LA PRISION DE LOS REYES

Europa, siglo XVIII, sí, el mismo llamado de “la Ilustración” o de “las Luces”, en el cual, se suponía, sobre todo, a partir de la Revolución Francesa, la razón humana se impondría sobre la religión y la superchería. A la luz del siglo XXI en el que vivimos, se supone que hemos involucionado un poco, no?, sobre todo, para los neohegelianos que piensan la vida y el mundo en términos teleológicos.

Vuelvo al contexto. Aquel fue el primer siglo de la historia de la humanidad, en el que comenzaba a ser incómodo nacer y mantenerse como rey. Tras la Revolución Inglesa instaurando la especial “república” (o dictadura parlamentaria) de Oliver Cromwell (1599-1658) y la Gloriosa Revolución de 1688 que depositó en el trono británico, a un príncipe holandés (Guillermo de Orange, luego Guillermo III) y su esposa María (luego María II), lenta pero inexorablemente, empezaría a prevalecer el axioma de “el rey reina pero no gobierna”. Una verdadera crisis de identidad sobrevolaría las cortes europeas, empezando por la propia inglesa.

No en vano, tres historias, recogidas por el cine, ilustrarían las enfermedades, los pesares, las depresiones y hasta las desventuras y/o desdichas de tres monarcas: la inglesa Ana (la primera como tal de la Gran Bretaña unificada), el inglés Jorge III y el danés Cristián VII.

En efecto, Ana Estuardo (1665-1714), hija de Jacobo II y hermana de María II, tenía la gota, una terrible enfermedad que le inflamaba sobremanera las piernas, obligándola a estar sentada o postrada casi todo el tiempo. Lo peor no era eso: su calvario previo de haber perdido 17 de sus 19 hijos, por abortos espontáneos o muertes al nacer. Durante su breve reinado (1702-1714) pero larga convalecencia, se dedicaba a criar 17 conejos, uno por cada hijo perdido, llamándoles por sus nombres respectivos.

Cristián VII (1749-1808), con un padre alcohólico, tenía esquizofrenia. Eran comunes sus delirios, sus ataques de cólera, sus impulsos que lo llevaban a patear a sus cortesanos, etc. Según los médicos, en una época de mucho curanderismo, todo ello era causado por su apego crónico a la masturbación, aunque el rey era famoso por recorrer de noche, los burdeles en busca de prostitutas.

Por último, Jorge III (1738-1820) parecía normal hasta que enloqueció o sufrió una enfermedad que puede conducir a la locura, la llamada porfiria, a partir de la infausta noticia de la primera gran pérdida de la colonias británicas de América del Norte. Unas dos décadas permaneció así, hasta que un buen día pareció recobrar la cordura de modo insólito, aunque a la postre moriría.

Tanto las películas “La favorita” (2018) como “La reina infiel” (2012) y “La última locura del Rey Jorge” (1994), decriben estas situaciones, respectivamente. También son suficientemente elocuentes de cómo ante tal vacío de poder, todo ello fue aprovechado por mujeres inescrupulosas y lésbicas, como Lady Sarah Churchill (1660-1744), la Duquesa de Marlborough -antepasado de Sir Winston Churchill y Lady Diana Spencer- y su prima, la criada luego devenida en baronesa de Otes, Abigail Masham, que competían por el favor de la pobre Reina Ana; Carolina Matilde de Hannover (1751-1775), la hermana de Jorge III, casada con Cristián VII pero en evidente romance infiel con el médico librepensador y progresista, admirador de Voltaire y Rousseau, el Doctor Johann Friedrich Struensee (1737-1772), ambos de trágico final y, finalmente, Sir William Pitt “el Joven”, el gran Premier británico y el hijo de Jorge III, el Príncipe de Gales, quien luego sería Jorge IV, ocupándose de prolongar la naciente  hegemonía parlamentarista sobre las intrigas palaciegas.

Aún con semejante triste destino, anticipando o blanqueando que siempre las cortes fueron verdaderas jaulas para reyes y príncipes, como quedó demostrado para tantos monarcas como Eduardo VIII, Jorge VI,  la propia Princesa de Gales “Lady Di” y sus hijos los aún Principes William y Harry, como decía Jorge III, a ellos y ellas, “los mantenía el pueblo para les muestren felicidad” –fingida- y hasta hoy mismo, no obstante que ya Meghan Markle exhiba hasta el hartazgo, una banalidad plebeya, la monarquía en Gran Bretaña, Dinamarca y otros no pocos países más, sobrevive, con una mayoría popular favorable a su existencia. Alguna razón misteriosa existirá para que ello ocurra.

Acerca de Marcelo Montes

Doctor y Magister en Relaciones Internacionales. Politólogo. Profesor universitario, área Política Internacional. Analista de la política exterior de la Federación Rusa. Investigador. Columnista de medios de comunicación escrita, radial y televisiva. http://consultoriayanalisisrrii.blogspot.com.ar/ https://twitter.com/marceloomontes
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