NO FUE EL ULTIMO VERANO EN PARIS

Advertidos de la hermosa pero lacrimógena canción de ABBA, “Our last summer” donde una amante lamentaba el último verano en París, con un tal Harry, a posteriori casado, un burgués padre de familia y fanático del fútbol, recorrimos París sin desayunar ni comer croissants en cada bar aunque sí caminando al borde del Río Sena, pero sobre todo, con el proyecto de volver a visitarla. Porque la vida no es una cuestión de stock (disfrutar una sóla vez y no hacerlo más) sino de flujo (más y más placer).

Con dicha convicción, conocimos la Torre Eiffel y sus alrededores, incluso el Jardín de las Tullerías y el emblemático Museo del Louvre. En cada momento, fui imaginando la fastuosidad con la que vivía la monarquía antes de 1789.

El lujo y las Ferrari están también presentes cerca de la Torre.

En las fuentes de enfrente de la Torre, con mayoría de inmigrantes en una jornada de muchísimo calor de agosto.

De ahí en más el largo pero refrescante camino a las Tullerías y al Louvre.

Hacemos un alto en el camino para mirar detenidamente el mausoleo urbano levantado con adornos florales dejados por sus admiradores anónimos, en honor a “Lady Di”, la Princesa Diana de Inglaterra, quien falleciera en un trágico accidente en ese túnel de París a orillas del Río Sena, hace 22 años.

Más allá, el busto a los exploradores franceses del siglo XVII que descubrieron el Canadá: Champlain y Cartier.

Winston Churchill también tiene su estatua merecida en las cercanías.

Continuando con la caminata.

Termino mi artículo con dos menciones al cine y París.

Uno, la referencia a otro actor de Hollywood (Tom Hanks) que filmó también en el Museo del Louvre, junto a la actriz gala Audrey Tatou (Amélie -2001-) aunque preferentemente de noche, en la película Código da Vinci (2006). Aquí, se puede ver la escena final, con música de Hans Zimmer.

https://www.youtube.com/watch?v=KcfNpfaGejA

La segunda mención se refiere a un video futurista de 1985, del grupo británico Duran Duran, que habiendo compuesto la banda sonora del último James Bond que hiciera Roger Moore -“En la mira de los asesinos”, en la propia Torre Eiffel, se atrevería a grabar un atentado con una videocámara simulando un dron actual. Para ratificar una vez más, la visión y creatividad artística que abundaba en esa época, un lustro y medio antes del final de la Guerra Fría.

https://www.youtube.com/watch?v=skLWuiEkVvk

 

 

UN HOMBRE DE OTRA EPOCA: ALAIN DELON

“Si realmente estamos enamorados, debemos animarnos a todo” (Alain Delon)

Aquella era otra época, tal vez, de la mano de la ausencia del cambio tecnológico, tal como lo conocemos hoy. Me crié, rodeado de dos hermanas mucho mayores, una de las cuales sentía devoción, adoración, fascinación por un hombre mayor, de cabello negro, realmente bello, que a través de posters que exaltaban su figura, adornaban la totalidad de la habitación. Creo que hasta el día de hoy, estaría “enamorada” de ese hombre y hubiera corrido hasta él, a buscarlo a París, si tenía la oportunidad de hacer realidad la frase que él mismo acuñó.

Ese hombre, era Alain Fabien Maurice Marcel Delon, actor, cantante y empresario francés, uno de los tantos “bon vivant” y sexies galanes glamorosos de los años sesenta y setenta. Claro, hoy comprendo lo fácil que es enamorarse de un poster, de una foto, de una imagen que estéticamente luce impecable. Lo importante es hacerlo desde adentro, allí, en las profundidades del alma del otro u otra. Ya volveré al final al reflexionar sobre esto. Pero primero, vayamos al comienzo “feliz”.

Delon gozó de 62 años de carrera. Volvió de la última guerra imperial francesa, de la Indochina (luego Vietnam) y sin trabajo, gracias a una actriz, empezó a circular en los sets de grabación para no terminar. La belleza dle actor peor también su estilo de caballero y sobre todo, su voz, conquistaría mujeres y directores en Francia y toda Europa, aunque no en Estados Unidos. A la par de grandes amores como Romy Schneider y Mireille Darc, hizo grandes películas (“El gatopardo” -1963-, “El tulipán negro” -1964-, “El samurai” -1967-, “Arde París?” -1966-, “Zorro” -1975-, “Aeropuerto 79: el Concorde” -1979-, “Tres hombres para matar” -1980-, etc.). Amigo de amigos, todostan machistas como él, organizó peleas de box en Francia para Jean Claude Bouttier y luego, el argentino campeonísimo mundial Carlos Monzón. Esta relación lo ligaría a ex Presidentes como el propio Carlos Menem.

Delon fue siempre un burgués conservador. Adoraba en aquellos años mozos, la “buena vida”: romances, trabajo, alcohol, viajes, lujo, placer y más placer. Lo rodeaba el glamour. Tal vez, eso hizo que nunca tuviera grandes reconocimientos por su cine. Estuvo 7 veces nominado en el Festival de Cannes pero nunca ganó.

Las décadas pasarían, el tiempo no avanzaría en vano sobre su físico, sus amores morirían, sus amigos idem, él se divorciaría, sus dos hijos varones se distanciarían, había confesado que ya se resignaría a morir sólo, con su perro.

Claro, Delon estaba comprobando hasta abril de este año que su estrella se estaba apagando irremediablemente, incluso mucho antes de su vida. Europa está llena de inmigrantes, ya no hay lugares para tipos como él, su compatriota Jean Paul Belmondo, el inglés Roger Moore y tantos otros que alardeaban y conquistaban con su machismo.

Vivimos otra era. La misoginia es condenada oralmente por el tribunal global (o europeo) feminista, igual que la violencia de género, la homosexualidad es visibilizada como nunca y las jóvenes generaciones, los “Millennials” verían hoy a Delon como un verdadero “dinosaurio”. Eso hizo que el propio actor se hiciera célebre por sus polémicas declaraciones en contra de todo esto, con un lenguaje políticamente incorrecto y hasta firmando su apoyo al Frente Nacional de Le Pen.

Pero claro, suele ocurrir que cuando estamos al borde de caer rendidos, aparece alguna luz reivindicatoria. El Festival de Cannes, decidió premiar en vida a Delon, otorgándole la Palma de Oro honorífica en abril pasado. Unas 26.000 firmas se juntaron por parte de la organizaciones feministas, para impedir la ceremonia, pero los organizadores del Festival hicieorn caso omiso a la presión. Anouchka, la hija comprensiva del actor, sí, una mujer, aceptó subir a entregarle el premio. Delon habló y lloró de la emoción, pero sobre todo, agradeció a las mujeres de su vida, particularmente a las que ya no puede ver en vida.

En agosto pesado, como otra jugada rara -o no- del destino, Delon sufrió un ACV que lo depositó en una clínica privada suiza, allí en el país del que se había hecho ciudadano, decepcionado con su Francia decadente. La pelea familiar, los hijos enfrentados a Anouchka, la pérdida de sus amores, estuvieron a punto de enterrarlo.

No sabemos en qué condiciones pero hoy llegó sus 84 años. El final de una era no pudo terminar con la vida de este gladiador, quien detrás de tanta belleza, nos mostró como pocos, por enésima vez, lo vulnerables que somos como seres humanos. Quizás tampoco los jóvenes de hoy se hayan criado con la ingenuidad o inocencia con la que se criaron mis hermanas aunque no me extrañaría que les falte cierta “sal en sus vidas”, cuando atraviesen el umbral hacia la adultez. La misma con la que intentó vivir Delon, quien hoy reposa tratando de recuperarse junto a su hija: una mujer. El, que hizo lo que le gustaba y por eso, merece mi reconocimiento.

 

PARIS: LA BUENOS AIRES EUROPEA

Norteamericanos y franceses tienen una larga historia en común, aún considerando la “juventud” de Estados Unidos (243 años). Al apoyo de Francia a la guerra de independencia americana, puesto de manifiesto en héroes como el Marqués de Lafayette (1757-1834) y el general, mariscal y Conde Jean Baptiste de Rochambeau (1725-1807), que pelearon para el ejército de Washington contra los británicos, se le suma la reciprocidad de la liberación norteamericana del territorio francés del yugo nazi en la II Guerra Mundial. Más allá de la cierta animosidad del Mariscal De Gaulle, héroe de la Resistencia francesa (“les maquis”) al poder imperial norteamericano, expuesto en el debate sobre la OTAN en 1966 u hoy, entre el modelo proglobalización de Macron enfrentado al “America First” de Trump, han habido más coincidencias que diferencias entre franceses, representantes de una cultura que se precia de ser singular y los americanos, que se creen “gendarmes del mundo”, desde 1945. Justamente, un año antes, las tropas aliadas desfilaron por este lugar, el Arco del Triunfo, el mismo por el que se paseó Hitler en 1940, aunque sin multitudes desbordantes.

El cine de Hollywood ha sido testigo directo de esas reciprocidades culturales. Muchas películas se han filmado en París, como epicentro o la han homenjeado. Woody Allen como director le ha dedicado uno de sus filmes (“Medianoche en París” -2011-) y actores como John Travolta en 2010, Kevin Costner en 2014 y Tom Cruise en 2018, han trabajado en los sets a orillas del Río Sena. Al servicio de la causa de la “libertad, igualdad y fraternidad”, el director de cine francés Luc Besson, además de filmar películas de resonante éxito, ha firmado declaraciones en contra del lepenismo, nacionalista, antiamericano y xenofóbico.

Pero también los propios anglosajones han rendido homenaje a Francia y París. Russell Crowe (neozelandés) en 2006, Michael Caine en 2013, pero
sobre todo, Kristin Scott Thomas, Kevin Kline y la nonagenaria Maggie Smith, estos tres últimos con “Mi vieja y querida dama” (2014), han expuesto como nadie, el sufrimiento discreto de los franceses, siempre sutil, -a menudo exageradamente sutil-, por ejemplo, a través de una situación que hoy se ha hecho común pero que hace décadas no lo era tanto: la infidelidad de dos parejas y la desolación de sus hijos que sufrieron tales amoríos sin saberlo o en silencio. De paso, a través de dicha película, los que no somos franceses, conocimos el viager, esa institución milenaria gala, por la cual se alquila con opción a compra hasta que la persona muera, o, como en la misma película se cita sarcásticamente: “si la persona muere pronto, es el destino reemplazarla y si no, pagarle para que pueda vivir”.

Un paréntesis: es increíblemente bello, ver cantar a una cantante de ópera, la joven francesa Sophie Touitou al borde del Río Sena.

También Argentina tiene vínculos con Francia. Desde la Revolución de Mayo, nacida bajo el influjo de la invasión napoleónica a España, pasando por Carlos Gardel, el comercio mutuo y la enseñanza del idioma francés a generaciones enteras a través de la Alianza Francesa. Pero el mayor shock lo tuvimos avec Ekaterine cuando al caminar por las calles parisinas, nos pareció estar haciéndolo por algunas aceras de Buenos Aires, como los barrios de Recoleta y Palermo. Resulta algo trillado esto de la semejanza entre París y Buenos Aires, porque además se ha escrito bastante acerca de ello, en materia arquitectónica pero el impacto me resultó llamativo considerando la lejanía o enorme distancia física e histórica entre ambas urbes.

Claro, hoy, también hay que relativizar lo francés y lo parisino, en un mundo con tanta globalización y por ende, inmigración-. Ver la Torre Eiffel blindada contra atentados terroristas y con una enorme fila de turistas chinos pretendiendo subir a ella por ascensor gigantesco como “ganado” -la misma sensación que tuve en el ascenso al Empire State en New York en 1990, también es shockeante. Máxime cuando en la gran fuente que mira a la Torre, un mediodía de pleno verano, era significativa la cantidad de africanos e iraníes con sus burkas, los que se bañaban con sus niños, con la sola excepción de una par de danesas y nosotros dos.

Como si esto fuera poco, tuvimos la oportunidad de ver el cierre del Tour de France, la competencia ciclística más importante de Europa -y por qué no, del mundo- y nos sorprendieron la gran cantidad de latinoamericanos que había, especialmente colombianos, ya que la competencia precisamente la ganaría por primera vez, un compatriota de ellos: Egan Bernal (22 años).

Así como en cada lugar del mundo, hay un rinconcito argentino, también los hay rusos. Ellos llegaron por primera vez a la capital parisina de la mano del ejército victorioso del Zar Alejandro I sobre Napoleón y mientras algunos de sus oficiales regresaron y protagonizaron -sin éxito- la única revolución liberal en el viejo Imperio, la “decembrista”, otros se quedaron y aprendieron a respirar la libertad individual, discutiendo en los bares sobre asuntos públicos, como nunca antes lo habían hecho. Tuvieron descendientes y éstos, como buenos rusos, se dedicaron a la alta gastronomía, en lugares coquetos de París.

Idem la música rusa, con Rachmaninoff a la cabeza, también presente en París.

Otros lugares bellos de la capital francesa, dignos de fotografiar.

La despedida es con un video alusivo a la romántica grand chanson de Pierre Bachelet, “Emmanuelle” (1974).

Como refleja el video en clara consonancia con la canción, llena de amor, belleza, deseo, corazón pero también decepción, o sea, vida humana plena, ésta en París asoma por completo placentera, una sensación parecida a la experimentada en Viena. Quizás se trate de ciudades bendecidas por la “buena vida”, que es claramente, la guiada por la pasión.

UN MILAGRO PARA MACRI HACIA OCTUBRE

Confieso que cuando el lunes pasado por la mañana, en Viena, Ekaterina, dueña de un prodigiosa intuición, me avisó que en la info de su celular, no aparecía como ganador o ganadora de la elección primaria en Argentina, ni Macri ni CFK, pensé en lo peor -y adiviné-: ganó Alberto Fernández (AF), quien por primera vez en su vida, había abandonado por un momento su traje de “monje negro” para convertirse en un líder expuesto y vencedor en las urnas. El problema no era sólo su triunfo sino el elevado margen con el que lo hizo: cuando vi los porcentajes, tampoco podía creerlo. Hasta supuse que igualmente sorprendidos estarían mis amigos peronistas, que aventuraban desde hacía meses, igual que la consultora Isonomía, que Macri podía perder hasta en primera vuelta con CFK -algo que ella misma ahora debe estar mascullando por regalarle tanto protagonismo a AF-.

En fin, las sorpresas, ahora llamadas “cisnes negros” siempre existieron aunque no dejo de buscarles alguna explicación: ése es mi rol de analista. Porque más allá del singular discurso impregnado una vez más de misticismo republicano de la Diputada Elisa Carrió el jueves 16 de agosto en el seno del gabinete ampliado -en pleno shock y duelo juntos-, en el que retó y reprochó a marketineros como Durán Barba, “mártires” como Marcos Peña, funcionarios insensibles y cobardes, veraneantes europeos como yo mismo, en suma, a la sociedad toda, lo relevante es entender que la sorpresa tenía muy poco de ello. Es que nadie quiso ver lo que estaba ocurriendo desde por lo menos, la crisis devaluatoria de abril de 2018, es decir, el gobierno estaba licuando rápidamente su capital político acumulado hasta la parlamentaria de octubre de 2017 y su estrategia de confrontar o polarizar con CFK para sacar rédito, sin tomar ninguna medida estructural, por temor a pagar costo político, no hacía mas que unir al peronismo, lo cual lo dejaría en franca y evidente desventaja a Macri de cara a este agosto.

Que luego los grupos focales del ecuatoriano, las encuestas, la propia Isonomía que se iría desdiciendo de sí misma en abril, los medios, los periodistas, hasta los mercados, creyeran que Macri había emparejado, es otra historia. Pero la realidad, oculta tras el voto vergonzante de la clase media -la que se quedó en Argentina-, estaba presente desde hacía mucho. Ni siquiera el propio kirchnerismo la vio venir en toda su dimensión.

Qué queda de aquí a futuro, en 2 meses? La reacción del dólar el mismo lunes, con mercados temerosos de otro default, la amenaza brasileña de quebrar el bloque regional, la especial atención de Washington, etc., complican a AF más de lo previsto y lo obligan a seguir con atención la trayectoria del “teorema de Baglini”. La sensatez puede primar sobre cualquier fantasía populista y entonces, en su horizonte, puede perder votos desencantados con su nuevo realismo o abrir grietas con el ala kirchnerista. Tanto pragmatismo -no creo-, pueda soportar CFK y su entorno.

A Macri no le queda otra más que “remarla” y dar un giro de 180 grados en su política y su entorno: será capaz de hacerlo? En 2015 -desde setiembre-, lo hizo; por qué no ahora? Otra vez, estará a prueba su liderazgo tan singular pero para revertir todo en dos meses, deberá alejarse de influencias cercanas tóxicas y dar señales claras -y no ficticias- de cambio. La llegada de Lacunza por un inoperante Dujovne, puede avanzar en tal sentido. Porque para cambiar al país, como prometió, antes deberá cambiar él.

“ICH BIN EIN BERLINER”, VERSION 2019

Se cumplen 80 años del inicio de la II Guerra Mundial, comenzada precisamente por los alemanes y 3 décadas de la caída del Muro de Berlín, así que, qué mejor ocasión para conocer la tradicional capital alemana, tan a menudo discriminada por los avatares históricos en favor de Bonn, Colonia, Hannover y hasta Hamburgo.


El Río Spree.

A poco de recorrer sus estaciones de transporte público integrado (tren-metro-tranvía-bus), la ciudad (con 3,5 millones de habitantes) deja entrever su vitalidad, multicoloridad y diversidad, expresada en la gran cantidad de razas que la pueblan, la pluralidad de idiomas y vestimentas que se ven como las conductas humanas, en las que prevalece el respeto por el otro.

Berlín ilustra cabalmente lo que es Alemania siglo XXI: una nación integrada con una gran inmigración, pero donde todo funciona, con buenos precios, bajos costos, dotada de un orden sistémico, aunque no sea perfecto, como muchas veces se la idealiza y tampoco luzca estéticamente. Prueba de ello último, es la proliferación de cocheras para autos, construidas a puro hierro.

La Alemania hiperglobalizada

La máxima expresión de aquel dinamismo y variedad étnica lo exhibe el barrio de Chalottenburg, situado en la parte oeste de la ciudad. Allí viven cerca de 400.000 personas, pero el 35 % de ellas, no son alemanas, sino árabes, turcos, iraníes e hindúes en un primer grupo minoritario; luego le siguen griegos, italianos y otras nacionalidades de Europa meridional; finalmente, rusos, ucranianos y kazajos, componen un 4 % de aquella población. Con sólo visualizar los bares, restaurantes y hoteles, puede verificarse la presencia masiva de estas comunidades no germánicas.

Muchísimos turistas se dan cita en Alexanderplatz, donde se halla la torre famosa de la TV alemana y el reloj mundial, con una gran cantidad de negocios de comida rápida y cerveza por doquier.

Unos kilómetros más allá, se halla la Puerta de Brandeburgo -colmada de manera insólita y surrealista, por los Hare Krishna, venezolanos pro-Maduro contra el “intervencionismo imperialista norteamericano” (la Embajada de Estadov Unidos está al lado del monumento) y pueblos originarios latinoamericanos- y el Reichstag alemán.

Extrema vigilancia en la Embajada britanica por el incidente con Irán en el Estrecho de Ormuz.

El Bundestag donde Frau Merkel, junto a su sucesora en 2021, la actual Ministra de Defensa, Annegrette Kramp-Karrenbauer, homenajearon el fracasado golpe militar y atentado del Coronel Von Sttaufenberg contra Hitler en 1944, también se ubica allí cerca, en medio del Parque Zoológico de Berlín, a metros del Monumento de la Victoria (construida a fines del siglo XIX y en pie durante la guerra), más las estatuas del Canciller de Hierro, Otto Von Bismark y el general Von Moltke, sobre la famosa Under den Linden (Avenida de los Tilos).

Un párrafo aparte merece el recordatorio del Muro y el puesto fronterizo donde eran latentes las tensiones entre soldados aliados y soviéticos en plena Guerra Fría (1961-1989). Hoy, hindúes o chilenos que apenas saben del acontecimiento que dividió al mundo, lo banalizan, eligiendo postear sus fotos desde aquel lugar tan especial.



Al recorrer la ciudad, no dejan de resonar las palabras de Kennedy, tratando, con la famosa frase con la que titulo este artículo, de congraciarse con los berlineses o de Ronald Reagan cuando le  pidió a Gorbachov que haga todo lo necesario para derribar el Muro. Pero también imagino la fortaleza y capacidad de resistencia del pueblo alemán: los numerosos ancianos septuagenarios u octogenarios, manejando sus bicicletas y hasta sillas de ruedas de última generación, como si aquella guerra que vivieran cuando niños tal vez hasta huérfanos y con ejércitos extranjeros ocupando su hogar, no hubieran hecho mella en sus cuerpos.

Por eso, yo también les tributo mi homenaje a lo Kennedy con su célebre frase y les “perdono” sus licencias contemporáneas, como los buses perdiendo su puntualidad famosa; cierta desidia con la jardinería; algunos mendigos durmiendo en los túneles o los automovilistas sin frenar ante un cruce peatonal, todo lo contrario al relato alemán de postguerra de su supuesta infalibilidad y excepcionalidad. Prefiero enfatizar en esa otra capacidad, tan estoica ante tanto dolor, aunque como hemos visto en el propio caso de Frau Merkel y sus temblores, el cuerpo les pase factura por ser como son.

El último párrafo, para el cruce de la Filosofía en una calle berlinesa.


EL PRESIDENTE QUE NO MERECIMOS

Ayer falleció el ex Presidente Fernando De la Rúa, quien gobernara con una singular alianza de centro-izquierda, que congregaba radicales y peronistas-progresistas, entre 1999 y 2001. A continuación, comparto alguna semblanza.

Estuvo en el lugar correcto en el momento equivocado -y con las compañías inadecuadas-. De la Rúa fue uno de los últimos exponentes de la clase dirigente argentina, en creer y escalar socialmente de manera meritocrática, sin tomar atajos como un matrimonio por conveniencia o alguna otra corruptela. Cordobés de origen, fue abanderado del Liceo Militar General Paz, Medalla de Honor en Abogacía de la UNC, Profesor por Concurso en la UBA y elegido como el “delfín” del histórico dirigente radical Ricardo “Chino” Balbín, para salvarse de la debacle generalizada contra el avasallador peronismo triunfante de 1973, convirtiéndose en el Senador nacional más joven de la historia argentina. En el regreso de la democracia, una década más tarde, tras ser derrotado en una gran interna radical contra Raúl Alfonsín, a la postre, Presidente de la Nación (1983-1989), fue diputado nacional y el primer Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde ya era un connotado vecino adoptivo. Quien fuera llamado con razón, el “Kennedy argentino”, estaba llamado a ser Presidente a su turno. Lo fue en 1999, elegido por más de 11 millones de votantes en primera vuelta, que esperaban que castigara la corrupción menemista, mejorara la política social pero mantuviera la Convertibilidad de 1 dólar = 1 peso.

Sin embargo, no contaba conque su propio partido, encabezado por Alfonsín, lo presionara imponiéndole funcionarios como el economista heterodoxo Machinea ni “le soltara la mano” en el tramo final; tampoco con un peronismo que adentro de la coalición (con “Chacho” Alvarez como Vicepresidente -renunciante-) como en la oposición con la grieta Menem-Duhalde, una vez más asumiría un rol institucional irresponsable; finalmente, no supuso que la sociedad civil, que lo había acompañado, se dejaría manipular discursivamente por una nueva coalición, no partidaria, pero sí sectorial, la devaluacionista, formada por grupos empresarios (mediáticos e industriales), a la que se agregaron políticos vengativos de ambos grandes partidos tradicionales, como Duhalde y Alfonsín y no pocos intelectuales.

La renuncia de De la Rúa, más allá de sus dudas en la gestión y un contexto internacional sumamente adverso -el bajísimo precio internacional de la soja y la altísima tasa de interés en Estados Unidos-, condujo a la Argentina a un abismo, cuyos efectos se perciben hasta hoy. Desde todo lo que significó el derrumbe formal de la Convertibilidad, algo que ni siquiera Rafael Correa se animó a hacer -con la dolarización- en Ecuador, en materia de ruptura de contratos generalizados-incluyendo el “corralón” de Remes Lenicov; el default; una devaluación del 137 % en un año -pulverizando salarios-; el regreso de la inflación y la regresión autoritaria del kirchnerismo. Todo ello fue tolerado y hasta acompañado tácitamente por una sociedad contradictoria y bipolar que a mediados del 2001, en un 80 % aprobaba el mantenimiento de la Convertibilidad pero que rechazó abrumada un ajuste presupuestario quirúrgico de Ricardo López Murphy en marzo de aquel trágico 2001.

A De la Rúa, lo conocí hace apenas cuatro años en el CARI, cuando fue a ver a Mariano Caucino, en una charla de presentación sobre su primer libro de Rusia. Me impresionó como un buen hombre, un político culto -de los que ya no quedan-, honrado, respetado -en tal círculo- y respetable. Seguramente, su vulnerabilidad cardíaca y renal, empezó a perfilarse por aquellos años aciagos del país, así como muchos compatriotas, como mi ex suegro y mi propio padre, que sufrieron infartos mortales entre 2001 y 2004. Con estoicismo admirable, guardó un bajo perfil durante la década durante todos lo demonizaron, aunque se quedó a vivir en el país.

Un detalle final: De la Rúa murió un 9 de julio, coincidiendo con la fecha de la independencia patria. Tal vez, la amaba más que ninguno. Tal vez, todos, ciudadanos de un país de baja institucionalidad, fuimos muy injustos con él. Quizás en Suiza -o Uruguay-, lo hubieran apreciado y valorado mucho más.


CHERNOBYL: 33 AÑOS DESPUES

No habia forma de convencer en abril de 1986, al 80 % de mis compañeros y docentes de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR que la URSS no era el “paraíso perfecto” ni estaba del lado correcto de la historia. Ni siquiera con la expectativa favorable generada por la llegada, desde la agrícola pero discriminada por las políticas estalinistas, Stavrópol, de Mikhail Gorbachov, como nuevo Secretario General del PCUS en marzo de 1985.

Sus discursos reconociendo las carencias estructurales del sistema comunista soviético, precedidas de la huelga obrera y represión militar del régimen de Jaruzelski en Polonia, algunos años antes y el fracaso militar de la invasión a Afganistán, no parecían calar hondo en la intelectualidad argentina en otra muestra más de su habitual encapsulamiento. Tuvo que ocurrir una tragedia como la de Chernóbyl, para que aquí, algunos empezaran a abrir los ojos.

Hoy, con la perspectiva de la distancia temporal, ésta es mi opinión sobre lo ocurrido, además de sus repercusiones en la Rusia actual.

ENTREVISTA EN RADIO FM AHIJUNA

Aquí el trailer de la nueva serie de HBO que ha causado tanta conmoción entre las nuevas generaciones.

LA ARGENTINA RECIENTE A TRAVES DEL CINE

“Relatos Salvajes” (2014)

Fue ovacionada en el Festival de Cannes y llegó como precandidata al Oscar, como mejor filme extranjero pero quedó excluida. Una razón posible por no ver coronado su éxito, puede tener relación con su identidad (tan particular). La película refleja cabalmente, la naturaleza cultural e idiosincrática argentina, de fines de la década kirchnerista. Una sociedad aparentemente mansa, pero con actitudes individuales violentas, por doquier, producto del resentimiento, la envidia, el hartazgo con la burocracia, la obsesión por el diván, la falta de autenticidad generalizada, sobre todo, entre los “nuevos ricos”, donde prevalece el botox, el maquillaje y la sonrisa fácil, pero carente de sentimientos reales. Las explosiones emocionales que refleja la película, a lo largo de sus seis historias, son producto de aquella esquizofrenia, de un país, que fuera gobernado por una pretendida “actriz” -de dudoso talento-, a la que el género femenino detestaba, pero que en el fondo, quería imitar. Para no perderse: el personaje del ingeniero “Bombita” (protagonizado por Ricardo Darín) y la corrupción de la justicia argentina, simbolizada en el fiscal y el abogado de la cuarta historia.

“Los muchachos de mi barrio” (1971)

En los años sesenta, en pleno gobierno militar de Roberto Marcelo Levingston, eran otros los valores. La cultura del barrio, de los amigos, que jugaban desde niños en sus plazas, las primeras picardías, los castigos, las escenas del colegio, con el respeto, el orden y la famosa fila de todos encolumnados con sus impecables guardapolvos blancos, mientras se izaba la bandera cada mañana. Llegarían la juventud y la adultez y, con ellas, la separación. Amores concretados o perdidos, profesiones y matrimonios que ocupan todo el tiempo, triunfos en el exterior y la nostalgia permanente para quienes pretenden volver, siempre con el parámetro de la movilidad social ascendente, tan peculiar de la Argentina. Con la banda sonora del cantante exitoso en toda Latinoamérica, Ramón “Palito” Ortega, la película refleja esa alteraciones de vida, pero sobre todo, los valores y creencias con las que se afrontaban. Es un culto a la amistad, algo de lo que los argentinos suelen vanagloriarse, así como su pasión por el fútbol. Tal vez nada quede ya de aquella época, pero la emoción que se siente al ver esta película de guión sencillo, permita avizorar que algo de aquel pasado lejano, aún se resiste a sucumbir.

Entre una y otra película, pasaron 43 años, es decir, casi cuatro décadas y media. Es mucho tiempo en la vida de un país y mucho más en la de una generación y una vida en particular. En una Argentina, donde no necesariamente la trayectoria económica individual y la colectiva coinciden, todo ello trajo su correlato en el plano moral: así como en las sociedades postcomunistas, ese tejido quedó inexorablemente dañado, en una sociedad inflacionaria crónica como ésta, donde se desdibujan ganadores y perdedores, la erosión es enorme a la hora de la credibilidad en la palabra empeñada, la creciente vulgaridad en el lenguaje, la generalización de la mentira, la ausencia de espontaneidad, el apego a la inautenticidad, la segregación in crescendo, el egoísmo puro y simple por doquier.

GUAYAQUIL: LA CIUDAD DE LOS LIBERTADORES

Es una de las ciudades más modernas y pujantes de América Latina,
sin ser capital de un país, lo cual no dejó de acarrearle no pocos conflictos en su vasta historia. La misma que la tuvo como epicentro del único encuentro -y más importante- entre los dos Libertadores de América: los Generales José de San Martín (argentino) y Simón Bolívar (venezolano), el 26 de julio de 1822.

Monumento La Rotonda

Como ya lo he documentado, en el verano de 2018, con mi novia Ekaterina, en auto, luego de un largo paso por la costa brasileña, hasta el norte y luego descender hasta el sudoeste, atravesando la selva amazónica hasta llegar a la frontera peruana, me dispuse a hacer una modesta recreación del viaje sanmartiniano, en la campaña del Perú del siglo XIX. El sábado 27 de enero cruzamos el límite, llegamos a Cuzco el lunes 29 y a Lima, el miércoles 31. Subimos hacia el norte bordeando la costa del Pacífico, pasamos Trujillo (ciudad de casi un millón de habitantes) y Talara (125.000 habitantes) y finalmente, arribamos a nuestro objetivo de Guayaquil, el sábado 3 de febrero por la noche. Permanecimos una semana allí, recorriéndola además de visitar su playa más famosa, Salinas (35.000 habitantes).

Con más de 3 millones de habitantes incluyendo zona metropolitana, Guayaquil, “la Perla del Pacífico”, fundada en 1547, como astillero y puerto comercial de la Corona de España, bordeada por el Río Guayas, ha sido fundamental como centro neurálgico de la economía ecuatoriana en su faz independiente, dada la relevancia de su comercio marítimo, actividad mercantil y progreso industrial. El 40 % de las 1.000 empresas más grandes de Ecuador, se halla radicado en Guayaquil. Además, canaliza el 80 % del comercio exterior de todo el país y como es obvio, al ser una ciudad tan bonita y con tanta variedad, recibe muchísimo turismo nacional e internacional.

 

A 500 AÑOS DE LA PROEZA DE MAGALLANES

A menudo pienso que si no fuera por las mentes inquietas, este mundo sería el reino de la monotonía. Pero la imaginación requiere de la acción para plasmarve o ser llevada a cabo. En el Día del Inventor -en Argentina-, a las mentes inquietas las estimo en gran forma pero mucho más a los exploradores, a aquellos que se animan a romper con paradigmas de conocimiento e intentan ir más allá de lo aceptado. Los Américo Vespucio, los Cristóbal Colón, los Marco Polo guardan para mí, una gran admiración pero mucho más aquellos navegantes como el capitán inglés James Cook (1728-1779) que emprendieron rutas alrededor del globo, incluo muriendo en el intento.

Aquí, muestro una escena dramática de la película “Capitán de mar y de guerra” (2003), del director australiano  Peter Weir, basada en el libro del mismo nombre, donde se ilustra el siempre difícil cruce del Cabo de Hornos, en una nave británica de inicios del siglo XIX, que competía con un buque francés en el contexto de las guerras napoleónicas.

Cuatro siglos antes de este cruce -que por aquél siglo XIX se había hecho habitual- y para que los británicos de la Royal Navy (holandeses, franceses o italianos) no se lleven todos los premios o halagos por sus hazañas marítimas, y este año, se cumplen 500 años de una de las más grandes proezas: la circunnavegación por mar, del globo. La encabezó un portugués y la terminó de concretar un español.

En efecto, un 20 de septiembre de 1519 partía de Sanlúcar de Barrameda, la expedición liderada por el portugués Fernando (o Hernando) de Magallanes y patrocinada por la Corona española —entonces, a cargo de un joven Carlos I (también Carlos V)—, compuesta por cinco naves, 239 tripulantes y un objetivo comercial: encontrar un paso por el sur de la recién descubierta América para llegar a las islas de las especias.

El resultado del viaje de 28.000 km. es de sobra conocido: sólo una de las embarcaciones, La Victoria, y apenas 18 hombres salvos (aunque no sanos), lograron regresar a Sanlúcar, tres años después. Magallanes murió a manos de indígenas en la isla de Mactán (Filipinas) y al frente de la famélica expedición venía un piloto de Getaria llamado Juan Sebastián Elcano. Tuvieron que ser ellos, los primeros hombres que circunnavegaron la tierra demostrando para la ciencia —aunque no era su objetivo inicial— que en efecto vivíamos en un planeta redondo.

Hoy se pueden cruzar esos 565 km. de largo del hoy famoso Estrecho de Magallanes -sin saberlo- en apenas 24 horas pero el gran navegante lusitano y su flota necesitaron 36 días.  Durante siglos, bien conocido y cartografiado ya el Estrecho, las naves de vela tardaban mucho más por la complejidad del escenario, por las dos angosturas que casi los estrangulan y por los fortísimos vientos que baten la zona. A García Jofré de Loayza le costó cuatro meses atravesarlo en 1526. El célebre capitán francés Louis Antoine de Bougainville, nada sospechoso de impericia marinera, necesitó 52 jornadas en 1767. Solo un marino lo hizo más rápido y ostentó el récord de la travesía hasta que se inventaron los barcos de vapor: Francis Drake —sir para unos; pirata para otros—, que en 1578 lo atravesó como el rayo en solo 16 días. Tal vez, la codicia por el oro ajeno daba alas a los corsarios.

Claro,  la celebración del 500º aniversario de la primera circunnavegación de la Tierra, y el protagonismo de España y Portugal, parece que ha provocado algunos roces diplomáticos entre los dos países, aunque solo sea por la forma en que han encarado el proyecto.

El aniversario de la gesta ha traído a la actualidad que la Historia se puede escribir de muchas maneras, pero que aún hay más variantes a la hora de enseñarla. Si para un escolar español, la vuelta al mundo la dio el vasco Juan Sebastián Elcano (Guetaria, España, 1476-Océano Pacífico, 1526); a un colegial portugués, el protagonista de la aventura fue su compatriota Fernando de Magallanes (Portugal, 1480-Filipinas, 1521). Hasta la Wikipedia, ya sea en su versión española o portuguesa, le da crédito a uno u otro héroe. Obviamente, se trata de discusiones postmodernas carentes de sentido.

Lo cierto es que gracias a Elcano y sus 17 marinos, desagregados en cuatro griegos, dos italianos, un portugués, un alemán y diez españoles (vascos, gallegos, andaluces, extremeños y cántabros), pudieron llegar al “fin del mundo” y a la postre, relatarlo y difundirlo, gracias a lo cual, pudimos conocerlo.

Lo que más lamento es que tal espíritu de desafío y aventura se haya perdido tanto en España y Portugal y que por culpa de su propia desidia, en gran medida, influida por el catolicismo dogmático, monópolico y rampante y por consiguiente, el empobrecimiento mental y la escasa propensión a una ética del trabajo, ambas naciones hayan atravesado una oscura decadencia por siglos, sólo interrumpida recientemente con el ingreso a la Unión Europea en los últimos 40 años.