Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes

ALGO HUELE MAL EN….. ZAGREB

Esta vez, la frase shakespereana no se aplica a Dinamarca, sino al rincón de los Balcanes en pleno corazón de Europa, que hace 20 años vivió una guerra horrorosa, la antepenúltima, antes de Georgia (2008) y Ucrania (2014-hasta la actualidad). Cabe aclarar que ese conflicto fue el tercero que asoló la zona en apenas 90 años, si incluimos en la nefasta cronología, la Primera Guerra Mundial (1914-1918) -cuyo epicentro inicial fue justamente la Península- y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Pero hacia atrás y pensando en el siglo XIX, cuando lo atravesó bajo la éjida del Imperio Austro-Húngaro, la zona también vivió otras guerras.

Esto significa que la experiencia de horror, sufrimiento, dolor, crueldad, incomprensión, aislamiento, egoísmo puro, etc., es decir, un cúmulo de sentimientos negativos que afectan a largo plazo el tejido social, se generalizó y perduró a través de generaciones enteras, de modo comparable tal vez, a otras regiones en el mundo, como Medio Oriente.

Lo paradójico es que al mismo tiempo que esto ocurría, esta Península europea meridional, en el límite con otras civilizaciones no occidentales (eslava y musulmana) era el refugio de gran cantidad de minorías étnicas, linguísticas y religiosas que precisamente, empezaron a convivir, algunas desede más temprano, otras, desde más tarde en el tiempo, alternando fases de fraternidad y odio, que cada tanto, eclosionaron. Esa mixtura cultural hizo que al lado de la tristeza, aflorara, otras sensaciones como la alegría, la creatividad, todo en máximas dosis, de tal modo, de opacar aquello negativo, permitiéndole sobrevivir a aquella humanidad balcánica lo mejor que se pudiera. La forma desenfrenada de vivir el dolor y la felicidad (“beber, bailar y fornicar”), siempre “en familia”, es una particularidad de los balcánicos, que en algunos aspectos, se asemejan a la cultura italiana o española, pero también a la oriental, como las del norte de Africa o al Asia sudoccidental.

El cine, una vez más, ha reflejado esta idiosincracia. Las películas del bosnio, hoy nacionalizado serbio, multifacético, director de cine y músico, Emir (rebautizado “Nemanja”) Kusturica, gran admirador de la nación argentina, su ícono futbolístico Diego Maradona y el tango, son testimoniales de esa bomba de pasiones en exceso que representa lo balcánico, sin siquiera animándose a tomar partido por algún bando, como suele hacer “Occidente” al “demonizar” por ejemplo, a los serbios (cristianos ortodoxos). Porque para Kusturica, como para el reciente Premio Nobel de Literatura, de origen esloveno, el austríaco Peter Handke, los serbios “no son tan malos” ni los demás (los católicos croatas, ex ustachas o pronazis, los bosnios y albano-kosovares islamistas, los macedonios, montenegrinos y eslovenos), tan angelicales, en un contexto donde ha prevalecido tanto la integración (gran cantidad de matrimonios y vecindarios interétnicos) como la fragmentación (deslealtades, traciones, delaciones, “limpiezas” étnicas).

Es que no sólo que no se puede hablar, excepto tal vez de la eslovena, de la “comunidad croata”, la “comunidad serbia”, la “comunidad bosnia”, la “comunidad montenegrina”, la “comunidad macedonia” y mucho menos de la “comunidad kosovar”, porque en todas hay otras minorías de las mencionadas yuxtapuestas, sino que además, han habido -y hay- serbios que lucharon contra el despotismo oportunista del ex Presidente yugoslavo -y serbio- Slobodan Milosevic (1989-2000); croatas que no son pronazis ni negadores del “Holocausto”; eslovenos que se sienten apoyados pero también traicionados por los croatas, kosovares que no consideran enemigos a los serbios y así sucesivamente, tal como lo demuestran los artistas e intelectuales nombrados.

Tanto en “Underground” (1995), donde Kusturica explica de modo tan fantástico como surrealista, 5 décadas de historia balcánica, desde 1941 -la invasión nazi- pasando por el período “yugoslavo” del Mariscal Tito, asemejándolo a la “alegoría de la caverna” de Platón para finalizar con la guerra de 1991-1999, como en “La vida es un milagro” (2004), entre otros filmes, hay un intento de describir una realidad paralela, donde el mundo privado (saciador) parece alejarse del público (insoportable), en el que se puede delatar, traicionar, secuestrar, violar y matar, aún al hermano, al amigo o la amante. Todo ello, en un contexto de verdadera locura -o no-.

Claro, la zona está en Europa que es “Occidente” y la pregunta es cuál ha sido el papel de ambos en conflictos que han sido típicamente europeos y semioccidentales. En gran medida, ya en los años noventa, en plena era clintoniana, de euforia por la globalización y postmodernidad, películas con el sello de Hollywood, como “El pacificador” (1997), “Savior ” (1998), “Detrás de las líneas enemigas” (2001) y “La verdad oculta” (2010), como la serbio-bosnia “En tierra de nadie” (2002), han sido relativamente críticas con el papel de OTAN y las fuerzas pacificadoras de la ONU (UNPROFOR), despectivamente llamados “pitufos” por los nativos, precisamente por su papel de indiferencia o impunidad atroz, como lo prueban la matanza de Srebenica (1995), el tráfico ilegal y abusos de chicas jóvenes de Europa del Este y el bombardeo despiadado sobre Sarajevo (la capital bosnia) en la primavera-verano de 1999.

Hoy, si bien Eslovenia y Croacia están en la Unión Europea, desde 2004 y 2013, respectivamente, no por ello, atraviesan situaciones de holgura económica, ni patrones de bienestar social ni siquiera semejantes al del norte de Europa o países escandinavos. Muy por el contrario, incluso normativamente, su acceso al “club europeo” no estuvo exento de dificultades y debates, además de que aún entre ellos, mantienen fronteras y migraciones, impidiendo lo que es norma en el resto del territorio europeo: la libre circulación de personas, porque a Croacia no le permiten adherir al régimen de Schengen. Para colmo, los rodean vecinos que están en una situación mucho peor: hay situaciones de Estados fallidos o inestabilidad política crónica, cuando menos en Montenegro, Macedonia y Kosovo. La globalización llegó para quedarse allí pero en forma de tráfico ilegal de armas, drogas y personas, con volúmenes de dinero sucio con el que se financia a los políticos oportunistas que explotan el nacionalismo delirante (la “Gran Albania” o la “Gran Serbia”), mientras se vive un colosal drama humanitario: a los chicos huérfanos de la guerra de hace 20 años, crecidos sin amor alguno, en orfanatos, hay que sumarles los que ahora vienen de tierras lejanas como afganos, sirios, iraquíes, yazidíes, libios, kurdos, etc.

Dicho todo esto, no se me ocurrió mejor idea que llegar a Zagreb, la capital de Croacia, este año, un 5 de agosto, precisamente, el día en que se conmemoraba el triunfo croata sobre los serbios que luego conllevaría a la independencia de aquella nación católica, la primera en secesionarse tras las ruinas de la ex Yugoslavia en octubre de 1991. Lo hicimos con mi novia Ekaterina Zvekova, tras vivir una verdadera odisea, viajando en bus de origen croata (Croatia Bus), desde la ciudad alemana de Frankfurt, donde gozamos y sufrimos en carne propia, lo que es tanto la camaradería de un chofer eslavo como la descortesía y brutalidad de su mismo colega connacional.

Aquí se puede ver buena parte de la ciudad embanderada, típico de una ambiente festivo. Pero claro, ese mismo día, en la frontera serbia, la ceremonia no tiene nada de alegría sino muy por el contrario, se recuerda ese día, en honor a los muertos en combate. Al poco tiempo de caminar en busca de un supermercado abierto, tarea infructuosa, la respuesta verbal cortante y hasta agresiva de un veterano croata a la pregunta ingenua de un turista. me hizo recordar que estábamos en un territorio donde las heridas no cicatrizan y la violencia se respira en el aire.

Vamos a ver las fotos de la histórica ciudad de Zagreb (900.000 a 1,1 millones de habitantes), con sus numerosos templos católicos, mercados o ferias, bares, edificios premodernos, escuelas confesionales, teatros y parques.

Como se ve en estas imágenes, Croacia también tiene un importante campesinado, cuya producción luego se vende en las ciudades como Zagreb. Muchos habitan en pequeñas aldeas, entre las montañas, con sus casas precarias, rodeadas de gallineros y dedicados a la cría de cabras. Es habitual observar en dichos hogares, pequeños altares dedicados a la Virgen o santos diversos. Tal fisonomía permite aventurar la naturaleza convervadora de dichas poblaciones. “En la Vía Láctea” (2016), otra película que protagoniza el propio Kusturica, pero acompañado por la escultural italiana Mónica Bellucci, puede comprobarse esta mirada sociológica de la zona rural croata.

Vamos descubriendo muchos turistas con marcado acento español a medida que caminamos y claro, la afinidad religiosa pareciera ser una clave para entender tal presencia, porque los vemos sobre todo, visitando las iglesias.

Como se puede apreciar aquí, algunas fachadas, de casas relativamente cercanas al centro “moderno” se hallan en pésimo estado.

Continuamos nuestro camino hacia la parte alta de la ciudad.

El fútbol está presente en más de un negocio. Ello explica la pasión por ese deporte y lo poderosos que son jugándolo, considerando el antecedente de la ex Yugoslavia que batalló contra Argentina en el Mundial de 1990 en Italia, mientras la vieja federación empezaba a desangrarse y los buenos equipos de Croacia en Francia 1998 y el año pasado, en la propia Rusia 2018. Ni hablar del tenis, donde los croatas también se han lucido: con jugadores como Goran Ivanisevic reciente coach del campeonísimo serbio Novak Djokovic– y el “pelado” Iván Ljubicic, bosnio nacionalizado croata, actual entrenador del genial Roger Federer pero que como singlista, hacía batallar en demasía a nuestro cordobés David Nalbandián a comienzos de los 2000 y hoy, Marin Cilic, todos ganadores de la Copa Davis, en sus ediciones 2005 y 2018, ambas como visitante en Bratislava (Eslovaquia) y Lille (Francia), respectivamente y, -subcampeones nuestros en 2016, precisamente en Zagreb-.

El periplo prosigue por barrios más alejados del centro aunque allí también veremos al pintoresco tranvía en sus últimos tramos, cuando no, algún exótico dragón postmoderno (“arte contemporáneo”) en algún patio de casa de clase alta o media-alta o simpáticos carteles advirtiendo de la presencia de perros guardianes.

Con banderas y más banderas. Nacionalismo croata y religión católica. Hay demasiado conservadorismo por aquellas tierras, donde los nazis fueron recibidos como héroes en 1941 y como queda dicho, numerosos turistas son españoles. Alguna coincidencia histórica o cultural, tal vez? Recordemos que también hubo argentinos enrolados como voluntarios en la guerra contra los serbios y hasta un par de muertos. La diáspora croata en el mundo ayudó muchísimo a disimular la asimetría militar entre las fuerzas croats y serbias en el conflicto.

Penúltima etapa del paseo.

Ahora sí, terminando, en la parte antigua de la ciudad, que coincide con la más alta. Allí, más exactamente en el Art Park, hay un exótico túnel donde hay baños y bebedores, con una entrada difícil de imaginar como tal. Lo insólito es que también hay un “Café Argentina”.

Final. Tierra de discordia. Pónganse de acuerdo por favor, Tesla es croata o serbio? Algo dijimos al respecto hace un par de años.

No me quiero olvidar: para quienes les interesa la problemática balcánica en profundidad, nada mejor que consultar las páginas y artículos habituales de un académico español que reside desde hace años, en la Península: Miguel Rodríguez Andreu, editor de la Revista Balcanes, columnista habitual de esglobal.com e investigador de la red de especialistas dedicados a Europa Oriental, Asia Central y Rusia postsoviética llamada GEurasia.

 

 

VIENA: LA CAPITAL DEL ARTE? O EL INTELECTO?

Muchísimos turistas europeos y chinos recorren las tiendas de souvenirs de la emblemática capital austríaca, donde abundan muñecos, dibujos y regalitos con la figura de la Emperatriz Sissí (inmortalizada en el cine por la malograda Romy Schneider) o Wolfgang Amadeus Mozart, al que también popularizó Hollywood pero más por los celos de su maestro Salieri, por sus extraordinarias dotes musicales. No me olvido de otros músicos como “el padre de la sinfonía” Franz Joseph Haydn o clásicos como Franz Schubert o Johann Strauss (padre e hijo), así como el más contemporáneo Falco (pop) o el gran pintor simbolista-modernista Gustav Klimt. No obstante ello, Viena (con 1,8 millones de habitantes o 2,4 millones si se incluye la zona metropolitana), además de estar situada en la propia línea de fractura entre Occidente y Oriente, advertiría Huntington, fue la residencia de Sigmund Freud (entre 1891 y 1938), quien además le debe a la ciudad, su ámbito de trabajo y, lo más importante, el nacimiento del Psicoanálisis.

Caminando en un agosto calurosísimo pero húmedo, por sus bellas y tranquilas calles, con sus recuerdos del infierno nazi y cerca de un rinconcito “latinoamericano”, donde se halla la Embajada de México y un Instituto de cultura iberoamericana, casi de casualidad, descubrimos la Plaza del genial pero polémico Freud. Como no podía ser de otra manera, con un extraordinario verde, con “duchas” públicas que lanzaban agua vaporizada pero sobre todo, y ésta es la novedad, con reposeras gratuitas para que la gente pudiera elegirlas y sentarse plácidamente en el césped, como si la vida y el mundo fueran puro placer. Y vaya si lo es, o al menos, lo fue en esas dos horas que estuvimos allí, hasta que la crueldad de la necesidad básica del hambre distrajera nuestro cerebro y sentidos, cuando no, una lluvia breve pero intensa, propia del cambio climático que Trump y muchos niegan, nos hizo desistir de todos nuestros planes originales.

Ya sentado en ese paraíso urbano, recordé al Círculo de Viena, esa pléyade de intelectuales brillantes que en 1921, apenas unos años del final de la Primera Guerra Mundial, debatían en los cafés de la ciudad, sobre preocupaciones epistemológicas y filosóficas, como el origen y las formas del conocimiento humano, aunque obviamente, la sombra de Freud sobrevolaba aquellos debates. Todos aquellos positivistas lógicos como su fundador, Moritz Schlick -asesinado por un estudiante nazi en 1936-, Rudolf Carnap, Carl Hempel, Otto Neurath y desde una mirada crítica, Karl Raymund Popper y Ludwig Wittgenstein, quienes desplegarían en las décadas posteriores , toda su sabiduría pero también refutaciones mutuas y mutaciones en sus pensamientos originales en cátedras europeas y americanas -tras la llegada del nazismo-, además de influir sobre la Economía, la Filosofía, la Historia y la Ciencia Política, entre otras disciplinas, cuando no, hasta movimientos políticos, tan contrastantes, como el “Mayo francés” y la llegada del neoconservadorismo thatcheriano y reaganiano al poder en la alianza noratlántica.

El también vienés Friedrich Hayek, era contemporáneo de Popper y varios años más tarde, fue un afamado economista, Premio Nobel y gran influyente en políticas macroeconómicas de no pocos gobiernos de centro-derecha en el mundo, empezando por el de Adenauer-Erhard en la Alemania de postguerra. Genuino representante de la llamada Escuela Austríaca de Economía, Hayek también respiró y vivió aquél aire especial de Viena en la primera etapa de su larga vida (93 años) aunque viviría en Inglaterra y moriría en Alemania. Estoy seguro que gravitó especialmente en su devenir intelectual.

Precisamente, en dicha ciudad, cuando joven, Hayek dudó entre estudiar Economía o Psicología. Al decidir por la primera, jamás abandonó la inquietud social pero sobre todo por “la explicación del principio”: por qué y cómo conoce el hombre. Década tras década, sus análisis de la formación de precios, la función que éstos cumplen, el orden espontáneo del mercado (imperfecto) y el conocimiento disperso que lo sostiene, pero particulamente, los mecanismos de cooperación voluntaria, comparando a la sociedad con “la fábula de las abejas” de Mandeville, mostraría un Hayek permanentemente preocupado por indagar acerca de aquella primera gran pregunta.

Lo que muchos ignoran es que aquel Hayek relativamente maduro escribió en 1952, un libro brillante, como “El orden sensorial: Los fundamentos de la Psicología teórica”. En medio de la ignorancia que existía en la primera mitad del siglo XX acerca de la organización anatómica y fisiológica de la corteza cerebral, Hayek podría intuir genialmente con increíble clarividencia, lo que en Neurociencia cognoscitiva, se verificaría muchos años después.

En efecto, entre 1960 y 1990, en varios laboratorios alrededor del mundo, con nuevos métodos para trazar conexiones nerviosas en el cerebro del mono, se descubrió una enorme gama de conexiones entre las distintas áreas corticales, es decir, la conectividad entre asambleas de neuronas era larga, incluso enlazando áreas distantes. La novedad era que, como advirtió Hayek, había un orden. Había y hay conexiones pero también existe procesamiento de la información y hasta evolución y desarrollo de difeente grado. Así en ese orden autogenerado y autoorganizado, se forman en simultáneo, percepción y memoria, una forma de explicación que se distancia de la Psicología de la Forma o Gestalt. Para Hayek, se trata de un proceso dinámico y en forma de redes o “mapas” neuronales de representación cortical que permiten explicar no sólo el orden sensorial de la percepción y la memoria, sino también la atención, la inteligencia y hasta el lenguaje.

Fue en Viena, donde Hayek se inspiró para su obra, ésta y toda, por las obras psicológicas que leyó entre 1919 y 1920. Tres décadas más tarde, siendo un profano pero inquieto, descubrió el vacío en el tratamiento del tema, seguramente motivado por el desprecio de la ciencia por la especulación y su apego a todo empirismo. Eso aumentaría su inquietud y curiosidad y entonces se dedicaría a escribir sobre la cuestión. El agradecimiento especial a Popper, a John Eccles pero sobre todo, a Ludwig von Bertalanffy, con su teoría sistémica de la organización (1942), revelaría en el Prefacio, sus influyentes especiales. De Bertalanffy, tuve la primera referencia en mi vida, gracias a mi gran profesor de Derecho Administrativo en la UNR, Norberto Quinto Martínez Delfa.

Pero claro, tampoco todo es arte, o ciencia o filosofía en Viena. Hay lugar para la religión. Claro, fue el último bastión cristiano en resistir a los turcos. La célebre Catedral de San Esteban (en austríaco, Stepahansdom), es visitada por miles de turistas a diario. Allí están enterrada toda la familia real Habsburgo.

Postales del Danubio, que no es tan azul y much menos, en un día gris, con una costanera muy especial y hasta un playita “a lo Rodríguez Larreta”..

Así se procede a la demolición de edificios no tan viejos en Viena, para reemplazarlos por más modernos. No somos los únicos interesados en detener nuestra caminata y observar el proceso. La gigantesca maza-grúa y el cerco especialmente preparado para la caída de escombros, son dignos de elogio.

Como en Bruselas, siempre hay un lugar reservado a ellos, los canes. Pero también los árboles son cuidados con esmero, con advertencias a los transeúntes para caminar con cautela en piso congelado en invierno. Cuándo no, las patinetas eléctricas que aquí se ven por doquier.

El fin del “canillita” -el diariero individual en Argentina-.

Me despido de Viena, con una pregunta existencial y cultural, como no podía ser de otra forma. En qué se diferencian los austríacos de los alemanes? son más puros? son más educados? son más provincianos? menos cosmopolitas? más relajados? Lo dejo a uno de los austríacos más famosos hoy, más allá de los ya nombrados aquí, más otros tan diversos como Hitler, Lauda, etc. que responda a su manera: el actor Christoph Waltz.

Más allá del éxito empresarial más reciente de KTM -famosas motos del Rally Dakar-, Red Bull -en bebidas y F1- y Swarovski, Viena sigue siendo clásica. Bien vale un vals.

Adiós, mi querida capital del mejor Imperio que tuvo la humanidad, el más liberal, pacífico y menos intervencionista: el Austro-Húngaro (1867-1914). Ojalá retorne.

MI “WATERLOO” EN BRUSELAS

Bélgica (11,5 millones de habitantes) es un país pequeño y diverso, cuya capital, Bruselas, también lo es de la Unión Europea.

Un Estado tapón tal vez? al estilo de Uruguay. Me llamó la atención al recorrer la capital, la gran cantidad de monumentos, recordatorios y hasta bares alusivos a los ingleses. Habían sido ellos quienes, tras Waterloo (1815) -localidad de la célebre batalla, a 15 km., a la cual volveré más tarde-, pergeñaron la independencia de este país para neutralizar futuros ataques de los franceses al resto del continente? Considerando sobre todo que en la mitad de Bélgica , la Valonia, se habla el francés; en la otra mitad, la región de Flandes, el flamenco.

Dada esa división lingüística clara, Bélgica es un Estado federal, precisamente para contener semejante tensión. Además de la capital, lucen como relevantes, centros urbanos como el gran puerto de Amberes, la bonita Brujas, -adquirió fama mediática por un film de 2008-, Gante, Gerk, Namur, Charleroi y Mons, entre otros.

Bélgica, es célebre por Tintín. el Manneken pis, la cerveza Stella Artois, los chocolates artesanales, entre otros.

Bruselas es una capital muy especial, una ciudad muy pequeña en términos de población: apenas 181.726 habitantes. En cambio, la región donde se halla la capital, es una de las 3 regiones de este país federal, junto con Flandes y Valonia, sumando más de un millón de habitantes , en apenas 161 km cuadrados. Allí hay 18 Municipios más, entre los que se destacan Anderlecht, Mollenbeek y Schaerbeek,entre otros.

Mollenbeek, con más de 97.000 habitantes, tiene un 40 % de comunidad musulmana, fundamentalmente marroquí, aunque también hay allí polacos, rumanos, turcos y congoleños. Dos grandes responsables de los atentados terroristas en Atocha (Madrid) en 2004 y en la propia Gare Centrale, en junio de 2017, vivieron allí. Schaerbeek, con unos 133.000 habitantes, posee una poderosa comunidad turca.

Aquí vemos algunas fotos de la última comuna mencionada.

Tal riqueza multicultural se observa por ejemplo, en el fútbol: el blanco, europeo y belga puro Eden Hazard convive con Chadli, Dembélé y Lukaku, entre otros, grandes figuras en el Mundial de Rusia 2018.

Al norte de la región capitalina, se puede divisar el Atomium, uno de los monumentos emblemáticos de la ciudad, construido para la Exposición General de Primera Categoría de Bruselas en 1958, la primera más importante organizada tras la II Guerra Mundial en Europa.

Cabe recordar que este país tan bonito y verde -porque es por demás de lluvioso y húmedo-, estuvo con su régimen parlamentarista, 541 días sin gobierno en 2010-2011 y sin embargo, semejante detalle institucional no causó ningún revuelo en la opinión pública, ni afectó a la economía.

En el barrio de Schaerbeeck, l`Eglise Royal de Sainte Marie (la Iglesia Real de Santa María).

Jardín Botánico de Bruselas.

Esta es la Colonne du Congrès (Columna del Congreso) en homenaje a la independencia belga y al Rey Leopoldo I.

Organización GS1 Belgium & Luxembourg (The Global Language of Business).

Monumento a Augustin Daniel Comte-Belliard, General francés que peleó para el Emperador Napoleón Bonaparte y el Mariscal  Joachim Murat, pero que luego de Waterloo, sufrió la cárcel y juró fidelidad al Rey Luis XVIII.

Los canes también tienen su lugar aquí.

Pero claro, este viaje a Bélgica no hubiera tenido mayor atractivo sino se hubiera agregado a él, la insólita experiencia de la pérdida -transitoria- de la pérdida de mi pasaporte. Por qué mi Waterloo propio? Por la forma en que se dio. Al igual que Napoleón, que tenía la batalla ganada y a quien la lluvia copiosa lo empantanó, permitiéndole ganar tiempo al inglés Welleslley (Duque de Wellington), yo tenía todo previsto para viajar a París cómodamente con mi novia Ekaterina, con todo en horario y visitando el Palacio Real de Bruselas como último entretenimiento. Una lluvia imprevista de verano, más los nervios del momento más la mano de un tercero abriédome la mochila para arrebatarme el documento tan importante para poder viajar en continente extranjero, terminó arruinándome o por lo menos, generándonos una gran carga de incertidumbre, que sería subsanado algunos días después cuando sí lograríamos recuperarlo, gracias a la ágil y comprometida gestión de la propia guardia de seguridad del Palacio Real, pudiendo ahora visitarlo por dentro, como nos habíamos propuesto el sábado anterior.

 

Allí conocimos donde habitó históricamente la familia real belga, la Casa de Sajonia-Coburgo y Gotha (desde 1831), la misma que catapultó al trono, a Leopoldo I (hasta 1865), Leopoldo II (1865-1909), Alberto I (1909-1934) y Leopoldo III (1934-1951), el célebre Balduino (1951-1993) y del actual monarca Felipe -hijo de Alberto II- y su esposa Matilde, quienes entre otros hobbies, tenían por ejemplo, apoyar fuertemente a la ciencia, pero también las investigaciones en el espacio, lo cual me parece insólito, considerando el tamaño y envergadura política de Bélgica.

Hora de despedirnos de la muy cambiante -climáticamente- Bélgica. Camino a Lille, ya en Francia.

UN COLON ENDULZADO?

Así amaneció un negocio esta mañana en la ciudad de Santa Fe, como nunca, en pleno goce.

Fue habitual concebir el triunfo durante décadas, como un producto del sufrimiento, del drama, de la incomodidad, pasajera, pero siempre existente. A lo largo de 114 años, generaciones enteras no pudieron disfrutar más que de triunfos importantes, casi apoteóticos, rachas como invicto, tres ascensos, dos subcampeonatos y varias participaciones en Copas internacionales, donde fue normal tropezar en el penúltimo tramo. Ello explica que los sobrevivientes, por ejemplo, un abuelo de 78 años que viajó sólo 42 horas en ómnibus a Belo Horizonte (Minas Gerais, Brasil), no sean tantos pero disfruten al máximo, este histórico acceso de un club del interior de Argentina, como Colón de Santa Fe, a la final de la Copa Sudamericana 2019, el próximo 9 de noviembre en Asunción del Paraguay, contra otro club que tampoco nunca conquistó nada en su más corta trayectoria: Independiente del Valle, de Ecuador, aunque en tiempo reciente (desde 2014), haya sido verdugo de compatriotas como River, Boca, Independiente de Avellaneda, San Lorenzo y Unión.

Ello explica las lágrimas, los rezos, las promesas de los más jóvenes, incluyendo los jugadores, de los miles de hinchas que imitando largos periplos anteriores a Sao Paulo, Lima, Santiago, Montevideo, Barinas y Zulia, en las 2 últimas décadas, mayoritariamente en este último bienio, dijeron “presente” anoche en el mítico Estadio del Mineirao. La emoción pronto llegó al desborde en las calles santafesinas y hasta en las redes sociales, por un instante, Colón y su intento concreto y cercano de romper el maleficio, encontró una solidaridad global e inusitada, por parte de hinchas de diferentes clubes argentinos y hasta de Latinoamérica, considerando la presencia de colombianos, uruguayos y paraguayos en su plantel.

Un equipo con un técnico que vivieron su propio “Vía Crucis”, hasta hace apenas un mes y medio. Jugadores que fueron tildados de miedosos en público o de no haber ganado nada en la historia, por depender de un club de poca monta; un entrenador joven aunque desde marzo, cuestionado hasta el hartazgo por un prensa muy exigente pero parroquiana; una dirigencia a la que empezaba a criticarse su supuesta longevidad y falta de rotación.

Hasta los periodistas que cubrieron el partido, tanto relatores, como comentaristas y movileros, estuvieron al límite de perder la compostura profesional y emocionados hasta las lágrimas, con las voces entrecortadas, pudiendo apenas gritar los goles, narrar la crónica y reportear a los protagonistas en conferencia de prensa o “zona limpia”. También ellos recordaron a los que ya no están en su gremio, no pudiendo vivir estas horas de gloria.

Me interrogaba si a través de mi propia experiencia no tenía también derecho a sentirme de igual forma. Pude disfrutar de la clasificación en la Terminal de Rosario, rodeado de rosarinos otrora triunfantes y hoy con ambos clubes peleando el descenso, quizás indiferentes ante semejante expectativa popular a escasos 160 km., en la capital de la provincia, que a ellos aún los contiene. En el mismo escenario al que maldije más de una vez, cuando volvía derrotado tras algún partido, como por ejemplo, aquella fatídica tarde-noche de julio de 1989, cuando el clásico rival, nos amargó un ascenso en una final de ida. Podía recordar triunfos pero sobre todo, peripecias, viajes de ilusión a confines del país, para volver amargado, con el sueño destruido, con el dolor de la impotencia, por no poder torcer la historia.

Compartí ese dolor, con mi padre, compañero habitual de aquella épica, mi abuelo que lo seguía y sufría con su radio, sentado encorvado en la mesa de la cocina, tomando mate, como si fuera una liturgia cada fin de semana, en parte explicable porque el fútbol adquiere ribetes religiosos en Argentina. Mi madre me consolaba cuando me encerraba en la habitación amargado y mis amigos, ya cuando tuve mayoría de edad, en algún momento, también me acompañaron ya en los duros años del ascenso (1981-1995). Mis hijos pero sobre todo, mi novia Ekaterina conocen mi historia más reciente, donde el sol empezó a salir por fin, aunque siempre aparecía un nubarrón en última instancia.

Mi propia historia con Colón coincidía, sin saberlo, con la de cientos de miles, por qué no, millones: a la hora de alcanzar lo tan soñado, tal vez, pude descubrirlo. Quien lo sabe, quizás también, haya llegado la hora de dejar atrás el infortunio. No está escrito que haya que sufrir para lograr algo. Puede disfrutarse el doble sí, pero conjeturo que los calvarios no son la única forma de ganar y disfrutar. Podemos aprender de ellos, claramente esta aventura que citamos y describimos, lo demuestra, pero lo mejor es atravesar un proceso que nos deleite, que nos haga sonreír para luego sí disfrutar al máximo, el logro que anhelamos. Ojalá Asunción sea el punto de partida y no de llegada, para los hinchas de Colón y que las futuras generaciones hayan enterrado para siempre, el infortunio, como mecanismo de ascenso, acostumbrándose sin más escala, a ganar y campeonar. Hambre y mística le sobran a este equipo.

Hubo siempre una primera vez para los Grandes y quizás Colón, lo sea, aunque lo haya ignorado a lo largo de décadas. Esa es la historia que el 9 de noviembre, empiece a reescribirse. Los que se fueron este año, grandes glorias, como “Motoneta” López, “Ploto” Gómez, “Poroto” Saldaño, “Huevo” Toresani y “Gato” Andrada, como antes, el “Pampa” Gambier, la “Chiva” Di Meola, “Cototo” Balbuena como el “Enano” Bontemps, desde algún lugar, seguirán apoyando. El padre del “Pulga” Rodríguez como el hermano del formidable guardavallas uruguayo Leonardo Burián, también.


HAMBURGO, EL NUCLEO HANSEATICO

En numerosas ocasiones de la historia mundial, la existencia de verdaderos “agujeros negros”, espacios terrestres o marítimos ilegales, que escapan al control estatal, permiten la creación de otros vecinos, que buscan defenderse de los daños colaterales de aquéllos.

Por ejemplo, las expediciones comerciales y la piratería eran ya frecuentes en el Mar Báltico desde el advenimiento de los vikingos. El descenso económico de Novgórod en Rusia por tal motivo, permitiría poco después, el auge de otra zona en Europa, al norte, pero en la franja occidental.

En efecto, en la segunda mitad del siglo XII y el comienzo del XIII, se fundaron numerosas ciudades alemanas en la costa báltica: Lübeck (1158), Rostock, Elbing, Danzig (hoy Gdansk), etc. En estas ciudades, los mercaderes se instalaron rápidamente en el poder y en poco tiempo, Lübeck fue el nodo central de todo el comercio marítimo que unía las zonas del Mar del Norte y el Báltico.

Fuentes de madera, cera, resinas, ámbar, pieles, trigo y centeno, comenzaron a comerciarse fuertemente entre los puertos alemanes, donde empezó a destacarse Hamburgo, con Flandes e Inglaterra. Hasta fines del siglo XV, duró el esplendor de esa Liga Hanseática, con una organización flexible, descentralizada, configurada en torno a 70 a 170 ciudades del norte de Europa, incluyendo las capitales de los hoy Estados Bálticos. A la Hansa, la terminaría de socavar el Estado-Nación y el surgimiento de las monarquías absolutistas en casi toda Europa.

Lübeck, Bremen y Hamburgo sobrevivieron en la Liga hacia 1630 y luego, como ciudades-Estado libres, hasta el advenimiento del nazismo en el primer tramo del siglo XX.

Fundada en el 808 d.C., fue Federico I Barbarroja, quien le otorgó a Hamburgo, el status de “Ciudad Imperial Libre”. En 1529, se convirtió al luteranismo y empezó a recibir oleadas de inmigrantes judíos, procedentes de Países Bajos, Francia y hasta Portugal. Napoleón ocuparía Hamburgo y luego, en 1814, los rusos la liberarían. Ya en el siglo XX, fue sede del partido nazi y sería bombardeada y destruida en un 70 %, por la RAF británica, durante la II Guerra Mundial. Formaría parte de Alemania Occidental, luego de la gran conflagración.

Hoy, Hamburgo está organizado en 7 distritos: Altona (el más occidental, sobre la margen derecha del Río Elba); Bergedorf; Eimsbüttel, que incluye a Rotherbaum, donde se juega el ATP de tenis cada año; Hamburg-Mitte, el centro urbano, que incluye a HafenCity y Sankt Pauli; Hamburg-Nord; Harburgo, en la orilla meridional del Elba y, Wandsbeck. Casi el 15 % de la población es extranjero y el 20 % de ellos, son turcos, con una buena parte de polacos y anglosajones.

Llegando a Hamburgo, desde Berlín. Puede apreciarse el verde de la pradera boscosa alemana, además de las placas de energía solar, tal cual Angela Merkel predica en favor de las “energías limpias”.

Aquí podemos ver parte de la bella ciudad.

Hamburgo también cuenta con bellos parques. El Planten un Blomen es famoso.

El resto de la ciudad.

Un alemán un tanto anárquico: también los hay.

Argentina siempre está.

El alcohol en estos lugares del norte de Europa, por el frío invierno o la depresión, también, aunque no sabía que fuera “espirituoso”, ja ja

Este es un barrio de clase alta, aristocrático, llegando a Rotherbaum. Paradójicamente aquí hubo desaparecidos, secuestrados y asesinados en campos de concentración nazis, seguramente habán sido judíos o por qué no, alemanes arios. Hay recordatorios de sus antiguos inquilinos o propietarios en las veredas o cerca de las puertas.

La despedida no podía ser sin degustar una buena cerveza alemana en el centro hamburgués, aunque el mozo fuera un inmigrante asiático.

HAMBURGO, EL OTRO GRAN PUERTO DE EUROPA

Rotterdam en Holanda, es el primer puerto más relevante del continente europeo pero luego se halla en orden de importancia, Hamburgo, la gran ciudad alemana del norte, sobre el Mar del Norte. El puerto hamburgués, noveno en el ranking mundial, se halla a orillas del Río Elba.

Concretamente, la Ciudad-Estado Libre y Hanseática de Hamburgo, con 1,8 millones de habitantes (más de 5,3 millones en su zona metropolitana), es la segunda más poblada de Alemania, la tercera de Europa Central y la séptima de la Unión Europea, pero posee el primer PBI de Alemania, con 50.000 euros per cápita.

También existe el espacio para los excéntricos, en la cochera al aire libre, reservada para las caravans y traffics que surcan Europa, viniendo del norte, junto a los ferries que traen a suecos, noruegos y finlandeses.

Los monopatines eléctricos están omnipresentes, igual que la cerveza, claro.

Continuemos con el puerto (HafenCity). Vamos hacia donde bajan los turistas escandinavos.

Me fascina el aprovechamiento integral de los medios de transporte a un precio accesible, surcando los ríos como si fueran calles. Los taxis fluviales son funcionales pero también algo atractivos. Los veríamos también por doquier en Rotterdam.

Allá lejos ya se percibe la majestuosa y moderna Filarmónica del Elba popularmente, “Elphi”), inaugurada el 11 de enero de 2017, unos tres años después de lo previsto. Esta construcción, sobre la base de un viejo lmacén portuario reciclado, a la vera del río, fue tremendamente criticada, por su elevado costo presupuestario.

Regresando a nuestro querido y particular “Barrio Rojo”, donde sobresale la calle principal llamada Reeperbahn, en el distrito multicultural de Sankt Pauli.


FRANKFURT, LA ALEMANIA GLOBALIZADA

Alemania cuenta con dos Frankfurt. Una es Frankfurt -o Fráncfort, en español- del Meno, en el Estado de Hesse y la otra es Frankfurt del Oder, en el Estado de Brandenburgo. La primera, a la cual visitamos, esla quinta ciudad más importante de Alemania, con más de 730.000 habitantes, detrás de Berlín, Hamburgo, Münich y Colonia. La segunda, fue prácticamente destruida en un 90 % durante la II Guerra Mundial, cuando tenía 67.000 habitantes, unos 9.000 más de los que cuenta hoy mismo, en un elocuente ejemplo de declinación demográfica.

Desde el siglo VIII d.C., a orillas del Río Meno (o Maln, en alemán), Frankfurt es una ciudad muy relevante, superando a Wiesbaden, que es la capital de Hesse. Primero, fue ciudad imperial libre, luego aquella que elegía y coronaba al Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El propio Carlomagno habitó allí gran parte de su vida.

También fue capital de la Confederación del Rin (1806) y la Germánica (1815) en el Siglo XIX.

Hoy, es un centro económico y financiero europeo, alojando al Banco Central Europeo (BCE), a la Bolsa de Frankfurt y también a la Frankfurt Messe, centro de convenciones internacionales como el Salón del Automóvil y la Feria del Libro.

La Eurotower, sede del BCE

Dada su gran cantidad de rascacielos, se la compara con Manhattan.

Así llegábamos a Frankfurt, desde Rotterdam (Holanda), en una jornada lluviosa.

Ahora sí, vamos a ver y disfrutar esta fantástica ciudad de Frankfurt del Meno, que también fuera semidestruida por los aliados pero luego levantada por el esfuerzo alemán.


La gente disfruta al borde del Río Meno.


EL BASQUET ARGENTINO Y UN BAÑO DE REALISMO

El excelente resultado que acaba de lograr el seleccionado argentino de básquet, nada más ni nada menos que un subcampeonato, el segundo en 17 años, en el Mundial de China, no sólo ha devuelto relevancia a dicho deporte, uno más en las preferencias colectivas de los argentinos, sino sobre todo, ha inaugurado un nuevo debate acerca de la ejemplaridad de aquel equipo sobre la actual hora de decadencia y grieta, contexto natural de la política en estas tierras. Un artículo del productor televisivo y ex actor Adrián Suar en el Diario Clarín, detonó tal discusión que ya se venía perfilando días antes a medida que el equipo argentino volteaba rivales con una personalidad y eficiencia que asombraba a propios y extraños.

Claro que la comparación inmediata con el fútbol, otro gran deporte, privilegiado por las juventudes argentinas a lo largo de las generaciones, compañero inseparable de la política (dirigentes partidarios, sindicales, empresarios procedentes de allí, subsidios estatales en cuantía a clubes, financiamiento de barrabravas o “hooligans” criollos), posibilita que ahora el básquet emerja con sus virtudes, como la gran contracara para explicar el gran fracaso como país.

Ciertamente, razones sobran. Mientras en el básquet argentino, hay continuidad, hay proyecto de largo plazo, en el fútbol y la política, sobra la improvisación y el cortoplacismo. Los equipos surgen de clubes de barrio o ciudades, pero juegan en un torneo auténticamente federal, como es la Liga Nacional ya desde hace décadas, una obra gestada por el “Ruso” León Najnudel (1941-1998), el visionario dirigente judío de Ferro Carril Oeste, un club que también lo es de fútbol, en el barrio de clase media, llamado Caballito en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En el deporte de los Messi y Maradona, en cambio, los torneos se arman y desarman cada cierto tiempo, según los caprichos de los dirigentes alineados con el gobierno de turno.

Mientras la Liga Nacional permitió el acceso de jugadores extranjeros de buen porte y calidad, como los norteamericanos ya hace largos años, para enseñarles a los nativos, cómo jugar a nivel competitivo y foguearlos para grandes lides, el fútbol argentino, se nutre sólo de vecinos paraguayos, uruguayos, colombianos, algún chileno o peruano exportando a temprana edad a nuestros juveniles a Europa.

La dirigencia basquetbolística es semiamateur pero ha logrado un esponsoreo diverso e importante y lo administra de manera inteligente; los “caciques” del fútbol son impresentables, con raras excepciones y siempre el dilema -falso-, es profesionalismo con clubes privatizados o amateurismo sin fines de lucro.

Hasta el periodismo que rodea a ambos deportes es sustancialmente diferente. Hay muy pocos periodistas formados y que entienden y transmiten el básquet. Abundan los futboleros y así son sus ingresos y poder de influencia, sobre jugadores, técnicos, árbitros y fans. Comparar la actitud de unos y otros a través del Mundial de Rusia del año pasado y éste de China, ya es elocuente. Negativa y sectaria en el caso del fútbol, de bajo perfil y desinteresada, mostrando amor auténtico por el deporte, en el del básquet. José Montesano es un verdadero ejemplo, una “isla” en su empresa TyC, el canal privado de deportes, que acaba de cumplir 25 años.

Pero esas diferencias se trasladan al campo de juego. Técnicos que son exitosos, que juegan roles de maestros potenciadores de talentos, queridos como si fueran padres, como Sergio”Oveja” Hernández, Rubén Magnano o Julio Lamas, jugadores que también demuestran talento, humildad y compromiso, como el cordobés Facundo Campazzo (número 3 de la Liga española) o el bahiense Emanuel Ginóbili (número 1 retirado de la famosa NBA), otros que no se quieren retirar como el porteño Luis Fabián Scola, ya bordeando los 40. En el fútbol, las individualidades brillantes que hemos tenido y seguimos fabricando no alcanzan para construir equipos hiperganadores: en los últimos 26 años, apenas una Copa América lograda, dos subcampeonatos también en tal plano y otro a nivel mundial. El básquet venía muy desde atrás, desde 1950 y en estas dos últimas décadas, ha nivelado al fútbol en éxitos significativos.

Ahora bien, aún reconociendo que el básquet es un deporte reivindicable para las generaciones presentes y futuras, como deporte y allí hay mucho aún por mejorar, por ejemplo, vis a vis con quien hoy nos ganara -España y su promoción pública del deporte, al igual que lo logrado por el fútbol y el tenis de la Península Ibérica-, donde me resisto a ponerlo en un sitial de ejemplaridad que le excede, es en la política.

Claro que el deporte es una actividad que ojalá despierte interés y pasión de los más chicos, les quite espacio a las drogas, el celular o el sedentarismo, pero de allí a afincarlo en un lugar modelo para nuestra castigada clase política, me parece no sólo exagerado sino inapropiado. Por razones de tamaño, jerarquía social, responsabilidad y hasta liderazgo colectivo, la política amerita encontrar nuevos formatos y dirigentes capaces de sacarnos del marasmo y la decadencia, en su propio campo y no afuera. El básquet tiene su propia esfera y está muy bien que haya mejorado y siga haciéndolo en ella. No es bueno, exigirle roles, funciones ni tiempos para los cuales no está preparado. La mochila sería demasiado pesada y lo distraería de su misión primordial y específica. La ficción o el atajo mágico a los que somos tan propensos los argentinos, volverían a imponerse sobre la cruel realidad.

Párrafo final para una inquietud alejada del tema de debate pero que me acechó a medida que pasaban los partidos de una selección compacta, solidaria e invicta, hasta hoy. Cómo explicar que mientras el país vivió muy pocas luces y muchas sombras a nivel macro, estos chicos que nacieron, se socializaron, se educaron y jugaron a su deporte preferido en estas dos décadas y media, excepto el ya nombrado veterano Scola, pudieron mantenerse al margen de dichos avatares -o no- pudiendo construir sus destinos venturosos que hoy muchos disfrutamos, incluso aquellos que los ven triunfar a nivel individual en otras latitudes. Puede tenerse éxito cuando la infraestructura y el progreso macro ayudan como el caso español pero también a pesar de ello o, sin tenerlo tan en cuenta, como quizás explica este triunfo argentino, porque aún recalcando lo que ya dijimos, de cómo la buena organización del básquet local ayudó a él, el aporte decisivo lo brinda la voluntad individual. Fueron ellos, desde Córdoba, Bahía Blanca, Mar del Plata, Concordia, La Banda, Gálvez, Sunchales, Cañada de Gómez, Marcos Juárez, Junín, General Roca y tantas otras ciudades de Argentina, los que llegaron hasta allí, tan lejos como sólo ellos se lo propusieron.




LA PLAYA ITALIANA LLENA DE RUSOS: RIMINI

No son nada tontos los rusos para aprovechar las bondades de este mundo. No lo son para mantener a salvo sus capitales de la propia voracidad del Kremlin y entonces los refugiaban en Chipre, sí, en Chipre: hasta el 2013. Tampoco lo son para buscar negocios y entonces se van a Alemania, donde viven bien pero además emprenden todo lo que no pueden en su propio país. Ni siquiera se les escapa profesar su propia religión aún en un país católico: los vimos en Francia, más precisamente en Niza, donde llegó a morir uno de sus príncipes a fines del siglo XIX y entonces allí levantaron su iglesia ortodoxa en honor a él. Finalmente, no pierden su astucia para elegir playas. Van adonde hay mucho sol, mar y les hablan en su idioma: los egipcios, los turcos, los españoles en menor medida pero sobre todo los italianos -o inmigrantes que viven en Italia- los atienden a las mil maravillas y así, ellos se los retribuyen. Por ende, también los vimos por doquier en Rímini, la playa del Mar Adriático, cercana a Ancona y también a los circuitos de Imola –donde se mató Ayrton Senna– y Misano, donde s corría F2 en los ochenta.

Las fotos les interesan más.

Claro, cómo mencionar a Rímini y no recordar al gran cineasta italiano Federico Fellini, hijo dilecto de la ciudad. Allí filmó “Amarcord” en el Grand Hotel y hoy, hay innumerable cantidad de recordatorios de su figura en la villa turística. Inteligente, al igual que los rusos, para elegir y habitar esta bellísima ciudad marítima.

Puerto y playa.

Claro, Rímini también tiene un casco antiguo, que data del Imperio Romano y período posterior (Medioevo y Renacimiento).

Por la noche, en una Europa ya decadente, mucho alcohol y baile, por lo que ellos también están: brasileños y argentinos. Como no podía ser de otra manera.

Mientras tanto lejos del bullicio nocturno, nosotros con Ekaterina V. Zvekova elegíamos tranquilos la cena aunque la carne vacuna no tuviera la consistencia ni el sabor de estas pampas.

El pescado con ensalada sí era una delicia.

Rímini,  sol, playa, mar y tranquilidad. Era lo necesario, luego del ajetreado periplo balcánico.

ITALIA HACE BIEN AL CORAZON: BOLONIA

Luego de vivir días difíciles en la atmósfera siempre compleja de los Balcanes, el regreso a Italia siempre es bienvenido y máxime, si como en 2016, antes de conocer Maranello, el punto de encuentro era la medieval y universitaria ciudad de Bolonia, en el centro de la Península Itálica.

Aquí, las fotos de esa formidable ciudad, con famosa stazione centrale de trenes, tristemente célebre por el terrible atentado del grupo neofacista Ordine Nuovo, el 2 de agosto de 1980.

Es paradójico que tras haber salido de un lugar de guerras de hace dos décadas, llegásemos a un estación donde había un recordatorio de otro hecho de violencia de hace 3 decenios pero lo contrastante es la vitalidad actual de la estación: desde las 4 de la madrugada y como pocas ciudades europeas, se ve a gente levantada trabajando.

El mundo del tren.

En el bar, antes de partir, suena la música de Eros Ramazzotti pero también la de la interminable dupla musical de Al Bano Carrisi y su ex esposa, la norteamericana, nunca aceptada por los italianos, Romina Power, la hija del mítico actor hollywoodense Tyrone Power. Como si en Italia, sí fuera posible, alternar la violencia con el arte o la misma magia.