“The end of history will be a very sad time. The struggle for recognition, the willingness to risk one’s life for a purely abstract goal, the worldwide ideological struggle that called forth daring, courage, imagination, and idealism, will be replaced by economic calculation, the endless solving of technical problems, environmental concerns, and the satisfaction of sophisticated consumer demands. In the post historical period there will be neither art nor philosophy, just the perpetual care taking of he museum of human history. I can feel in myself, and see in others around me, a powerful nostalgia for the time when history existed. Such nostalgia, in fact, will continue to fuel competition and conflict even in the post historical world for some time to come. Even though I recognize its inevitability, I have the most ambivalent feelings for the civilization that has been created in Europe since 1945, with its north Atlantic and Asian offshoots. Perhaps this very prospect of centuries of boredom at the end of history will serve to get history started once again”.
Todos recordamos -y criticamos- el optimismo ingenuo de Fukuyama cuando anticipó el “fin de la historia” en “The National Interest” en 1989. Pero al mismo tiempo, en esa ocasión, el célebre pensador también pronosticó algunos de los flagelos que podrían difundirse de la mano de la globalización, entre otras, las pandemias, ocasionadas precisamente por la libre circulación de personas (viajes por todo el mundo).
Cualquiera sea la duración del problema, el impacto económico global es notorio: caída de bolsas, depreciación de activos. Pero más allá de ello, lo que cuenta, a la hora de evaluar conductas morales, es el efecto psicológico. Quizás estemos en el momento bisagra de la pandemia: o se detiene o se agudiza aún más, con consecuencias impredecibles.
Pero el miedo, por las lecciones que recogemos de la historia, no trae buenas noticias. Por el contrario, cuando las sociedades son atacadas por ese “otro mal”, se exageran los costos y el problema original, lejos de acotarse, se expande. La desconfianza se espiraliza y se sobrecarga la labor estatal, sin alcance ni margen suficientes para resolverlo. Como en muchos otros órdenes, por ejemplo, la guerra contra el terrorismo, a partir de 2001, el pánico no fue buen consejero. Algunos demonios novedosos aparecieron y aún es muy dificultoso extirparlos.
Tampoco creer que apelando al llamado a la solidaridad o la “conciencia social”, utilizando recomendaciones de políticas compulsivas sobre la población, como si todos fuéramos orientales, podrá ganarse en eficacia, es caer en otra ingenuidad. El “yo me quedo en casa” puede generar problemas adicionales, como los contagios intrafamiliares o mayor debilidad inmunizatoria.
Es que a diferencia de hace un siglo atrás, la viralización de la información gracias a las nuevas tecnologías, nos permite estar mucho más atentos y ágiles para reaccionar ante un “enemigo invisible” para el cual todavía no hay vacuna. Mientras tal difusión no se convierta en psicosis contraproducente, el equilibrio en materia de prevención, sin caer en sobreactuación, puede tener externalidades más positivas.
Hoy, los judíos están en retirada en Villa Crespo (81.000 habitantes), conservan pocos negocios debido al avance chino pero nadie podrá negar cómo esta comunidad llegó y creció en ese barrio porteño como “Lío” y Berta y tantos otros de clase media, con su casa propia, con su seguro médico, jubilación, auto, veraneo, etc.
Villa Crespo también alberga un club de fútbol, como Atlanta. Allí, actores como Osvaldo Miranda o más recientemente Sebastián Wainrach, profesores universitarios como Eduardo Slomiansky, economistas ligados a la “city” y la banca como Miguel Angel Broda, cada 15 días, concurren los sábados a ver a su equipo favorito sufrir en las categorías de ascenso. Tuvo su época de gloria en los setenta, cuando se codeaba en la “A” con Boca y River -y mi Colón-, con jugadores de jerarquía como Gómez Voglino, el “Turco” Ribolzi, Omar Atondo y un goleador de raza, como Delio Onnis, célebre en Francia, en la misma época donde la clase media “bohemia” tenía un buen nivel de vida.
El mismo que tenían los habitantes de La Paternal (20.000 hab.), con su famoso Asociación Atlética Argentinos Juniors, donde nació Maradona y vivieran entre otros célebres como el ucraniano “César Tiempo”, el actor Pedro Quartucci y los músicos, el tanguero Osvaldo Fresedo y el rockero “Pappo” ; Caballito (176.000 hab.), con su Ferro Carril Oeste; Floresta (38.000 hab.) con All Boys; Mataderos (64.000 hab.) con Nueva Chicago y Villa Luro (33.000 hab.) con su Vélez Sarsfield. Todos disfrutaron de la misma época de progreso y bienestar. Careciendo de clubes de fútbol tan populares y ganadores, otros barrios como Villa Ortúzar (22.000 hab.), Colegiales (53.000 hab.) y Chacarita (28.000 hab.), este último archirrival de Villa Crespo y al que Borges le dedicara mucha atención en sus libros, muestran fisonomías e historias semejantes. Con sus bares, bazares, panaderías, talleres, librerías, gomerías, mercados, ferias, pescaderías, negocios de quiniela, lavaderos, inmobiliarias, mercerías, etc., acrecentaron sus patrimonios aún en un contexto macroeconómico tremendamente adverso como el argentino, pletórico en inflación alta persistente, devaluaciones y confiscaciones.
Claro, a mí no me satisfacen las explicaciones que se precian de científicas intentando enrostrarle al menemismo globalizador, el deterioro social que vivió a partir de los años noventa, dicha clase media otrora tan pujante. Para ser justos, no hay que olvidar tampoco que los porteños tuvieron servicios públicos durante décadas hasta alcanzar la autonomía como Ciudad tardíamente en los noventa y de modo gradual, como la justicia (federal), policía (ídem), transporte (subte, colectivos, trenes), que fueron financiados subsidiariamente por el resto de los argentinos, por el sólo mérito de albergar la capital del país.
Hoy, en favor de ella, el distrito más rico de la Argentina, por ser la sede o matriz de muchas empresas poderosas, ya ha logrado una gran autosuficiencia que depara un enorme debate en torno a sus recursos propios y beneficiarios de sus políticas públicas. Cabe recordar que la ciudad recibe día a día, millones de personas provenientes del conurbano bonaerense, que trabajan en ella, se atienden en sus hospitales, usan su transporte, etc. sin aportar un peso, lo cual genera otra inequidad.
Algunos subsectores de ella pudieron haber sufrido algún traspié, incluyendo los jubilados aunque ello no es atribuible por supuesto sólo a esta barriada porteña, pero el grueso pudo evitar la caída, lo cual es fácil de percibir hoy con sólo pasear por dichos barrios. La creciente marginalidad, con villas al interior de algunos de ellos, como la Villa Fraga; la delincuencia al estilo “punguismo”; el avance cartonero; el cierre de comercios, etc., no ha sido mayor en estos barrios que en otros. Hoy, el Parque Centenario refleja en parte, esa decadencia, con la presencia de muchas parejas jóvenes con niños, con un lenguaje, vestimenta y códigos que distan mucho del que uno está habituado a escuchar o ver en zonas como Palermo, Recoleta o Belgrano.
Ese mismo Parque en los alrededores, presenta a diario, una buena cantidad de puestos de vendedores de libros usados, el cual es un indicador más de la impronta cultural y artística de estos barrios porteños. Alberto Fernández, el actual Presidente argentino, es un vecino connotado de La Paternal y como él, hay muchos académicos, intelectuales, creativos, etc. que terminan generando un contraste enorme -uno más- con algunas ciudades del interior del país, donde puede existir cierto vigor productivo e industrial pero ambientes carentes de vida cultural.
Tampoco el Estado ha retrocedido. Hay una sucursal del Banco Nación cada 10 cuadras, hay policía de la Ciudad más la Federal patrullando calles y veredas, el Gobierno de Rodríguez Larreta ha embellecido parques y paseos, construido viaductos, limpiando áreas abandonadas como los alrededores del Cementerio de la Chacarita, aunque siga viviendo una familia entera allí, al lado de los muertos célebres allí (Gardel, Vandor, Rucci, Calabró, Pugliese, “Tita” Merello, Guy Williams “El Zorro”, Ariel Ramírez, Quinquela Martín, Sandrini, Troilo, Olmedo, Porcel, Gilda, Cerati, Bonavena, etc.) y “fantasmas”.
Incluso el mercado no les dio la espalda. El “boom” de Palermo derramó hacia estos barrios citados, sobre todo los más cercanos. Hubo negocios tradicionales que se reciclaron o especializaron. La Avenida Warnes, célebre en el país por su enorme oferta repuestera para autos y camionetas, continúa con vida y hasta parece revitalizada de la mano de Toyota y otras marcas extranjeras. Pudieron venderse casas o edificios para que se instalen allí gigantes de los medios como Fox Sports, radios como la de Luis Majul, empresas discográficas que crecieron después de 2001 y hasta Universidades privadas.
De acuerdo a la fría estadística, la ciudad de Buenos Aires tiene un ritmo inmobiliario cambiante, fluctuante, incesante pero demográficamente estable. En las últimas siete décadas, su población se mantiene incólume en 3 millones de habitantes. Una muy baja tasa de natalidad, una inmigración que se mantiene alrededor de 15 % de la población -mucho menor que la de inicios del siglo XX- y una esperanza de vida muy elevada lo cual revela un profundo envejecimiento, explican aquella estabilidad. Barrios enteros como Puerto Madero se han sumado pero están dedicados a la inversión inmobiliaria, hotelería y alquiler selectivo para turistas. Muchos porteños de clase alta han emigrado hacia la zona norte (Vicente López, Olivos, Tigre, Pilar, etc.). Lo que ha crecido enormemente es el primer cordón del conurbano (Avellaneda, Lanús, La Matanza, Quilmes): ello explica la duplicación poblacional diurna de la Capital Federal, fácilmente visible en estaciones de trenes y buses como Retiro y Constitución. El corazón de la vieja Buenos Aires todavía permanece vigente en los barrios que hemos citado y descrito aquí: donde hay paz por las tardes, se baldean veredas y los vecinos toman mate en las veredas.
Los barrios citados con su medio millón de habitantes, son otra cara más de la diversa pero excitante Ciudad de Buenos Aires y por ende, del también variopinto país en el que nací. Ningún estereotipo ni tampoco explicación fácil sirven para describir su realidad. Pertenecen a una realidad nacional y urbana con una baja productividad pero al mismo tiempo, con una increíble vitalidad y hasta capacidad de reacción. La misma que me transmitían Lío y Berta cada vez que los veía. Ellos también son ejemplo de supervivencia en esta Argentina tan especial, a su manera.
El tenis es mi deporte favorito y no podía dejar de estar en la inauguración del Abierto argentino, luego de nuestro paso por Hamburgo 2019.
En pleno corazón de Palermo, el Lawn Tenis Club, donde yo mismo jugara con mi ex profesor de tenis y diplomático retirado Darío Mengucci en 2017, es el escenario de este tradicional torneo.
Aquí ganaron Nadal, Ferrer, Moyá y Almagro, entre otros españoles, además del brasileño “Guga” Kuerten.
En algún momento, triunfó Fontanarrosay se hizo “normal” el vocabulario con “malas palabras” o insultos sin ninguna necesidad, incluyendo los medios de comunicación. Hacerlo es sinónimo de creer que uno se identifica con la gente común y por lo tanto, tal popularidad garantiza ayor audiencia o “rating“.
En algún momento, el desapego a la palabra empeñada se transformó en habitual y entonces hasta fue festejada la transgresión. La conducta honorable ya no fue ejemplaridad y por el contrario, empezó a verse como objeto de burla.
En algún momento, la vulgaridad ganó espacio como nunca. En los videographs de los noticieros se visualizan errores groseros de ortografía. Los panelistas no convocados por sus experticias o saberes en un tema sin por otros atributos no necesariamente meritocráticos, gritan sin escucharse los unos y los otros. Pero también lo hacen las conductoras, como si estuvieran en su propio ámbito privado. Lo chabacano es ley porque no existe la mesura ni el autocontrol. El crimen de Villa Gesell ha ilustrado como nunca antes, esa hegemonía del exceso (atroz): tal vez estremezca, porque se trata de jóvenes de clase media.
Podría seguir con un listado de conductas o acciones que veo y analizo a diario, en la calle, en el trabajo, en los diferentes ámbitos públicos en los que nos movemos. Tal vez, al igual que el cine, la música rock nacional de los años dos mil, refleje mejor que nada, ese ocaso al que nos referíamos. Estos dos videos pueden ser ilustrativos de él, con la tolerancia a la indisciplina laboral y el culto a la apropiación de lo ajeno.
Algunos dirán que mi reflexión es la de un conservador nostálgico de tiempos que tampoco eran lo que “imagino” o que el cambio tecnológico o el reino de lo políticamente incorrecto, han ganado terreno no sólo en Argentina sino en el mundo, por lo que esta vulgarización que describo es generalizada.
También podría decirse que esta Argentina anómica, violenta y -paradójicamente- sin reacción, está encontrándose a sí misma, al desnudo, mostrando tras 36 años de democracia, lo que realmente es o, ha sabido construir, sin tutelajes de ningún tipo, a diferencia de otras sociedades. Esa es su originalidad, aunque duela.
El viento es diario, con mayor o menor intensidad, incluyendo ráfagas de 60 a 80 km. por hora. El sol, especial por el agujero en la capa de ozono, impacta de lleno en la piel humana, resecándola de manera anormal. El frío nocturno completa la agresividad del clima patagónico.
Ese viento pone a prueba la potencialidad del aprovechamiento de energía eólica, por ejemplo, cerca de la santacruceña Caleta Olivia (CO) y la chubutense Comodoro Rivadavia (CR). Es que la Patagonia, está toda atravesada por la tensión entre energías renovables y no renovables. Al lado del furor por Vaca Muerta en Neuquén, que elimina cualquier grieta entre kirchneristas y anti K, el petróleo y la minería, no así insólitamente la pesca, forman parte de la historia de incentivos naturales innegables que ofrece la Patagonia. El primero de ellos en CO y CR pero también la propia Tierra del Fuego.
No dejé nunca en este largo viaje, con el que coroné el fin del 2019 y el inicio del 2020, de valorar el esfuerzo de argentinos, chilenos y hasta peruanos que viven en estas alejadísimas latitudes, en poblaciones minúsculas, casi insignificantes, comparables a ciudades o pueblos de envergadura media o pequeña de la “Pampa Gringa” argentina. Gente que a lo largo de décadas, ha emigrado de las regiones más pobres pero también de las más prósperas del propio país y vecinos, en aras de construir futuros más venturosos o con el fin de dejar atrás historias negativas.
La diferencia es que aquí no venden en las calles o rutas: ya ciudadanos argentinos o residentes, son empleados públicos provinciales o municipales, regentean hoteles o trabajan como personal doméstico. Ya no emigran con el ritmo o la intensidad de los años sesenta o setenta, cuando Argentina era un paraíso al lado de Chile o Perú. Hoy, la situación se ha emparejado a favor de ellos pero igualmente, cuando se suscitan nuestras ya habituales crisis cambiarias, ellos se vienen. Es sintomático que haya una delegación nacional de Migraciones en Río Gallegos, ciudad cercana a los dos pasos limítrofes con Chile en dicha Provincia tan cara a los afectos kirchneristas.
CR es una ciudad progresista pero desigual por el petróleo. Ofrece una renta per cápita elevada pero mucha gente vive en sus alrededores en barrios más bien periféricos. Forma parte de la costa chubutense, marcadamente diferente del Parque Nacional Los Alerces (Futalaufquen, Verde, Rivadavia, Menéndez, Krugger, etc.) que allende a la cordillera, resguarda a ciudades como Esquel y Trevelín. A esa zona, la recorrí embelesado por sus paisajes “suizos” hace 3 décadas, como mochilero, con el hoy médico residente en Badajoz (España) Germán Lucini, su hermano profesor de educación física, Raúl, el también galeno (santafesino) Ignacio “Nacho” López Candioti, el traumátólogo rosarino Javier Sosa Escalada, que nos dejó sin una carpa a mitad del viaje y otros compañeros.
Vinieron a estas tierras cuando el General Julio Argentino Roca buscaba expulsar a los indios, de una manera mucho más eficaz que lo intentado décadas atrás por el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas. Criticado en Córdoba por genocida y demás, Roca aquí llevó y llegó la civilización de su mano, expulsando a los indios (yámanas, onas y patagones), entregando a los campos extensos a militares y familias allegadas, etc. No fue el patrón civilizatorio del Lejano Oeste norteamericano. Aquí no hay que dejar de mencionar la intención chilena de ocupar y poblar la Patagonia. Lo que hizo Roca fue un ejercicio pleno de soberanía, más allá de las teorías conspiracionistas con las que nos hemos habituado los argentinos desde la infancia y que alguna vez citó Carlos Escudé creyendo que son nuestros vecinos los expansionistas cuando tal vez en la realidad, sea exactamente al revés.
Los habitantes patagónicos han gozado de subsidios varios (consumo de gas o naftas) o la promoción industrial de la electrónica y electrodomésticos, que financian el resto del país, pero resulta claro que el crecimiento de la población ha sido mínimo: Argentina en las 3 últimas décadas de democracia, jamás ha promovido ninguna política eficaz y de largo plazo que le diera al lejano sur, la importancia estratégica que merece. Todo lo cual por supuesto, descompromiría el enorme desequilibrio estructural regional que hoy favorece tanto al conurbano bonaerense.
La infraestructura argentina es mínima, siendo cada vez más reemplazada por el clientelismo de intendentes y gobernadores. Los funcionarios nacionales de Obras Públicas, dependientes de Mario Meoni, ahora serán los interlocutores de los “zares” patagónicos: polideportivos, asfaltado de calles, alumbrado de calles, gas natural y agua potable, autovías provinciales. Claro, con poca transparencia, con desigualdad ante la ley (intendentes y gobernadores amigos versus rivales), con montos per cápita absolutamente desproporcionados. Esa “película” ya la vimos con De Vido y su favoritismo a Leones en desmedro de Marcos Juárez en Córdoba: ahora con Martín Gill, viviremos una historia parecida, pero con miles de intendencias a nivel nacional.
Mientras tanto, el debate de qué hacer con la Patagonia, por qué y para qué tenerla, qué hacer con sus poblaciones famélicas mientras seguimos poblando el conurbano bonaerense para favorecer al peronismo, podrá continuar ad infinitum, mientras se consolida la tendencia unitarista del país.
Párrafo final para los Kirchner. Ellos vivieron e hicieron política en el sur, sobre todo por su demagógica campaña por los Hielos Continentales en los noventa y dos mil y obviamente, en el feudo de la Provincia de Santa Cruz. No fui testigo de una sóla obra pública ni siquiera en Río Gallegos que demuestre o justifique tantos años de gestión tanto de Néstor como Intendente y Gobernador como de CFK como senadora nacional en la etapa previa a ellos en la Presidencia de la Nación. Algo que realmente confirma mi hipótesis de que en Argentina, no es la eficiencia o responsabilidad en la gestión pública la que legitima gobiernos o reelecciones de políticos en los máximos cargos, sino el liderazgo de las redes clientelares financiadas con recursos nacionales (por ejemplo, en la Patagonia, regalías petroleras). Esa fue la “virtud” de la familia Kirchner para lograr el poder, mantenerse en él y acrecentarlo hasta arribar al corazón federal, Buenos Aires en 2003, de la mano del antimenemismo de la familia Duhalde.
He aquí el mausoleo de Néstor Kirchner en la ciudad de Río Gallegos.
A modo de despedida, luego de mi quinto viaje a la Patagonia, recordando el patrimonio universal de estas tierras majestuosas del “fin del mundo”, le recomendaría a Greta Thunberg que se haga una escapada a esta región tan lejana, incluso que se llegue a la Isla de los Estados como lo hizo Mario Markic “En el camino” y redescubra in situ, el sentido de su lucha ecologista, en lugar de elegir el altar mediático de sus combates a los líderes mundiales.
PD: la mención a la Isla de los Estados y a Julio Verne tiene un gusto especial para mí, porque la primera, gran y única referencia de la existencia de Argentina que tenía mi novia Ekaterina cuando la conocí hace 9 años, era simplemente ésa, referida a su lectura infantil de “Los hijos del Capitán Grant”.
En Borgholm, tras un par de videos filmados en tiempos del suceso de MTV, la dupla que había nacido en 1986, pudo ganar fama mundial, sobre todo al alcanzar los principales charts norteamericanos y británicos, a fines de lo ochenta y comienzos de los noventa.
El recuerdo de aquella música pegadiza, con baladas inolvidables, que marcaron años hermosos de mi vida, como el trienio 1990-1993, pero también de toda la generación X, se torna inevitable ahora, al saber que ya no podremos contar más con la presencia física en un escenario de la cantante principal, fallecida tras una larga enfemedad, la semana pasada. La misma que se animó a cantar descalza en Borgholm.
Claramente, “las cosas ya nunca más serán lo mismo”.
Cuando hoy leía la noticia de que, luego de una década, los integrantes de “Carta Abierta” decidían cerrarla, porque se había acabado la “resistencia” al gobierno de Macri que mañana termina, no dudé en recordar el papel de otros dos intelectuales de otro tiempo y lugar, que contrastan notoriamente con la actitud de aquéllos. Mientras los argentinos citados, adoptan antes que nada, el rol de “militantes”, los dos que mencionaré, cada uno bajo las circunstancias que les tocó vivir, asumieron compromisos manifiestos, con sus convicciones o saberes primero, con sus sociedades o sus países o el mismo mundo después, aunque no necesariamente con sus gobiernos. Es más, hasta podría decirse que tuvieron una enorme valentía, porque además de enemistarse o ser incomprendidos por muchos de sus pares, también se convirtieron en enemigos de esos gobiernos que alguna vez dijeron cobijarlos.
Los casos que quiero recordar, son los de Alan Turing (1912-1954) y Hannah Arendt (1906-1975).
No fue el nacionalismo hoy tan de moda en el Reino Unido del “Brexit” de Johnson ni la retribución a Churchill, quien lo apoyaría incondicionalmente, sino la vanidad, el orgullo y en todo caso, el amor a su precoz pareja masculina (Christopher Morcom), los que motivaron a Turing para tal hazaña. Precisamente, enterado el gobierno británico de tal condición de homosexual, lo castigó con dureza, a la castración química y en tal circunstancia de humillación y desamparo, Turing, con apenas 41 años cumplidos, podría haberse suicidado, algo que no resulta totalmente claro aún.
Por ello, Arendt fue denostada por los lectores del New Yorker, pero también por la mayoría de los cuerpos académicos de la Universidad de Princeton (1959-1963), la Universidad de Chicago (1963-1967) y la New School of Social Research de New York (1967-1975) donde trabajó y sobre todo, por sus amigos, muchos de ellos judíos sobrevivientes e intelectuales como ella. Incluso el propio Estado de Israel la atacó y agravió, a ella que había sido una sionista desde el inicio. Apenas fue defendida por el editor William Shawn y sobre todo, su tercer marido, el profesor de Filosofía, Heinrich Blücher-como antes con Turing, su “esposa por contrato”, Joan Clarke-.
Arendt creía firmemente en la relevancia de la voluntad individual, incluso para elegir en situaciones extremas como las que impone un régimen totalitario. Por eso, no escatimó críticas a los “consejos judíos” que colaboraron con los nazis, en los campos de concentración, escogiendo previamente a los prisioneros, para salvarlos o no en las cámaras de gas, aunque fuera “políticamente incorrecto” para su época. Justificar el juicio y la condena a Eichmann, no significaba que no se pudiera entender la lógica de su accionar pero a su vez, también, desnudar la conducta cómplice de los líderes de su propio credo, tan aberrante en términos morales, como la de aquel burócrata que todas las noches dormía con su familia, después de jornadas criminales enteras.
Los casos citados demuestran que cuando un intelectual descubre, racionaliza o simplemente piensa, porque ésa es su principal razón de ser (o pasión), sin terceras intenciones, llegando a conclusiones no necesariamente complacientes con alguien, una catarata de diatribas seguramente recibirá, al extremo de terminar con las vidas de los involucrados. Turing no soportó la presión o tal vez, la soledad sin su amado; Arendt siguió viviendo pero en una suerte de ostracismo o vacío del establishment académico, aún cuando ella siguió defendiendo sus posturas con hidalguía pero sobre todo, valentía. Pero ambos, tildados injustamente de soberbios o vanidosos, eran espíritus inquietos, a quienes les llamaba la atención lo que al común de los mortales, no les atrae: en el caso de Turing, con una enorme dificultad desde pequeño para comunicarse oralmente, con los demás, la criptografía era una fórmula adecuada para disimular tal carencia.
Quizás esos valores escaseen hoy en todo el mundo. Hay demasiada complacencia con el poder de turno, demasiado interés profesional, demasiada vocación de arribismo, cero convicción, cero compromiso con la verdad, cero principismo. El mejor homenaje que les podemos hacer a los Turing y a los Arendt y a tantos “incómodos”, “curiosos”, “locos” o “anormales”que se jugaron la vida por el arte de pensar muy diferente, tanto en sociedades “libres” -en el caso de ambos- como en totalitarias o autoritarias -muchos otros-, es no renunciar jamás a nuestras convicciones, a nuestras ideas, a nuestras presunciones, a nuestros descubrimientos, incluso aunque parezcan caprichos. Es la única manera de sacudir la modorra, el letargo, la levedad en los que se mueven las nuevas generaciones, sólo habituadas a la pasividad y comodidad que le imponen las tecnologías en continua evolución, lo cual las convierte en fáciles presas para el poder.
Algunos, como los ex “Carta Abierta” ya han renunciado a tales propósitos.
Estados Unidos exhibe hace tiempo, grandes virtudes sociopolíticas y económicas, que la condujeron a ser una superpotencia mundial, como por ejemplo, el talento emprendedor e innovador de tal sociedad; la habilidad para importar cerebros haciéndolos sentir mejor que en su país de origen; el notable federalismo tan arraigado en la conciencia del norteamericano medio; la temprana independencia familiar de los hijos; la escasa y hasta negativa valoración que tiene el Estado en el plano público; la fortaleza institucional de un presidencialismo, original, inédito en su época, a prueba de magnicidios, de Roosevelt y hoy, del propio Trump, la enorme confianza en los terceros no familiares (capital social), que permite como decía Tocqueville, una admirable vocación de crear organizaciones privadas y voluntarias.
Claro, cada una de esas mismas virtudes pueden asumir costos no deseados o mostrar ciertas contracaras no demasiado positivas. El desarraigo familiar, cuando no deriva en una mayor responsabilidad individual, puede conducir a un elevado y creciente consumo de drogas entre los adolescentes. El nulo estatismo mental del norteamericano medio, tal vez, se relacione con una sociedad que se autoorganizó desde su origen en el siglo XVII incluyendo la desmonopolización del uso de la fuerza, es decir, la libre portación de armas, lo cual se traduce en recurrentes epidemias de violencia. Tanta democracia e institucionalidad, aún con -o gracias al- voto voluntario como praxis sociales, los estimula erróneamente a creer que todo el mundo puede ser democratizado o democratizable como ellos, omitiendo diferentes trayectorias históricas, culturas, etc., todo lo que luego, alienta el intervencionismo militar sin siquiera medir intereses geopolíticos.
La mafia se inscribe dentro de estos claroscuros. Al ser -antes, no ahora- una sociedad tan abierta al foráneo, tan receptiva al emigrante, venga de donde venga, sobre todo, insisto, desde su origen, porque así se fundó, como una tierra de peregrinos que escapaban de la opresión, la persecución y los privilegios de sangre, uno de los fenómenos quizás indeseables, que vino en los barcos, fue la mafia -la italiana, la china, la irlandesa, la judía, la católica-.
Por eso, Hollywood también ha rendido tributo desde hace tiempo a esta peculiar forma de hacer negocios vía el crimen organizado, aprovechando la gran cantidad de directores y actores de sangre italiana que ha reclutado a lo largo del tiempo, para mostrar la particular y ominosa forma de vida de los Corleone, los Soprano y Cía, ya sea con un tinte biográfico o desde la mirada de los agentes de la ley y el orden. Por eso, no sorprendió el pasado fin de semana, el extraordinario éxito del estreno -cuándo no vía Netflix– de la última película del director y productor neoyorquino Martin Scorcese y otros tres “peso pesado” de la talla de los septuagenarios legendarios Robert De Niro, Al Pacino y sobre todo, Joe Pesci -en otra memorable actuación-, en “The Irishman” (“El irlandés”).
Esa película describe a lo largo de tres horas, la vida de Frank Sheeran, un americano de origen irlandés que habiendo tenido una traumática experiencia en Italia en la Segunda Guerra Mundial, sirviendo a las órdenes del polémico General Patton -rabioso anticomunista- y matando a oficiales y soldados nazis ya rendidos, cuando regresa a Estados Unidos, tras manejar un camión de reparto de carne ovina, escala rápidamente de la mano del siniestro Russell Bufalino (mafia siciliana). “El irlandés” se convertirá pronto en chofer, guardaespaldas, confidente y sicario del todopoderoso jefe del sindicato de camioneros, los “Teamsters”, Jimmy Hoffa. El guión elegido por Scorcese es demostrativo de cómo, sobre todo en estos tiempos de Millennials pragmáticos, tanta vida de holgura y poder está asociada a la muerte desde el inicio hasta el fin, matando en vida al propio mafioso, cargado de culpas por haber derribado el muro entre lealtad y traición pero también alejándolo de una forma u otra, de quienes dijo “proteger” -sus familiares-, condenándolo a la peor de las prisiones en la vejez: el olvido en la soledad.
Claro, salvando las distancias, existen algunas sutiles diferencias entre las mafias de Estados Unidos y Argentina.
Allá, los mafiosos son condenados efectivamente a purgar sus buenos años a la cárcel, porque la justicia existe y no es “camelo”. Además, los dirigentes delictivos prefieren usar la Quinta Enmienda para no no autoincrimnarse cada vez que llegan a la instancia judicial oral. Luego, directores y guionistas valientes difunden la historia a través del cine y ganan dinero por ello.
Aquí, mientras tanto, difícilmente terminen sus años en la cárcel porque usan los fueros legislativos para evitar ir a prisión o, suelen ser convincentes con sus alegatos victimizándose y rotulando a los jueces como sus verdugos al servicio de intereses oscuros. Conviene trabajar para ellos y no morir asesinado “aunque parezca que fue un accidente”, denunciando sus negociados.
Mientras, en un país se intenta plasmar la igualdad ante la ley aún con dificultades, en el nuestro, reina una impunidad y la desconfianza en la justicia.
Además de la compra de Alaska al poco visionario Zar ruso en 1867, la adquisición de la Louisiana a los franceses, por parte de Jefferson en 1803, al oeste del Río Mississipi, fue decisiva para estimular la colonización de miles y miles de americanos, además de gentes de otras latitudes (chinos, japoneses, judíos, hindúes, hasta chilenos y peruanos). Incluyendo la mítica batalla del Alamo (1836), el triunfo sobre los mexicanos en el bienio 1846-1848, permitiendo anexar Texas, California, Arizona y Nuevo México -equivalente a la pérdida del 50 % del territorio para el país vecino-, le dio mayor certidumbre al horizonte del proyecto colonizatorio al que se le sumó la “fiebre del oro” (1848-1849). En cualquier caso, fue el “America First” del siglo XIX, porque semejante empresa civilizatoria, se hizo con la anuencia del Estado americano, pero por cuenta y riesgo de los propios colonos: tal aventura implicaba, priorizar la territorialidad americana, ampliándola, urbanizándola, conectándola vía el ferrocarril. Ello explica por qué y a diferencia del resto del continente, Estados Unidos pudo plasmar el sueño hamiltoniano de una industria nacional fuerte y pujante, “protegida”, sí, pero naturalmente, por la gran expansión de su geografía habitable y cultivable.
Esa conquista del “Far West” no fue nada sencilla. El cine de Hollywood ha hecho innnumerables reconocimientos a tal proeza humana. Tal vez de manera edulcorada y un tanto nacionalista ostentosa, “for export” luego de la II Guerra Mundial: Gary Cooper, James Stewart, John Wayne, Robert Mitchum, Richard Widmark, Henry Fonda, Anthony Quinn, Clint Eastwood y tantos otros actores han protagonizado recordadas películas donde personificaban a los vaqueros, pistoleros, “cowboys”, incluso “sheriffs” y “marshalls”, que con sus caballos y revólveres inventados por Samuel J. Colt, se batían en duelos memorables, aquellas formas nobles de dirimir reyertas, venganzas, “cazar recompensas” o cobrar viejas deudas pendientes entre sí o con forajidos, deseosos de asaltar las caravanas de miles de migrantes que surcaban las praderas hasta poder instalarse y fundar poblados.
Muchos de los colonos eran sectas religiosas, como los mormones, lo cual les permitió avanzar en grupos fervorosos, autoorganizados y solidarios, lo cual les permitió continuar y afrontar con estoicismo la larga travesía, plagada de obstáculos: los robos a las carretas y diligencias, el cuatrerismo (hurto de ganado), la amenaza india y las enfermedades mortales como la disentería y el cólera. La trata, o sea, la compra y venta de mujeres para la prostitución, ya era común por aquellos años, considerando la gran cantidad de hombres dedicados a actividades económicas como el trabajo en las minas, el cultivo de cereales, la cría de ganado vacuno o la instalación de vías férreas o postes de telégrafo. Ellas eran clave para los burdeles y saloons, donde también los hombres montaban casas de apuestas. Pero la “otra mujer”, la de la familia, tenía un doble papel: en el hogar estrictamente, con el cuidado de sus hijos pero sobre todo, a cargo de la educación pública, civil y religiosa. Las viudas que se habían convertido en pioneras y las amerindias, también eran protagonistas de la vida civil en los nuevos asentamientos. Las condiciones climáticas y sobre todo, los inviernos, tampoco eran muy estimulantes para aquellas primeras sociedades del “Lejano Oeste”.
Todo ese tipo de adversidades pero también epopeyas, construyeron el mito del esfuerzo y sobreesfuerzo americano, personalmente responsable, arrollador, exitoso, capaz de lograr lo imposible y desde esa autoestima colectiva, se fueron construyendo los pilares de una nación que luego en el siglo XX, sobre todo, en su segunda mitad, lideraría el mundo.
La pregunta que cabe hacerse es si el entusiasmo de Trump por esa idea del “America First” es justificado, considerando que el mito del “Far West” tuvo algún componente racista pero al mismo tiempo, implicó una aceptación y hasta una búsqueda deliberada de la nación americana, aún con su propio camino -expansionista- por un lugar en el mundo. Precisamente, no parece ser ésa la intención del discurso trumpiano, más inclinado a retraer o replegar el espíritu americano hacia dentro y así, tornarlo incompatible y hasta confrontativo con el resto del globo.
-Choque de civilizaciones
-Diario de una pasión
-Doctor Zhivago
-El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas)
-El Señor de Ballantrae (Robert Louis Stevenson)
-La sociedad abierta y sus enemigos (Karl Popper)
-Motín a bordo
-Reflexiones sobre la Revolución Francesa (Edmund Burke)
-Robinson Crusoe (Daniel Defoe)
-Shakespeare enamorado
-The Last of The Mohicans (Fenimore Cooper)
-The silence of the lambs
-The peacemaker
-Facundo: civilización y barbarie (Domingo Faustino Sarmiento)
FRASES PARA RECORDAR
– “The only thing necessary for the triumph of evil is for good men to do nothing” (EDMUND BURKE)
-“Once we accept our limits, we go beyond them” (ALBERT EINSTEIN)
– “Rien n´est plus puissant qu´une idée dont l`heure est venue” (VICTOR HUGO)
– “No hay edad para vivir un amor intenso, así como creo que el amor es lo único que importa. Todo lo demás son plumas del pavo real, modas para seducir, como cuando un tipo se compra un auto fabuloso. Y el drama es que muchas veces el asiento de al lado va vacío, o con una mujer que no le gusta. No se necesita un Porsche para que una mujer te quiera. Hasta Adam Smith tenía esto claro: la razón por la cual la gente busca la riqueza es para salir del anonimato de la masa y ser querida” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “Our patience will achieve more than our force” (EDMUND BURKE)
– “Ahora la vida es mucho más riesgosa e incierta, aunque, al mismo tiempo, mucho más entretenida. No tengo ninguna nostalgia por el mundo de nuestras abuelas, donde las mujeres se casaban y tenían siete u ocho hijos y quedaban bastante encajonadas en una vida donde había muy poca posibilidad de cambiar De vida, porque no trabajaban” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “To read without reflecting is like eat without digesting” (EDMUND BURKE)
– “Your time is limited, so don’t waste it living someone else’s life” (STEVE JOBS)
– “Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Have the courage to follow your heart ad intuition” (STEVE JOBS)
– “Al final, lo que cuenta no son los años de tu vida, sino la vida de tus años” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Si eres neutral en situaciones de injusticia, es porque estás del lado opresor” (ARZOBISPO DESMOND TUTU)
– “Casi todas las personas son tan felices como preparan sus mentes para serlo” (ABRAHAM LINCOLN)
-“In Italy, for 30 years under the Borgias, they had warfare, terror, murder and bloodshed, but they produced Michelangelo, Leonardo da Vinci and the Renaissance. In Switzerland they had brotherly love, they had 500 years of democracy and peace – and what did that produce? The cuckoo clock” (GRAHAM GREENE)
“Sólo el que ha conocido el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es necesario haber querido morir, para saber cuan dulce es la vida” (EL CONDE DE MONTECRISTO)