EUROPA POSTBELICA Y AFRICA: LECCIONES DE UNA EPICA DEL ESFUERZO

Quienes hemos leído libros acerca del llamado “milagro alemán”, sabemos que no fue ningún hecho azaroso. Observando las páginas descritas con genuina sensibilidad no propia de un economista, de cualquier obra de Ludwig Wilhelm Erhard, quien fuera “el padre de la Economía Social de Mercado”, como Ministro de Economía de Alemania Occidental entre 1949 y 1963, podemos tomar conciencia de que tal proceso que condujo a Alemania hacia el desarrollo en poco tiempo, tras haber sido dos veces humillada en guerras mundiales, demandó un enorme sacrificio -inicial y transitorio- de la sociedad.

Así como fue posible obtener resultados más que positivos de aquel itinerario, a través de la vía capitalista, lo mismo podemos decir del país que eligió el otro camino, el socialista: la ex URSS. Si bien el resultado final en 1992, estaba lejos de haber consagrado el mismo nivel de vida de las naciones desarrolladas y el costo humano fue enorme, nuevamente, no podemos ignorarlo. Hubo un monumental esfuerzo personal y colectivo, para emerger de la debacle de la guerra, aún habiendo ganado y luego, tras la muerte de Stalin, para industrializar y alfabetizar un territorio imperial de enorme magnitud. Al encono de las mujeres soviéticas cavando trincheras en los alrededores de Moscú, para bloquear a los nazis o a su solidaridad para atender como enfermeras, a los heridos, en el metro de la capital, le siguió un período, donde escaseaban los víveres, la gente comía el marco de madera de los cuadros o los usaba para hacer fuego y a posteriori, tuvo que dedicarse a reconstruir el desastre heredado.

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LA BUENOS AIRES DE HOY, LA ARGENTINA DE HOY

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Sensaciones encontradas cuando viajo a la Buenos Aires del primer trimestre de 2017. Entre paréntesis, una ciudad fantástica, fascinante por su variedad e historia, pero que me entristece cuando la veo así.

Por un lado, apariencias de prolijidades, mucho marketing amarillo y verde que simbolizan sensación de orden y estatalidad en una ciudad y un país caracterizados por no reivindicar esos factores: policía nueva, unificada (Federal y Metropolitana); carteles de “perdone las molestias, estamos trabajando por vos”, cada dos cuadras; edificios antiguos por reciclar; publicidad oficial con las obras en puentes y subte; bicisendas coquetas con bicicletas públicas impecables; las omnipresentes grúas que acarrean autos mal estacionados; oficinas burocráticas nuevas y viejas del Gobierno de la Ciudad Autónoma, que conduce el obsesivo tecnócrata Horacio Rodríguez Larreta (ex dirigente de la línea peronista de “Palito” Ortega en los años noventa), el sucesor del ahora Presidente Mauricio Macri.

Pero en enorme contraste con esta imagen de cuasi pulcritud, ni siquiera caminando la turística y extranjerizada San Telmo, pueden disimularse los olores nauseabundos por los calles; la gente durmiendo hasta en los volquetes de basura -algo insólito y realmente desagradable-; mendigos de gran variedad pidiendo ayuda en los semáforos, al borde de la extorsión a los automovilistas; camiones que circulan de modo ilegal por arterias de Puerto Madero, la zona portuaria e inmobiliaria más “chic” de la ciudad; caos vehicular a diario, causados por piquetes de desocupados, de desalojados, de todos los que se consideran despojados por algo, aunque no lo estén, tras 12 años de patrañas publicitarias K, “incluyendo” a todos en su “fiesta”.

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