AUGE Y CAIDA DE UN GRANDE DEL INTERIOR

Desde 2018 en que jugó la Copa Sudamericana, Colón vivió momentos inolvidables en su historia deportiva. Ganó en el Morumbí contra Sao Paulo, fue subcampeón de la Copa Sudamericana, fue por primera vez campeón a nivel nacional, jugó otra final local y participó nuevamente de una nueva edición (tercera) de la Copa Libertadores. Un año después de tal resonante participación, de manera insólita -o no tanto-, descendió a la B Nacional. Si bien los descensos se viven de manera diferente a antaño, habida cuenta que casi todos los equipos del fútbol argentino han bajado de categoría alguna vez, la pasión con la que se vive este deporte aquí, aún provoca desazón, frustración e incluso muerte de algunos hinchas fanáticos.

No era muy sensato pensar en tal desencanto cuando uno mira tal camino lleno de éxitos recientes. Pero si uno observa la trayectoria del club desde el más reciente ascenso (2014), es decir, si uno aplica el lente retrovisor con mayor distancia, percibirá que Colón venía cumpliendo mediocres o malas campañas deportivas en torneos nacionales, con técnicos y equipos muy caros pero poco eficientes. Lo cual sin dudas, revela que detrás de tales compromisos, la Comisión Directiva a cargo del “hombre fuerte” del club desde 1991, José Néstor Vignatti, iba de fracaso en fracaso, intentando perfilar un proyecto deportivo con un resultado diferente al de ayer. De hecho, Colón, si se salvaba ayer tras el desempate contra GELP, en el 2024, tendría que haber hecho una campaña casi de campeón, para poder salvarse por los promedios.

No hay otra lección de lo sucedido que verificar cuan difícil para nuestra cultura política, incluso para la futbolística, es construir liderazgos no personalistas, que por el contrario, se animen a generar legados y no eternizaciones, que los hagan caer en la soberbia y el mesianismo. Al descender por cuarta vez en su historia, Colón habrá aprendido -o no- a forjar nuevas alternativas por vía electoral, para construir dirigencias que equilibren la relación entre fines sociales del club, éxitos deportivos y buenas conducciones juveniles, evitando la trampa facilita de grandes halagos internacionales sin suficientes cimientos.

Precisamente, para edificar una casa, hay que comenzar por el piso y tal vez, Colón, se haya dejado arrastrar por la vanidad de creer que se comienza por el techo -y el cielo-. Así conoció nuevamente el infierno. Es hora de mirar hacia atrás y volver a inventarse. Esta vez se parte de una historia mejor que la previa a 1981, incluso a 2014. Hay que aprovecharla y volver a la máxima categoría cuanto antes. Ojalá lo veamos así a fines de 2024.

ESPEJOS DETRAS DE UNA RECIENTE SOCIEDAD POLITICA

Más allá del cálculo y las supuestas ventajas y desventajas que lograrían Milei y Macri, con esta nueva y breve “alianza” en estas dos semanas que quedan para el crucial ballotage del 19N, puede resultar interesante un enfoque alternativo desde la Psicología Política. Esta subdisciplina realiza aportes científicos novedosos para intentar explicar cómo funciona la cabeza de los políticos, pero sobre todo, cómo influyen sus emociones, las de sus respectivos pasados, en sus acciones y decisiones del presente. Siendo la política una actividad que motiva inicialmente a quien participa en ella, desde la pasión -aunque también sus intereses-, es atractivo conocer cómo opera “”el cerebro político”.

Yendo al caso propuesto, en primer lugar, se trata de dos personajes cuyos pasados familiares, en especial, sus dominantes y subestimadoras figuras paternas, han tenido y tienen un enorme impacto en ellos. Emergiendo transitoriamente de dichos traumas, vía contención profesional o ‘’shocks emocionales”, como un secuestro -sobre Macri-, a partir de allí, los caminos personales pueden bifurcarse. Macri y Milei salieron adelante demostrando a sus padres, que podían ser valiosos por sí mismos, en el fútbol, la academia y la política, aunque llevaron consigo sus “mochilas afectivas”, con sus pros y contras.

Segundo, ambos lograron hallar padres “postizos” de la vida, que los acompañaron en sus empinados derroteros. En el caso de Milei, tanto su hermana como Eurnekian, a quien Franco Macri tenía como archirrival en el mundo de los negocios (con el Estado), desempeñan esos roles durante mucho tiempo. Mientras Macri halló en su madre (Blanco Villegas) y la camaradería de sus compañeros del Cardenal Newman, la contención que necesitaba frente a su padre, tan omnipresente y ausente a la vez. Eso les permitió forjar cierto carácter, con no poca resiliencia aunque escaso empoderamiento, para enfrentar los desafíos de la vida, que en ambos casos, siendo hijos de prósperos empresarios en ascenso, eran mayores que los de un sujeto promedio.

En tercer lugar, pudiendo superar las restricciones del núcleo familiar inicial, Macri y Milei se rodearon de seguidores y amigos, logrando aquí, sí hacer diferencia. Como no podía ser de otra manera, ambos entienden las relaciones personales, como ellos mismos las han sufrido. Inicialmente, de a pares, por ejemplo, hijos de padres dominantes, pero también de manera asimétrica y verticalista, sometiendo o dominando sin permitir disenso. Este, de ocurrir, se transforma rápidamente en deslealtad.

Así, Macri y Milei culminan representando una pareja de verdaderos espejos personales, que construyeron identidades paralelas, entendiendo la política como un trampolín para desarrollar sendas carreras personales en aras de superar a sus padres y demostrarles que ellos mismos podían encumbrarse ante los ojos de sus progenitores. En el caso de Milei, claramente, “la casta” es su propio padre y en el de Macri, tanto Boca Juniors como su llegada a la Presidencia, tenían como principal destinatario, a Franco.

Queda por interrogarse si esta pareja trascenderá el 19N -dependiendo del resultado- y por qué la sociedad argentina ha contribuido a legitimar este tipo de liderazgos.

Por una parte, si las relaciones personales que ambos han mantenido, han sido efímeras, tal vez, tampoco la de ellos mismos dure demasiado. Por otra, quizás, en la sociedad argentina, un porcentaje alto aunque no mayoritario, incluya  jóvenes y adultos, como Macri y Milei: hijos subestimados, relegados, opacados, que buscan lo mejor que pueden, cómo sobrevivir y ascender.

Personalmente, no creo que el país necesite un futuro que los tenga como líderes. Ojalá podamos ungir otros que demuestren compromiso y sacrificio con los demás además de positividad y esperanza.

ERA “LA AMPLIA AVENIDA DEL MEDIO”

Producto de haber vivido la decepción que me acarreara la caída de la Convertibilidad en 2001, pude aferrarme a la figura de Macri, por la proyección de su presidencia en Boca y creer ingenuamente que podía convertirse en un “liberal pragmático, lo apoyé desde 2009 hasta 2019, en que lo terminé votando, no en las PASO -dada mi ausencia del país- sino en el ballotage. Fue tal mi desencanto con aquella gestión iniciada en diciembre de 2015, que me juré para siempre, dejar de apoyar a “Cambiemos” o “Juntos por el Cambio”. Me confirmó mi decisión, la patética actuación de los “amarillos” en la cuarentena en 2020, sobre todo del supuesto heredero de ese espacio, Horacio Rodríguez Larreta, por haber sido un gran exponente del encierro que yo mismo sufriera “in situ” en CABA. Eso permitió un nuevo enamoramiento -breve- del espacio liberal representado por Espert, Milei y Rosales, pero esto también se acabó en ocasión de mi reclamo por conformar un espacio nacional nuevo, organizado y democrático, sobre todo, al segundo, en noviembre de 2021. Cuando comprobé el carácter monárquico, nepótico-e irracional- de su liderazgo, una vez más, recuperé mi libertad personal. En agosto de 2022, cuando accedió al Ministerio de Economía, para evitar la hiperinflación, algo que ningún político argentino, había podido hacer hasta ahora, decidí apoyar la trayectoria política, tan errática como la mía, de Sergio Tomás Massa.

Hoy, en la PASO, de juega el primer capítulo de esta historia personal, que tiene identificación con mi propio día de nacimiento, el 17 de octubre, fecha tan cara para los sentimientos del peronismo. Nunca fui peronista, pero siempre simpaticé con esa creencia en la posibilidad de la justicia para todo el colectivo nacional, pero sobre todo, con la empatía con el prójimo, algo que jamás vi en las tribus liberales a lo largo de décadas. La orfandad anímica que me trajo la muerte de mi hijo Tomás, me exigió volver a la política otra vez, aunque en este oportunidad, cobijado bajo el manto omnipresente del peronismo.

Tengo gran expectativa de que Massa, también pragmático, pueda unir lo desunido y en ese esfuerzo, “deskirchnerice” al peronismo, como ni siquiera lo intentó -con el país- la alianza cambiemita. En el intento, también, puede caberle la responsabilidad de recuperar al país, insertándolo en la senda del progreso. Así volveremos todos a ser orgullosamente argentinos.

Junto a “Pato” Galmarini, el suegro de Sergio Massa y ex referente del menemismo.

La referencia al tiempo es inevitable. Tal vez debí votarlo en 2015, quizás sea el Menem del siglo XXI. Voy a intentar descubrirlo y experimentarlo. Tengo la libertad de hacerlo y lo haré.

REY DE REYES

Cada Semana Santa, permanece mi recuerdo de mis minivacaciones en la década del setenta en Santa Fe, junto a mis abuelos. La asistencia a la procesión del Vía Crucis cada Viernes Santo como hoy, pero además las imágenes televisivas en blanco y negro, del lavatorio de pies del Papa de aquel entonces, Paulo VI, el Jueves Santo. Socializado en la educación católica, no podía ser de otro modo. Tal semana de reverencia, solemnidad pero también recogimiento, habituado a escuchar música sacra en radio dada la muerte de Jesús en la Cruz, había empezado con el Domingo de Ramos, simbolizando la entrada “triunfal” de Jesús en Jerusalén, mientras los feligreses le arrojaban ramos de olivo a su paso. Claro, este “Rey” en el que los judíos aún no creen, ingresaba allí montado en un burro y no en un brioso caballo, como podía hacerlo un Emperador o general romanos.

No cabe duda de que esas primeras sensaciones de un cristianismo vívido e histórico, más allá de la novedad de Navidad y Día de Reyes, que están asociados a la alegría de un nacimiento, algo que experimentaría, cuando tuve a Verónica Eugenia (mi primera hija), no pueden dejar de estar asociadas sino al cine, una película llamada “Rey de Reyes” (1961). Creo que más allá de la genial representación de su actor principal, el malogrado joven Jeffrey Hunter, ese film recoge genuinamente la figura del Nazareno, incluso mejor que las versiones posteriores de “Jesús de Nazareth” (1977) y, “La Pasión de Cristo” (2004), cruda y demasiado sanguinaria -para mi gusto-, dirigidas por el italiano Franco Zeffirelli y el australiano Mel Gibson y protagonizadas por Robert Powell y Jim Caviezel, respectivamente.

Allí percibí por primera vez que un Rey puede serlo, aún sin corona, sin poder, sin ejércitos que los defiendan, pero sí con la palabra, con el carisma, con la fortaleza aunque también con la debilidad (humana), como quedó demostrado con las tentaciones en el desierto, antes de sufrir la traición de Judas Iscariote o el mismo viernes de la muerte en la cruz, previo a exhalar el último aliento. Esa humanidad -de ése Rey llamado Jesús-, capaz de sufrir y sobreponerse a todo, me ha motivado a lo largo de la vida, para, a su vez, motivar a otros/as a intentar lo mismo.

Afortunadamente, los cristianos del mundo hallamos consuelo, el día Domingo, de Pascuas de Resurrección. Es la oportunidad para entender en ésta vida, que luego de tocar fondo, siempre existe la posibilidad de otra redención.

MI LUGAR (ARGENTINO) EN EL MUNDO

Así como tengo una canción que me representa cabalmente, tengo mi lugar ARGENTINO en este mundo. Cariló, al ladito de Ostende y Valeria del Mar, con esos bosques singulares, muy cerca del mar.

Ese mix me fascina, mucho más incluso que la conjunción de la montaña y el mar, como suele haber en algunos lugares de Chile, Brasil (con sus sierras o morros) y el Mar Mediterráneo. Sólo el Báltico ruso con sus dunas y bosques, incluyendo animales salvajes, puede ofrecerme un paisaje a lo Cariló.

Cada vez que puedo, me escapo a esas bellezas y el fin del verano en el Hemisferio Sur, me ofrecía tal posibilidad: no la desaproveché. Desde que en 1974, mi curioso y aventurero padre nos hiciera conocer a toda la familia, la belleza de aquellos médanos, cuando Pinamar era virgen y no por lo tanto, carecía de la urbanización actual, con una frecuencia de diez años, generalmente en pareja, voy allí y me quedo algunos días. Lo suficiente como para volver a la rutina laboral, con la mayor energía.

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