EL MOSCU DE HACE UNA DECADA (1)

En el marco de mis estudios de Doctorado en Relaciones Internacionales que cursé en la UNR a partir de 2009 hasta defender mi tesis sobre política exterior de Rusia en marzo de 2015, pude realizar un par de estancias de investigación en el Instituto de Latinoamérica (ILA) en la capital de la Federación, Moscú, tanto en noviembre de 2010 como en setiembre de 2011.

Volví al ILA en setiembre de 2016, para disertar sobre el llamado “giro a la derecha” en América Latina.
La entrada al ILA.
Busto del Libertador chileno, General Bernardo O´Higgins.
Busto del Libertador argentino y del Perú, General José de San Martín.

En el primero de esos viajes, que coincidió con la estación otoñal y una fecha especial, la del 4 de noviembre, que en la época soviética, recordaba el aniversario de la “Revolución Bolchevique” de 1917 y desde 2004, el Día de la Unidad Popular (en ruso, “День народного единства“), rememorando la expulsión por parte del pueblo de la emblemática ciudad, de las fuerzas de la Mancomunidad Lituana-Polaca en 1612.

Paradójicamente, me esperaba una cruda nevazón, una de las primeras del mes, que anticipaba el -que me imagino- un crudo invierno, el mismo que espantó seguramente a las tropas francesas de Napoléon Bonaparte en el siglo XIX y las alemanas de Hitler a mediados del XX. Las imágenes con un cielo gris plomizo, fácil de divisar apenas el vuelo de Lufthansa que me traía de Frankfurt, se aprestaba a llegar a uno de los tres grandes aeropuertos moscovitas, Schremétyevo.

La mítica Plaza Roja de Moscú lucía así por aquellos días.

En el kilómetro 0, donde arrojar una moneda hacia atrás, brinda suerte, según los muy supersticiosos moscovitas.
Los disfrazados de la época de Pedro y Catalina La Grande anticipan la grandiosidad de la Plaza.
Las Murallas del Kremlin y las tumbas de los grandes jerarcas soviéticos incluyendo dirigentes comunistas de otros países, como el ítalo-argentino Victorio Codovilla.
El imponente e hipervigilado mausoleo del embalsamado Lenin, el fundador de la ex Unión Soviética. Imposible tomar fotos, como si fuera una deidad.
Un nuevo matrimonio de centroasiáticos.
Las viejas Tiendas GUM, un antiguo gran almacén soviético, devenido en un shopping moderno y capitalista a ultranza, con marcas internacionales y precios exhorbitantes.
La Catedral de San Basilio en setiembre de 2011.
La misma Catedral, pero desde atrás, casi un año antes.


CHERNOBYL: 33 AÑOS DESPUES

No habia forma de convencer en abril de 1986, al 80 % de mis compañeros y docentes de la Facultad de Ciencia Política y RRII de la UNR que la URSS no era el “paraíso perfecto” ni estaba del lado correcto de la historia. Ni siquiera con la expectativa favorable generada por la llegada, desde la agrícola pero discriminada por las políticas estalinistas, Stavrópol, de Mikhail Gorbachov, como nuevo Secretario General del PCUS en marzo de 1985.

Sus discursos reconociendo las carencias estructurales del sistema comunista soviético, precedidas de la huelga obrera y represión militar del régimen de Jaruzelski en Polonia, algunos años antes y el fracaso militar de la invasión a Afganistán, no parecían calar hondo en la intelectualidad argentina en otra muestra más de su habitual encapsulamiento. Tuvo que ocurrir una tragedia como la de Chernóbyl, para que aquí, algunos empezaran a abrir los ojos.

Hoy, con la perspectiva de la distancia temporal, ésta es mi opinión sobre lo ocurrido, además de sus repercusiones en la Rusia actual.

ENTREVISTA EN RADIO FM AHIJUNA

Aquí el trailer de la nueva serie de HBO que ha causado tanta conmoción entre las nuevas generaciones.

“DIA D”, 75 AÑOS DESPUES: DONDE ESTA RUSIA?

A un lado y otro del Canal de la Mancha, se celebró hoy el 75 aniversario del desembarco aliado en las playas de Normandía. En efecto, tanto veteranos de guerra supervivientes, ya ancianos, como políticos de las naciones victoriosas pero también las derrotadas (Alemania y Japón), se hicieron presentes en los festejos. Tanto Donald Trump, que se dio el lujo de humillar en estas horas a los británicos de variadas formas, como Emmanuel Macron, Angela Merkel y la Reina Isabel, entre otros, se dieron cita en Portsmouth y Colleville-sur-mer, para recordar esta epopeya occidental?

Bueno, he allí la duda. Porque a poco de memorizar correcta e íntegramente los hechos, hubo una marcada participación soviética, legitimada por Roosevelt y Churchill en diferentes Cumbres, decisiva a la luz de lo ocurrido, a lo fines de quebrar el frente alemán. Esa invisibilización, para nada ya sorprendente, explica tal vez, la ausencia de Rusia de este tipo de eventos, lo cual le permite por un lado, habilitar su propio festejo cada 9 de mayo en la Plaza Roja y por el otro, ignorar la fiesta occidental, al recordar Putin con su colega chino Xi-Jinping, los 70 años de relaciones entre Moscú y Pekín.

Otra sutil manera que demuestra la propensión rusa de sentir y exhibir fastidio ante cada omisión adrede de un “Occidente” venido a menos y la apuesta a futuro al próximo hegemón mundial.


80 AÑOS DESPUES DEL INICIO DE LA II GUERRA MUNDIAL

1 de setiembre de 1939. Las tropas alemanas del III Reich ingresan a territorio polaco y rápidamente derrotan a las tropas de caballería que se desbandan. Si bien, el Führer Adolfo Hitler había dado evidencias manifiestas de sus intenciones expansionistas en Europa, al anexar Austria (su patria natal, vía el “Anchluss”) y Checoslovaquia, en 1938, ni Inglaterra a través de su Premier Chamberlain ni Francia con Daladier, pensaron en la posibilidad remota del inicio de una nueva y cruenta guerra.

De allí en más, se desataría una pesadilla que duraría hasta mayo de 1945, con la rendición germánica y agosto del mismo año, con la capitulación japonesa.

El cine ha reflejado el conflicto bélico con decenas de películas alusivas. Empezaré por una que refleja su final, tan sangriento, considerando que en las últimas semanas, antes de suicidarse, Hitler, mandó a miles de niños, mujeres y ancianos a pelear palmo a palmo contra los americanos y soviéticos que asolaban Berlín. La temible Waffen SS, ahorcaba a aquellos que se negaban a tomar las armas para defender territorio alemán. Desde la óptica original de un grupo comando de tanquistas nortamericanos, el film de 2014, “Corazones de acero” (o “Fury”, en alusión, en inglés, al nombre del tanque protagonista), refleja aquellas últimas jornadas de violencia y venganza inusitada entre un bando y otro.

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EL ENORME COSTO QUE PAGA UN GENIO: “BOBBY” FISCHER

De repente, en 1975, sin perder, le cedió el cetro al joven maestro soviético Anatoli Karpov (luego, ganador en 160 juegos en una década), fue detenido por la policía por vagabundear en Pasadena (California), se aisló durante años y tras reaparecer en los noventa, en la ex Yugoslavia, por desafiar las sanciones occidentales, del mismo gobierno que antes lo apañó como su “niño mimado” contra el comunismo soviético y ahora lo castigaba, terminó asilándose en Islandia, donde murió a los 64 años de edad en 2008, en la más absoluta soledad y abandono. Ese fue el último tramo de la vida, no de un perdedor, sino el de un exitoso ganador y campeonísimo del ajedrez mundial, entre 1972 y 1975, Robert Thomas “Bobby” Fischer. La parte que no describe la película “La jugada maestra” -en inglés “Pawn Sacrifice”-, estrenada en 2014, protagonizada por Tobey Maguire (el mismo de “El hombre araña”), en el papel del deportista estadounidense y Liev Schreiber, el actor judío americano que habla perfecto ruso, encarnando a Boris Spassky, el ajedrecista con quien rivalizaba Fischer, entre otros.

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CHURCHILL: EL LIDER HACE LA DIFERENCIA

Mayo de 1940. El Primer Ministro británico Chamberlain, un pacifista e idealista a ultranza, dimite, aquejado de cáncer pero sobre todo, exhausto al no poder frenar el avance veloz, sorpresivo y devastador de las tropas alemanas de Hitler por el norte y centro de Europa. Habiendo caído Bélgica y Holanda, con una Francia casi al borde de su rendición y, con Berlín preparando un inminente ataque al archipiélago, a los británicos, desde el Rey, pasando por la mitad del Partido Conservador, al que pertenecía Chamberlain, les seducía la idea de una vez más, como buenos isleños, jugar mezquinamente y hacer la paz con Alemania, vía la mediación italiana, salvando su pequeño territorio sin importarle el destino del continente a merced de los nazis. El destino quiso que el hombre destinado a evitarlo fuera un tal Winston Leonard Spencer Churchill. Hijo de un político aristócrata -descendiente de los duques de Marlborough-, Churchill, quien había peleado contra los bóers en Sudáfrica y los alemanes en la I Guerra Mundial y había traicionado a liberales y conservadores por igual, fue ungido a regañadientes por su propio Partido, a partir de las dudas del cuarto hijo del Vizconde de Halifax y del propio Rey Jorge VI, que tampoco le perdonaba haber desaprobado la abdicación de su hermano Eduardo VIII para casarse con la plebeya americana Wallis Simpson en 1936.

Nadie confiaba en Churchill. Era un alcohólico empedernido, desayunaba y se iba a dormir con whisky, almorzaba y cenaba con champagne y fumaba tantos habanos que su fiel y suave esposa apenas soportaba financiar sus cuantiosas deudas causadas por los vicios. Todos dudaban de su sano juicio y temían por las consecuencias funestas de sus actos. Con alguna razonabilidad, porque había tomado decisiones insensatas en más de una ocasión cuando tuvo responsabilidades políticas en el pasado, particularmente, como Primer Lord del Almirantazgo, en el desastre de Gallípoli a manos de las fuerzas turcas en 1915. Indómito, irascible, hasta inicialmente maltratador de sus cercanos, sin el don de la templanza, Churchill reconocía la herencia de un padre abandónico (Lord Randolph Churchill) y una madre glamorosa y “demasiado amada”: había sido un niño criado en internados escolares elitistas donde ya se destacaba por ser díscolo e independiente. Pero claro, en una situación así, como la que vivía Inglaterra ante el acoso de Hitler, sólo alguien con tales rasgos de personalidad, ya sea, un loco, un insensato o un audaz, era capaz de tomar el poder y enfrentar al maniático germánico: Churchill reunía los tres “atributos”. Había cumplido con su sueño de toda la vida: ser Primer Ministro. Tal vez, tarde, a una edad no prevista, en el momento más oscuro de la historia de su nación, al borde de la capitulación, aunque no estaba dispuesto a desaprovechar la ocasión.

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LA GRAN NOTICIA DEL REGRESO DE ABBA

1979 fue una bisagra en muchos aspectos, en la vida de este mundo, por numerosas razones pero en mi vida, en plena adolescencia, fue el año en el que me atrapó la música pop, a través de un grupo sueco inigualable que haría historia en apenas una década. Su single “Chiquitita”, en el Festival de UNICEF aquel año, lo hizo mundialmente famoso, sobre todo, por su versión en español, en América Latina y Argentina no fue la excepción. Pero otros temas fueron mucho más especialmente atractivos, en idioma inglés, como “Dancing Queen” (1976) y “Waterloo” (1974) y cuando los conocí, aunque tardíamente, porque eran los pioneros del grupo, en castellano, “Fernando” (1975) y “Hasta mañana” (1974).

Ese cuarteto escandinavo, surgido a orillas del Mar Báltico en 1972, se llamaba ABBA y era el acrónimo de las primeras letras de los nombres de los cuatro integrantes, dos hombres y dos mujeres, casados entre sí -luego, divorciados-: una de las solistas (de cabello castaño oscuro), la noruega  Anni-Frid Lyngstadt, el pianista Benny Andersson (ambos en matrimonio); la otra solista (rubia) Agnetha Fältskog y su entonces marido, el guitarrista Björn Ulväeus. El grupo empezó a hacer historia en el Festival de Eurovisión de 1974 y se convirtió en poco tiempo, en el primer grupo europeo en conquistar masivamente, los mercados anglosajones (particularmente, Australia y Estados Unidos) y americano, después de “Los Beatles”.

La imagen, la composición, la instrumentación (incluyendo el uso de la mandolina) y la armonía de voces lograda por ambas cantantes, eran las claves del éxito del grupo. La sensibilidad reflejada en sus letras, las dosis de felicidad y nostalgia en términos apropiados, contribuían al resto. ABBA mostraba talento, frescura, espontaneidad, calidez, porque se divertía en los escenarios, a pesar de la fobia de Agnetta a los aviones y la presión de tantos éxitos repentinos y continuos.

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