“SUSPICIOUS MIND”

Elvis Prestley hubiera cumplido hoy 86 años. Tal vez lo hubiéramos disfrutado aún subiendo a algún escenario, ya no para cantar pero sí para rendirle algún homenaje quizás en una ceremonia de entrega de los Grammy’s, incluso vía zoom. Pero dudo que con su naturaleza capricorniana, pragmática y en términos de legado, eso tuviera un efecto satisfactorio en su espíritu inquieto, dinamizador pero nada duradero y hasta autodestructivo.

Yo prefiero recordarlo a través de su música, la misma que dejara una impresionante estela en otros músicos posteriores que fueron popularizando sus canciones grabadas en la época dorada de los Estados Unidos del “baby boom” (años ’50 a ’70), a las generaciones sucesivas, de abuelos a padres y de padres a hijos.

Con una canción como “Suspicious Mind” que no sólo me encanta sino que además me remite a una de las primeras caracterizaciones que hizo de mí, ese ser amado, también de signo capricorniano, que está tan lejos físicamente hoy, a quien extraño horrores, desde que se fue en junio pero que está tan cerca de mi corazón que lo conoce como nadie.

Ese legado que ellos nos dejan, inconmensurable, grabado en las experiencias compartidas, los sentimientos afines y la generosidad no sobreactuada. A los Prestley que aún con sus vidas tan cortas, pero tan rupturistas -en el buen sentido- nos han regalado tanto, no queda más que agradecerles infinitamente. 

“Always on my mind”.

Una de sus últimas canciones en vivo, la maravillosa “Unchained Melody“.

LIBERALES O ANTI-IZQUIERDA EN EEUU?

“Separando la paja del trigo”.
Hay un fanatismo absurdo de algunos #liberales argentinos con el #trumpismo y el espectáculo circense, cuasi latinoamericano de ayer, confundiendo todo, una vez más. Por ejemplo, reflotando el fenómeno de un supuesto #comunismo en #EEUU.
Pero debe subrayarse que esa doctrina nunca prendió ni alcanzó popularidad alguna en ese país, excepto en algunos campuses universitarios, más para consumo externo que doméstico. Siempre estuvo bajo una matriz muy débil en cierto sector del Partido #Demócrata pero de manera poco o nula influyente. Todos sus candidatos, más radicalizados (Jesse #Jackson, Bernie #Sanders y tantos otros en el pasado) perdieron categóricamente en primarias contra candidatos más moderados. Lo más socialista que tuvo EEUU fue el New Deal -frenado por la Corte Suprema-, el Medicaid y el Medicare.
Hoy en términos de libre comercio global, asociados a #China por supuesto, el Partido Demócrata norteamericano está más a la derecha que el propio #GOP. Esto no significa apoyar a #Biden, mucho más senil y pusilánime que Trump o asumir posturas “liberprogres” u otras patrañas. Pero de ahí a creer que este magnate inmobiliario, QAnon y demás visiones conspiranoides, estilos personalistas-populistas y esquemas comerciales industrialistas o proteccionistas, tengan que ser tolerados en función de una nueva supuesta cruzada anticomunista o sean afines al liberalismo, es absurdo.
Lo que está en juego en EEUU hoy, es la propia supervivencia del sistema democrático tal como lo imaginaron los Padres Fundadores e incluso, la del propio país, porque si se desmadra todo, cada Estado podría hasta separarse de la Unión, o sea, paradójicamente, el fenómeno de la ex #URSS 30 años después. Lo que les preocupa a muchos liberales argentinos, en realidad, es quedarse sin “la gallinita de los huevos de oro” que los ha bancado tanto tiempo.
En cuanto a algo más vernáculo, es interesante este intercambio entre Mariano Grondona y un entonces joven Jorge Lanata, quien se declaraba en aquellos lejanos años noventa, como un “liberal de izquierda”.

A 48 AÑOS DEL “MILAGRO DE LOS ANDES”

Aún teniendo 8 años y no habiendo jamás viajado en avión, me resultaba difícil entender que un aeronave que cayese, tuviera algún sobreviviente. No sé si todo era más sencillo antes de comprender o asumir aún si haberlo vivido o si éramos más dóciles u obedientes a lo que nos enseñaban nuestros padres y la propia escuela. Lo cierto es que fue enorme el impacto mediático -y como es obvio, la carga emocional- para mí y muchos ese 22 de diciembre de 1972, cuando nos enteramos que 16 jóvenes, que se presumían muertos, estaban finalmente vivos, tras la caída de un avión en plena Cordillera de los Andes.
El accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, conocido popularmente como el «milagro de los Andes», ocurrió un VIERNES 13, sí, el viernes 13 de octubre de 1972, cuando el avión militar con 40 pasajeros y 5 tripulantes que conducía al equipo de rugby Old Christians integrado por alumnos del Colegio Stella Maris de Carrasco (Uruguay), se estrelló contra un risco de la Cordillera de los Andes en Mendoza (Argentina), a 3500 metros de altura, en ruta hacia Santiago de Chile.
Fueron 16 los supervivientes, ninguno de ellos tripulante:
Alfredo Daniel “Pancho” Delgado Salaverry, 25, cumplidos en la cordillera
Daniel Fernández Strauch, 26
Roberto Fernando Jorge “Bobby” François Álvarez, 21, cumplidos en la cordillera
José Luis Nicolás “Coche” Inciarte Vázquez, 24
Álvaro Mangino Schmid, 19
Javier Alfredo Methol Abal, 38
Ramón Mario “Moncho” Sabella Barreiro, 21
Adolfo Luis “Fito” Strauch Urioste, 24
Eduardo José Strauch Urioste, 25

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CHILE: EL “DICTADOR BENEVOLENTE”, EL GATO Y EL RATON

No hay explicación válida del progreso y modernización chilena, sin subrayar el rol del General Pinochet. Cualquier alusión a los famosos “Chicago Boys“, los economistas monetaristas que pusieron los cimientos del plan económico de estabilización y crecimiento que inauguraría aquel primer período de gobierno dictatorial (1973-1982), o a sus colegas como Hernán Büchi Buc, quien lo remozaría con inusitado vigor, a partir de 1986 hasta diciembre de 1989, posibilitando esa recuperación, su propia candidatura a Presidente, no sería suficiente para entender aquel gran despegue, el mismo que sigue siendo modelo en Latinomérica, a pesar de las protestas de hace más de un año. El liderazgo de Pinochet, quizás inédito respecto a su larga profundidad, coherencia y convicción en torno a un modelo económico pro-mercado, algo raro en un militar latinoamericano prototípico, más proclive al industrialismo desarrollista, es la principal variable explicativa del “milagro chileno”.

Pero además de esta faceta de modernizador a lo Lew Kwan Yew sudamericano, Pinochet era un “gallo” -como suele usarse en la jerga callejera chilena-, problemático en cuestiones como derechos humanos (DDHH). Su notorio y crudo autoritarismo, entendible no al estilo latinoamericano, dada la originalidad del profesionalismo prusiano de las FFAA chilenas, sólo justificable en función de la dura experiencia de la Unidad Popular (UP) allendista (1970-1973), no tiene parangón excepto con la dura y prolongada dictadura brasileña (1964-1982). Sin dudas, la dictadura pinochetista fue exitosa, por la performance macroeconómica pero también por la política social (jubilaciones, salud, educación y sobre todo, vivienda), tan contrastantes con su predecesora, la única experiencia socialista que llegó al poder vía elecciones en el mundo. Aún así, también mostraba sus logros por la eficacia con que enfrentó lo que Pinochet llamaba explícitamente, el desafío de “extirpar el cáncer marxista”, incluso en contra de la propia Administración demócrata norteamericana de Jimmy Carter, resuelta a castigarlo por las violaciones de DDHH.

Tal eficacia, tan diferente al caso de las inoperantes y corruptas dictaduras militares argentinas, hasta pudo plasmarse institucionalmente. El pinochetismo no sólo se prestó a competir dos veces en sendos plebiscitos (1980 y 1988), el primero de ellos, victorioso por amplia mayoría pero sin registros electorales y el segundo de ellos, perdidoso aunque aceptando la derrota, a regañadientes y con la presión de Estados Unidos con Ronald Reagan a la cabeza. A través de la Constitución de 1980, planteó innovaciones institucionales, como un sistema electoral binominal para asegurarse la presencia de una sólida derecha opositora en el Congreso; nueve (9) senadores designados y vitalicios; Comandantes militares inamovibles; la prohibición legal de la actividad del Partido Comunista; una parte dogmática que defendía como ninguna otra Carta Magna moderna, la propiedad privada, etc., todas ellos, denominados como “enclaves autoritarios”, que lograron sobrevivir a tres décadas de democracia.

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UN ESPIRITU JOVEN: SOPHIA LOREN

“La vida por delante” es una película muy especial, estrenada recientemente. Trae la novedad de la reaparición, tras mucho tiempo, de la gran actriz y diva del cine tradicional, la italiana Sophia Loren, dirigida por uno de sus hijos, Edoardo Ponti.

El guión gira en torno a un niño senegalés, huérfano, que vive en los márgenes de la legalidad en la ciudad italiana de Bari, en las costas del Mar Adriático. Las circunstancia de un robo, lo pone en contacto con la protagonista, una ex prostituta ya retirada, quien se dedica a alojar y ocuparse de los hijos de sus ex colegas mientras ellas se dedican a la profesión más antigua del mundo. Se genera una relación especial entre los dos, que nos hará reflexionar profundamente sobre el afecto, la compasión, la empatía y la amistad, aún sin sopesar edades ni género, que en este mundo actual, parecen valores lejanos.

Entre otras cuestiones, Loren nos recuerda que precisamente, la edad no debe mirarse sólo en términos biológicos, sino, sobre todo, espirituales. Sigue siendo una dama como lo fue siempre y su espíritu, inquieto y vigoroso, está intacto.

EL PRIMER FRACASO LIBERAL EN RUSIA

Además de tener la superficie más grande del mundo, Rusia ha tenido una historia milenaria llena de cataclismos políticos que pocos países pueden siquiera emular.  Si bien hoy puede disfrutar apenas de 29 años de continuidad democrática (iliberal) pero democrática al fin, se trata de un muy breve período aún de su rica evolución. Ella ha sido rica pero en despotismos, algo que llamó la atención de Tocqueville y muchos europeos, que siempre la consideraron “salvaje” y “atrasada” por no seguir la trayectoria “normal” de los presuntuosos europeos. En diez centurias, Rusia ha vivido un Imperio zarista fuerte, cruel y expansivo, además de invasiones a su territorio, magnicidios y revoluciones con efectos sociales de gran magnitud. Lo que no ha tenido paradójicamente, es alguna experiencia que se precie de liberal o constitucional, al estilo de la anglosajona.

Sin embargo, en ese pobre derrotero institucional, pocos saben que a un siglo prácticamente de la tristemente célebre Revolución Bolchevique, de la que se cumplieron cien años hace apenas un trienio, se llevó a cabo otra revolución, pero de carácter liberal. La misma denominada “decembrista” porque se produjo en diciembre de 1825, fue protagonizada por oficiales del ejército zarista, aristócratas, que sorprendidos gratamente con las libertades civiles observadas durante su periplo en suelo francés, al ocupar dicho país, en ocasión de la caída de Napoleón Bonaparte, una década antes, pretendieron llevar adelante esa idea de cambio político, es decir, una Constitución liberal, una monarquía parlamentaria y la instauración del sufragio universal, en la propia Rusia autocrática y cristiana-ortodoxa de la familia Romanov.

Lo hacían motivados en principio por el propio Zar Alejandro I, el tercero de los Zares llamados “modernizadores” (tras Pedro el Grande y Catalina la Grande) quien los había ilusionado respecto a una posible sucesión en su hermano, el Príncipe Constantino. Este -de inclinación liberal-, a la sazón, se hallaba al frente del Zarato de Polonia -nación católica a la que Alejandro sí le había dado cierta autonomía inexistente en su propio país-. Pero la imprevista muerte de Alejandro, ante el casamiento de Constantino con una aristócrata polaca, que lo invalidaba como posible Zar, terminó depositando en el poder a Nicolás I, quien tenía una idea sustancialmente diferente a la de su padre y su tío, o sea, mantener una férrea autocracia sin cambio alguno.

El 26 de diciembre de 1825, en San Petersburgo, la revolución se produce, en función de tales expectativas y va cobrando vigor con los días a medida que los rebeldes se enteran del cambio, interpretado como una especie de usurpación del poder por parte de Nicolás, un joven débil de carácter, permanentemente temeroso y afecto a veleidades militaristas, como jugar a la formación de ejércitos, desde niño. El sofocaría la asonada hasta con cañonazos sobre los 3.000 oficiales y soldados rebeldes, incluso bombardeando el Río Neva congelado para que mueran ahogados. Salvo los cinco cabecillas que serían condenados a la horca, los demás decembristas (en ruso, Декабристы) serían penados con varios años de trabajos forzados en la lejana y fría Siberia, acompañados de sus valerosas esposas e hijos, sobre quienes se construyó una mítica historia.

Así tristemente terminaría aquella revolución genuinamente liberal rusa, cuya historia, poco conocida, sería difundida en una película reciente estrenada en 2019, llamada “Unión de la Salvación” (en ruso, Союз спасения), en honor a la logia secreta masónica de inspiración liberal española, creada en 1818, que conducirían Serguei Ivanovich Muravyov-Apóstol (en ruso,  Сергéй Иванович Муравьев-Апостол), Mikhail Pávlovich Bestúzhev-Ryumin (en ruso, Михаил Павлович Бестужев-Рюмин), Piotr Grigoryevich Kakhovsky (en ruso,  Пётр Григорьевич Каховский),  Pavel Ivánovich Pestel (en ruso, Павел Иванович Пестель) y Kondraty Fiodorovich Ryleyev (en ruso, Кондратий Фёдорович Рылеев) -el intelectual y poeta del grupo-, los cinco líderes de la rebelión, a la postre castigados con la máxima pena por el propio Zar Nicolás I.

Es contrafáctico pero si aquellos valientes oficiales aristócratas rusos hubieran triunfado aquellos días en San Petersburgo, Rusia se hubiera evitado el asesinato de Alejandro II (hijo de Nicolás I), las absurdas guerras de Crimea y la naval japonesa, el asesinato de Stolypin y con seguridad, la Revolución Bolchevique de 1917 -contra Nicolás II, bisnieto paterno de Nicolás I-. Demasiado dolor, sufrimiento, pesar, porque de haber tenido éxito, los Muravyov y Pestel pudieron haber ensayado un camino más moderado hacia una monarquía constitucional capaz de asegurar por primera vez, los derechos y las garantías individuales de los rusos, algo inédito en la historia de dicho país.

Hasta enero de 1992. Ni más ni menos. Como también soñó el genial poeta Aleksandr Pushkin, quien inspiró aquella revuelta, aunque el Zar Nicolás I omitió castigarlo -al menos de modo oficial- dada su enorme popularidad.

ROCK AND ROLL “FIERITA”

 

Mi hijo Nicolás Andrés tenía dos fechas para nacer en octubre de 2000, habiendo descartado ya hacerlo el mismo día que yo (el mítico 17): el 23, el día del cumpleaños de “Charly” García -en el el que nació- o, el 30, el de Diego Armando Maradona. En cualquier caso, sería un día escorpiano, el de un talentoso puro, un genio, aunque Nico hasta el día de hoy, intenta y lo logra, no serlo. Porque sabe en su interior, por eso lo admiro, que ese tipo de vidas son realmente intensas, desmesuradas, constantemente en un subibaja o montaña rusa -a lo Kusturica- y él prefirió la tranquilidad absoluta. Su bajo perfil le permite disfrutar a su manera de las oportunidades que le brinda la vida y él busca, tomar distancia de las adversidades de algunos de sus hermanos mayores e ir zigzagueando los peligros que le deparó -y depara- la vida misma.

Pero claro, ése no fue el camino de Maradona que nos dejó ayer a las 12 del mediodía, a la temprana edad de 60 años, con un corazón grande pero desgastado y pulmones más que agobiados. Si ser Maradona fue difícil y eso lo torturó, como creen descubrir ahora algunos intelectualoides, él también lo buscó. Todos elegimos ser lo que somos. El eligió esa vida porque otra tal vez no le hubiera permitido ese genio del fútbol mundial que fue y hoy todos, sobre todo, fuera del país, reconocen y hasta veneran.

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PUÑOS DE ACERO (DESDE ABAJO)

Esta semana los argentinos perdimos por el Covid-19, una legendaria figura del boxeo argentino. Juan Domingo “Martillo” Roldán, cordobés, no pudo coronarse campeón mundial de pugilismo, pero lo intentó tres veces (contra Marvelous” Hagler, Tommy “la Cobra” Hearns y Michael Nunn), dando muestras de su hombría, valerosidad y fortaleza, porque en esas diferentes ocasiones que tuvo, pudo evidenciar su carácter aguerrido y sus manos potentes, provocando serios daños en sus rivales, todos a la postre, grandes campeones.

Según el gran “Tito” Lectoure, hacedor de estrellas del ring-side, Roldán era lo más parecido que él había visto a Carlos Monzón, el otro gran campeón mundial de los medianos, quien también merece un reconocimiento en estas semanas, porque el 7 de noviembre pasado, se cumplieron 5 décadas exactas de su knock out sobre Nino Benvenutti, en la ciudad de Roma, lo que le posibilitaría acceder al máximo galardón, que defendería otras 14 veces invicto hasta su retiro. Ni Hagler ni Leonard pudieron superarlo jamás.

Si bien las trayectorias de ambos terminaron muy diferentes, sus orígenes eran parecidos y nos revelan la otra Argentina que tuvimos hasta 1970, la de la movilidad social ascendente. El “Negro” Monzón, criado en San Javier, al norte de mi Santa Fe natal, era un joven villero, flaco, desgarbado, casi desnutrido, al que le tenían que vendar las manos porque luego de cada uno de sus golpes durísimos, le dolían enormemente sus nudillos. Por el contrario, Roldán, nacido en la zona de Freyre, pueblito del norte de Córdoba, cerca de San Francisco, limítrofe con la Provincia santafesina, hombreaba bolsas y ordeñaba vacas.

Desde tales realidades, con dichas socializaciones, en esas condiciones tan precarias, lograron esforzarse y llegaron hasta lo más alto del boxeo mundial, al lujo de Montecarlo o al “circo””de Las Vegas, uno (Monzón) codeándose con la gloria y el otro (Roldán), a punto de lograrla. El primero tendría luego, una vida desdichada, donde sólo podría rescatar su amistad genuina con el actor francés Alain Delon y el gran tutelaje del gran Amílcar Brusa -el mejor entrenador de box en Latinoamérica, formador de 14 campeones mundiales y una campeona mundial-, muriendo en un accidente automovilístico en una salida temporal de la cárcel, a la que había entrado acusado de asesinato de su ex mujer. El segundo volvió al campo, a trabajar, como uno más, luego de haber desperdiciado también su dinero, aunque con su primera y única mujer.

Son historias que los jóvenes no conocen o sólo parcialmente, incluso tergiversada, como puede ser la del propio Monzón -hoy sería considerado un femicida-. Pero ambos nos hicieron inmensamente felices en los años setenta y ochenta. Eran heroicos, fueron casi míticos. El himno argentino sonaba más potente y la bandera se erguía orgullosa, con ellos y sus peleas. Desde la humildad, construyeron grandeza, haciendo caso omiso de  la adversidad.

CUANDO HAMILTON TOCO LA GLORIA

No es el piloto más popular de la Fórmula Uno. Todo lo contrario: lo comprobé en Monza apenas hace algo más de dos años atrás. Sin embargo, la perseverancia de Lewis Hamilton haciendo caso omiso de su propia raza, la que seguramente le jugó en contra en más de una ocasión, le permitió escalar hasta lo más alto del automovilismo mundial. No sólo superar el récord de 5 (cinco) campeonatos ganados por el argentino Juan Manuel “Chueco” Fangio, sino trepar hasta donde parecía imposible: los 7 (siete) del alemán Michael Schumacher, hoy postrado en Suiza.

Hoy, cuando terminó la prueba exigente mucho más por la lluvia desatada sobre buena parte del recorrido en el circuito turco, Hamilton lloró abrazado al cockpit. Sólo su cabeza sabe por qué lo hizo aunque me permito imaginar el gran sacrificio personal que implicaron estos largos 13 (trece) años de profesionalismo, para llegar a la cumbre. Incluso esta mañana, donde sobrellevó la carrera insólitamente desde atrás, donde no estaba habituado a hacerlo, calculando una duración de sus neumáticos al milímetro ya que con sólo verlos tan gastados, podemos comprobar que su especulación de no detenerse en boxes por segunda vez, fue una vez más, acertada. Es que hasta mentalmente, Hamilton demostró ser superior al resto de los 19 pilotos. Ello explica básicamente sus récords casi insuperables: el segundo piloto más joven en campeonar, pero el más ganador (con 92 victorias), más de 160 podios, 97 pole positions y 52 vueltas más rápidas.

Hoy, otro germano, Sebastian Vettel, quien amenazaba en desafiarlo estos años de competencia, pero se quedó allá atrás en torneos ganados, tras un tercer puesto más que meritorio, después de un año sin subir a podio alguno, en un gran gesto que lo enaltece como rival, fue el primero en felicitarlo al costado del Mercedes Benz ultraganador -también marca teutona-.

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TODO DE CORAZON

Vale la pena recordarlo, en este mundo que hoy afronta asustado, temeroso, acorbardado  la presencia de un virus, temiendo perder la vida. Pero tener miedo a la muerte, sin haber disfrutado de la libertad pero sobre todo del amor, compartiendo momentos únicos e irrepetibles con otro u otra, me pregunto, qué sentido tiene. Tristemente, muchos seres humanos pasan por este mundo sin haber conocido la dicha -y la magia- del amor. Precisamente, cuando dos personas se encuentran y se aman, es un momento especial, que no encuentra parangón con ningún otro en la vida, tal vez, equiparable sólo al nacimiento de un hijo.

Ese amor es felicidad pura pero no creo que implique necesariamente una trayectoria fácil hacia él. Si  bien no hay por qué pensar de manera cristiana -o masoquista-, en “un camino plagado de espinas”, hay amores duraderos, para toda la vida, que aquí en algún momento repasamos, pero a veces, fogoneados o estimulados por condiciones adversas. Dos películas, una de ellas, habiendo hecho historia en el cine mundial, la otra tal vez menos conocida, pero inspirada en la anterior, trataron sobre dichas circunstancias desfavorables para un par de amores que sin embargo, lograron sobrevivir a todo -incluyendo la prisión, un matrimonio alternativo o el paso del tiempo, sin siquiera verse (7 años en un caso, 21 en el otro)-. Tanto “Diario de una pasión” (también conocida en inglés como “The notebook”) y “Lo mejor de mí” (“The best of me”) -con la música de la banda Lady Antebellum-, reflejaron con mayor o menor plenitud, esas situaciones que no pudieron doblegar la fuerza del corazón, tanto en los hombres como en las mujeres protagonistas.

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