TREINTA AÑOS DESPUES: “FELICES PASCUAS, LA CASA ESTA EN ORDEN”

Viví el levantamiento de los “carapintadas” -ex grupos de elites militares que combatieron en la Guerra de Malvinas- como estudiante universitario de Ciencia Política, en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En un contexto de bloqueo de las viejas presiones y extorsiones corporativas de los militares argentinos que dejaron el poder en 1982, gracias a una guerra perdida en las Islas Malvinas, el primer gobierno de la reinauguración democrática del Presidente electo Raúl Alfonsín, previa reforma del fuero militar, pudo castigar a través de tribunales federales, en juicio histórico oral y público, a los miembros de las Juntas Militares desde 1976. A intelectuales, periodistas y escritores, les encargó un informe pormenorizado sobre las violaciones a los derechos humanos, por parte del Estado autoritario y producto de ese minucioso trabajo, nació el “Nunca Más”. Ambas iniciativas en el marco de una verdadera política de Estado, con un amplio consenso del cual se apartó inicialmente el peronismo, provocaron la reacción de sectores nacionalistas y oficiales subalternos del Ejército, quienes llevaron adelante una rebelión militar casi golpista en la Semana Santa de 1987.

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GUERRA DE MALVINAS: EL AUTISMO DE LA POLITICA EXTERIOR ARGENTINA

Las cientos de veces que cruzamos esos carteles en las rutas argentinas, siempre me recuerdan la pregunta cruda e incisiva de mi novia, proveniente de un país milenario y guerrero que acaba de recuperar Crimea: “y qué han hecho por recuperarlas?”. La respuesta tal vez, lógica, hubiera sido una guerra victoriosa, pero esa opción, que ella conocía, en realidad, apela a que más allá de tanto cartel y discurso nacionalista hipócrita, efectivamente, a lo largo de casi dos siglos, los argentinos no hemos hecho nada concreto ni eficaz, excepto desde el fútil plano discursivo, para que las Islas sean parte del territorio argentino.

 

La reflexión vale, para estos días cuando se celebran 35 años del desembarco de los conscriptos argentinos en el archipiélago, desalojando por apenas un bimestre, a las escasas fuerzas británicas allí apostadas, custodiando al entonces gobernador Rex Hunt, hecho en el cual, perdiera la vida, el Capitán Giacchino, el primero de una larga lista de algo menos de un millar de desafortunados de los dos bandos, que perecerían en esa absurda guerra.

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PIOTR STOLYPIN Y LA RUSIA QUE NO FUE

A menudo, a lo largo de la historia de la humanidad, la existencia de ciertas personas generaron “bisagras” entre una época y otra, habiendo un “antes” y un “después” de ellas. Merced a sus logros o fracasos, dichos líderes o elites marcaron hitos en la historia de un país. Sin embargo, también existieron los malogrados: aquellos que nunca vamos a poder evaluar en función de sus resultados porque perdieron trágicamente sus vidas, con la sensación de que las suyas transitaron este mundo sin haber podido torcer, como lo ansiaron, los destinos de la nación en la que nacieron y habitaron. El caso de Piotr Stolypin es uno de ellos.

Conocí su nombre y su historia a través del genial Profesor de Economía (y demás Ciencias, incluyendo Religión) de la UNR -de donde fuera expulsado en plena era democrática post 1983- y la privada UCEL, el rosarino Tomás Rogelio Pontón. Atraído sobremanera pero inexplicablemente por la historia rusa, le pregunté en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Económicas, si hubiera sido posible evitar la Revolución de Octubre y la toma del poder por los bolcheviques. A la clásica respuesta desde la Ciencia Política a la que estaba acostumbrado a oír, “Kerenski”, Pontón me nombró otro apellido ruso, casi al borde del grito: “Stolypin”!!!!

Quién era Stolypin? Piotr Arkadiévich Stolypin (Пётр Аркадьевич Столыпин), era un alemán, nacido el 14 de abril de 1862, en Dresden, la tristemente célebre ciudad bombardeada hasta el cansancio por los aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Su biografía destacará que fue un político ruso, convertido a la sazón, en Primer Ministro y Ministro del Interior del último Zar, Nicolás II, entre los años 1906 a 1910, año en que ocurrió su trágica muerte.

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GIOVANNI SARTORI

Falleció hoy, martes 4 de abril de 2017, a los 92 años. dejando viuda a su esposa, la artista Isabella Gherardi, 39 años más joven que él. Tuve la fortuna de conocerlo en el Congreso Mundial de Ciencia Política en Buenos Aires en 1991, cuando era inminente el fin de la Guerra Fría y volví a verlo en otro Congreso Mundial de la disciplina en Santiago de Chile, en 2009. Precisamente, fue el “padre viviente” de la Ciencia Política, tanto en la parte final del siglo XX, heredando la tradición americana de los Merriam, Laswell y Gosnell como también inaugurando la europea, con la mítica Escuela de Florencia, paradójicamente, la ciudad en la que nació Nicolás Maquiavelo, el pionero de la disciplina.

Autor de libros fundamentales como “Teoría de la democracia”, “Ingeniería constitucional comparada” y “Partidos políticos y sistemas de partidos”, pero también polémicos, como él mismo era, como “Homo videns”, preanunciando la era de los Berlusconi, Trump y tantos otros, nos dejó estas frases sabias y célebres:

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FRIEDRICH AUGUST VON HAYEK

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Gracias a este filósofo, jurista, politólogo y economista austríaco (1899-1992), conocí las diferencias entre libertad negativa y positiva, conceptos como el “orden espontáneo” (en griego, “kosmos”) versus el orden creado, planificado y controlado (“taxis”), la fábula de las abejas del francés Mandeville y la Ilustración Escocesa, la relevancia del “Common Law” , las diferencias entre los conceptos de “ley” y “legislación”, sus agudas observaciones sobre la democracia mayoritaria y sobre todo, cómo se puede perder un orden liberal, entre otros grandes aportes. Fue Premio Nobel de Economía, compartido con el sueco Gunnar Myrdal en 1974.

Ex socialista fabiano en su juventud, fue el padre de la llamada “Escuela Austríaca” y, mantuvo interesantes debates no sólo con John Maynard Keynes -el keynesianismo es el archirrival de los austríacos- sino también con su propio colega de su misma Escuela, el economista alemán Ludwig Von Mises.

Altamente recomendable, su libro “Los fundamentos de la libertad”(1960), aunque “Camino de Servidumbre” (1944) fue su obra consagratoria.

ESCOCIA: LA TIERRA QUE LA RAZON NO ENTIENDE

Famosa en los años setenta, por la tradicional vestimenta del kilt y el tartán, que incluso difundiera el buen inglés Príncipe Carlos de Windsor o, por el monstruo del Lago Ness o, por las películas de James Bond, protagonizadas por Sean Connery, un verdadero militante de la causa nacionalista; en los ochenta, por las canciones de Rod Stewart, Big Country, The Proclaimers (con su más que popular “I´m gonna be -5000 Miles”-) o, la película “Highlander”, con Christopher Lambert y en los noventa, por las de Travis; en tiempos recientes, nuevamente, el espía del MI5 ahora encarnado por Daniel Craig o, por el propio Premier británico David Cameron que sin desearlo, la puso en el mapa mundial, producto de su torpeza previa al referéndum de setiembre de 2014. No olvido al australiano Mel Gibson, que le rindió homenaje en su película “Braveheart” (Corazón Valiente) a uno de los tantos héroes nacionalistas de este pueblo, William Wallace, quien murió condenado al descuartizamiento y decapitación por los ingleses, pero, cuándo no, traicionado por los propios. Escocia, sí, Escocia.

Esas tierras montañosas y con valles bien verdes, hegemonizadas durante buena parte del año, por la humedad, la bruma y la lluvia, pero que conocieron tribus humanas desde tiempos inmemoriales, dando lugar a una historia pletórica en aventuras épicas, nobleza y como no podía ser de otra manera, ríos de sangre. Tal vez por ello, no sea extraño ni sorprendente que, en tiempos de gran revalozarización de las identidades políticas, es decir, aquellas “fantasías de completitud” que muchas naciones todavía legitiman, como respuestas a la inexorable globalización, en Escocia, la semana pasada, Nicola Sturgeon, la valerosa dirigente política y líder del SNP (Scottish Nationalist Party) haya solicitado formalmente al gobierno británico, la posibilidad de formular un nuevo referéndum hacia 2018 o 2019, con la esperanza de que esta vez, el “Sí” a la separación del Reino Unido -a la que está integrada desde 1707-, se imponga de modo pacífico en las urnas.

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LA HISTORIA BRITANICA A TRAVES DEL CINE

A lo largo de mis clases en Sistemas Políticos Comparados, cuando expongo el caso británico y su tan singular evolución histórica, suelo aburrir a mis alumnos, con enorme cantidad de menciones de películas y series europeas y norteamericanas, que se han detenido en diferentes episodios de aquélla. En tiempos de “Brexit” y de eventuales divorcios, respecto a Europa y Escocia misma, bien vale recordar cómo el cine a lo largo de décadas, ha expuesto esa variada historia.

Por ejemplo, si alguno de Ustedes, quiere conocer los orígenes de la Britania, esa isla poblada por tribus del norte de Europa, como los celtas, sajones y normandos, sometidos al dominio del Imperio Romano, pueden ver “La última legión”, con los actores ingleses Colin Firth y Ben Kingsley. La película trata sobre el ocaso del reinado de Rómulo Augústulo, cuando precisamente fueron los pobladores de las islas, los que devenidos en soldados del Imperio Romano decadente, intentaron resistir en inferioridad de condiciones, los embates de los bárbaros. Tal vez, los británicos hayan heredado esos genes guerreros de los romanos y mezclándolos con los de sus invasores, lograron forjar ese temple y capacidad de resistencia original, que han mostrado a lo largo de siglos.

Tanto “Rey Arturo”, en su versión más moderna, con Clive Owen, como “Los Caballeros de la Tabla Redonda”, en su versión más antigua, con Rod Taylor y Ava Gardner, son otras menciones ineludibles a la hora de planear sobre la historia británica, en sus inicios, sobre todo, describiendo al legendario rey y su grupo de nobles leales. “Ivanhoe” y “Robin Hood” son también films obligados, retratando en estos casos, las historias de otros nobles, ya sea en su versión de caballero guerrero -en el primer ejemplo- o de ladrón justiciero -en el segundo-, en tiempos de Cruzadas heroicas y reyes contrastantes como los hermanos Plantagenet, Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra.

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LA LECCION HOLANDESA

Esta semana, la novedad internacional la constituyó el resultado electoral de Holanda. En sus comicios parlamentarios, el oficialismo liberal de Mark Rutte (VVD), volvió a ganar como en 2012, aunque esta vez, sobre el candidato populista Geert Wilders (PVV), el “Trump nederlandés”. Este líder político, con su discurso xenófobo y antieuropeísta, había liderado las encuestas hasta las últimas semanas, en las que, producto de algunos errores de campaña, como su silencio ante la prensa, a la que también juzgó como “mentirosa”, fue cayendo hasta perder en los votos -aunque haya subido en el número de escaños-.

Pero cuáles son las reflexiones que demanda el caso holandés a esta hora? Así como desde hace siglos, la sociedad de ese país de Europa septentrional, otrora colonia española, fue un ejemplo paradigmático de tolerancia religiosa y hasta sexual, pluralismo cultural y civismo político, resultaba asombroso que también pudiera caer en la red del populismo antidemocrático. Las preguntas serían, en todo caso, qué razones o factores influyeron para que Holanda -un país, con un sistema atomizado de partidos, que no cumplía el mandato completo de su gobierno desde 1998-,  se viera sometida a tal amenaza y por qué finalmente, nunca terminó de plasmarse en un resultado electoral exitoso? Continúe leyendo

LOS IDUS DE MARZO

Tal vez, cualquier alumno de Teoría Política I pueda conocer el significado de “los idus de marzo” en la Roma antigua. Eran por ejemplo, los días 13 de cada mes, excepto en marzo, mayo, julio y octubre, en que se celebraban los días 15. Precisamente, el idus de marzo se festejaba el día 15, en honor a Marte, el dios de la guerra.

Pero básicamente, los idus implican en el lenguaje postmoderno, el advenimiento de tiempos con buenos augurios, pero que pueden torcerse súbitamente y tornarse negativos para quienes afrontan desafíos de gobierno o del poder.

La película que nos convoca, en términos de ficción, protagonizada por Ryan Gosling, George Clooney y el malogrado actor Philip Seymour Hoffman, entre otros, trata la campaña primaria del Partido Demócrata entre dos candidatos, un gobernador y un político tradicional, ambos asesorados por sus equipos de consultores. De un lado, un profesional joven, un tanto idealista, contratado por su amigo, un veterano del marketing político y del otro, su contracara, un consultor también avezado pero inescrupuloso. En el medio, una periodista contratada por el segundo para manipular la información del primer candidato.

En un contexto de ideas y valores progresistas, tras el fiasco de los “neocon” de Bush (hijo) en pleno comienzo de la era Obama, cuando se aguardaba en el mundo y en la propia Estados Unidos, una revalorización de la política doméstica y de los políticos en general, el film ofrece una mirada demasiado descarnada y realista que parece opacar aquellas expectativas iniciales.

Hoy, en una nueva era, la de Trump, ya habiendo vivido lo años de Obama, que pasaron sin pena ni gloria, “Los idus de marzo” nos recuerdan que el plano de los valores y los ideales se hallan en tensión permanente con los del poder y los votos, en el mundo de la política.

Claro que, semejante conclusión atrapa a los ciudadanos en un dilema igualmente desconsolador: la frescura que suponen la consecución de ideales, la alternancia y el cambio democrático, pierde sentido ante la ambición desmedida de los políticos, que no trepidan en apelar a cualquier estrategia, incluso inmoral, para acceder y mantener el poder. Esto explica en parte, la atracción que ejercen los nuevos líderes “antiestablishment”.

“LOS POLITICOS SON LADRONES PORQUE LOS PUEBLOS LO SON”

Qué pasaría si un buen día, nuestro político gobernante al frente de la sociedad, es reemplazado por un loco, salido del manicomio, que bien disimula su condición? Ese es el eje llamativo del film “Viva la Libertá”, protagonizado por el brillante actor italiano cuasi sexagenario Toni Servillo, que nos invita a preguntarnos hasta qué punto la política actual, llena de políticos, acartonados o no, populistas o no, inescrupulosos o no, pero sí cobardes, con falta de luces, sin emociones que les transmitan a electorados cada vez más zoombies. Serán necesarios locos (no bufones como Trump, Johnson, Wilders o Beppe Grillo) que saquen a la opinión pública de este tedio pseudodemocrático en el que estamos sumidos, con expresiones responsabilizadoras como la de nuestro título? Lo paradójico es que el film se ambienta en Italia, un país que ha sido laboratorio de todos los experimentos con su clase política desde la Logia P2, pasando por la Tangentópolis, el homo videns” de Sartori, Silvio Berlusconi y el ex Premier reformista Matteo Renzi. Un variado menú de variados discursos y frases inolvidables, con un sarcasmo poco habitual sobre la labor de quienes nos gobiernan, con una sorprendente reflexión sobre la mentira institucionalizada en ambos mundos: el de la política y el propio cine. Súper recomendable.