BAILANDO POR UN SUELDO

Resultaba lógico y natural que las encuestas terminen midiendo al productor y conductor de TV, Marcelo Tinelli, como candidato a Presidente, Mauricio Macri lo reciba en la Casa Rosada para tentarlo y no pocos peronistas se froten las manos imaginando su decisión afirmativa. El mismo PRO había usado figuras mediáticas en su crcimiento como partido (Del Sel, Baldassi, Mc Allister) y todo el relato gubernamental hasta la crisis cambiaria de mayo que los hizo aterrizar en la realidad de manera cruel, se basó en la magia de “las buenas ondas”, algo con lo que el ex movilero de vestuario de fútbol, oriundo de Bolívar en pleno corazón rural bonaerense, siempre se identificó. El mismo había contribuido a echar a un ex Presidente como De la Rúa del poder con un sketch cuasigolpista, en los años K, prosperó como empresario con sus negocios con el establishment y finalmente, hizo campaña por Daniel Scioli. Como si esto fuera poco, Tinelli incursionó en el mundo del fútbol, para intentar presidir la máxima organización de ese deporte (AFA), tratando de imitar y superar a Macri tras su paso por Boca Juniors. En estas más de do décadas y media, Tinelli ha demostrado ser tremendamente ambicioso y sobre todo, tener sed de poder.

Ahora bien, Tinelli es el emergente de algo más profundo. Hoy lo favorece el entorno internacional de los Trump, Salvini, Bolsonaro y tantos otros que se animan y conquistan votos y poder por doquier, pero particularmente, representa como nunca, el manifiesto fracaso de la clase política por enderezar el rumbo de un país en franca decadencia, sin rumbo, sin identidad, sin liderazgo. Todo su éxito televisivo y hasta su potencial atractivo electoral, se basa en el consumo de una sociedad cada vez más empobrecida, con una peor educación. Finalmente, es la demostración más cabal de que cuando se juega una y otra vez, con la farandulización de una actividad tan noble como la política, lo que el ex Secretario de Comunicación del gobierno de la Alianza, Juan Pablo Baylac llamó paradójicamente “tinellización” de la política a fines de los noventa, antes de la feroz crisis de 2001, se termina comprando al padre de la criatura, al “mago”, en lugar de seguir adoptando malas copias.

Si aceptara candidatearse -algo que dudo porque lo creo inescrupuloso pero también, un especulador nato y por ende, poco valiente-, será la renuncia explícita de esta sociedad a dos factores de vida pública colectiva por la que otras han atravesado: una institucionalidad madura y una alternancia racional entre una derecha fuerte y una izquierda no menos seria.