides, él también lo buscó. Todos elegimos ser lo que somos. El eligió esa vida porque otra tal vez no le hubiera permitido ese genio del fútbol mundial que fue y hoy todos, sobre todo, fuera del país, reconocen y hasta veneran.

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LA HEROINA CON QUIEN EMPEZO TODO

171 días de cuarentena en Argentina. La popularidad de Alberto Fernández bajó aunque no tan abruptamente, desde 80 o 90 % de popularidad cuando la decretó el lejano viernes 20 de marzo pasado, a 50 % Los infectólogos ya no aparecen tan habitualmente en los medios, porque no pueden ocultar que el número de contagiados han conducido a la Argentina al top ten mundial y por ende, no hallan argumentación valedera para explicarlo en función del proceso de aislamiento obligatorio tan duro, que ellos sugirieron y militaron. Ya no aparecen las conferencias de prensa con el trío Fernández-Rodríguez Larreta-Kicillof cada 15 días -apenas discursos grabados y por separado-, tampoco quedan vestigios de la moderación política inicial ni los aplausos nocturnos para los médicos y enfermeras.

Ahora todo parece caos. Números sanitarios que aumentan ya no sólo en el AMBA donde parecen haberse “amesetado” -por fin- sino en el interior del país, donde el aislamiento se cumplió con creces pero según parece, los camioneros o algunos viajantes desprevenidos o reuniones de amigos y familiares, difundieron el virus. Aduanas interiores, tomas de tierras y bares cerrados por orden judicial, más regresiones en las medidas de aislamiento, que sin embargo, generaron reacciones de la gente en ciudades variadas como Rosario, Venado Tuerto, Cipolletti, Orán, la frontera puntano-cordobesa, etc.  Delincuencia generalizada, producto en gran medida de la irresponsable medida judicial, con la venia del Ejecutivo culposo, de liberar cerca de 4.000 presos allá por abril. Jóvenes desaparecidos por la violencia policial, cuando no, amparada por el poder político provincial, desde Buenos Aires pasando por Córdoba hasta Tucumán. Es el producto de la negligencia e ignorancia de los políticos en el control profesional de las fuerzas de seguridad post dictadura, en lo que parece, no les alcanzó con más de 3 décadas y media de democracia para hacerlo. Los médicos intensivistas reclaman por el agobio al que están expuestos y las Facultades de Medicina por fin, se expiden sobre una pandemia de la que recién se enteran. En el plano institucional, la oposición en el Congreso, particularmente en Diputados -CFK maneja a control remoto, el Senado-, recién esta semana que pasó, se percató de la relevancia de la presencialidad tratando de acorralar a un oficialismo que no se da por aludido y se victimiza.

Todo ello, sin dejar de recordar que todo el sistema educativo argentino sigue sin funcionar excepto online con los alumnos, maestros y profesores que puedan conectarse -presumo que la mitad-, sin vislumbrar regreso físico alguno, por presión opuesta de los gremios docentes y no docentes; el transporte urbano e interburbano, que sobrevivía en la “vieja normalidad” gracias al subsidio del gasoil, no funciona; los contactos entre Provincias e incluso entre localidades de una misma Provincia, están prohibidos o regulados por la autoridad central o distrital, por temor a la exportación o importación de contagios; los vuelos de cabotaje no existen y la reapertura de los internacionales, programada para el 1 de setiembre, postergada para inicios de octubre aunque no es segura esa fecha; el fútbol, deporta nacional por excelencia, ha regresado a los entrenamientos, pero los contagios en el club más popular del país (Boca Juniors) amenazan con dilatar aún más el regreso de las competencias oficiales, mientras que por ejemplo, en la vecina orilla del Río de la Plata, Uruguay, que ha hecho todo bien en materia en lucha contra la pandemia, sin cuarentenizar todo el tiempo, a toda la población, ya se han disputado varias fechas del torneo local.

Ante este panorama, el gobierno nacional y los 24 provinciales, incluyendo CABA, insistirán en volver a fase 1 o 2 según distritos, seguirán atemorizando por doquier o culpando a las reaperturas o salidas de amigos, etc. por el crecimiento de los contagios. Los periodistas subsidiados continuarán practicando el terrorismo mediático a pesar de que el Presidente, con su típico autismo, insista que el ametrellamiento  es en sentido contrario. Cuando no, como son tramposos y espurios en su accionar habitual, organizarán marchas con actores y actrices afines, como las de ayer en el Obelisco, quemando barbijos, para exhibir que las protestas pacíficas son “anticuarentena”, irresponsables y egoístas.No hay otra salida para ellos, porque carecen de plan alguno y sólo quieren más poder e impunidad para la Vicepresidenta.

Incoherentes porque atacan al positivismo o al biologismo en las aulas, algunos académicos, particularmente aquellos que son funcionarios nacionales, afines al albertismo, podrán negar el agravamiento de patalogías mentales, aduciendo falta de evidencia científica, pero el daño en la salud mental de la población, incluyendo niños, es enorme. Trastornos de ansiedad en los más jóvenes, depresión en adultos, la angustia generada por no poder despedir a familiares que agonizan o mueren, el distanciamiento entre familiares o parejas, la soledad abrumada por la virtualidad, hasta incremento en la tasa de suicidios. Los impactos son de corto plazo pero sobre todo, en el largo, donde al igual que las morbilidades o enfermedades no Covid19, a nadie hoy le interesa blanquear.

Hoy, del otro lado, las protestas callejeras en las fechas patria, los llamados de Carlos Maslatón a la desobediencia civil “barrani” a lo Henry Thoreau,  la decisión valiente del Intendente de Tandil de generar su propia dinámica de fases de lucha contra el Covid19 -tildada ya de “separatista” e “insolidaria” por la burocracia platense- y algunos otros gestos, mínimos, sin mayores impactos, salvo en redes sociales, expresan la impotencia de una sociedad civil, con la guardia moral baja, incapaz de exigir o luchar por sus derechos y garantías, torciendo el destino al que la han sometido.

Por eso, me gustaría rescatar el papel de esa anciana de 84 años, viviendo en Avenida Libertador en CABA, con un matrimonio de 32 años a cuestas, quien el 22 de abril pasado, bajó de su edificio, sacó su reposera, cruzó con firmeza, llegó al Rosedal y se sentó allí, a tomar sol, motivando enseguida la llegada de 7 policías de CABA, gobernada por un tal Rodríguez Larreta al que ella había votado. No se quiso mover a pesar de las advertencias reiteradas de los hombres de seguridad y sólo cuando ella lo decidió, se retiró, ya con todos los medios de comunicación transmitiendo en vivo y en directo.”Tengo derecho a tomar sol”, les espetó a quienes quisieran escucharla.

Sara Oyuela, enferma de cáncer, mostró el camino de la rebeldía, que no tiene por qué ser irresponsable o inconciente, como quiere manipular el gobierno. Una lástima que recién ahora la sociedad argentina parece pelear por no morir. Ojalá no sea tarde para que “el derecho a tomar sol” o “el derecho a respirar”, no se pierdan, en nombre de la salud, en un contexto de genocidio mental, económico y por qué no, sanitario.

FELICES 100 AÑOS A MI QUERIDA COMPAÑERA: LA RADIO

La conocí gracias a mis padres, pero sobre todo por mi abuelo materno, Pedro. Lo veía con su pequeña radio AM, casi agachado para escuchar las voces que emergían del aparato, por la mañana temprano, la tarde y la noche. Esa imagen se prolongó a lo largo de mi propia vida. Cuando mi papá me llevaba en auto cada día a la escuela primaria, me habitué a escuchar las voces de Magdalena Ruiz Guiñazú y el rosarino Eduardo Van der Kooy, en radios de Buenos Aires. Cuando no podíamos ir a Santa Fe, a ver a nuestro querido Colón, me quedaba escuchando sus partidos por la radio. Ya consideraba fantástico el hecho que deparaba imaginar a los jugadores mostrando sus destrezas sólo a través de emoción del relator. Durante los viajes, me dormía escuchando la radio, particularmente la música. Ya en plena adolescencia, imité ese comportamiento durante todas las noches, descubriendo el pop británico en la debutante FM, con una calidad auditiva infinitamente superior a la AM, aunque a veces, sobre todo, para informarme, escuchaba Radio Colonia o la BBC en onda larga. Así elegí hacerlo en plena Guerra de Malvinas, evitando el triunfalismo de la televisión.

Llegó la hora de los estudios universitarios y la politización democrática. Me acostumbré a estudiar por las tardes, encerrado en mi habitación, a Carlos Burone, gran polemista, pero meduloso y certero en sus análisis de la realidad argentina y luego, en los atardeceres, a Mariano Grondona acompañado por un tal Nelson Castro. En los noventa, ya con matrimonio incluido, alteré mi rutina y reemplacé la radio, hasta retomarla tras la crisis de 2001, siguiendo a Rolando “Lany” Hanglin, quien me hizo más llevadera, esa transición tan nefasta que vivimos. Finalmente, en los últimos 10 años, sobre todo, a partir de mi divorcio, me acompaña las voces de Marcelo Longobardi por las mañanas y la de María Isabel Sánchez por las tardes. Cada vez que viajo por Argentina, sobre todo, por las noches, “La 100” hace de guía nocturna.

Como pequeño tributo a ella, pude trabajar en radio, teniendo mis propios programas “Aventura Semanal” en Radio UNVM, con alumnos como pasantes en el año 2011 y 2012 y “Sociedad Abierta”, en FM Concepto, en Buenos Aires, en 2015, colaborando con Fabiana Suárez en su programa diario en Radio Fisherton CNN en Rosario, en 2013 y 2014. Ingresando a Radio Cut, se puede acceder a esos programas.

Ojalá pueda seguir prolongando esa mística de la imaginación otros 100 años más y las nuevas tecnologías, lejos de anularla, la potencien.

“NO DIGA GOL, DIGA KEMPES”

Hay jugadores de fútbol que quedan en la memoria pero mejor, si hacen felices a muchos equipos, sin egoísmos. Mucho mejor aún si hacen feliz a un país. Si tienen una vida ordenada y ejemplar para las jóvenes generaciones, aún con contratiempos como le tocó afrontar en Argentina -donde no pudo concretar su sueño de dirigir- o en Albania -donde dirigió pero perdió todos sus ahorros-, muchísimo más admirable. Se trata de Mario Alberto Kempes.

El gran cordobés, nacido en Bell Ville, que hizo gozar a los de Instituto (78 goles en 81 partidos), Rosario Central (97 goles, máximo goleador de la historia del club, sobre 123 partidos), River Plate (16 goles en 33 partidos) y Valencia de España (189 goles en 311 partidos).

Aún no siendo hincha de Central, tuve la suerte de cenar con él, cuando era muy chico: mi papá, como buen “burrero” era muy amigo de Don Angel Baratucci, el jockey campeón de los setenta y allí fuimos los dos, una noche, para sentarnos a la misma mesa que Kempes y otros jugadores de Rosario Central en 1975. Yo tenía apenas 11 años y él 21. No sabía que unos pocos más tarde, seríamos muy felices con aquel joven, que era pura potencia en el área.

A principios de los años setenta, Kempes había formado parte de una monstruosa delantera en Instituto Atlético Central Córdoba de Córdoba, con Ardiles, Beltrán, Saldaño y Ceballos. Se cansó de hacer goles en la “Gloria” en la Liga Cordobesa y logró clasificarla al Nacional de 1973. Pero fue vendido en cifra multimillonaria al club rosarino, donde encontró su primera cima. Allí estuvo hasta 1976, sin poder salir campeón, aunque fue transferido por un récord de 5 millones de dólares, previa votación afirmativa de los socios, al Valencia de España.

Ya había jugado para la Selección Argentina (20 goles en 43 partidos), donde se cansó de hacer goles y salvar nuestro orgullo nacional en el Mundial de 1974, donde tuvimos una pobre labor pero gracias a él, pudimos clasificarnos a segunda ronda. También en un recordado partido amistoso en Wembley, sus dos tantos nos permitieron empatar sobre la hora con Inglaterra.

En el Mundial 1978, fue clave para sacar campeón a Argentina, haciéndonos felices en la serie en Rosario, sobre todo con las victorias sobre Polonia y Perú -estuvimos en el 6-0- y por supuesto, la final contra Holanda.

En 1981, en una competencia virtual que se vislumbraba con Maradona, que lo sacó campeón a Boca antes, se convirtió en el referente del River Plate campeón del Nacional. Luego, volvió a Valencia y empezó a deambular por Austria, Chile e Indonesia, donde cerró su carrera como futbolista. Como técnico, no tuvo mayor suerte pero desde hace años, se desempeña como un feliz comentarista deportivo en la cadena ESPN.

Espero haber contribuido a difundir su figura, no tan conocida como las de Messi, Maradona y Riquelme, sobre todo entre los “Millennials”.

Por todo ello: felices 66 años “Matador”!!!!

 

“SIAMO FUORI DELLA COPA”: 3 DECADAS DESPUES

En numerosas ocasiones de la vida, uno suele estar en el lugar justo en el tiempo apropiado. En el deporte, ello también es factible. Mientras a algunos se les negó siquiera la oportunidad de estar -recuerdo tanto al nacido colombiano pero nacionalizado argentino ex arquero de Boca y Vélez, Carlos Fernando “Mono” Navarro Montoya como al propio Hugo Orlando “Loco”Gatti, que no pudieron disfrutar de la Selección Nacional, salvo en el caso del segundo, algunos amistosos de 1976-, otros pudieron hacerlo y disfrutarlo. Es el caso del por entonces chico de River, el guardameta suplente, oriundo del pueblo bonaerense de Lima, Sergio “Vasco” Goycochea, quien gracias a una lesión del titular Nery Pumpido en el segundo partido del Mundial de Italia 1990 contra la ex Unión Soviética, pudo debutar y luego consagrarse en dos partidos consecutivos, contra Yugoslavia en cuartos de final y contra el local Italia, en la semifinal, para permitirle a la Argentina jugar su segunda final en 8 años contra Alemania.

Todos recordamos con especial devoción aquel Mundial, porque su carga emocional fue significativa: desde su banda sonora (“Un’estate italiana”) a cargo de Edoardo Benatto y Gianna Nannini -la hermana de Alessandro, el ex piloto de F1-, pasando por el decepcionante debut con Camerún, haberle ganado a Brasil en octavos de final, habiendo sufrido todo el partido, las lesiones de Maradona y medio equipo, ya de antemano diezmado y de poca calidad, los insultos del ídolo a los italianos cuando entonábamos el himno y por supuesto, culminando en los penales de “Goyco”. Cómo olvidar semejante proeza, que finalmente se frustraría con la derrota por un discutido penal en la final con los teutones.

Con el análisis de Don Pedro Carcuro, el genial comentarista de TVN (televisión oficial chilena), recordamos este video de aquél emocionante partido semifinal entre italianos y argentinos.

Un dato: Goycochea nació un 17 de octubre -como yo- pero de 1963.

 

 

UN MAGO DEL FUTBOL

Los Millennials nacían a este mundo cuando ya Juan Román Riquelme, uno de los cuatro mejores jugadores de futbol que dio este país junto a Maradona, Messi y Bochini, empezaba a deslumbrar en el Mundial Juvenil de 1997 logrando campeonar a la Argentina en Malasia. Hoy, es nombrado en una nueva faz, la política, candidateándose como Vicepresidente segundo de una lista opositora al macrismo hegemónico en Boca Juniors, el club de la Ribera en el que se consagró desde 1996 a 2002, a pesar de que se había formado en “el semillero del mundo”, Argentinos Juniors, la entidad del barrio porteño de La Paternal, del cual es hincha, el actual Presidente argentino electo, Alberto Fernández.

De bajo perfil mediático, a menudo hermético, lo cual le granjeó pocos amigos en un país como Argentina, donde hay que abrir la boca hasta cuando redunda, Riquelme era un jugador algo cuestionado por su frialdad y hasta “lagunas mentales” en el juego, especialmente por su forma displicente de desplegar su fútbol. Pero nadie jamás pudo dudar de su inteligencia extraordinaria para mirar la dinámica del partido, colocar preciosas asistencias de gol y cuando no, potentes y precisos remates al arco desde media distancia o tiros libres. Era muy difícil -o imposible- arrebatarle la pelota: sacaba de quicio a sus marcadores, dejándolos siempre al borde de la tarjeta amarilla o la expulsión. Con un físico muy particular -y raro para un “enganche” de su categoría-, aunque tampoco fuera un 10 normal, Riquelme sabía como pocos, esconder el balón y sacar pases filtrados, que descolocaban a los defensores rivales. Como si tales talentos no le alcanzaran, dominaba mentalmente el juego, supliendo la disciplina táctico-física con su dominio mental.

Aquí lo vemos lucirse jugando para la selección argentina dirigido por Peckerman y Bielsa contra el Brasil campeón mundial de 2002, en 2005 y el Chile de Bielsa en 2007, respectivamente. En ambos partidos, Riquelme sería la figura central, marcando hermosos goles contra sendos rivales poderosos.

En el Mundial de Alemania de 2006, el único que jugó, Argentina quedaría eliminada por el anfitrión por penales en cuartos de final. Fue el último mejor equipo nacional que yo viera jugar en certámenes globales. Observarlo a Juan Román jugar con Messi era un deleite especial. Los absurdos caprichos de Bielsa en 2002 y Maradona en 2010, lo privarían de jugar otros dos Mundiales.

A nivel de clubes, Riquelme jugó también en el Barcelona (2002) pero sin destellar como lo haría en el pequeño Villarreal de España (2003-2006), llegando a una semifinal de la Champions League, cobrándose revancha de su experiencia anterior. Volvió a Boca Juniors (2007-2013), su verdadero lugar en el mundo aunque se retiró donde había comenzado: en Argentinos Juniors (2014).

Admirado y respetado por los hinchas de River, me despido con los goles que Riquelme le marcó a mi Colón: lo tuve que padecer pero al mismo tiempo, disfrutar y envidiar sanamente, a menudo, jugando en contra.

COLON: CUANDO EL AMOR NO ALCANZO

Era una final de dos clubes que jamás alcanzaron un título. Una final de “pobres”, pero con premios multimillonarios y promesas de futuro increíbles. Pero todo el amor a un club (Colón) con 114 años de historia frente a otro, Independiente del Valle (ecuatoriano), con apenas una década, no fue suficiente para torcer la historia. Ni siquiera los 35.000 hinchas que puso el primero en el Estadio “La Olla” de Cerro Porteño de Asunción del Paraguay, más los 5.000 en el fan fest, contra los 600 plateístas del novel equipo andino. Fue, seguramente, el récord Guinness de masivo éxodo de hinchas de un país al extranjero, superando incluso a europeos pero tampoco alcanzará para mitigar el dolor del regreso. Ni siquiera el mérito para un equipo que llegó lejos, no mostrando demasiado, con un planteo táctico discutible, algo desarticulado en sus líneas, con algunas individualidades descollantes en partidos anteriores pero que hoy, incluyendo lesiones clave, un penal errado y una lluvia torrencial que cambió el curso de la historia, tampoco pudieron contra un digno campeón, carente de hinchas aunque genuino representante de un proyecto deportivo claro y consistente, con jugadores jóvenes y veloces. No es un reproche porque este grupo dejó todo a lo largo de todo el torneo, pero sí pretende ser la descripción de un equipo que no es tal, ni siquiera en el campeonto argentino, donde navega en mitad de tabla hacia abajo, más cerca del descenso que de la punta.

Yo prefiero neutralizar o moderar ese dolor, tan parecido al de julio de 1989 o junio de 1993 o mayo de 2014, de otra manera, recordando las imágenes de aquella gente que hace grande a mi club. Los hinchas que sin contar con ingresos abultados, hicieron el enorme sacrificio para arribar hasta Paraguay. de cualquier forma: en auto, en 350 buses, en casas rodante, hasta en moto y en bicicleta. Ellos y ellas que postergaron una boda por estar en esta final; el abuelo de 75 años; el hijo que perdió a su padre que hubiera viajado; el que retrasó el transplante de riñón; el soltero que se vino de Australia; el otro casado con familia y todo desde Israel; el verdulero que delira con Colón hasta en la góndola; el ex campeón mundial de boxeo que viajó y cruzó la frontera, como un simpatizante más; el “loco” que ploteó entera su camioneta; el aún más “demente” que se tatuó la espalda con el “Cementerio de los Elefantes”; el comerciante que decidió regalarse un feriado para sí; los cientos que vendieron pertenencias para poder decir “presente” en un acontecimiento, una ilusión, que prometía ser el parteaguas de la vida de un club sufrido pero también de sus propias historias anónimas, incluyendo el cobro de una, un hombre de 61 años.


No importa si los hinchas de Unión, el clásico archirrival, o los de Rosario Central o Talleres de Córdoba que fueron los únicos campeones de la Copa en disputa, están felices con nuestra desgracia. Tampoco importa si la final y el éxodo masivo de colonistas fue ignorada o cubierta parcialmente por los medios nacionales; el saldo positivo económico, los 2 millones de dólares que engrosarán las arcas de un club que estaba hace 3 años, al borde de la quiebra. Menos importa si el flamante campeón es un especialista en amargar a clubes argentinos en instancias definitorias (Boca, River, Independiente, San Lorenzo, Unión) o en que en poco tiempo (3 años), ya logró jugar 2 finales internacionales, ganando ésta. Cualquier lamento o consuelo servirán de poco a esta hora, la del regreso triste, desolador, en silencio hasta la capital provincial.

Pero es cierto tambén que Colón y su hinchada son grandes por esa misma historia, pletórica de alegrías puntuales, efímeras y muchas angustias, tal vez profundas, habiendo renacido una y otra vez. Este tipo de experiencias que nos permitieron vivir uno de los años más emocionantes de nuestras vidas como seguidores del club, peleando cuatro torneos al mismo tiempo, tres en instancias definitorias, cuando en febrero-marzo pasado, nada lo hacía presagiar, viajando a cinco países del continente, haciendo conocer al continente y al mundo, “la marca Colón”, seguirán alimentando el mito, de un club chico que se va agrandando cada día más, quizas no tanto por los logros deportivos, sino por el corazón de sus simpatizantes tan pasionales. Los que han demostrado una vez más, contar con un amor inconmensurable hacia los colores rojo y negro, la “sangre y luto”, la de los “Negros”, la “Raza”, la de los humildes pescadores del Río Salado.

Porque el fútbol da revancha y Colón tiene una hinchada que es campeona hace largo tiempo. Algún día tendrá un equipo que sea acorde a ese amor que le tributa su fiel tribuna. Ese día, cuando pueda borrarse este sinsabor del 9/11/19, logrará el título tan deseado por tantas generaciones. Sueño y me pellizco, quizás no sea en territorio ajeno y sí en el propio Cementerio de los Elefantes, su propia casa, donde cayeron tantos grandes del país y el mundo. Un título nacional u otro internacional, con muchos jugadores nacidos en el club. Con un técnico con una propuesta más ofensiva que los recientes y el actual. Ojalá lo pueda vivir.

Te quiero mucho Colón, gracias por todo lo que me has brindado en esta vida. A levantarse una vez más.