Paradójicamente, me esperaba una cruda nevazón, una de las primeras del mes, que anticipaba el -que me imagino- un crudo invierno, el mismo que espantó seguramente a las tropas francesas de Napoléon Bonaparte en el siglo XIX y las alemanas de Hitler a mediados del XX. Las imágenes con un cielo gris plomizo, fácil de divisar apenas el vuelo de Lufthansa que me traía de Frankfurt, se aprestaba a llegar a uno de los tres grandes aeropuertos moscovitas, Schremétyevo.
La mítica Plaza Roja de Moscú lucía así por aquellos días.
Se cumplen 80 años del inicio de la II Guerra Mundial, comenzada precisamente por los alemanes y 3 décadas de la caída del Muro de Berlín, así que, qué mejor ocasión para conocer la tradicional capital alemana, tan a menudo discriminada por los avatares históricos en favor de Bonn, Colonia, Hannover y hasta Hamburgo.
A poco de recorrer sus estaciones de transporte público integrado (tren-metro-tranvía-bus), la ciudad (con 3,5 millones de habitantes) deja entrever su vitalidad, multicoloridad y diversidad, expresada en la gran cantidad de razas que la pueblan, la pluralidad de idiomas y vestimentas que se ven como las conductas humanas, en las que prevalece el respeto por el otro.
Berlín ilustra cabalmente lo que es Alemania siglo XXI: una nación integrada con una gran inmigración, pero donde todo funciona, con buenos precios, bajos costos, dotada de un orden sistémico, aunque no sea perfecto, como muchas veces se la idealiza y tampoco luzca estéticamente. Prueba de ello último, es la proliferación de cocheras para autos, construidas a puro hierro.
La máxima expresión de aquel
dinamismo y variedad étnica lo exhibe el barrio de Chalottenburg, situado en la
parte oeste de la ciudad. Allí viven cerca de 400.000 personas, pero el 35 % de
ellas, no son alemanas, sino árabes, turcos, iraníes e hindúes en un primer
grupo minoritario; luego le siguen griegos, italianos y otras nacionalidades de
Europa meridional; finalmente, rusos, ucranianos y kazajos, componen un 4 % de
aquella población. Con sólo visualizar los bares, restaurantes y hoteles, puede
verificarse la presencia masiva de estas comunidades no germánicas.
Muchísimos turistas se dan cita en Alexanderplatz, donde se halla la torre famosa de la TV alemana y el reloj mundial, con una gran cantidad de negocios de comida rápida y cerveza por doquier.
Unos kilómetros más allá, se halla la Puerta de Brandeburgo -colmada de manera insólita y surrealista, por los Hare Krishna, venezolanos pro-Maduro contra el “intervencionismo imperialista norteamericano” (la Embajada de Estadov Unidos está al lado del monumento) y pueblos originarios latinoamericanos- y el Reichstag alemán.
El Bundestag donde Frau Merkel, junto a su sucesora en 2021, la actual Ministra de Defensa, Annegrette Kramp-Karrenbauer, homenajearon el fracasado golpe militar y atentado del Coronel Von Sttaufenberg contra Hitler en 1944, también se ubica allí cerca, en medio del Parque Zoológico de Berlín, a metros del Monumento de la Victoria (construida a fines del siglo XIX y en pie durante la guerra), más las estatuas del Canciller de Hierro, Otto Von Bismark y el general Von Moltke, sobre la famosa Under den Linden (Avenida de los Tilos).
Un párrafo aparte merece el recordatorio del Muro y el puesto fronterizo donde eran latentes las tensiones entre soldados aliados y soviéticos en plena Guerra Fría (1961-1989). Hoy, hindúes o chilenos que apenas saben del acontecimiento que dividió al mundo, lo banalizan, eligiendo postear sus fotos desde aquel lugar tan especial.
Al recorrer la ciudad, no dejan de resonar las palabras de Kennedy, tratando, con la famosa frase con la que titulo este artículo, de congraciarse con los berlineses o de Ronald Reagan cuando le pidió a Gorbachov que haga todo lo necesario para derribar el Muro. Pero también imagino la fortaleza y capacidad de resistencia del pueblo alemán: los numerosos ancianos septuagenarios u octogenarios, manejando sus bicicletas y hasta sillas de ruedas de última generación, como si aquella guerra que vivieran cuando niños tal vez hasta huérfanos y con ejércitos extranjeros ocupando su hogar, no hubieran hecho mella en sus cuerpos.
Por eso, yo también les tributo mi homenaje a lo Kennedy con su célebre frase y les “perdono” sus licencias contemporáneas, como los buses perdiendo su puntualidad famosa; cierta desidia con la jardinería; algunos mendigos durmiendo en los túneles o los automovilistas sin frenar ante un cruce peatonal, todo lo contrario al relato alemán de postguerra de su supuesta infalibilidad y excepcionalidad. Prefiero enfatizar en esa otra capacidad, tan estoica ante tanto dolor, aunque como hemos visto en el propio caso de Frau Merkel y sus temblores, el cuerpo les pase factura por ser como son.
El último párrafo, para el cruce de la Filosofía en una calle berlinesa.
No habia forma de convencer en abril de 1986, al 80 % de mis compañeros y docentes de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR que la URSS no era el “paraíso perfecto” ni estaba del lado correcto de la historia. Ni siquiera con la expectativa favorable generada por la llegada, desde la agrícola pero discriminada por las políticas estalinistas, Stavrópol, de Mikhail Gorbachov, como nuevo Secretario General del PCUS en marzo de 1985.
Sus discursos reconociendo las carencias estructurales del sistema comunista soviético, precedidas de la huelga obrera y represión militar del régimen de Jaruzelski en Polonia, algunos años antes y el fracaso militar de la invasión a Afganistán, no parecían calar hondo en la intelectualidad argentina en otra muestra más de su habitual encapsulamiento. Tuvo que ocurrir una tragedia como la de Chernóbyl, para que aquí, algunos empezaran a abrir los ojos.
Hoy, con la perspectiva de la distancia temporal, ésta es mi opinión sobre lo ocurrido, además de sus repercusiones en la Rusia actual.
Bueno, he allí la duda. Porque a poco de memorizar correcta e íntegramente los hechos, hubo una marcada participación soviética, legitimada por Roosevelt y Churchill en diferentes Cumbres, decisiva a la luz de lo ocurrido, a lo fines de quebrar el frente alemán. Esa invisibilización, para nada ya sorprendente, explica tal vez, la ausencia de Rusia de este tipo de eventos, lo cual le permite por un lado, habilitar su propio festejo cada 9 de mayo en la Plaza Roja y por el otro, ignorar la fiesta occidental, al recordar Putin con su colega chino Xi-Jinping, los 70 años de relaciones entre Moscú y Pekín.
Otra sutil manera que demuestra la propensión rusa de sentir y exhibir fastidio ante cada omisión adrede de un “Occidente” venido a menos y la apuesta a futuro al próximo hegemón mundial.
El año pasado se cumplieron 100 años del final de la I Guerra Mundial, un conflicto eminentemente europeo, pero que fue tremendamente sangrienta y detonó incluo revoluciones, como la bolchevique en Rusia. Precisamente, esa guerra enfrentó entre otros, a alemanes y rusos, a pesar de los vínculos dinásticos entre las familias gobernantes de ambos países. Sin embargo, Lenin negoció la paz con los germanos quienes a cambio, le financiaron su levantamiento contra el Zar Nicolás II Romanov. En 1917, éste abdica y se genera una situación caótica en el propio frente de batalla, con innumerable cantidad de soldados rusos que desafían a la oficialidad en nombre de la “nueva libertad” y desertan en forma masiva, volviendo a sus hogares, al carecer ya de legitimidad, morir por el Zar.
Los alemanes incentivan la situación, al convidar con alcohol (brandy) y tabaco a sus enemigos. Ambos ejércitos bailan donde antes peleaban y los rusos se desbandan, ebrios y ladrones, en cada aldea que recorren. Los soviets y los comisarios políticos comunistas obran aún como fuerzas más disolventes.
En San Petersburgo, ante semejante panorama anárquico, el gobierno provisional y constitucionalista de Alekandr Kerenski, trata de sobrevivir, manteniendo la decisión de afrontar la guerra. En tal contexto, intenta usar como factor estimulante, a un batallón de mujeres jóvenes, liderada por la fornida suboficial, oriunda de Veliki Nóvgorod, María “Yashka” Bochkariova (en ruso, Мари́я Лео́нтьевна Бочкарёва), quienes podrían actuar como aleccionadoras en un frente donde los hombres aparecían como traidores y cobardes.
Como hace algunos años antes, la película estrenada en 2008, llamada “Almirante” (en ruso, “Адмираль”), sobre la vida del Almirante Kolchak,el film presentado en 2015, denominado “Batallón” (o “Батальонъ” en ruso) rescata aquella trama de la rica historia rusa, omitida adrede en el relato historiográfico soviético. En la era putinista, impregnada de nacionalismo y amor a la tierra, por encima de cualquier ideología, además de valores como el honor y el heroísmo, la nueva película “calza perfecta”. Incluso, lo hace para contrastar de manera inteligente, con el feminismo postmoderno occidental (o europeo), que tiende a anular la femeneidad.
En el film, puede observarse la notable valentía de aquellas 300 mujeres menores de 35 años, de todas las clases sociales, que dejando familias atrás o queriendo vengar a esposos o novios, iban al frente a luchar contra un enemigo a priori, supuestamente amigable pero traicionero que hasta solía usar gases tóxicos para amilanarlas. La cruel lucha en trincheras y cuerpo a cuerpo, con el rezo o la bendición previa del cura ortodoxo, completan un cuadro que ilustra cabalmente tanto la heroicidad como la religiosidad del pueblo ruso.
Un último detalle. En la película, nada se dice de la forma cruel en que murió fusilada en mayo de 1920, la fornida Bochkariova, condenada por un tribunal soviético en un juicio absolutamente parcial, al igual que el Almirante Kolchak. Ambos eran jefes del movimiento blanco, antibolchevique, que lucharía en la guerra civil que siguió a la Revolución. Tampoco se informa de cómo los norteamericanos no cumplieron con su promesas de apoyo militar a ambos líderes. Por alguna razón que no conocemos, el cine putinista prefirió omitir tales referencias, concentrándose en la historia de valor de aquellas mujeres.
Cuatro de los catorce jugadores de la Selección de Inglaterra que le acaba de ganar a Suecia en Samara, la lejana Rusia, apenas habían nacido cuando en el Mundial de Italia en 1990, los “Three Lions” lograron su último pase a semifinales de una Copa ecuménica. Como condenada por el destino, desde el único y último campeonato jugado en su casa en 1966, la trayectoria inglesa en Eurocopas y Mundiales, no conocía otro destino que penurias. Incluso aquel logro de hace 28 años, fue menospreciado por una triste eliminación por penales, a manos del luego campeón, la Alemania de Beckenbauer.
En efecto, la Argentina, país especialista en generar grietas inútiles, se enfrascó durante años en un largo debate acerca de estilos futbolísticos que encarnaron los dos entrenadores técnicos, campeones del mundo. César Luis Menotti en 1978, tras haber conducido un proceso que empezaría empatando 2 a 2 con una entonces poco poderosa España en Madrid en octubre de 1974 hasta su culminación en forma de fracaso, en el Mundial de ese país en 1982. Carlos Salvador Bilardo, campeonando en 1986 y saliendo subcampeón mundial en 1990, tras su inicio al frente del combinado nacional en 1983. Mientras Menotti pregonaba un estilo más bien lírico, de buen juego, atildado, sin demasiada defensa, a lo Huracán de 1973, Bilardo favorecía un juego mucho más defensivo, de alta marca y presión y hasta contragolpe, más bien de manera similar al Estudiantes de La Plata de los años sesenta y setenta.
-Choque de civilizaciones
-Diario de una pasión
-Doctor Zhivago
-El Conde de Montecristo (Alejandro Dumas)
-El Señor de Ballantrae (Robert Louis Stevenson)
-La sociedad abierta y sus enemigos (Karl Popper)
-Motín a bordo
-Reflexiones sobre la Revolución Francesa (Edmund Burke)
-Robinson Crusoe (Daniel Defoe)
-Shakespeare enamorado
-The Last of The Mohicans (Fenimore Cooper)
-The silence of the lambs
-The peacemaker
-Facundo: civilización y barbarie (Domingo Faustino Sarmiento)
FRASES PARA RECORDAR
– “The only thing necessary for the triumph of evil is for good men to do nothing” (EDMUND BURKE)
-“Once we accept our limits, we go beyond them” (ALBERT EINSTEIN)
– “Rien n´est plus puissant qu´une idée dont l`heure est venue” (VICTOR HUGO)
– “No hay edad para vivir un amor intenso, así como creo que el amor es lo único que importa. Todo lo demás son plumas del pavo real, modas para seducir, como cuando un tipo se compra un auto fabuloso. Y el drama es que muchas veces el asiento de al lado va vacío, o con una mujer que no le gusta. No se necesita un Porsche para que una mujer te quiera. Hasta Adam Smith tenía esto claro: la razón por la cual la gente busca la riqueza es para salir del anonimato de la masa y ser querida” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “Our patience will achieve more than our force” (EDMUND BURKE)
– “Ahora la vida es mucho más riesgosa e incierta, aunque, al mismo tiempo, mucho más entretenida. No tengo ninguna nostalgia por el mundo de nuestras abuelas, donde las mujeres se casaban y tenían siete u ocho hijos y quedaban bastante encajonadas en una vida donde había muy poca posibilidad de cambiar De vida, porque no trabajaban” (ARTURO FONTAINE TALAVERA)
– “To read without reflecting is like eat without digesting” (EDMUND BURKE)
– “Your time is limited, so don’t waste it living someone else’s life” (STEVE JOBS)
– “Todos los hombres nacen iguales, pero es la última vez que lo son” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Have the courage to follow your heart ad intuition” (STEVE JOBS)
– “Al final, lo que cuenta no son los años de tu vida, sino la vida de tus años” (ABRAHAM LINCOLN)
– “Si eres neutral en situaciones de injusticia, es porque estás del lado opresor” (ARZOBISPO DESMOND TUTU)
– “Casi todas las personas son tan felices como preparan sus mentes para serlo” (ABRAHAM LINCOLN)
-“In Italy, for 30 years under the Borgias, they had warfare, terror, murder and bloodshed, but they produced Michelangelo, Leonardo da Vinci and the Renaissance. In Switzerland they had brotherly love, they had 500 years of democracy and peace – and what did that produce? The cuckoo clock” (GRAHAM GREENE)
“Sólo el que ha conocido el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es necesario haber querido morir, para saber cuan dulce es la vida” (EL CONDE DE MONTECRISTO)