Todos recordamos -y criticamos- el optimismo ingenuo de Fukuyama cuando anticipó el “fin de la historia” en “The National Interest” en 1989. Pero al mismo tiempo, en esa ocasión, el célebre pensador también pronosticó algunos de los flagelos que podrían difundirse de la mano de la globalización, entre otras, las pandemias, ocasionadas precisamente por la libre circulación de personas (viajes por todo el mundo).
Cualquiera sea la duración del problema, el impacto económico global es notorio: caída de bolsas, depreciación de activos. Pero más allá de ello, lo que cuenta, a la hora de evaluar conductas morales, es el efecto psicológico. Quizás estemos en el momento bisagra de la pandemia: o se detiene o se agudiza aún más, con consecuencias impredecibles.
Pero el miedo, por las lecciones que recogemos de la historia, no trae buenas noticias. Por el contrario, cuando las sociedades son atacadas por ese “otro mal”, se exageran los costos y el problema original, lejos de acotarse, se expande. La desconfianza se espiraliza y se sobrecarga la labor estatal, sin alcance ni margen suficientes para resolverlo. Como en muchos otros órdenes, por ejemplo, la guerra contra el terrorismo, a partir de 2001, el pánico no fue buen consejero. Algunos demonios novedosos aparecieron y aún es muy dificultoso extirparlos.
Tampoco creer que apelando al llamado a la solidaridad o la “conciencia social”, utilizando recomendaciones de políticas compulsivas sobre la población, como si todos fuéramos orientales, podrá ganarse en eficacia, es caer en otra ingenuidad. El “yo me quedo en casa” puede generar problemas adicionales, como los contagios intrafamiliares o mayor debilidad inmunizatoria.
Es que a diferencia de hace un siglo atrás, la viralización de la información gracias a las nuevas tecnologías, nos permite estar mucho más atentos y ágiles para reaccionar ante un “enemigo invisible” para el cual todavía no hay vacuna. Mientras tal difusión no se convierta en psicosis contraproducente, el equilibrio en materia de prevención, sin caer en sobreactuación, puede tener externalidades más positivas.
Además de la compra de Alaska al poco visionario Zar ruso en 1867, la adquisición de la Louisiana a los franceses, por parte de Jefferson en 1803, al oeste del Río Mississipi, fue decisiva para estimular la colonización de miles y miles de americanos, además de gentes de otras latitudes (chinos, japoneses, judíos, hindúes, hasta chilenos y peruanos). Incluyendo la mítica batalla del Alamo (1836), el triunfo sobre los mexicanos en el bienio 1846-1848, permitiendo anexar Texas, California, Arizona y Nuevo México -equivalente a la pérdida del 50 % del territorio para el país vecino-, le dio mayor certidumbre al horizonte del proyecto colonizatorio al que se le sumó la “fiebre del oro” (1848-1849). En cualquier caso, fue el “America First” del siglo XIX, porque semejante empresa civilizatoria, se hizo con la anuencia del Estado americano, pero por cuenta y riesgo de los propios colonos: tal aventura implicaba, priorizar la territorialidad americana, ampliándola, urbanizándola, conectándola vía el ferrocarril. Ello explica por qué y a diferencia del resto del continente, Estados Unidos pudo plasmar el sueño hamiltoniano de una industria nacional fuerte y pujante, “protegida”, sí, pero naturalmente, por la gran expansión de su geografía habitable y cultivable.
Esa conquista del “Far West” no fue nada sencilla. El cine de Hollywood ha hecho innnumerables reconocimientos a tal proeza humana. Tal vez de manera edulcorada y un tanto nacionalista ostentosa, “for export” luego de la II Guerra Mundial: Gary Cooper, James Stewart, John Wayne, Robert Mitchum, Richard Widmark, Henry Fonda, Anthony Quinn, Clint Eastwood y tantos otros actores han protagonizado recordadas películas donde personificaban a los vaqueros, pistoleros, “cowboys”, incluso “sheriffs” y “marshalls”, que con sus caballos y revólveres inventados por Samuel J. Colt, se batían en duelos memorables, aquellas formas nobles de dirimir reyertas, venganzas, “cazar recompensas” o cobrar viejas deudas pendientes entre sí o con forajidos, deseosos de asaltar las caravanas de miles de migrantes que surcaban las praderas hasta poder instalarse y fundar poblados.
Muchos de los colonos eran sectas religiosas, como los mormones, lo cual les permitió avanzar en grupos fervorosos, autoorganizados y solidarios, lo cual les permitió continuar y afrontar con estoicismo la larga travesía, plagada de obstáculos: los robos a las carretas y diligencias, el cuatrerismo (hurto de ganado), la amenaza india y las enfermedades mortales como la disentería y el cólera. La trata, o sea, la compra y venta de mujeres para la prostitución, ya era común por aquellos años, considerando la gran cantidad de hombres dedicados a actividades económicas como el trabajo en las minas, el cultivo de cereales, la cría de ganado vacuno o la instalación de vías férreas o postes de telégrafo. Ellas eran clave para los burdeles y saloons, donde también los hombres montaban casas de apuestas. Pero la “otra mujer”, la de la familia, tenía un doble papel: en el hogar estrictamente, con el cuidado de sus hijos pero sobre todo, a cargo de la educación pública, civil y religiosa. Las viudas que se habían convertido en pioneras y las amerindias, también eran protagonistas de la vida civil en los nuevos asentamientos. Las condiciones climáticas y sobre todo, los inviernos, tampoco eran muy estimulantes para aquellas primeras sociedades del “Lejano Oeste”.
Todo ese tipo de adversidades pero también epopeyas, construyeron el mito del esfuerzo y sobreesfuerzo americano, personalmente responsable, arrollador, exitoso, capaz de lograr lo imposible y desde esa autoestima colectiva, se fueron construyendo los pilares de una nación que luego en el siglo XX, sobre todo, en su segunda mitad, lideraría el mundo.
La pregunta que cabe hacerse es si el entusiasmo de Trump por esa idea del “America First” es justificado, considerando que el mito del “Far West” tuvo algún componente racista pero al mismo tiempo, implicó una aceptación y hasta una búsqueda deliberada de la nación americana, aún con su propio camino -expansionista- por un lugar en el mundo. Precisamente, no parece ser ésa la intención del discurso trumpiano, más inclinado a retraer o replegar el espíritu americano hacia dentro y así, tornarlo incompatible y hasta confrontativo con el resto del globo.
Es que el ex chofer de buses ha demostrado ser, a pesar de sus evidentes limitaciones personales, incluyendo las más recientes, con el mal uso del idioma inglés, objeto de burla en las redes sociales, un líder inoxidable. Heredero del chavismo. en elecciones bastante discutibles en 2013, desde 2014 en que empezó a encarcelar opositores como Leopoldo López, tuvo un trienio (2016, 2017 y 2018), que fue empeorando de manera manifiesta en todos los planos. Hoy, Venezuela es sinónimo de todo lo malo que puede vivir un país, en un estado de cuasi guerra. Drama humanitario (3 millones de emigrados), de lo cual fui testigo directo en mi viaje el año pasado, en la frontera peruano-ecuatoriana, con miles de venezolanos de clase media huyendo en buses por la madrugada, esperando que uno por uno, los países latinomericanos los comprendan, alojen y empleen. Escapan de la pauperización, ocasionada por una feroz hiperinflación.
En efecto, desde 2013, el PIB venezolano se ha hundido a la mitad y el año pasado, la inflación superó el millón por ciento. Producto de un “socialismo” poco real, los sueldos de los venezolanos han perdido más del 90% del poder de compra que tenían en 1998, lo cual ha provocado una población desabastecida y por ende, desnutrida. Venezuela hoy posee 220 presos políticos, más que en Cuba, Irán o Rusia. Sólo se han quedado a gozar de las menguadas “mieles” del poder, la “boliburguesía” -los pseudoempresarios amigos del chavismo-, los grupos parapoliciales de choque y los pobres clientelizados.
De la mano del nuevo presidente de una Asamblea Nacional que ya no era reconocida como tal, el joven e ignoto Juan Guaidó, se produjo la resurrección de la oposición. Tomar las calles ya no era la única consigna: había que ofrecer diálogo, ley de amnistía para los chavistas y dividir al Ejército, para evitar otra Cuba monolítica. También se trabajó de manera diferente -y eficaz-, el apoyo internacional.
Maduro, descolocado, redobló la apuesta: aceptó el diálogo propuesto por México, Uruguay y Bolivia más nuevas elecciones parlamentarias. Pero sólo le creen Rusia y China (potencias amorales y acreedoras de Venezuela) y el poder militar (del generalato). La “cubanización” del régimen, es decir, mantenerse en el poder, haciendo sufrir hambre a un pueblo engañado y dominado con la excusa del enemigo externo, parece ser la única opción. Como toda mafia, no cederá, no renunciará, porque a los militares y Maduro, los une el delito. Tampoco confían en amnistía alguna.
Es que del otro lado, no hay escenario Panamá 1989. Estados Unidos no podrá invadir. Habría un “baño de sangre” como anticipó Putin y todo ello acarreará mayor impopularidad para los Estados Unidos de Trump. Sólo el tiempo puede definir la partida.
Cualquiera de nosotros los divisa inconfundibles en un aeropuerto internacional, sobre todo, europeo, en caravana y detrás de una traductora con una banderita de color rojo para que no se dispersen.
En el último año, 135 millones de chinos viajaron a través de los mares, gastando 261 mil millones de dólares, superando a todos las demás nacionalidades en el mundo, incluyendo los norteamericanos, quienes erogaron de sus bolsillos, 122 mil millones de dólares, de acuerdo a la Organización Mundial del Turismo, dependiente de la ONU. Unos 270.000 chinos viajaron al Reino Unido en el año 2015, un 46 % más que en 2014.
También los vemos en países lejanos como Argentina, donde conquistaron silenciosamente, comercios, kioscos, campos y hasta fábricas enteras. Ignorando realmente qué hacer con ellos, Trump los detesta como muchos norteamericanos lo hacían con los japoneses después de la II Guerra pero sobre todo, en los ochenta, cuando les inundaron el mercado de autos y electrodomésticos, haciendo quebrar cientos de empresas locales. Huntington imaginó en su famoso “choque de civilizaciones”, un enfrentamiento militar a escala global entre ellos y los norteamericanos, a partir del cual, las demás civilizaciones tomarían parte por uno u otro bando. Su idioma es el más hablado del mundo, superando al inglés y ya empieza a ser estudiado por millones de extranjeros en todo el mundo.
El comercio mundial desde hace más de dos décadas, ya no es el mismo a partir de la fenomenal irrupción del “dragón asiático”. Cientos de libros se escriben a menudo para dilucidar si detrás de semejante expansión, supuestamente “peaceful raising”, volverán las veleidades imperialistas de antaño, que tanto temen japoneses y coreanos, entre otros.
Son prácticos, no les interesan las cuestiones valorativas de cada país, tampoco las culturas nacionales, suelen adaptarse con una facilidad asombrosa y de a poco, van construyendo su propio “lobby” en cada uno de los casi 200 países con quienes mantienen relaciones. Su evolución interna es una verdadera incógnita a partir del ascenso de tanta clase media. No llegaron aún al umbral del desarrollo. Pero allí están: llegaron para quedarse en este mundo, que los ve por doquier. Constituyen el fenómeno demográfico de este siglo.
Desde hace 15 días, con la sombra del “caso Odebrecht” sobre Argentina -el único país latinoamericano donde no hay ningún siquiera procesado hasta ahora-, se ha destapado un verdadero entramado gigantesco de corrupción, a partir del descubrimiento de cuadernos en los que metódicamente anotaba el chofer de uno de los funcionarios implicados en la densa red oscura que involucra a ex secretarios de Obras Públicas y sobre todo, empresarios del club o cartel de la construcción, terminando seguramente en políticos que se financiaban con tales sobornos. Los montos exceden largamente el cuoteo español, por ejemplo, el mismo que depositó a Florentino Pérez, el Presidente del Real Madrid, a partir de sus controvertidos contratos o licitaciones en la Europa Oriental postcomunista: mientras allá, no pasan del 5 %, aquí en las ex colonias del Virreinato del Río de la Plata, van entre el 10 al 15 % de las obras, algunas de las cuales, ni siquiera se terminaron.
Antes del descubrimiento de “los cuadernos de Centeno” y de la masiva confesión de empresarios con el incentivo judicial del arrepentimiento, el ex Vicepresidente de CFK, Amado Boudou (ex UPAU) fue condenado a 5 años de prisión por el caso Ciccone (licitación espúrea de una imprenta para la Casa de la Moneda). Hay que recordar que un mediocre pero leal como Boudou fue nombrado como segundo de Cristina, anecdóticamente, de una manera peculiar: cuando “le iban a poner una inyección en la cola”, la enfermera le preguntó quién iba a ser su acompañante en la fórmula que ganaría con el 54 % de los votos en 2011, tras la muerte de su marido Néstor Kirchner en 2010 y la “traición” del radical Julio Cleto Cobos en agosto de 2008, a raiz de la crisis con el campo. CFK eligió así a su acompañante, de quien se sospecha, tenía otros vínculos personales con la ex Presidenta, hoy no procesada porque cuenta con fueros en el Senado. Hay que pensar y repensar una y otra vez que de allí venimos los argentinos: de ese mar de desparpajo, impunidad, silencio cómplice y votos de millones para con un régimen tan falaz y faccioso como los peores que tuvimos antes. Fueron algunos políticos (mujeres) como Elisa Carrió, Mariana Zuvic y Graciela Ocaña, en total soledad, algún ex Ministro como Roberto Lavagna y sobre todo, periodistas de los diarios La Nación y Clarín sí, los denunciados por el propio kirchnerismo en una suerte de conspiración mediática de poderes concentrados-, como Hugo Alconada Mon, Diego Cabot, Nicolás Wiñazki, los que se animaron a desentrañar toda la trama de saqueo a las arcas fiscales argentinas, comparables a las peores de Africa. Sin embargo, fueron de nuevo las mujeres, en este caso, las esposas o ex amantes despechadas, las que ahora confesaron a esos mismos cronistas, la existencia de cuadernos donde se anotaba con lujo de detalles toda la maquinaria del robo.
Es que Paraguay, un Estado multicultural y bilingüe de 7 millones de habitantes, tiene una larga historia de subordinación a otros países, aunque nunca se haya sentido humillado. Como colonia española, tras la evangelización jesuita, supo plasmar su independencia un 15 de mayo de 1811, gracias a una campaña militar desastrosa del ejército de Buenos Aires comandado por Manuel Belgrano. Tras ella, famosa en estas tierras, por la triste desaparición del “tamborcito de Tacuarí”, se encendió la llama de la libertad y los paraguayos pronto pudieron independizarse de España. La larga dictadura nacionalista del Doctor José Gaspar Rodríguez de Francia (1816-1840), aisló a este sitio mediterránea del resto del mundo, pero sobre todo de las guerras intestinas argentinas y la política brasileña. Sin embargo, la Guerra de la Triple Alianza, donde la Paraguay del dictador Francisco Solano López tuvo que hacer frente sóla a Brasil, Argentina y Uruguay, con alguna ayuda británica entre bambalinas, diezmó la población masculina guaraní: sobrevivieron unos 28.000 hombres sobre una población total de 160 a 170.000 habitantes.
Sin pena ni gloria, Paraguay entró al siglo XX. Tras una victoria pírrica sobre Bolivia -la Guerra del Chaco (1932-1935)-, volviendo a caer en 1954 en otra dictadura, la del General Stroessner, siendo hasta 1989, una de las más largas y sangrientas del continente. Allí llegó por fin, la democracia, aunque de la mano del yerno del dictador, otro militar, el General Rodríguez, y en la que el Partido Colorado -hoy, nuevamente en gobierno, gracias a Mario “Marito” Abdo Benítez- y los liberales auténticos, se alternaron en el poder.
Pasó el tiempo en el que moralmente teníamos la obligación de invocar sólo en esta jornada, el homenaje a los mártires de Chicago y por ende, el Día del Trabajador. Se cayó la religión del proletariado con el fin de la URSS, la tecnología abarató todo y la masividad laboral conseguida en países que han crecido enormemente como China e India, terminó por derribar el mito construido en el mundo desarrollado, a lo largo de décadas: el empleo para toda la vida, rutinario, repetitivo, esclavizante y explotado por terceros (Estado o privados). Por supuesto que éste continúa a través de variadas formas y mantiene su lugar preponderante en muchísimos países, entre otros, los invocados antes, pero al menos, no nos vemos exigidos a levantar banderas y proclamas de emancipación laboral, como si fuéramos meros intérpetes de la Internacional Socialista, como antaño. Afortunadamente, “la clase obrera” ha muerto y su utopía está bien enterrada.
“Recrear una seducción real, no discursiva, al estilo de la existente en los años sesenta, con los vuelos civiles a las Islas, el intercambio académico, los intereses económicos y logísticos, la triangulación de relaciones con otras naciones que pueden apoyarnos en la causa, etc. pueden constituir la llave para esa reconquista pacífica. Habrá que apelar menos a la creatividad en la señalética en las rutas, para convencer a los ya convencidos y usarla en mayor medida en la política pública exterior, para obtener el alma favorable de los “kelpers”.
Completo. Si el país sigue dejando librado a sus interesados -académicos o no-, el tratamiento serio, profundo y a largo plazo, la cuestión Malvinas, sin direccionar sus esfuerzos y haciéndola una de sus tres prioridades reales de Política de Estado (junto a inserción en el mundo e integración regional); si no presionamos al Reino Unido, por vía diplomática y política de otras potencias equivalentes como China, Rusia e India, dejando de confiar ciegamente en lo que haga o pueda hacer o influir su aliado Estados Unidos; si no somos consecuentes en tal sentido, con una lógica de ocupación territorial -en el marco de una geopolítica nacional- y mucho más, con una política de defensa disuasiva que guarde coherencia con la anterior; si manejamos el tema humanitario de la causa (Veteranos y familiares, muertos, suicidios), como si fuera un tema previsional, dejándolo librado a que algún extranjero (oficiales británicos, Cruz Roja Internacional, etc.) brinde su inestimable colaboración desinteresada, etc., no volveremos al archipiélago, excepto para colocar flores en el cementerio de Darwin.
La muerte del orden internacional tal cual lo conocemos? El siempre polémico -y para mí, original- Francis Fukuyama, de descendencia japonesa pero ciudadano norteamericano, brindó una reciente conferencia en Taipei, la capital de Taiwan, el pequeño país que la principal socia norteamericana, China reivindica para sí, desde hace décadas, en ocasión de la guerra entre el Kuominterm de Mao-Zedong y el Kuomintang de Chiang-Kai-Shek. La relevancia de esta conferencia radica en el abordaje de un tema crucial en estos tiempos. En efecto, el pensador neohegeliano, que creía de manera optimista y hasta ingenua, en “el fin de la historia” y que predijo y ratificó el triunfo del capitalismo y la democracia a nivel global, en 1988, por encima del sistema de planificación centralizada y el régimen totalitario de partido único, ahora pareciera volver sobre sus pasos. Hoy, Fukuyama se muestra preocupado por eventos como el “Brexit” y el ascenso electoral de los partidos de extrema derecha y/o populistas y/o nacionalistas que pueden alterar sustancialmente el orden liberal tal cual lo conocemos desde el fin de la II Guerra Mundial.
Subraya Fukuyama que dicho orden liberal se empezó a construir en 1948, con la creación de la ONU y la difusión del sistema económico capitalista, al menos en la mitad del orbe, bajo la hegemonía de Estados Unidos y sus aliados en la segunda conflagración mundial. Más allá de la primera crisis del petróleo en los setenta, ese orden permitió el ascenso de otras potencias económicas, precisamente, dos de las cuales, fueron derrotadas en aquella guerra, como Japón y Alemania, que pudieron aprovechar su momento de recuperación, en algo así como “free-riders” de dicho sistema. Paralelamente, se advertía la declinación relativa de la propia Estados Unidos: como potencia que cubría la mitad del PBI mundial en 1945, descendió 20 puntos en los años setenta. La creación de la Comunidad Económica Europea y el poder de la OPEP eran síntomas de un mundo en cambio pero al mismo tiempo, más interdependiente y cooperativo, más allá del antagonismo de la Guerra Fría.
Sin embargo, en los años ochenta, las políticas de Ronald Reagan y Margaret Thatcher alteraron para siempre el paisaje macroeconómico estructural de los países desarrollados. Con la globalización, dos generaciones más tarde, empezaron a verse los impactos sociales de dichas políticas. Vastos sectores industriales quedaron rezagados, con altas tasas de desempleo, despoblando o languideciendo regiones enteras, mientras otros sectores de la “nueva economía”, como la informática y las finanzas, se expandieron exponencialmente. agudizando este fenomenal cambio estructural. Países otrora pobres y ahora emergentes, como China e India se beneficiaron enormemente con este proceso, recibiendo enormes flujos de inversiones y expandiendo el comercio mundial, con sus producciones e intercambios. De hecho, este orden liberal lo es mucho más que en los años setenta o en los noventa, por el flujo comunicacional y financiero, pero el problema, advirte Fukuyama, es que parece haberse ralentizado y hasta es desafiado por fuerzas opuestas.
Ayer, Corea del Norte, para quien no terminó la Guerra Fría, “festejó” el cumpleaños de su líder Kim-Jong-Un, con un fabuloso desfile militar, en una evidente demostración de fuerza, exhibiendo un misil de alcance intercontinental. Hoy, sábado 15 de abril de 2017, muchos medios y analistas internacionales, especulaban sobre la posibilidad de una especie de “Día D”, es decir, un ataque de la imprevisible Estados Unidos de Trump al territorio norcoreano, lo cual, como indicó el genial Profesor Huntington hace ya 20 años, podría desatar la III Guerra Mundial, que tanto profetiza también, en sus homilías el Papa Francisco. Esta Semana Santa, en la que, paradójicamente, millones de cristianos se dedican al rezo, ayuno, autoflagelamientos, sacrificios de todo tipo pero también al turismo, mostró su contracara en exhibiciones militares: tras bombardear Siria, Estados Unidos hizo lo propio con Afganistán, a través de su bomba no nuclear más poderosa y Rusia de inmediato, anunció que contaba con un artefacto explosivo de mayor magnitud y alcance que la anterior.
Cabe preguntarse, si ya no hay disputas ideológicas, ni tampoco carreras de rearme nuclear como antaño, tenemos el mismo club atómico de 9 miembros de antaño, qué sentido tienen estas bravatas militaristas, en un mundo hiperglobalizado e interconectado en casi todos los niveles? Claramente, el “lobby” militar sigue siendo poderoso en cada uno de los países.
-Choque de civilizaciones
-Diario de una pasión
-Doctor Zhivago
-El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas)
-El Señor de Ballantrae (Robert Louis Stevenson)
-La sociedad abierta y sus enemigos (Karl Popper)
-Motín a bordo
-Reflexiones sobre la Revolución Francesa (Edmund Burke)
-Robinson Crusoe (Daniel Defoe)
-Shakespeare enamorado
-The Last of The Mohicans (Fenimore Cooper)
-The silence of the lambs
-The peacemaker
-Facundo: civilización y barbarie (Domingo Faustino Sarmiento)
FRASES PARA RECORDAR
– “The only thing necessary for the triumph of evil is for good men to do nothing” (EDMUND BURKE)
-“Once we accept our limits, we go beyond them” (ALBERT EINSTEIN)
– “Rien n´est plus puissant qu´une idée dont l`heure est venue” (VICTOR HUGO)
– “No hay edad para vivir un amor intenso, así como creo que el amor es lo único que importa. Todo lo demás son plumas del pavo real, modas para seducir, como cuando un tipo se compra un auto fabuloso. Y el drama es que muchas veces el asiento de al lado va vacío, o con una mujer que no le gusta. No se necesita un Porsche para que una mujer te quiera. Hasta Adam Smith tenía esto claro: la razón por la cual la gente busca la riqueza es para salir del anonimato de la masa y ser querida” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “Our patience will achieve more than our force” (EDMUND BURKE)
– “Ahora la vida es mucho más riesgosa e incierta, aunque, al mismo tiempo, mucho más entretenida. No tengo ninguna nostalgia por el mundo de nuestras abuelas, donde las mujeres se casaban y tenían siete u ocho hijos y quedaban bastante encajonadas en una vida donde había muy poca posibilidad de cambiar De vida, porque no trabajaban” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “To read without reflecting is like eat without digesting” (EDMUND BURKE)
– “Your time is limited, so don’t waste it living someone else’s life” (STEVE JOBS)
– “Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Have the courage to follow your heart ad intuition” (STEVE JOBS)
– “Al final, lo que cuenta no son los años de tu vida, sino la vida de tus años” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Si eres neutral en situaciones de injusticia, es porque estás del lado opresor” (ARZOBISPO DESMOND TUTU)
– “Casi todas las personas son tan felices como preparan sus mentes para serlo” (ABRAHAM LINCOLN)
-“In Italy, for 30 years under the Borgias, they had warfare, terror, murder and bloodshed, but they produced Michelangelo, Leonardo da Vinci and the Renaissance. In Switzerland they had brotherly love, they had 500 years of democracy and peace – and what did that produce? The cuckoo clock” (GRAHAM GREENE)
“Sólo el que ha conocido el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es necesario haber querido morir, para saber cuan dulce es la vida” (EL CONDE DE MONTECRISTO)