PANEL SOBRE LA GUERRA DE UCRANIA EN LA UCALP

Junto a Alberto Hutschenreuter y Mariano Caucino, entre otros connotados panelistas, incluyendo algunos académicos de origen ruso (como Victor Jeifets y Stanislav Tkachenko, participé invitado por la Universidad Católica de La Plata (UCALP) a una jornada de debate sobre la guerra de Ucrania, el día viernes 25 de marzo pasado.

A LOS RUSOS, EL MUNDO NO LOS ENTIENDE

Ayer, tanto el Pentágono americano como el espionaje británico, difundieron la noticia de cierta desinformación y mal asesoramiento en torno al Presidente Putin, queriéndolo convertir en un líder acosado del síndrome o “efecto Potëmkin”. La respuesta del Kremlin no tardó en llegar. Hoy, el vocero del Kremlin Peskov fue enfático respecto a que aquellas usinas del poder occidental, que no casualmente están -tras bambalinas- desde fines de 2021, “fogoneando” a Kiev en contra de Moscú, no entienden al Presidente Putin pero tampoco el mecanismo de toma de decisiones ni el estilo de trabajo del máximo nivel de autoridad en el Kremlin.

Tampoco es ilógico este proceder de la cumbre del poder occidentalista-transatlántica, la misma que está empeñada en sobrevivir aunque los valores del llamado “Occidente”, sean cuestionados desde adentro hace ya tiempo, porque se trata de dos grandes enemigos históricos de Rusia. Uno (Estados Unidos), desde los tiempos de la Guerra Fría, aunque luego, de la caída de la URSS, simulara alguna “amistad” con la Rusia de Yeltsin, tal vez en correspondencia con la debilidad y humillante carácter que ésta presentaba. El otro (Gran Bretaña), archirrival desde mucho antes, tal vez, para poner una fecha, el siglo XIX, empeñándose en frustrar los planes geopolíticos del viejo Imperio zarista, por ejemplo, en Crimea. Allí también cabe mencionar otra excepción: el breve período de conveniencia, matizado por una enorme desconfianza, de 1942-1943, cuando, como documentó sobradamente el periodista británico Alexander Werth, en ocasión de la invasión nazi a Moscú y en virtud de la necesaria defensa aérea de Londres, Churchill recordó que los soviéticos podían serle útiles a sus planes nacionales. Hoy, ambos, norteamericanos y británicos, convergen en sus viejos odios al corazón de la última civilización cristiana en pie, apoyando a una Ucrania (al menos, a su mitad pro-polaca-lituana), que se victimiza y manipula a los poderosos, excepto a su “hermano del alma”.

Sin embargo, este nuevo ataque de esa alianza transatlántica que quizás se niega a ver que el centro del poder mundial gira al sudeste asiático o, tal vez porque precisamente lo ve, al menos intenta retener para sí, gran parte de Europa, intentando dividir el frente ruso, no es novedoso desde la perspectiva rusa, con una experiencia milenaria. Los rusos saben que el mundo, no sólo los americanos y los británicos, no lo entiende desde hace tiempo. Como subraya Iver Neumann, cuando los europeos enviaban a sus primeros diplomáticos a Moscú allá a finales de la Edad Media y pretendían que el Zar, quien se autopercibía él mismo, enviado de Dios a la Tierra, reconociera a sus reyes mundanos o, cuando el francés Marqués de Custine, en apenas tres meses de 1839, apenas conociendo la “culta” San Peterburgo, dibujó para Europa y el mundo entero, incluso por los siglos venideros, una imagen de Rusia, como pueblo bárbaro, brutal, despótico y plagado de siervos, que sólo contenía una apariencia o fachada occidental.

Claro, Custine no se tomó el trabajo ni el tiempo de recorrer semejante mundo en sí mismo, de ese país-continente, su diversidad cultural, su idioma tan complejo, sus claroscuros históricos, su enorme riqueza incluso climática. Como tampoco lo han hecho todos los extranjeros que pisaron Rusia desde aquellos años en adelante. Es más fácil remitirse a la trillada frase de Churchill, citándola pero jamás adentrarse en ese acertijo, misterio o enigma que es Rusia. Es más fácil prejuzgarla, llenarla de estereotipos hollywoodenses, castigarla como se hace ahora con las sanciones occidentales, pero jamás interpretarla de acuerdo a esa enorme sensibilidad humana, para lo bueno y para lo malo, que poseen sobradamente los rusos.

Ojalá esta guerra de Ucrania cambie algo ese destino. Creo que la cancelación de la cultura rusa que se está observando en el mundo pero también el bullying virtual (y real) al que se ven sometidos muchos rusos a lo largo y ancho del planeta, no son buenas tendencias en aquel sentido. De seguir siendo así, ese sexta parte de esta Tierra, que es Rusia, se aislará mucho más aún, tal vez, como nunca antes en la historia, volviendo a creer que el resto de los seres humanos no rusos, no los entendemos ni entenderemos jamás.

Pero ésta será una mala noticia, no sólo para ellos, sino para nosotros mismos, porque nos privaremos de todo lo que ellos pueden crear y entregarnos, desinteresadamente, como lo han hecho a lo largo de siglos. Sólo que esta vez, si Europa, cuando tengan un Napoleón u otro Hitler o quizás, los musulmanes, golpeando las puertas de Viena, y busque la ayuda rusa, ya no la americana, para que la defienda, dudo que la encuentre.

GUERRA EN UCRANIA: ALGUNAS APARICIONES PUBLICAS

TEMORES POR LA INVASION RUSA

EN AMBITO FINANCIERO EL 24 DE FEBRERO

NOTA A TELAM DEL JUEVES 24 DE FEBRERO

NOTA EN EL CANCILLER.COM DEL JUEVES 24 DE FEBRERO

EN REPUBLICA.DE.CORRIENTES.COM, EL 25 DE FEBRERO

EN EL NOTICIERO DE RT EN ESPAÑOL DEL 8 DE MARZO DE 2022

CONVERSATORIO DEL JUEVES 3 DE MARZO

CONVERSATORIO SOBRE LA INVASION RUSA A UCRANIA

Organizado por la agrupación estudiantil Franja Morada, de las Facultades de RRII de la UNR como de la UNICEN. ésta es la síntesis que me preparó gentilmente Fabián Cruz para su Radio Antorchas.

SOBRE RUSIA Y UCRANIA

Invitados por la Fundación Internacional Bases y su Presidente, Federico Fernández, compartimos un panel con Lars-André Richter, Director de la Fundación Naumann en Argentina, acerca de las presentes graves tensiones entre Ucrania y la Federación Rusa. Richter brindó el punto de vista alemán sobre el conflicto mientras quien suscribe, expuso el ruso.

SOBRE LA CUMBRE VIRTUAL BIDEN-PUTIN

Esta es la entrevista que me hiciera la periodista Ana María Serrano, para la TV colombiana (Cablenoticias), en la noche del miércoles 8 de diciembre. Tema central: el encuentro virtual entre los Presidentes de Estados Unidos y Rusia, Joe Biden y Vladimir Putin, respectivamente, por las tensiones entre la OTAN y rusos a propósito de Ucrania.

“CRY MACHO”

En estas cuatro últimas décadas, he aprendido a admirar a Clint Eastwood por su posicionamiento político y hasta moral, que excede las bases y propuestas del propio Partido Republicano norteamericano, esté quien esté al frente, desde Reagan hasta Trump, pasando por George W. Bush (hijo). Sus ácidos cuestionamientos a “la generación de cristal”, la actual juventud, educada en una hipersensibilidad ante los más mínimos obstáculos y hasta criticas, son dignos de mi suprema aprobación. Incluso debo destacar su experiencia política en la gestión pública, como alcalde de Carmel, un pueblo distante a 180 kilómetros de San Francisco, entre 1986 y 1988, donde pasaría a la posteridad por sus obras eficaces que le cambiarían la cara a tal localidad californiana.

Pero el costado artístico de Eastwood también merece halagos y no por ello, de menor jerarquía. Por el contrario, en su labor como actor en más de 70 películas, desde aquellas hoy lejanas, como matón a sueldo en “Harry el Sucio” (1971) y “Magnum 44” (1973), como pistolero implacable en “Por un puñado de dólares” (1964), For a Few Dollars More”(1965), “The Good, the Bad and the Ugly” (1966) y “Los imperdonables” (1992) y ya del lado de la ley y la defensa del Estado, en “Firefox” (1982), Heartbreak Ridge (1986), “Un mundo perfecto” (1993) y “En la línea de fuego” (1993), Eastwood siempre sobresalió por su estilo de protagonista frío, pero con un estilo propio, de mucha sobriedad y hasta delicadeza. Ni hablar como director, destacándose con filmes como “Los puentes de Madison”(1996), Million Dollar Baby (2004), “Gran Torino” (2008), “La mula” (2018), “Richard Jewell” (2019) y su último estreno “Cry Macho” (este año), cautivando como pocos, la emocionalidad del espectador.

Porque si hay alguna gran virtud de Eastwood es la de reflejar con crudo realismo, las vicisitudes de la vida, los dilemas morales que plantea para cada uno de nosotros, nuestra opción de dudar y resolver, la posibilidad de afrontar con un temple especial los momentos aciagos, la actitud si se quiere estoica pero abnegada para uno mismo y los demás. No deja de estar presente en las últimas películas, incluyendo la comentada aquí, la especial simbiosis cultural que se da en Estados Unidos de hoy, entre latinos y anglosajones, ya sea por la cuestión drogas, la inmigración ilegal o sencillamente, los problemas de convivencia familiar que se reproducen particularmente en las regiones fronterizas con México.

“Cry Macho” no sólo aborda esa cuestión cultural, sino que además, plantea una relación intergeneracional especial, la que se da entre una ex estrella de rodeo y criador de caballos y un niño casi adolescente, sobre quien, el primero, en un viaje singular, le enseñará todo lo que sus propios padres desastrosos, uno y otro a cada lado de la frontera, no le supieron, pudieron ni quisieron transmitir: cómo ser un buen hombre.

En estos tiempos de tanta anomia y crisis de la autoridad paternal, pero también maternal, no es poco, pensando en cómo las personas adultas podemos todavía seguir siendo útiles para los jóvenes tan habituados a una especie de orfandad singular, cuasi autista, por lo que optan refugiándose en los videojuegos o cualquier otro escapismo virtual, ante la ausencia moral de sus padres, dada la crisis familiar que afrontamos hace décadas.

El valor significativo de las películas de Eastwood es ése: nos ejemplifica con su conservadorismo moral no trasnochado pero sutil, la necesidad de reivindicar esas enseñanzas que son válidas para todas las generaciones y también cualquier tipo de cultura.

HISTORIA DE UN DIVORCIO

Tuve la oportunidad de compartir dos asados en Córdoba Capital, uno el pasado viernes 15 y otro, el domingo 17. El primero, con algunos amigos y otros, no tanto. El segundo, con amigos y colegas de la Universidad. Excepto dos de todos ellos, aún casados, el resto éramos todos separados o divorciados. También un par, mostró facetas totalmente contrapuestas, mientras se hallan en pleno proceso de separación: uno estaba feliz y esperaba tener nuevas oportunidades de conquista en su nuevo departamento; el otro se hallaba moralmente destruido, durmiéndose en un sofá cada vez que lograba escapar de la mesa de discusiones políticas, las mismas que antes le parecían importantes y ahora pueriles.

Es que claramente, excluyendo las reacciones coyunturales y hasta los intentos de reconstrucción personal a posteriori, la culminación de un matrimonio, cualquiera haya sido su duración, es de una de la peores situaciones de la vida, seguramente, junto con la pérdida de un ser querido. Es la destrucción de los proyectos en común, de los sueños de una vida compartida -máxime si hubo hijos-, la frustración, el desencanto con las virtudes del otro/otra, la exaltación de sus defectos, todo aquello que era percibido antes como positivo, admirable, etc. Es la cruel reflexión de lo invertido en energía, salud y química a lo largo de años, esperando que todo conduzca a buen puerto y la horrible conclusión de un resultado opuesto. Es la terrible y temible concreción de la muerte en vida, porque uno parece haber llegado no sólo al final de una etapa, sino a una suerte de precipicio donde no cabe otra alternativa que saltar -sin paracaídas-. Si abajo hay una laguna sin rocas o la altura no es tan grande, habrá posibilidades de salvación. De lo contrario, es el final.

Para colmo, ese sábado 16, en el medio de los sendos encuentros gastronómicos, tuve la oportunidad de ver un film recomendado por una especialista en TV y producción de imágenes, más preocupada por dichos aspectos técnicos que por su guión. El mismo que versaba casual -o no tan casualmente-, sobre una ruptura matrimonial.

“Historia de un matrimonio” (2019), más allá de la genial interpretación de sus dos protagonistas, a cargo de un ignoto (excepto para los fanáticos de Star Wars) pero genial Adam Driver (una especie de mezcla física noventosa entre Paul Dano y Jason Schwartzmann) y la siempre carismática Scarlett Johansson, revela mucho más que ese cúmulo nefasto de sensaciones que describí al inicio. Lo que resulta en un comienzo de una suerte de culminación matrimonial consensuada, gradualista, mediada con psicólogo de pareja, terminan derivando en un calvario donde los esposos ven autodestruirse su mancomunión de años, merced en gran medida, a sus propios abogados, la perversa Nora Fanshaw (interpretada por Laura Dern) y Jay Marotta (por Ray Liotta). Hasta la presencia transitoria de un abogado más contemporizador como el personaje del veteranísimo Alan Alda (el mismo de “M.A.S.H.”), fue devorada por esa dinámica legalista que consumió las pocas cenizas que quedaban del languideciente matrimonio.

Precisamente, esa competencia judicial tan afín a la idiosincracia norteamericana desde hace décadas, es la que tan sabiamente critica el periodista Frank Gibney, cuando a fines de los setenta, exaltaba por comparación, el modelo armónico y confuciano japonés, como testimonio del éxito económico y social nipón.

A modo de corolario, siempre combinando dos artes que me apasionan, el cine y la música, les dejo estas tres canciones de ABBA. Sí, el grupo sueco que vivió en pleno apogeo profesional como banda de pop, la propia separación matrimonial de sus dos parejas, después de haber dedicado muchos de sus éxitos al amor y la felicidad. La tristeza del proceso se refleja en sus rostros particularmente, en los ojos de ambas mujeres. A lo largo del tiempo transcurrido, podemos ver así cuál fue el balance físico y de salud que tuvo cada uno de los integrantes tras aquellos sendos divorcios.

La reconstrucción de la vida personal a partir de dicho “big bang“, dependerá del tipo de duelo que cada uno realice y la mejor -o más saludable- forma de salida que elija, aunque muchas veces, la racionalidad juega aquí, un papel limitado. De lo que sí estoy seguro, es que, a diferencia de la trama del film citado, no hay que dejar librado el resultado final a los hombres de leyes.