“EL TRIANGULO DE LA TRISTEZA”

A pocas horas de la ceremonia de los Oscars, no tengo claro quién ganará la mayor estatuilla, es decir, a la mejor película. Pero habiendo visto ya algunas candidatas, me toca describir la penúltima que vi. “Triangle of Sadness” tiene una variedad de atributos que la hacen potencial ganadora. Hilarante, irónica, incluso con cierta carga dramática en su segunda parte, a la película dirigida por el sueco Ruben Östlund, no se la puede juzgar de no original. Mantiene una mirada crítica pero realista sobre la soledad pero sobre todo, la estupidez de la clase alta residual europea, donde no faltan los millonarios rusos (pre-febrero de 2022).

LOS QUE SE NOS VAN

Ayer, viernes 19 de agosto, hubiera cumplido años Sandro, el gran cantante argentino de origen gitano, con una voz inigualable que tuviera canciones exitosas y películas taquilleras en la década del ’70. Pero en la misma jornada, también murió Oscar Bergesio, gran periodista santafesino, comentarista de fútbol, con quien también desde los ’70 hasta los ’90, incluso más cerca en el tiempo, hasta su retiro en julio de 2019, me entretuviera cada tarde o noche de radio en la universitaria LT10, estando yo en Santa Fe o aquí en Córdoba.

Sandro y Bergesio no tienen nada en común, excepto que fueron contemporáneos, pero sí poseen sus vidas, un magnetismo especial en la mía misma, porque cubren etapas de ella que fueron particularmente singulares, como mi niñez y adolescencia, tiempos de TV en blanco y negro, tocadiscos y transistores.

Como también adquieren un especial significado, otros protagonistas de la pantalla chica de aquellos años, que también nos dejaran recientemente: el actor Rodolfo Bebán hace una semana,  además del conductor Norberto Palese (alias “Cacho Fontana”) y su ex esposa, la ex modelo Liliana Caldini, a inicios de julio, con apenas dos días de diferencia.

Bebán fue protagonista de películas históricas como “Juan Manuel de Rosas” (1972), “Juan Moreira” (1973) y las tiras televisivas “Malevo” (1972) y “El precio del poder” (1992-1993), que tuvieron elevados niveles de taquilla y rating, respectivamente. Mientras tanto, Fontana, tristemente recordado por su programa ómnibus de 24 horas junto a Pinky en 1982, recaudando fondos -que no llegaron o sólo parcialmente- para los soldados de la guerra de Malvinas, tuvo dos grandes participaciones que yo nunca olvidaré: la conducción del programa de preguntas y respuestas “Odol Pregunta” que catapultara a la fama, por ejemplo, al entonces niño Carlos María Domínguez y “Videoshow” (1977) donde estrenaría la llamada “máquina de mirar”, o sea, la videocassetera, que revolucionaría la era de la TV a nivel nacional, ambos episodios en los ’70.

Cuando ocurre esta seguidilla de pérdidas, similares a otras de hace unos años, siento que una parte importante de mi vida se va con ellas, pero al mismo tiempo, me transmiten la energía necesaria para recordarlos a todos con alegría y renovarla para continuar hasta el final de mis días.

TOP GUN II: TRIBUTO A UN MUNDO QUE NO VOLVERA

Hacía tiempo esperábamos la segunda versión de “Top Gun”. Tuvieron que pasar casi 36 años de la primera que marcó un hito en la historia del cine de acción para que, aún retrasada por la pandemia de Covid-19, habiendo sido anunciada algún tiempo previo a ella, pudiera por fin estrenarse hace semanas.

Más allá del contexto político internacional actual, que pareciera ser análogo al de 1986, en plena Guerra Fría en aquél momento, en un nivel máximo de tensiones entre las potencias occidentales, Rusia y China, en éste, sin omitir el uso político de la película, a mí, ésta me transmitió otras sensaciones quizás más humanas, que pasaré a describir.

Abocado a presevar un viejo avión de guerra en su hangar privado y a experimentar de vez en cuando proyectos aeronáticos de la industria privada contratista del Pentágono, con viejos ex camaradas, Pete Mitchell (“Maverick”) regresa al ruedo de la academia de pilotos navales de elite de Miramar (San Diego), pero esta vez como instructor de vuelo. Su rol de antiguo piloto díscolo, transgresor, excesivamente arriesgado pero hipertalentoso y solidario, que le valiera ante el “sistema” , llegar apenas a ser un capitán multipremiado-, deberá ser reemplazado por el de motivador y transmisor de experiencias a un grupo heterogéneo de jovencitos bastante soberbios y poco habituados a actuar bajo presiones extremas. El fuerte contraste entre las generaciones, unas más habituadas a ciertos códigos y sacrificios en aras de metas y desafíos que parecen inalcanzables y otras con mayores oportunidades y tal vez más especuladoras y pragmáticas, es muy bien recogido por el guión de la película.

Ese último parece ser el mensaje que la dirección de la película quisiera transmitir. “Maverick” difunde el valor de asumir riesgos pero no de manera alocada y siempre con la necesidad de preservar el equipo: fue traumático para él, haber perdido a su compañero “Goose” en la primera “Top Gun” y eso lo persigue hasta hoy. Por eso, el valor de la solidaridad es el segundo a considerar aquí. Hay una tercera prioridad: es el piloto -y no la máquina-, el que hace la diferencia sobre todo en tiempos de paridades tecnológicas, con el enemigo -antes, la URSS, hoy no está claro si Irán u otro-.

Lo demás, como la pareja de “Penny”, ciertas ironías o “gags” en determinados momentos de la trama, la exhibición musculosa-deportiva de la playa, el sentido de la amistad con “Iceman”, la música tanto la clásica como la nueva a cargo de Lady Gaga, etc., son los ingredientes emocionales adicionales para completar una película, que asoma como la más taquillera del año.

En el Día del Padre (#FathersDay), asoma como un interesante tópico del film, la relación de “Maverick” con “Rooster”, el hijo de “Goose”. Un vínculo especial que hereda los pesares y cargas del pasado, como ya se dijo, pero que irá reconfigurando a lo largo de la trama, para finalizar de una manera sorprendente.

Como corolario, claramente la película representa la nostalgia por un mundo y estilos conductuales humanos que tal vez estén viviendo sus últimos días. Así como en el reciente film de la saga de James Bond con Daniel Craig (ya retirado), se insinúa que ese tipo de espías están condenados a desaparecer, en el ejemplo de “Top Gun II”, los pilotos atrevidos y valientes son fácilmente reemplazables por programas de aviones no tripulados.

En cualquier caso, como fuera y donde sea, casi 4 décadas de espera son mucho tiempo en las biografías de muchos: en el caso de este “Top Gun II”, valió la pena aguardar este estreno.

Me despido con la mejor canción de la nueva banda sonora del film: “I Ain’t Worried” interpretada por la banda “One Republic”.

“NO MIREN ARRIBA”

Más de cinco décadas y media. He sido testigo del desmoronamiento de un Imperio que pergeñó una idea de humanidad diferente, con uan sociedad extremadamente igualitaria. He sido testigo de cómo un joven alemán en una avioneta llegó al corazón mismo de dicho Imperio, del cual se creía era invencible, desafiando todos los radares y controles sofisticados. He sido testigo más de una vez, de predicciones que fallaron, de cálculos o estimaciones mal formuladas, de actitudes soberbias que terminaron en verdaderos fiascos para sus protagonistas. Armando Ribas dijo alguna vez que quien se cree inteligente, es genuinamente estúpido. Pero la naturaleza humana, como solían reiterar los Ilustrados Escoceses, ha dado muchos ejemplos de estupideces, sobre todo, cuando se sobreestima la racionalidad.

Vivimos una época diferente a la de hace 3 décadas atrás, la de la posverdad. La gente se enamora de conspiraciones sin sentido, desconfía de todo aquello en lo que sí lo hacía hasta hace poco, tiende a creer en supercherías postmodernas, en recetas fáciles, en lugares comunes, divulgadas por comunicadores “sofistas”. La manipulación está a la orden del día. La película “Red lights” “(“Luces rojas” -2012-), algo de eso, ya nos advertía hace unos años.

Por eso, “Don’t look up”, estrenada vía Netflix el 10 de diciembre pasado, con un elenco multiestelar, una saludable bocanada de aire fresco a esta época de fake news y tanta polarización, a propósito de la pandemia de Covid-19. Superada la novedad (verdad) por parte de dos astrónomos de “medio pelo”, uno veterano y otra doctoranda, la reacción fue la incredulidad y el entretenimiento de la gente seguida de la manipulación y el oportunismo de una política y un empresario ligado a ella. Una vez que los “errores” de éstos -ya en fuga-, el estupor y el miedo colectivos. Tarde o temprano, la verdad se impone pero sus consecuencias serán catastróficas.

La película es lamentablemente para los estudiosos o científicos, una cachetada a sus saberes específicos, diluidos en la marea de la ignorancia, la mediatización y el reino de la imagen. Por eso vale la pena verla: para recordarnos cuan estúpidos solemos ser los seres humanos.

“1917”

La pandemia del Covid-19 detuvo el tiempo pero antes de ella, apenas estrenada en diciembre de 2019 y ya candidateada aunque injustamente perdidosa al máximo Oscar, la película de Sam Mendes, “1917”, puede ilustrarnos acerca de valores aún vigentes como el instinto de supervivencia y el sentido de lealtad.

Aunque a priori pareciera un típico film bélico, una versión inglesa de “Rescatando al soldado Ryan” o, una mirada un tanto maniqueísta, en una nueva exaltación al estilo “Dunkerque” del heroísmo inglés versus la crueldad alemana, ésta es una joya del cine por su especial sentido estético: su fotografía y recursos técnicos al servicio de ella, son admirables.

De hecho, este homenaje del director a su propio abuelo, nacido en Trinidad y Tobago pero que participó como soldado alistado en el ejército británico en la Primera Guerra Mundial, contándole este tipo de historias que inspiraron a su nieto más tarde, para llevarlas al cine, ganó tres estatuillas de las 10 para las que fue nominada, vinculadas con “mejor mezcla de sonido”, “mejor fotografía”y “mejores efectos visuales”.

La película fue protagonizada por dos jóvenes casi “Millennials” pero estuvieron acompañados por grandes de la actuación, todos británicos como Colin Firth, Mark Strong y Benedict Cumberbatch, quien ya nos había regocijado con su brillante actuación en “Código Enigma”, personificando al genial Alan Turing.

La historia está ambientada en el norte de Francia, más exactamente en los alrededores de la localidad de Écoust-Saint-Mein, en el Departamento Paso de Calais, en la Región Hauts-de-France.

LA ARGENTINA RECIENTE A TRAVES DEL CINE

“Relatos Salvajes” (2014)

Fue ovacionada en el Festival de Cannes y llegó como precandidata al Oscar, como mejor filme extranjero pero quedó excluida. Una razón posible por no ver coronado su éxito, puede tener relación con su identidad (tan particular). La película refleja cabalmente, la naturaleza cultural e idiosincrática argentina, de fines de la década kirchnerista. Una sociedad aparentemente mansa, pero con actitudes individuales violentas, por doquier, producto del resentimiento, la envidia, el hartazgo con la burocracia, la obsesión por el diván, la falta de autenticidad generalizada, sobre todo, entre los “nuevos ricos”, donde prevalece el botox, el maquillaje y la sonrisa fácil, pero carente de sentimientos reales. Las explosiones emocionales que refleja la película, a lo largo de sus seis historias, son producto de aquella esquizofrenia, de un país, que fuera gobernado por una pretendida “actriz” -de dudoso talento-, a la que el género femenino detestaba, pero que en el fondo, quería imitar. Para no perderse: el personaje del ingeniero “Bombita” (protagonizado por Ricardo Darín) y la corrupción de la justicia argentina, simbolizada en el fiscal y el abogado de la cuarta historia.

“Los muchachos de mi barrio” (1971)

En los años sesenta, en pleno gobierno militar de Roberto Marcelo Levingston, eran otros los valores. La cultura del barrio, de los amigos, que jugaban desde niños en sus plazas, las primeras picardías, los castigos, las escenas del colegio, con el respeto, el orden y la famosa fila de todos encolumnados con sus impecables guardapolvos blancos, mientras se izaba la bandera cada mañana. Llegarían la juventud y la adultez y, con ellas, la separación. Amores concretados o perdidos, profesiones y matrimonios que ocupan todo el tiempo, triunfos en el exterior y la nostalgia permanente para quienes pretenden volver, siempre con el parámetro de la movilidad social ascendente, tan peculiar de la Argentina. Con la banda sonora del cantante exitoso en toda Latinoamérica, Ramón “Palito” Ortega, la película refleja esa alteraciones de vida, pero sobre todo, los valores y creencias con las que se afrontaban. Es un culto a la amistad, algo de lo que los argentinos suelen vanagloriarse, así como su pasión por el fútbol. Tal vez nada quede ya de aquella época, pero la emoción que se siente al ver esta película de guión sencillo, permita avizorar que algo de aquel pasado lejano, aún se resiste a sucumbir.

Entre una y otra película, pasaron 43 años, es decir, casi cuatro décadas y media. Es mucho tiempo en la vida de un país y mucho más en la de una generación y una vida en particular. En una Argentina, donde no necesariamente la trayectoria económica individual y la colectiva coinciden, todo ello trajo su correlato en el plano moral: así como en las sociedades postcomunistas, ese tejido quedó inexorablemente dañado, en una sociedad inflacionaria crónica como ésta, donde se desdibujan ganadores y perdedores, la erosión es enorme a la hora de la credibilidad en la palabra empeñada, la creciente vulgaridad en el lenguaje, la generalización de la mentira, la ausencia de espontaneidad, el apego a la inautenticidad, la segregación in crescendo, el egoísmo puro y simple por doquier.

“MISION IMPOSIBLE” LO HACE TODO POSIBLE

Me encanta la frase “lo hecho, hecho está, cuando nosotros decimos que está hecho”.

“Qué está haciendo?” pregunta la agente del MI6. “Mejor no ver lo que hace”, le dice su colega americano, ante la locura y audacia de la acción del protagonista, su propio jefe.

“A grandes males, grandes soluciones”, otra de las frases preferidas del personaje central, un apostador nato que nunca opta por caminos minimalistas.

“El no es más que la propia manifestación del destino”, dice con admiración de él, su ex autoridad en la CIA.

Un equipo de técnicos eficientes; un líder que se mantiene joven a pesar de los años, escalando aviones, manejando motos de alta cilindrada en ciudades populosas o trepando alturas inimaginables, contradiciendo toda ley biológica o de gravedad; una permanente búsqueda de simulación que logra engañar a “los malos” pero sobre todo, un espíritu de unidad y de servicio al Estado -corporizado en su propio team, el de la IMF-, que permite que Ethan Hunt priorice salvar la vida de un compañero -la cual vale como la de millones- o relegue enamorarse para no condenar a su esposa a la viudez temprana, prefiriendo más bien, otra mujer tanto o más aventurera que él.

Esos valores de juventud vigente, originalidad, camaradería y fidelidad a una nación, me permiten sentarme cada vez a disfrutar sus imágenes y sonido, como si fuera la primera vez, allá, en los años sesenta cuando Peter Graves, el elegante y canoso actor norteamericano lideraba el equipo, siempre con un negro como integrante -antes Greg Morris, hoy Ving Rhames-. Si Tom Cruise desde hace años (1996 para ser más exactos), le ha tocado reemplazarlo, incluso con el enorme riesgo de no usar doble para las escenas hiperpeligrosas, sin duda que no lo ha hecho nada mal, y de hecho, le ha brindado un toque especial a la saga cinematográfica que la hace particularmente taquillera.

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ANIVERSARIO 208 DEL EJERCITO ARGENTINO

Las primeras películas que vi en mi vida fueron tres militares: “El Santo de la Espada”, protagonizado po el gran actor argentino Alfredo Alcón, en homenaje al General José San Martín; “Bajo el signo de la Patria” con el actor español Ignacio Quiroz, personificando a Manuel Belgrano y, “Güemes: la tierra en armas”, también con Alcón como figura central. Desde pequeño, me encantaba a ir a los desfiles militares, escuchar la Fanfarria “Alto Perú” del Regimiento Granaderos a Caballo, ver a los Patricios y escuchar su Banda “Tambor de Tacuarí”.

Precisamente, fue este último regimiento el primero creado por el Decreto inicial de la Junta Revolucionaria de Mayo, un 29 de mayo de 1810, apenas cuatro días después del estallido de la Revolución en Buenos Aires. De allí en más, se tiñó de gloria en los campos de batalla de Suipacha, en Paraguay, Tucumán y Salta, bajo el mando de Antonio González Balcarce y el propio Manuel Belgrano. Luego, con el fracaso de retomar el Alto Perú, “la posta” la tomó nuestro regimiento afrancesado, pero de caballería, una innovación respecto a Europa: los Granaderos. San Martín, Las Heras, Alvear, Lavalle, lo llevaron a cruzar los Andés: fue una locura pero también una epopeya. Liberaron de los españoles, Chile y Perú y volvieron tras una campaña militar exitosísima.

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EL ENORME COSTO QUE PAGA UN GENIO: “BOBBY” FISCHER

De repente, en 1975, sin perder, le cedió el cetro al joven maestro soviético Anatoli Karpov (luego, ganador en 160 juegos en una década), fue detenido por la policía por vagabundear en Pasadena (California), se aisló durante años y tras reaparecer en los noventa, en la ex Yugoslavia, por desafiar las sanciones occidentales, del mismo gobierno que antes lo apañó como su “niño mimado” contra el comunismo soviético y ahora lo castigaba, terminó asilándose en Islandia, donde murió a los 64 años de edad en 2008, en la más absoluta soledad y abandono. Ese fue el último tramo de la vida, no de un perdedor, sino el de un exitoso ganador y campeonísimo del ajedrez mundial, entre 1972 y 1975, Robert Thomas “Bobby” Fischer. La parte que no describe la película “La jugada maestra” -en inglés “Pawn Sacrifice”-, estrenada en 2014, protagonizada por Tobey Maguire (el mismo de “El hombre araña”), en el papel del deportista estadounidense y Liev Schreiber, el actor judío americano que habla perfecto ruso, encarnando a Boris Spassky, el ajedrecista con quien rivalizaba Fischer, entre otros.

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USANDO EL PENSAMIENTO LATERAL: DOS CASOS

No hay que leer demasiado al psicólogo maltés Edward De Bono, el gurú del “pensamiento lateral” en los años noventa, para tomar conciencia de que siempre hay salidas, opciones, alternativas a las sombras o dificultades que se ciernen sobre la vida.

Dos filmes británicos, ambientados en 1984, en la ruinosa y decadente situación de las minas de carbón, industria a punto de extinguirse y a la que la Premier Margaret Thatcher le detonó el tiro final, ilustran con la debida cuota de emoción, tales posibilidades. En ambos casos, fue la música, acompañada en uno de ellos, por la danza, la que permitió a sus protagonistas, eludir la dimensión problemática, de sus entornos familiares, grupales o laborales, plagada de amenazas: desocupación, huelgas, piquetes, prisión, represión, traiciones, alcoholismo, drogas, infidelidad matrimonial, desalojos, intentos de suicidio, la enfermedad o muerte de seres queridos. Así, se decidieron a forjar sus propios destinos, mucho más halagüenos, de la mano de sus vocaciones, talentos o capacidades artísticas. Poco a poco, sus vidas no terminaron de irradiar hacia las otras: el tiempo dedicado a actividades vanas, fue cediendo a energías mejor usadas en pro de lo que a ellos les gustaba o sencillamente amaban, dejando atrás esa realidad ominosa y agobiante para todos.

En “Tocando el Viento” o “Brassed Off” (estrenada en 1996), protagonizada por Ewan Mc Gregor, Pete Postlethwaite, Jim Carter y Philip Jackson, entre otros brillantes actores británicos, la banda musical de un pueblito minero imaginario del condado de Yorkshire -Grimley- (en realidad, se trata de la Grimethorpe Colliery Band), pudo llegar a la cima musical de Londres, el Royal Albert Hall, sepultando así las divisiones y el drama entero de la comunidad de trabajadores del carbón.

En “Billy Elliot: Breaking Free (estrenada en el año 2000), donde sobresalen Julie Walters (la misma actriz de “Educando a Rita”) y un Jamie Bell preadolescente, el hijo de un minero en huelga, sólo preocupado por la pérdida de su fuente de trabajo, en el condado de Durham, rechaza boxear como su padre ansiaba por su naturaleza machista y se dedica contra viento y marea, a iniciar su carrera de bailarín de danza, apenas apoyado por una profesora (Georgia) -excedida en peso y fumadora compulsiva- y un amiguito homosexual (Michael).

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