ERA HORA DE “BOOGIE” EN GLASGOW

Como es costumbre, tarde de cielo plomizo, al borde de la lluvia, en Glasgow. En el Hampden Park, donde también dirigiera y jugara el genio Diego Armando Maradona, miles de hinchas escoceses, agrupados en la “Tartan Army“, nerviosos, inquietos, expectantes, hasta ansiosos, porque el partido contra Israel empiece. Era el día apropiado para quebrar una racha maléfica de más de dos décadas de clasificaciones a Mundiales, hechas añicos en los últimos minutos, siempre por un imponderable, ayudado por propios o ajenos. El mal destino se había empezado a romper con la clasificación a la Eurocopa 2020, que se jugara en junio de este año, pero lo importante es estar presente en Qatar 2022. Escocia con un punto de ventaja sobre el resto en su Grupo F, de mantener la ventaja en los próximos cuatro partidos en estos dos meses de octubre y noviembre, al menos, se aseguraría un lugar en el Repechaje.

Pero claro, como no podía ser de otra manera, ese maldito destino quería otra vez arruinar la fiesta y los israelíes se pusieron en ventaja temprano. Los escoceses a fuerza de enjundia, empataron pero una vez más, el equipo del DT austríaco Ruttensteiner volvió a desnivelar un minuto más tarde. Como si ello fuera poco, el centrodelantero australiano -nacionalizado británico- Lyndon Dykes tuvo la oportunidad de la nueva paridad antes de irse al descanso, con un penal, pero remató al medio del arco, facilitándole todo al buen arquero Ofir Marciano -quien juega en el Feyenoord de Rotterdam (Holanda)– y, rechazó el balón con sus piernas.

En el segundo tiempo, Escocia fue un manojo de nervios, con once voluntades atacando sin ton ni son, con los israelíes contragolpeando y siempre al borde de un tercer y lapidario gol. Pero Dykes tendría su revancha aún con un controversial gol, convalidado por el árbitro polaco Marciniak, tras usar el VAR. Sobre el final, en tiempo de descuento, con casi todas las casacas azules en el área israelí, tras el enésimo corner, el joven del Manchester United, Scott Mc Tominay la empujó al gol con toda su humanidad, aunque seguramente acompañado por los Kenny Dalglish, Gordon Strachan, Archie Gemmill, Ally Mc Oist -hoy comentarista de la TV Sky-, Sir Alex Ferguson, que lo sufría desde el palco y tantos otros héroes históricos.

Cuando el árbitro pitó el final, esa descarga energética popular no se hizo esperar. Era tiempo de bailar. Ya no era la épica de “Flower of Scotland” como en cada comienzo, para rugir corazones, sino la distendida balada del dúo femenino español Baccara, con aquella vieja canción setentosa, “Yes Sir, I can boogie”. Todo el estadio entonó su letra, quizás en homenaje a una de sus integrantes, María Mendiola, quien falleciera en Madrid en setiembre pasado aunque seguramente, porque deseaba por fin, bailar. Bailar en Glasgow, bajo la lluvia, después de sobreponerse a la adversidad tres veces en 90 minutos y por qué no, para enterrar definitivamente las maldiciones de antaño.

Ya habrá tiempo nuevamente, del “cuchillo entre los dientes”, el martes en las Islas Feroe, en noviembre en Moldavia y el gran desenlace contra la poderosa -y ya casi directamente clasificada al Mundial-, Dinamarca, en casa.

DE APAGONES Y CAMPEONES

Cuenta la leyenda que Colón de Santa Fe está indisolublemente ligado a cataclismos.

Me tocó vivir uno, el sábado 29 de julio de 1995 estando en Viña del Mar, Chile. Ese día, durante la tarde, escuchaba por radio, cómo mi club favorito de fútbol, ascendía por fin a Primera División, luego de enormes peripecias que duraron 14 largos años en la liga inmediata inferior (Nacional B) pero a la primera hora del día siguiente, como si la energía festiva del sudeste del continente, se hubiera trasladado a la costa oeste del Pacífico, temblaba la tierra justo al lado del mar, en mi edificio de 22 pisos, por un terremoto con epicentro en Antofagasta. El lunes pasado, parecía volverse a repetir la historia.

Siete horas duró mi viaje ida y vuelta a Santa Fe, desde el interior de Córdoba, para volver al Estadio Centenario, tras un año y medio de ausencia de público en las canchas -por la pandemia- y tres y medio de mi última visita, en ocasión de un empate con Huracán 0-0. También siete horas duró un gigantesco e inexplicable apagón mundial de las redes sociales gerenciadas por Mark Zuckerberg: Facebook, Instagram y lo más grave, Whatsapp.

El motivo del viaje especial tenía relación con una razón poderosa para celebrar. Colón había salido campeón el 4 de junio pasado, en la ciudad de San Juan, muy lejos de Santa Fe y sin público en las gradas, en razón de las restricciones de la cuarentena: hace exactamente cuatro meses atrás. El festejo del plantel en soledad y apenas la algarabía que duró días enteros, en la propia Santa Fe, en las calles. No había existido ocasión de compartir juntos, hinchas, dirigentes y jugadores, eso que habíamos soñado durante generaciones enteras a lo largo de 116 años: una vuelta olímpica, fuegos artificiales, ritmos musicales, fotos y videos para compartir en un día, donde las redes volvieron sí, apenas comenzó el partido, como si milagrosamente, quisieran formar parte de esa verdadera fiesta colectiva.

Pensé de inmediato en mi viejo, que me llevó por primera vez a una cancha, siendo un niño, haciéndome fanático de esos colores rojinegros; en mi vieja, que siempre me apoyó, aún cuando sufriera como yo, por cada derrota, por radio, por TV o viajando a Santa Fe, cada 15 días desde Rosario; en mi rusa Ekaterina quien sin conocer todo ese pasado de alegrías y sufrimientos varios, volcados más de una vez en estas páginas, me acompañara una y otra vez, en la propia cancha o fuera de ella, cada vez que jugaba Colón, desde donde estemos, incluso en alguna madrugada europea. Yo era un privilegiado que ahora ya por fin, habiéndome asociado recientemente, por primera vez en mi vida, podía estar esa noche especial de lunes laborable, siendo testigo de semejante demostración de fe y lealtad a esos colores “sangre y luto”.

en las afueras del Estadio, en la cola para ingresar, sobre Boulevard Zavalla

Les dejo algunas fotos propias -y ajenas- además de videos alusivos, para que sean copartícipes de esa gran vivencia que me tocó experimentar ese inolvidable 4 de octubre de 2021.

Luis “Pulga” Rodríguez, viajó especialmente desde La Plata, para posar con la Copa y Eduardo Domínguez, DT del equipo campeón.

Me despido recordándoles que las mayoría de las veces, las leyendas asumen la realidad. LA LEYENDA CONITNÚA.

JAMES BOND: YES, TIME TO DIE

James Bond ha sido y todavía es para muchos, el prototipo de espía con licencia para matar, implacable, frío, seductor -cada vez que lo requiriese su tarea encomendada-, leal a la Corona británica, aún cuando ésta a veces, lo abandonase. A lo largo de décadas, el cine se ha encargado de difundir y exaltar a este personaje de la novela escrita por Ian Fleming en Jamaica, creando una suerte de realidad paralela, en la que los actores que encarnarían a aquél, serían casi tanto o más relevantes que el mito. Tanto el escocés Sean Connery -que nos dejara este año-, como Roger Moore, el galés Timothy Dalton, el irlandés Pierce Brosnan y desde 2005, el también escocés Daniel Craig, fueron rodeados y rodeando de un aura especial al caballero que debía enfrentarse y vencer a villanos de diferente brutalidad.

Así, fuimos pasando de un James Bond, atlético, fino, hasta glamoroso, con poca humanidad salvo su carácter mujeriego y cierto sentido del humor, contextualizado en la Guerra Fría, luchando contra enemigos al servicio de los soviéticos aquí y allá, a un James Bond, sobre todo, el personificado por Craig, sinceramente enamoradizo -dos veces-, leal pero a su jefa “M” -con quien mostraba cierto complejo de Edipo-, amigo de colegas como el agente americano de la CIA, Félix Leiter, manipulable por villanos como Blofeld y hasta débil con los niños. Como si todo ello fuera poco, referido a este último capítulo, padre de una nena y dispuesto a morir por esa familia en ciernes, cuando una y otra vez, había desafiado el más allá, haciendo de ello, su profesión.

No era novedad que hacía rato a Bond lo estaban raleando y hasta jubilando. En Spectre (2015), MI6 estaba en plena reconversión, no sólo arquitectónica, tras la destrucción de su edificio central en Skyfall (2012), sino sobre todo organizacional (eliminación de todos los programas “00”) y humana (reemplazo de la red de espías por drones, haciendo el “trabajo sucio”). Todo ello, con la excusa de una mayor “transparencia”, eliminado todo vestigio del “oscurantismo” de la era anterior -a la que pertenecía Bond-. Este empezaba a quedarse sólo en el mundo, con apenas la complicidad de su fiel secretaria (negra) Moneypenny y el joven talentoso “Q”, convirtiéndose en uan reliquia del pasado olvidable, para el nuevo jefe de la inteligencia británica, el burócrata de Whitehall, “C”. Para tipos como Bond -y quien suscribe-, de la jubilación a la muerte, hay un paso demasiado breve.

Tras la estrenada esta semana, “No Time to Die“, no hay certeza acerca de quién protagonizará el próximo James Bond, ante el retiro de Craig, pero lo peor, es que no se sabe, cómo seguirá el hilo guionístico de la saga. Habrá que esperar si la tendencia reciente, incluyendo la posibilidad de que 007 -como se acaba de ver-, sea encarnado por una mujer negra, se mantiene y consolida o, si se vuelve al formato original con otro actor -o actriz- que de alguna forma, intente representarlo.

Tengo mis serias dudas de que esta segunda opción se concrete porque “tout change, tout se transforme”. El contexto en que vivimos , el cambio de época que atravesamos a nivel global, incluso la Gran Bretaña del Brexit que hoy nos acompaña, marcan multiculturalidad, feminismo, sentimentalismo superficial y por lo tanto, un guión con los rasgos históricos señalados precedentemente, difícilmente encuentre siquiera guionistas que se sientan interpretados, halagados y sobre todo, difundidos.

Tal vez, éste sea el tiempo apropiado para que aquél James Bond nos deje definitivamente, aunque quedaremos a la expectativa para ver quién, de nacionalidad británica, sea hombre o mujer, el o la elegida respectivamente, por la productora Bárbara Brócoli, nos alegrará -o no- la vida, viajando en el Aston Martin DB5 o frases como “vodka Martini, agitado no revuelto”.

Mientras tanto, la espera se hace menos incómoda, al escuchar la voz (especial) de la adolescente Billie Eillish, a quien, sin embargo, el propio Craig resistió para darle su aprobación para la banda sonora del último film.

“CRY MACHO”

En estas cuatro últimas décadas, he aprendido a admirar a Clint Eastwood por su posicionamiento político y hasta moral, que excede las bases y propuestas del propio Partido Republicano norteamericano, esté quien esté al frente, desde Reagan hasta Trump, pasando por George W. Bush (hijo). Sus ácidos cuestionamientos a “la generación de cristal”, la actual juventud, educada en una hipersensibilidad ante los más mínimos obstáculos y hasta criticas, son dignos de mi suprema aprobación. Incluso debo destacar su experiencia política en la gestión pública, como alcalde de Carmel, un pueblo distante a 180 kilómetros de San Francisco, entre 1986 y 1988, donde pasaría a la posteridad por sus obras eficaces que le cambiarían la cara a tal localidad californiana.

Pero el costado artístico de Eastwood también merece halagos y no por ello, de menor jerarquía. Por el contrario, en su labor como actor en más de 70 películas, desde aquellas hoy lejanas, como matón a sueldo en “Harry el Sucio” (1971) y “Magnum 44” (1973), como pistolero implacable en “Por un puñado de dólares” (1964), For a Few Dollars More”(1965), “The Good, the Bad and the Ugly” (1966) y “Los imperdonables” (1992) y ya del lado de la ley y la defensa del Estado, en “Firefox” (1982), Heartbreak Ridge (1986), “Un mundo perfecto” (1993) y “En la línea de fuego” (1993), Eastwood siempre sobresalió por su estilo de protagonista frío, pero con un estilo propio, de mucha sobriedad y hasta delicadeza. Ni hablar como director, destacándose con filmes como “Los puentes de Madison”(1996), Million Dollar Baby (2004), “Gran Torino” (2008), “La mula” (2018), “Richard Jewell” (2019) y su último estreno “Cry Macho” (este año), cautivando como pocos, la emocionalidad del espectador.

Porque si hay alguna gran virtud de Eastwood es la de reflejar con crudo realismo, las vicisitudes de la vida, los dilemas morales que plantea para cada uno de nosotros, nuestra opción de dudar y resolver, la posibilidad de afrontar con un temple especial los momentos aciagos, la actitud si se quiere estoica pero abnegada para uno mismo y los demás. No deja de estar presente en las últimas películas, incluyendo la comentada aquí, la especial simbiosis cultural que se da en Estados Unidos de hoy, entre latinos y anglosajones, ya sea por la cuestión drogas, la inmigración ilegal o sencillamente, los problemas de convivencia familiar que se reproducen particularmente en las regiones fronterizas con México.

“Cry Macho” no sólo aborda esa cuestión cultural, sino que además, plantea una relación intergeneracional especial, la que se da entre una ex estrella de rodeo y criador de caballos y un niño casi adolescente, sobre quien, el primero, en un viaje singular, le enseñará todo lo que sus propios padres desastrosos, uno y otro a cada lado de la frontera, no le supieron, pudieron ni quisieron transmitir: cómo ser un buen hombre.

En estos tiempos de tanta anomia y crisis de la autoridad paternal, pero también maternal, no es poco, pensando en cómo las personas adultas podemos todavía seguir siendo útiles para los jóvenes tan habituados a una especie de orfandad singular, cuasi autista, por lo que optan refugiándose en los videojuegos o cualquier otro escapismo virtual, ante la ausencia moral de sus padres, dada la crisis familiar que afrontamos hace décadas.

El valor significativo de las películas de Eastwood es ése: nos ejemplifica con su conservadorismo moral no trasnochado pero sutil, la necesidad de reivindicar esas enseñanzas que son válidas para todas las generaciones y también cualquier tipo de cultura.

DOS REGRESOS CON LAGRIMAS

La semana pasada, dos bandas británicas, emblemáticas de rock-pop regresaron a los escenarios, tras el declive evidente de la pandemia. Una, fue Genesis, liderada por Phil Collins, secundado como siempre por Mike Rutherford y Tony Banks y la otra fue The Rolling Stones, conducida por el interminable Mick Jagger acompañado por Keith Richards y Ron Wood. 

Genesis dio su concierto el miércoles 22 de setiembre pasado, en el Utilita Arena de la ciudad inglesa de Birmingham, donde lamentablemente, se vio a ese eximio baterista que es Phil Collins, muy deteriorado en su condición física, sin poder llegar a ciertas notas musicales y hasta para moverse, habiendo estado sentado la mayor parte del recital en un taburete.

En el caso de los Rolling, que dieron un concierto privado unos días antes que Genesis, el lunes 20, en una carpa montada en un estadio de la ciudad de Boston, ante unas 300 personas, la nota siginicativa de la jornada fue la ausencia física de Charlie Watts, el legendario baterista de la banda, fallecido en agosto pasado.

Más allá del dolor de estas pérdidas a las que ya nos vamos habituando, queda el recuerdo de los grandes momentos vividos, que disfrutamos aquellos de mi generación, que tuvimos la fortuna de vivenciarlos en su mayor esplendor, dejando huellas imborrables. En tal sentido, me siento uno de tantos privilegiados, porque no creo que los jóvenes de hoy tengan semejantes impactos emocionales con los cantantes de la actualidad, como los tuvimos nosotros, con aquéllos.

He aquí dos grandes temas de estas icónicas bandas, grabadas precisamente, en tales circunstancias de gloria para ambas. Hay que reflejarlos así, PORQUE LA MUSICA, COMO ARTE, NO MUERE.

DEL LADO NORRIS DE LA VIDA

Una vez más, una carrera de F1 -como la disputada hoy en el autódromo ruso de Sochi-, ofreció de todo. Amenaza de lluvia durante casi toda la programación, aunque sólo lloviera sobre el final, cambiando casi todo, remontadas espectaculares como las del holandés Verstappen (de último a 2do.) y de los finlandeses Bottas (de 17mo. a 5to.) y Raikkonen (de 13ro a 8vo.), el triunfo 100 de Hamilton -superando tras 14 años a Michael Schumacher- y sobre todo -aquí me detengo-, la debacle del joven Lando Norris. En efecto, el inglés, dirigiéndose con su Mc Laren a su primera  victoria, mandó a callar a su dirección técnica de boxes, prefirió seguir con gomas slicks mientras se largaba a llover y a dos vueltas, del final, terminó despistándose para caer finalmente al séptimo lugar.

Más allá de que el equipo fue en parte corresponsable del ahora consumado error, porque antes decidió continuar en pista tras cambiar apenas una vez, por neumáticos duros en el giro 29, a diferencia de Mercedes Benz y el resto de los teams, lo interesante del caso es la actitud de Norris, inédita en deportes de alta competición, pero que ofrece, creo yo, un costado más que humano y honorable de esa vocación tan superprofesional del automovilismo de máximo nivel. Haber desafiado a su box y arriesgado por llegar a la bandera final a cuadros, al no parar para reemplazar sus slicks por gomas de piso mojado, como se le indicaba, nos revela una personalidad de 21 años, capaz de enfrentar la adversidad e intentar superarla. Norris hoy debe atravesar la peor noche de su corta vida, no pudiendo dormir, arrepentido de haber hecho lo que hizo, quedándose prácticamente con las manos vacías, pero debe saber que sobrevendrán otras batallas y con la actitud de hoy, las vencerá.

Gloria y honor al joven Lando Norris, habrás aprendido la lección del Mar Negro y te lloverán los triunfos.

CUANDO ESCOCIA VOLVIO EN VIENA

Continuando con su remontada de varios meses, luego de romper el maleficio de 23 años sin participar de ningún torneo relevante a nivel internacional contra Serbia clasificando a la Euro 2020, anoche en Viena, la Selección Nacional de Escocia volvió al triunfo de visitante, al triunfar 1 a 0 con gol de penal de Lyndon Dykes, sobre Austria. Si bien la reciente participación de los escoceses en el tramo final de la Eurocopa, no fue precisamente positivo, dado que perdió dos de los tres partidos que jugó, incluso jugando aquellos como local en Hampden Park, aunque empatara de visitante con el subcampeón de dicho certamen, el archirrival Inglaterra, la victoria de ayer los catapulta al segundo lugar de su zona respectiva, posicionándolos de manera inmejorable para clasificarse al menos para el repechaje para la Copa Mundial de Qatar 2022, lo cual rompería otro karma, el de no participar en un campeonato internacional desde Francia 1998.

Sin duda, el hecho de contar con un combinado en el que se destacan grandes jugadores que participan en la Premier League u otros torneos prestigiosos de Europa, como Andy Robertson, Scott Mc Tominay, Kieran Tiernay y James Mc Ginn, más el valioso aporte del jugador del Celtic local, Ryan Christie, ha hecho que la actual sea considerada la mejor de todas las escuadras nacionales escocesas de las últimas dos décadas y media. Aún contando con un DT como Steve Clarke, un técnico ultradefensivo que no es mejor que otros ex técnicos, como el alemán Bertie Vogts o los ex seleccionados Alex Mc Leish y Gordon Strachan, pero que sí logró reacomodar al equipo desde atrás para delante, Escocia, un país amante del balompié, que en los últimos años, por variadas circunstancias, vio descender el entusiasmo de los niños -aunque no de las niñas- por practicar fútbol, va por la hazaña de participar al menos, ingresando “por la ventana” al máximo certamen ecuménico mundial del año próximo.

Viena fue escenario de la victoria escocesa y el Estadio Olímpico llamado Ernst Happel -en honor al ex gran jugador y ex seleccionador austríaco y holandés que estuvo en el Mundial de Argentina 1978, siendo subcampeón-, cobijó en plena era postpandemia, a los hinchas escoceses que gozaron como pocas veces y los locales, que le reprocharon al final del partido, la derrota a sus jugadores, con el moreno defensor, de origen filipino-nigeriano David Alaba a la cabeza, poniendo a Austria, al contrario de Escocia, al borde de una nueva eliminación, también tras más de dos décadas de ocaso futbolístico -de un país que disfruta de practicar el esquí o la F1, pero no del balompié-.

Hace unas semanas atrás, pude disfrutar de visitar el Estadio Happel (ex Prater), reservado para vacunaciones y testeos contra el Covid-19, de gente que concurría con sus autos y motos, pero donde ganaron ayer los escoceses y donde, en un hecho histórico, que me llenó de emoción, jugara Diego Armando Maradona en 1980 para nuestra Selección, marcando un hat-trick, en una goleada sobre los austríacos, 5 a 1.

Aquí les dejo las fotos del Estadio.

VIENA Y EL CINE

La capital austríaca es extraordinaria. Rodeada de bellezas, pero también dotada de un gran patrimonio cultural, combina historia con calidad de vida, con un clima benigno durante buena parte del año. Eso le permite recibir anualmente una gran cantidad de turistas, aunque la pandemia se lo ha impedido desde 2020.

El capital simbólico de Viena también es elevado. Además de haber sido el hogar y el lugar de trabajo de numerosos artistas a lo largo de los siglos, cualquiera de nosotros puede encontrarse hoy en sus calles, a un poeta que nos entrega sus escritos a cambio de una donación; una melodía entonándose en alguna peatonal o parejas tomadas de la mano a lo largo de la costa del Danubio. Como no podía ser de otro modo, el cine ha elegido esta exquisita capital, para filmar muchísimas películas en sus lugares especiales, que los tiene -y muchos-.

Tanto la romántica “Antes del amanecer” (en inglés, “Before sunrise”), estrenada en 1995, con esa dupla postmoderna que conformaron en los noventa, Ethan Hawke y Julie Delpy, como películas claramente de acción y suspenso, como “Misión imposible 5” (2015) y “James Bond: Living daylights” (1987) la eligieron como escenario de imágenes inolvidables para el séptimo arte. Incluso “El pacificador” (“The peacemaker“), en 1997, con George Clooney y Nicole Kidman, tratando sobre la cercana guerra de los Balcanes, menciona a Viena como centro europeo del film, aunque su director eligió Ljubliana para grabar las escenas correspondientes a aquélla.

Aquí, les mostraré numerosas fotos de la ciudad en su vida diaria, a lo largo de los meses de julio y agosto, en pleno verano de este año.

Presten atención a la Opera de Viena, uno de los grandes edificios emblemáticos de la ciudad, donde se filmaron grandes escenas de las películas nombradas.

REVOLUTION IN THE MUSIC: ABBA’S COMEBACK

Later than expected, from the lands near my loved Baltic Sea, the pop music Swedish group ABBA has come back. During an special show with digital avatars (holograms), broadcasted in London last Thursday, the two men of the band (Benny Andersson and Björn Ulvaeus) announced a new concert named “Voyage” in May 2022 in London. Tickets for the concert go on general sale tomorrow.

Why I said “later than expected”? Basically, because of the pandemics, but the planification of the new album had been mtud for some time. In effect, the avatar concept was announced in 2016 by music manager Simon Fuller. Two years more passed and a TV show coproduced by NBC and BBC, has not yet been aired.

So, 39 years had passed since ABBA 1981’s last album “The Visitors”. In the world, a lot of events and situations occured: third global wave of democracy, Gorbachov and his Perestroika, the end of Berlin Wall and Soviet Union, the war against terrorism, several financial crisis, the Arab Spring, the Brexit, Trump, the delusion with peace and liberalism and, on the contrary, this particular moment of expectations with populism and conservatism around the planet.

But ABBA still have a loyal fans base and countless tribute acts. Because, despite itw own unpopular language, the four Swedish built a so strong cultural phenomenon through the time. New generations know them through other groups and then they rediscovered its music. Lyrics are emotional and influential, no matter if you are feeling happy or sad. We know that music lived, lives and will live beyond the times.

So, welcome ABBA in this new technological (and revolutionary) format and let us dance all of our negative energy out: enjoy them.