INTELECTUALES: UNA CUESTION DE COMPROMISO

Cuando hoy leía la noticia de que, luego de una década, los integrantes de “Carta Abierta” decidían cerrarla, porque se había acabado la “resistencia” al gobierno de Macri que mañana termina, no dudé en recordar el papel de otros dos intelectuales de otro tiempo y lugar, que contrastan notoriamente con la actitud de aquéllos. Mientras los argentinos citados, adoptan antes que nada, el rol de “militantes”, los dos que mencionaré, cada uno bajo las circunstancias que les tocó vivir, asumieron compromisos manifiestos, con sus convicciones o saberes primero, con sus sociedades o sus países o el mismo mundo después, aunque no necesariamente con sus gobiernos. Es más, hasta podría decirse que tuvieron una enorme valentía, porque además de enemistarse o ser incomprendidos por muchos de sus pares, también se convirtieron en enemigos de esos gobiernos que alguna vez dijeron cobijarlos.

Los casos que quiero recordar, son los de Alan Turing (1912-1954) y Hannah Arendt (1906-1975).

Turing era inglés, matemático, criptógrafo, profesor universitario del King´s College de Cambridge, maratonista y hasta precursor de la informática y la inteligencia artificial moderna. Ayudó a descifrar el Código Enigma, el mismo que usaban los alemanes durante la II Guerra Mundial, con el fin de coordinar toda su logística armamentística y movimientos de conquista de Europa y Africa. Con su equipo de talentosos como él, en el sur de las Islas, en Blechley Park, con infinita paciencia y en el mayor secretismo incluso varias décadas más tarde del final del conflicto, durante dos años diseñó una máquina capaz de lograr aquel objetivo, evitando así la continuación de la guerra por dos años a tres años y salvando de esa manera, entre 14 a 21 millones de vidas adicionales a las que hubo.

No fue el nacionalismo hoy tan de moda en el Reino Unido del “Brexit” de Johnson ni la retribución a Churchill, quien lo apoyaría incondicionalmente, sino la vanidad, el orgullo y en todo caso, el amor a su precoz pareja masculina (Christopher Morcom), los que motivaron a Turing para tal hazaña. Precisamente, enterado el gobierno británico de tal condición de homosexual, lo castigó con dureza, a la castración química y en tal circunstancia de humillación y desamparo, Turing, con apenas 41 años cumplidos, podría haberse suicidado, algo que no resulta totalmente claro aún.

El ejemplo de Hannah Arendt es aún más indignante por las críticas que recibió. Hannoveriana, de origen judío (por adopción), habiéndose criado en Köenigsberg (hoy la rusa Kaliningrado), la ciudad de Immanuel Kant -el padre del “imperativo categórico”- había sufrido en carne propia, el horror de la persecución nazi en el comienzo del régimen pero sobre todo, de los colaboracionistas franceses, logrando escapar milagrosamente a Estados Unidos. En mayo de 1960, cuando el Mossad israelí detuvo “ilegalmente” al “carnicero” nazi Adolf Eichmann -en suelo argentino donde vivió como “un buen vecino”- y lo condujo a un juicio en Tel Aviv, Arendt le reclamó al New Yorker, que la contrate como corresponsal para ser testigo periodística de semejante suceso. Quería estudiar el comportamiento y la declaración de Eichmann. Llegó a la conclusión que el genocida no era un monstruo ni un demonio como pretendía mostrar el lobby judío para victimizar una vez más al “pueblo elegido”. Había actuado según una cadena de mandos, una verdadera división del trabajo, donde cada uno de los engranajes cumplía con su tarea, él, uno más, bajo la jefatura del temible Doctor Mengele. Arendt brillantemente expondría esta secuencia bajo el concepto de “la banalidad del mal”.

Por ello, Arendt fue denostada por los lectores del New Yorker, pero también por la mayoría de los cuerpos académicos de la Universidad de Princeton (1959-1963), la Universidad de Chicago (1963-1967) y la New School of Social Research de New York (1967-1975) donde trabajó y sobre todo, por sus amigos, muchos de ellos judíos sobrevivientes e intelectuales como ella. Incluso el propio Estado de Israel la atacó y agravió, a ella que había sido una sionista desde el inicio. Apenas fue defendida por el editor William Shawn y sobre todo, su tercer marido, el profesor de Filosofía, Heinrich Blücher-como antes con Turing, su “esposa por contrato”, Joan Clarke-.

Arendt creía firmemente en la relevancia de la voluntad individual, incluso para elegir en situaciones extremas como las que impone un régimen totalitario. Por eso, no escatimó críticas a los “consejos judíos” que colaboraron con los nazis, en los campos de concentración, escogiendo previamente a los prisioneros, para salvarlos o no en las cámaras de gas, aunque fuera “políticamente incorrecto” para su época. Justificar el juicio y la condena a Eichmann, no significaba que no se pudiera entender la lógica de su accionar pero a su vez, también, desnudar la conducta cómplice de los líderes de su propio credo, tan aberrante en términos morales, como la de aquel burócrata que todas las noches dormía con su familia, después de jornadas criminales enteras.

Los casos citados demuestran que cuando un intelectual descubre, racionaliza o simplemente piensa, porque ésa es su principal razón de ser (o pasión), sin terceras intenciones, llegando a conclusiones no necesariamente complacientes con alguien, una catarata de diatribas seguramente recibirá, al extremo de terminar con las vidas de los involucrados. Turing no soportó la presión o tal vez, la soledad sin su amado; Arendt siguió viviendo pero en una suerte de ostracismo o vacío del establishment académico, aún cuando ella siguió defendiendo sus posturas con hidalguía pero sobre todo, valentía. Pero ambos, tildados injustamente de soberbios o vanidosos, eran espíritus inquietos, a quienes les llamaba la atención lo que al común de los mortales, no les atrae: en el caso de Turing, con una enorme dificultad desde pequeño para comunicarse oralmente, con los demás, la criptografía era una fórmula adecuada para disimular tal carencia.

Quizás esos valores escaseen hoy en todo el mundo. Hay demasiada complacencia con el poder de turno, demasiado interés profesional, demasiada vocación de arribismo, cero convicción, cero compromiso con la verdad, cero principismo. El mejor homenaje que les podemos hacer a los Turing y a los Arendt y a tantos “incómodos”, “curiosos”, “locos” o “anormales”que se jugaron la vida por el arte de pensar muy diferente, tanto en sociedades “libres” -en el caso de ambos- como en totalitarias o autoritarias -muchos otros-, es no renunciar jamás a nuestras convicciones, a nuestras ideas, a nuestras presunciones, a nuestros descubrimientos, incluso aunque parezcan caprichos. Es la única manera de sacudir la modorra, el letargo, la levedad en los que se mueven las nuevas generaciones, sólo habituadas a la pasividad y comodidad que le imponen las tecnologías en continua evolución, lo cual las convierte en fáciles presas para el poder.

Algunos, como los ex “Carta Abierta” ya han renunciado a tales propósitos.

“THE IMITATION GAME” (2014)

“HANNAH ARENDT Y LA BANALIDAD DEL MAL” (2012)


“REMAKES” BRITANICAS COMO BALADAS ROMANTICAS

Tanto el cantante londinense (aunque hijo de escocés) Rod Stewart como el también inglés Bryan Ferry deben su fama a grandes éxitos tanto en singles como álbumes de la genial década del ochenta. Sin embargo, a medida que los años fueron pasando para sus carreras artístico-profesionales, fueron evolucionando hacia la difusión de canciones de ritmo más lento, cuando no, más bien de tono romántico.

Aquí seleccionamos tres de ellas, dos a cargo de un mismo solista.

En el caso de Stewart (74 años de edad), la canción “Still the same”, es su versión de la melodía del mismo nombre que compuso por primera vez en 1978, el norteamericano de género “country”, Bob Seger (74 años), el mismo de “Against the wind” (1980).

Letra (lyrics):

You always won, everytime you placed a bet
You’re still damn good, no one’s gotten to you yet
Everytime they were sure they had you caught
You were quicker than they thought
You’d just turn your back and walk
You always said, the cards would never do you wrong
The trick you said was never play the game too long
A gambler’s share, the only risk that you would take
The only loss you could forsake
The only bluff you couldn’t fake

And you’re still the same
I caught up with you yesterday
Moving game to game
No one standing in your way
Turning on the charm
Long enough to get you by
You’re still the same
You still aim high

There you stood, everybody watched you play
I just turned and walked away
I had nothing left to say

‘Cause you’re still the same
You’re still the same
Moving game to game
Some thlngs never change
You’re still the same

En cambio, Ferry (73 años de edad), quien se hizo muy célebre por su gran canción “Slave to love” (1985) en la banda sonora de la recordada película de alto volumen erótico (para la época) “Nueve semanas y media” (1986), pudo reproducir con su particular estilo de barítono glamoroso, la famosa canción de John Lennon -junto a su esposa Yoko Ono-, “Jeaulous guy”.

Letra (lyrics):

I was dreaming of the past
And my heart was beating fast
I began to lose control
I began to lose control
I didn’t mean to hurt you
I’m sorry that I made you cry

Oh my I didn’t want to hurt you
I’m just a jealous guyI was feeling insecure
You might not love me anymore
I was shivering inside
I was shivering inside
Oh I didn’t mean to hurt you
I’m sorry that I made you cry
Oh my I didn’t want to hurt you
I’m just a jealous guy

I didn’t mean to hurt you
I’m sorry that I made you cry
Oh my I didn’t want to hurt you
I’m just a jealous guyI was trying to catch your eyes
Thought that you was trying to hide
I was swallowing my pain
I was swallowing my pain
I didn’t mean to hurt you


I’m sorry that I made you cry
Oh no I didn’t want to hurt you
I’m just a jealous guy
Watch out baby I’m just a jealous guy
Look out baby I’m just a jealous guy

También aquí vamos a sumar un excelente single llamado “Johnny y Mary”, que antes que Ferry, difundió el también inglés Robert Palmer, fallecido de un infarto de miocardio, a la edad de 54 años en 2003, en <París. La particularidad de esta versión es que cuenta con la musicalización del DJ noruego Todd Terje.


Letra (lyrics):

Johnny’s always running around
Trying to find certainty
He needs all the world to confirm
That he ain’t lonely Mary counts the walls
Knows he tires easily


Johnny thinks the world would be right
If it could buy truth from him
Mary says he changes his mind
More than a woman
But she made her bed
Even when the chance was slim


Johnny says he’s willing to learn
When he decides he’s a fool
Johnny says he’ll live anywhere
When he earns time to Mary combs her hair
Says she should be used to it


Mary always hedges her bets
She never knows what to think
She says that he still acts like he’s
Being discovered
Scared that he’ll be caught
Without a second thought
Running around

Johnny feels he’s wasting his breath
Trying to talk sense to her
Mary says he’s lacking a real
Sense of proportion
So she combs her hair
Knows he tires easily


Johnny’s always running around
Trying to find certainty
He needs all the world to confirm
That he ain’t lonely
Mary counts the walls
Says she should be used to it
Johnny’s always running around
Running around

Cabe recordar que el británico antes de emprender su carrera solista formó parte de la banda de punk-rock, “Roxy Music”, con quienes puso en los primeros lugares de los rankings musicales, a “More than this”, la misma que cobró fama tardía en la película “Perdidos en Tokio” (2003), en la que una joven Scarlett Johansson coprotagonizaría con el veterano Bill Murray.

LA PRISION DE LOS REYES

Europa, siglo XVIII, sí, el mismo llamado de “la Ilustración” o de “las Luces”, en el cual, se suponía, sobre todo, a partir de la Revolución Francesa, la razón humana se impondría sobre la religión y la superchería. A la luz del siglo XXI en el que vivimos, se supone que hemos involucionado un poco, no?, sobre todo, para los neohegelianos que piensan la vida y el mundo en términos teleológicos.

Vuelvo al contexto. Aquel fue el primer siglo de la historia de la humanidad, en el que comenzaba a ser incómodo nacer y mantenerse como rey. Tras la Revolución Inglesa instaurando la especial “república” (o dictadura parlamentaria) de Oliver Cromwell (1599-1658) y la Gloriosa Revolución de 1688 que depositó en el trono británico, a un príncipe holandés (Guillermo de Orange, luego Guillermo III) y su esposa María (luego María II), lenta pero inexorablemente, empezaría a prevalecer el axioma de “el rey reina pero no gobierna”. Una verdadera crisis de identidad sobrevolaría las cortes europeas, empezando por la propia inglesa.

No en vano, tres historias, recogidas por el cine, ilustrarían las enfermedades, los pesares, las depresiones y hasta las desventuras y/o desdichas de tres monarcas: la inglesa Ana (la primera como tal de la Gran Bretaña unificada), el inglés Jorge III y el danés Cristián VII.

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TRIBUTO A “JASON KING”

Independientemente de si se llamaba Peter Wyngarde o según si nació en Francia, el mismo día que mi padre, un 23 de agosto, pero de 1927, este actor británico, de vida licenciosa, guarda un especial recuerdo para mí, por su actuación en otra de mis series favoritas, “Departamento S”. Allí personificaba a “Jason King”, un novelista excéntrico y hedonista, de historias policiales, que solía trabajar en una unidad especial de Interpol, con otros tres compañeros -uno de ellos era el personaje del americano Joel Fabiani-, en la dilucidación de las mismas.

El género de la novela policial siempre ejerció un particular atractivo durante mi infancia y adolescencia, no sólo por Sherlock Holmes y Agatha Christie, sino, originariamente por este personaje de la serie británica aludida, que tuvo una vida efímera (1969-1970) y con el nombre del propio “Jason King” (1971-1972). Tan poca presencia televisiva provocó una gran influencia, incluso en la propia cinematografía inglesa, cuando muchos años después, Mike Myers reconoció la gravitación de “Jason King” en su personaje de la película “Austin Powers”.

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DUNKERQUE: UN FILM BELICO ORIGINAL

Hay incontable número de películas y series de guerra a lo largo y ancho de la historia del cine. Las más recientes que recuerdo, como “Pelotón” en los ochenta, “La delgada línea roja” y “Rescatando al soldado Ryan” en los noventa y, “Pearl Harbour” en los dos mil, para no mencionar aquellas acerca de las guerras del Golfo, Irak o Afganistán, ya empezaban a contener guiones no sólo épicos sino humanísticos, que tenían relación con la resistencia anímica al conflicto y la muerte, la supervivencia, el noble sentimiento de salvar aún al desconocido y hasta romances generados a la sombra del enfrentamiento. Esas historias parecen enteramente condensarse en el reciente film de Christopher Nolan, que se contextualiza en el drama del rescate de casi 33o.000 soldados aliados (200.000 británicos y 100.000 franceses y belgas), en las playas de Dunkerque en Normandía en plena invasión alemán nazi a Francia, en plena II Guerra Mundial, entre fines de mayo y principios de junio de 1940.

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LADY DI, “LA PRINCESA DEL PUEBLO”, 20 AÑOS DESPUES

El 31 de agosto de 1997, Lady Diana Spencer, Princesa de Gales y aspirante al trono británico, merced a su unión matrimonial con apenas 19 años de edad, con el Príncipe Carlos (12 años mayor que ella) de la Familia Windsor en una celebrada ceremonia en 1981, fallecía a causa de un aún misterioso accidente automovilístico en un túnel de París (Francia), junto a su reciente novio, el multimillonario egipcio Dodi Al-Fayed, tras una intensa persecución de “paparazzis” en motos.

La “Reina de Corazones”, una plebeya londinense, una simple maestra de escuela había captado el interés del mujeriego solterón Charles en 1977 y dos años más tarde, noviarían hasta el mencionado casamiento a plena pompa. Pronto, conquistaría el favor popular de los británicos, como ningún miembro de la familia real lo hacía desde tiempos inmemoriales, con la expectativa de que su llegada al trono tarde o temprano, implicaría una fenomenal renovación de la institución milenaria. Pero tanto el recelo de su nueva familia como su relación con el propio Carlos, al poco tiempo, empañada hasta su destrucción, por su relación histórica paralela (desde 1970) con Camilla Parker-Bowles, obstaculizarían esos planes.

Con el nacimiento de sus dos hijos, William (en 1982) y Harry (en 1984) y el transcurso de los años, Diana se las ingenió para esquivar semejante peso vivencial, un verdadero calvario palaciego, incluyendo el acoso sensasionalista de la prensa inglesa, la denuncia de sucesivos amantes, bulimia nerviosa, intentos de suicidios y la propia separación de facto, ya al sexto año, de Carlos. Desarrolló su propio perfil principesco, se dedicó a cultivar una diplomacia cultural -conocida fue su lucha contra las minas antipersonales en todo el mundo-, fue aclamada por toda la comunidad de ex colonias británicas y logró una fuerte penetración mediática que en no pocas ocasiones, rivalizó y hasta opacó a la de todos los Windsor, incluyendo a su suegra, la legendaria Reina Isabel II.

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GUERRA DE MALVINAS: EL AUTISMO DE LA POLITICA EXTERIOR ARGENTINA

Las cientos de veces que cruzamos esos carteles en las rutas argentinas, siempre me recuerdan la pregunta cruda e incisiva de mi novia, proveniente de un país milenario y guerrero que acaba de recuperar Crimea: “y qué han hecho por recuperarlas?”. La respuesta tal vez, lógica, hubiera sido una guerra victoriosa, pero esa opción, que ella conocía, en realidad, apela a que más allá de tanto cartel y discurso nacionalista hipócrita, efectivamente, a lo largo de casi dos siglos, los argentinos no hemos hecho nada concreto ni eficaz, excepto desde el fútil plano discursivo, para que las Islas sean parte del territorio argentino.

 

La reflexión vale, para estos días cuando se celebran 35 años del desembarco de los conscriptos argentinos en el archipiélago, desalojando por apenas un bimestre, a las escasas fuerzas británicas allí apostadas, custodiando al entonces gobernador Rex Hunt, hecho en el cual, perdiera la vida, el Capitán Giacchino, el primero de una larga lista de algo menos de un millar de desafortunados de los dos bandos, que perecerían en esa absurda guerra.

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