ENTEBBE: “SI CREES QUE NO TIENES OPCION, TAMBIEN ERES UN REHEN”

El infierno existe, sí, aquí en la Tierra y uno de los lugares que lo representa, es Entebbe, en Uganda. Pero como las percepciones humanas cambian, pasaré a describir cómo cambiaron las mías respecto a ese lugar y su significado político y militar hoy.

Entebbe tiene relación directa con Israel. En los años setenta, dicho Estado era la “víctima” de ataques terroristas y Palestina, su victimario. Cansados ya de secuestrar aviones de El-Al (la aerolínea israelí) sin demasiado éxito, los terroristas palestinos pasaron a tomar vuelos regulares de empresas europeas. Así, dos palestinos del FPLP (Frente Popular de Liberación Palestina, con George Habash como líder) y dos alemanes de RZ (Células Revolucionarias), ligados a Ulrike Meinhof (periodista y activista ecologista de izquierda, detenida y suicida), secuestraron un vuelo de Air France con 248 pasajeros (85 eran judíos más 12 tripulantes), para asestar un duro golpe a Francia, socia de Israel, tanto en la fabricación de la bomba atómica como en la venta de aviones militares.

La operación de rescate de los rehenes y castigo a los terroristas, llamada “Trueno”, fue exitosísima. Sonaba imposible pero la concretaron. En menos de una semana, el Mossad (la inteligencia del Estado) preparó la operación de las Fuerzas de Defensa Israelí (FDI). Cuatro aviones de transporte Hércules volaron 4.000 km. bajo el radar enemigo, sin ser detectados. Por la noche, un centenar de comandos israelíes, sin miras infrarrojas, en apenas 53 minutos, penetraron a sangre y fuego en el aeropuerto de Entebbe en Uganda, repeliendo el fuego de los soldados ugandeses, cómplices de los terroristas, liberando a los 103 rehenes que quedaban y fusilando a los 4 secuestradores y sus 3 colaboradores, además de más de 4 decenas de militares africanos dejando un saldo de apenas 3 víctimas civiles. Una operación impecable, quirúrgica, con muy pocas bajas en la fuerza.

Claro, en esa época Israel describió el acto sin más, como de “legítima defensa”. El mito de la defensa del sitio romano de Masada, el heroísmo del pueblo judío -“elegido”-, la vocación de construir su propio Estado, tras el Holocausto nazi, la admiración mundial por su progreso y desarrollo económico, hasta su bienestar social, reflejado en la experiencia de los kibbutzim, permitieron a Israel todas las dispensas, todas las indulgencias, todos los aplausos, durante décadas. Era víctima: jamás tuvo otro papel durante décadas que el de David combatiendo en inferioridad contra el gigante filisteo Goliath.

Sin embargo, mi percepción fue cambiando.

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“CHERCHEZ LA FEMME”: EL INTENTO DEL AMOR EN SUPERAR A LA CULTURA

Las relaciones de pareja a través de Internet, hoy se han potenciado. Cada vez más, existen novios y novias, hasta matrimonios que se forman y forjan a través de las redes, sobre todo, acercando identidades lejanas en términos de culturas, religiones, lenguas, tradiciones. Son tremendamente dificultosas sobre todo, por lo recelos que se generan en los respectivos ámbitos familiares. Si normalmente y sin necesidad de globalización alguna, en el seno de un mismo país, sobre todo si se trata de uno de valores colectivistas, como algunos latinos o asiáticos, son los entornos familiares de las nuevas parejas los que obstaculizan muchas veces, la cercanía de los amados, imaginemos la dimensión y significado del problema cuando se trata de naciones y culturas diferentes.

En un contexto, donde se suma la inmigración musulmana, sobre todo la africana en la Francia contemporánea, la película “Cherchez la Femme” busca con una dosis original de humor, describir las vicisitudes que tienen dos estudiantes de Ciencia Política, Armand y Leila, que están enamorados, ante sus respectivas familias. El, con padres iraníes, exiliados por la Revolución Islámica y detractores del velo y todo otro símbolo del clericalismo fanático. Ella, con un hermano, recién llegado de la caótica Yemen, que sólo busca hacerlos regresar con su hermano menor y encontrar una mujer musulmana de pura cepa en un país “contaminado” por la postmodernidad laicista y hasta atea.

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