“TOC TOC”

Es una enfermedad de la postmodernidad. Puede hallarse en la todavía no moderna Africa o algunos lugares de Asia y hasta América Latina, pero seguramente en sus centros urbanos sí, aquejando a cientos de miles o por qué no, millones de personas. Son fobias, tics nerviosos, expresiones, manías, que adquiriendo carácter crónico, parecen esclavizar a las personas que las sufren. Atacan a todo tipo de clases sociales, incluso se dice que hubo nobles y hasta reyes que las tuvieron. Por ejemplo, Pedro El Grande, el Zar ruso que construyó San Petersburgo, tenía muecas faciales constantes, guiñando los ojos, frunciendo boca y nariz y moviendo la mandíbula, todo lo cual era bien manifiesto en presencia de sus visitantes europeos que luego lo difundieron, según el pintos ruso del siglo XIX, Valentín Seróv. Hoy, estos emergentes de los miedos humanos, se tratan en el diván de los psicólogos o en terapia grupal, pero supongo que hay muchísimos que no lo hacen por vergüenza.

Por eso, rescato el filme español, estrenado el año pasado, donde sobresalen, un actor argentino, Oscar Martínez -en un papel mucho más lucido que en “Relatos Salvajes”- y una Rossy de Palma -que por fin se liberó de Pedro Almodóvar- y que se refiere al Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC; en inglés OCD). Precisamente, el nombre de la película -y obra teatral- se titula “Toc Toc”.

Habría que recordar que una década antes de “Toc Toc”, ya el genial Jack Nicholson había mostrado el trastorno en la película “Mejor imposible”, junto a Helen Hunt y Greg Kinnear.

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LA GRAN NOTICIA DEL REGRESO DE ABBA

1979 fue una bisagra en muchos aspectos, en la vida de este mundo, por numerosas razones pero en mi vida, en plena adolescencia, fue el año en el que me atrapó la música pop, a través de un grupo sueco inigualable que haría historia en apenas una década. Su single “Chiquitita”, en el Festival de UNICEF aquel año, lo hizo mundialmente famoso, sobre todo, por su versión en español, en América Latina y Argentina no fue la excepción. Pero otros temas fueron mucho más especialmente atractivos, en idioma inglés, como “Dancing Queen” (1976) y “Waterloo” (1974) y cuando los conocí, aunque tardíamente, porque eran los pioneros del grupo, en castellano, “Fernando” (1975) y “Hasta mañana” (1974).

Ese cuarteto escandinavo, surgido a orillas del Mar Báltico en 1972, se llamaba ABBA y era el acrónimo de las primeras letras de los nombres de los cuatro integrantes, dos hombres y dos mujeres, casados entre sí -luego, divorciados-: una de las solistas (de cabello castaño oscuro), la noruega  Anni-Frid Lyngstadt, el pianista Benny Andersson (ambos en matrimonio); la otra solista (rubia) Agnetha Fältskog y su entonces marido, el guitarrista Björn Ulväeus. El grupo empezó a hacer historia en el Festival de Eurovisión de 1974 y se convirtió en poco tiempo, en el primer grupo europeo en conquistar masivamente, los mercados anglosajones (particularmente, Australia y Estados Unidos) y americano, después de “Los Beatles”.

La imagen, la composición, la instrumentación (incluyendo el uso de la mandolina) y la armonía de voces lograda por ambas cantantes, eran las claves del éxito del grupo. La sensibilidad reflejada en sus letras, las dosis de felicidad y nostalgia en términos apropiados, contribuían al resto. ABBA mostraba talento, frescura, espontaneidad, calidez, porque se divertía en los escenarios, a pesar de la fobia de Agnetta a los aviones y la presión de tantos éxitos repentinos y continuos.

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OMAR SHARIF Y “DOCTOR ZHIVAGO”

Nació en Alejandría, Egipto, un 10 de abril de 1932, lo cual implica que hace dos días hubiera cumplido 86 años. Aquejado por el Alzheimer, falleció a los 83, hace un lustro, el 10 de julio de 2015 en la capital egipcia, El Cairo. Si bien se hizo famoso por su protagónico en “Lawrence de Arabia”, filme de 1962, con el que ganó un Premio “Oscar” de la Academia de Hollywood, aquí lo recordaremos por su consagrada actuación como “Doctor Zhivago” – en ruso, “Доктор Живаго”(1965)-, esa genial obra literaria, en forma de drama épico, escrito por Boris Pasternak, tantos años censurado en la ex URSS. Ese médico ruso, desgarrado por dos amores, uno de ellos a Lara Antípova, en el contexto de la caída del zarismo y la llegada del comunismo soviético, que obligaría a muchos a relegar su vida privada en favor de la entrega total al Partido.

Es paradójico que el nombre y apellido de Omar Sharif, un egipcio, esté tan indisolublemente asociado a esa historia y esa película. Para muchas generaciones, incluyendo los muchos argentinos que visitarán Rusia dentro de dos meses en ocasión del Mundial de Fútbol, estoy seguro que vinculan el nombre de ese país y parte de su grandiosa historia, a lo conocido a través de “Doctor Zhivago” y sus personajes: los ya citados del médico y poeta Yuri y su amante, la enfermera Lara Antípova (representada por la indo- británica Julie Christie), sino también los de Tonja Gromeko (la esposa de Zhivago y personificada por Geraldine Chaplin), Yevgraf Zhivago -el hermano de Yuri (el también británico Sir Alec Guinness)-, el inescrupuloso y pragmático Komarovsky (Rod Steiger), Pável “Pasha” Antípov o bajo su nombre revolucionario -“Strelnikov” (Tom Courtenay), entre otros.

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EL MAS GRANDE DEL FUTBOL NACIO EN ROSARIO

Pero no es Messi. aunque tenga “un gen rosarino”. Hasta Maradona habló de él, cuando jugó en Newell´s Old Boys en los años noventa y dijo que “él era el más grande”. Juan Carlos Montes que hizo debutar al enorme Diego Armando, también lo tuvo como técnico, en un partido amistoso de abril de 1974, cuando dirigió a un combinado rosarino de lujo y gracias a él, lo vio ganarle y “florearse” contra la propia Selección Argentina antes de jugar el Mundial de Alemania en 1974.

Hay quienes dicen que “ese grande” se llama Tomás Felipe Carlovich. En los años setenta, el apodado “Trinche” jugó mayoritariamente en Central Córdoba de Rosario, era un ocho alto y corpulento y fue dejado libre por el DT Carlos Timoteo Griguol de la primera de Rosario Central, por indisciplina. Carlovich jugaría también en Independiente Rivadavia de Mendoza y también en mi Colón de Santa Fe en 1979, pero pasaría inadvertido para el grueso del periodismo deportivo nacional y mundial.

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LA MUSICA DE LOS “MILLENNIALS”: O EL REINO DESOLADOR Y GRIS OSCURO

Atravesamos varios países latinoamericanos este verano sintonizando varias radios FM y demasiadas canciones de varios géneros. Aún en Brasil, donde el 90 % de la música es en portugués aunque ya no se escuche la vieja y tradicional “Bossa Nova“, nos topamos con el mismo fenómeno. Para no hablar del “reggaeton” latino (Fonsi, Shakira, Enrique Iglesias, Ricky Martin, Maluma, Bad Bunny y Daddy Yankee, entre otros), la mayoría de las canciones “extranjeras”, en idioma inglés, estaban hegemonizadas fuertemente por la música de tres solistas: el británico Harry Styles (ex integrante de la banda “One Direction“),  el DJ anglo-noruego Alan Walker y la australiana Sia Furler, estos dos últimos, fieles representantes de la electronic music.

Esto significa que entre los tres tercios en que se divide el mercado consumidor radial del sur de América, dos de los cuales, están claramente globalizados, con la excepción de Brasil, donde la producción propia y en idioma portugués, es dominante, hay una franja básicamente demandada por los jóvenes “Millennials“, a quienes atrae el estilo de esos tres cantantes, con voces agudas y de gran impacto virtual -y visual-, a través de You Tube, donde sorprende la cantidad de millones de visitas que día a día reciben.

Si bien su música es impactante y pegadiza, tampoco puede obviarse el pesimismo y lo poco gratificante de la letra de sus canciones, sobre todo en la cuarentona Sia Furler y el joven Alan Olav Walker, quien a los 20 años, en poco tiempo, saltó a la fama, emergiendo de la comunidad de “videogamers” y difundiendo sus productos entre los “youtubers”, tras recibir una fuerte influencia de compositores de bandas sonoras de películas como el genial Hans Zimmer.

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AUSTRALIA 2018: UNA FORMULA UNO MAS HUMANA?

Era realmente aburrida la F1 de los últimos años. Sí, pero tal vez, lo haya sido hasta ayer. El enfrentamiento entre los alemanes de Mercedes Benz y los italianos de Ferrari, en una categoría automovilística que también se globalizó con ingleses y franceses colaborando con unos y otros, en términos de ingenieros, mecánicos e insumos como neumáticos, monopolizó en favor de los primeros, el dominio de la elite de monopostos. Sin quitarle mérito al poco querido Lewis Hamilton (tetracampeón, incluyendo 2017), sus trofeos se debían en parte a su manejo individual, no exento de accidentes y errores a veces torpes, pero sobre todo, a la competitividad tecnológica de su marca germana. El también tetracampeón, el alemán Sebastian Vettel, que pudo ser el heredero del heptacampeón Michael Schumacher, que lucha por sobrevivir y recuperarse, recluido en Suiza, ha batallado infructuosamente por superar al moreno inglés, exhibiendo su deseo de llevar a la marca italiana, al lugar de privilegio que alguna vez ostentó, de la mano de su compatriota aludido, del español Fernando Alonso y del austríaco Nicki Lauda -paradójicamente, hoy trabajando en el paddock de Mercedes-, entre otros.

Fuente: https://periodismodelmotor.com/final-gp-australia-2018/190410/

Si bien Ferrari le ha ganado carreras a Mercedes, aunque ayudado por factores como una clasificación por delante o alguna circunstancia especial en la que declinó Hamilton o su compañero de equipo, el imperturbable finés Valtteri Bottas, ayer se dio una situación realmente peculiar.
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26 AÑOS SIN FREDDIE MERCURY

Prefiero recordar a Mercury por su música, su voz, su liderazgo en Queen y su enorme despliegue físico en un escenario, que por el SIDA, su pareja al momento de morir, su origen africano en la ex colonia británica de Zanzíbar, su infancia en esa paradisíaca isla, donde se mezcla lo indio con lo persa. A diferencia de estos tiempos, donde la prensa amarilla se regodea con esos detalles y termina banalizando a los cantantes, los de mi generación que convivimos con las letras y canciones de Queen, la banda legendaria que lideraba Mercury, privilegiamos seguir atados o influidos por lo artístico, lo cultural pero sobre todo, la impronta y el legado de algunos que demostraron ser imprescindibles. Claramente, no hubo más Queen sin Mercury, no hubo más INXS sin Hutchence ni Police sin Sting. Eso demuestra que si bien, nadie es irremplazable en este planeta, una vez más, hay excepciones a tal regla.

Quedémonos con sus canciones, las personales y las de la banda británica. Yo me quedaré personalmente, con el recuerdo imborrable del primer recital al que fui en mi vida, el 6 de marzo de 1981, en el Estadio Mundialista de Rosario Central, en el barrio de Arroyito en la ciudad de Rosario, donde fui testigo del gran show de Queen en Argentina. Para los no memoriosos, éste se produjo casi un año antes del conflicto militar con los británicos por las Islas Malvinas, en ocasión de desatarse una absurda ola nacionalista cultural que censuraría a Queen y toda otra música británica de las radios argentinas, por varios meses.

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LA CANCION QUE ME IDENTIFICA COMO NINGUNA

Poeta, bohemio, golfo, que se conforma con nada, todo o más; capitán de un velero que no tiene mar; que vive buscando un lugar; que sueña con la libertad; vagabundo y cantor de silencios que no vive en paz; Quijote de un tiempo que no tiene edad, porque viene de un “mundo que está más allá”.

Con dos miedos especiales: la facilidad con la que se va el tiempo y también a los charlatanes y vocingleros.

Adaptable, flexible, tanto que soy feliz con un vino y un trozo de pan pero también con caviar y champagne.

Pero tengo tres diferencias con Julio: no me presumo español (para nada, no es modelo de país ni cultura), no tengo tantos hijos (apenas tres y es más que suficiente)  y además, ya no busco ninguna Dulcinea, porque la encontré, no en España, sino en Rusia: se llama Ekaterina.

MONACO, EL PRINCIPADO QUE RECIBE A LA FORMULA UNO

La segunda ciudad más cara del mundo detrás de Londres. pero a la que llegamos con mi novia Ekaterina, en bus urbano desde Niza (Francia) al módico precio de 1 euro con 50 centavos cada uno. Una urbe glamorosa y principesca, que vive por y para el turismo, pero que lucha cada década por ganarle 350.000 metros cuadrados más al mar. Es el país más edificado de Europa y uno de los más edificados del mundo. “Francia empieza donde terminan los edificios altos”, subraya un refrán del lugar. Según datos del año 2012, se trata del territorio con mayor esperanza de vida en el mundo, con 90 años de expectativa al nacer. Allí, uno de los pocos rincones europeos del siglo XXI, donde no hay pobres ni mendigos ni siquiera inmigrantes.

El Principado de Mónaco es una ciudad-Estado soberana, situada en Europa Occidental, encerrada entre el Mar Mediterráneo y los Alpes bajos, en la Riviera francesa. Con una frontera terrestre con Francia de algo más de 5 km. y una costa de casi 4 km., ocupa, con sólo 2 kilómetros cuadrados de superficie, el segundo lugar como país más pequeño del mundo, detrás del Vaticano. 

La ciudad se encuentra a 13 kilómetros de Niza, la cabecera del departamento francés de los Alpes Marítimos y a 11 kilómetros de la frontera italiana. El aeropuerto de Niza-Costa Azul, uno de los más importantes de Francia, está a tan sólo 20 km. y Mónaco se puede conectar a él, a través de un servicio regular de helicópteros.

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“EL ULTIMO DE LOS MOHICANOS”

Siempre me fascinaron los procesos sociales que se resisten morir ante el avance de aquellos que se aproximan para instalarse. La novela de James Fenimore Cooper, no retrata precisamente, “un choque de civilizaciones” a lo Huntington, sino más bien, lo contrario. Esboza la posibilidad de cercanías o semejanzas entre indios, mestizos y blancos, ya sea colonos americanos como oficiales y soldados británicos y franceses. El contexto o ambiente del libro, es la guerra de los Siete Años (1756-1763), entre la victoriosa Inglaterra y la derrotada Francia en Europa, trasladada al continente americano, donde ambas potencias peleaban por la posesión de Canadá y la región de los Grandes Lagos en el territorio septentrional de la actual Estados Unidos.

Los protagonistas de esta historia de 1757, son el riflero mestizo “Ojo de Halcón” (Hawkeye) o “Carabina Larga” y sus amigos, los indios mohicanos Chingachgook y su hijo Uncás, que se enredan sin desearlo en las batallas, del lado de colonos, delaware (o “mingos”) e ingleses, dirigidos por el Teniente Coronel George Munro, cuyas hijas Alicia y Cora, se enamoran de los dos primeros, a pesar de que Alicia está semicomprometida con el oficial “casaca roja”, el Mayor Heyward. En la vereda opuesta, están los franceses del caballero honorable Mayor Louis Joseph Marqués de Montcalm y sus indios aliados, los hurones, que comerciaban su lealtad a cambio de negocios con los blancos. El personaje principal de este flanco militar, es el pérfido y sanguinario indio, Magua, el guía y jefe de los hurones.

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